26 - DE JULIO – LUNES –
17ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
Lectura del libro del Eclesiástico
(44,1.10-15):
Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de
nuestros antepasados. Fueron hombres de bien, su esperanza no se acabó; sus
bienes perduran en su descendencia, su heredad pasó de hijos a nietos. Sus
hijos siguen fieles a la alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su
recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará. Sepultados sus cuerpos en
paz, vive su fama por generaciones; el pueblo cuenta su sabiduría, la asamblea
pregona su alabanza.
Palabra de Dios
Salmo: 131
R/. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.» R/.
Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Esta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.» R/.
«Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.» R/.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo 13, 10-17
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le
preguntaron:
-¿Por qué les hablas en parábolas?
Él les contestó:
-A vosotros se os ha concedido
conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene
se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que
tiene.
Por eso les hablo en parábolas,
porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender.
Así se cumplirá en ellos la profecía
de Isaías:
“Oiréis con los oídos sin entender;
miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo,
son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con
los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.”
¡Dichosos vuestros ojos, porque ven,
y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon
ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Palabra del Señor
1. Este evangelio necesita
una aclaración. La explicación que Jesús da a 14 discípulos, diciendo
por qué habla a la gente en parábolas, fue redactada bastantes años después de
la muerte de Jesús. Y reproduce lo que dijo Jesús, para ser interpretado
de acuerdo con la situación en que vivía la comunidad
cristiana para la que Mateo escribió su evangelio.
Aquella comunidad estaba convencida
de que el rechazo de Cristo no fue solo responsabilidad de
los sumos sacerdotes, sino de todo Israel, y eso es lo
que Mateo recoge y refleja en la respuesta que pone en labios de Jesús.
2. Por eso, en este texto,
quedan muy bien los discípulos, en los que se ve retratada la comunidad para la
que se escribió el evangelio, y queda fatal la gente, la masa de los que oían a
Jesús, en los que los cristianos (de finales de s. I) veían a todo Israel, como
responsable del rechazo y de la muerte de Jesús.
Esto es lo que viene a decir la
interpretación más aceptable de los especialistas más competentes en el
evangelio de Mateo.
3. Lo que sin duda Jesús
quiso decir es que las parábolas tienen, al mismo tiempo, un sentido
"revelador" y "encubridor": revelan lo que dice Jesús a
quienes sintonizan con él; pero al mismo
tiempo encubren el Evangelio a quienes están enfrentados
con él. Y es que la parábola es un género literario que se
entiende, no cuando se interpreta, sino cuando se vive (Paul
Ricoeur).
Entonces ocurre lo que se ha dicho
con tanta clarividencia: "Si practicáis las parábolas,
vosotros mismos os convertiréis en parábola, y así os veréis
libres de la fatiga diaria" (Franz Kafka).
SAN JOAQUIN Y SANTA ANA
Cada 26 de julio se celebra en la Iglesia
Católica la fiesta de los padres de la Santísima Virgen María y abuelos de
Jesús, San Joaquín y Santa Ana.
Ambos santos, llamados patronos de los
abuelos, fueron personas de profunda fe y confianza en Dios; y los encargados
de educar en el camino de la fe a su hija María, alimentando en ella el amor
hacia el Creador y preparándola para su misión.
Benedicto XVI, un día como hoy en 2009,
resaltó -a través de las figuras de San Joaquín y Santa Ana-, la importancia
del rol educativo de los abuelos, que en la familia “son depositarios y con
frecuencia testimonio de los valores fundamentales de la vida”.
En el 2013, cuando el Papa Francisco se
encontraba en Río de Janeiro (Brasil) por la Jornada Mundial de la Juventud Río
2013, y coincidiendo su estadía con esta fecha, destacó que “los santos Joaquín
y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido la fe y el amor de
Dios, en el calor de la familia, hasta María que acogió en su seno al Hijo de
Dios y lo dio al mundo, nos los ha dado a nosotros. ¡Qué precioso es el valor
de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!”.
Breves Biografías
San Joaquín
Joaquín (Yahvé prepara) fue el padre de la
Virgen María, madre de Dios. Según San Pedro Damián, deberíamos tener por
curiosidad censurable e innecesaria el inquirir sobre cuestiones que los
evangelistas no tuvieron a bien relatar, y, en particular, acerca de los padres
de la Virgen.
Con todo, la tradición, basándose en
testimonios antiquísimos y muy tempranamente, saludó a los santos esposos
Joaquín y Ana como padre y madre de la Madre de Dios.
Ciertamente, esta tradición parece tener
su fundamento último en el llamado Protoevangelio de Santiago, en el Evangelio
de la Natividad de Santa María y el Pseudomateo o Libro de la Natividad de
Santa María la Virgen y de la infancia del Salvador; este origen es normal que
levantara sospechas bastante fundadas.
No debería olvidarse, sin embargo, que el
carácter apócrifo de tales escritos, es decir, su exclusión del canon y su
falta de autenticidad no conlleva el prescindir totalmente de sus aportaciones.
En efecto, a la par que hechos poco
fiables y legendarios, estas obras contienen datos históricos tomados de
tradiciones o documentos fidedignos; y aunque no es fácil separar el grano de
la paja, sería poco prudente y acrítico rechazar el conjunto indiscrimadamente.
Algunos comentaristas, que opinan que la
genealogía aportada por San Lucas es la de la Virgen, hallan la mención de
Joaquín en Helí (Lucas, 3, 23; Eliachim, es decir, Jeho-achim), y explican que
José se había convertido a los ojos de la ley, a fuer de su matrimonio, en el
hijo de Joaquín. Que esa sea el propósito y la intención del evangelista es más
que dudoso, lo mismo que la identificación propuesta entre los dos nombres Helí
y Joaquín.
Tampoco se puede afirmar con certeza, a
pesar de la autoridad de los Bollandistas, que Joaquín fuera hijo de Helí y
hermano de José; ni tampoco, como en ocasiones se dice a partir de fuentes de
muy dudoso valor, que era propietario de innumerables cabezas de ganado y
vastos rebaños.
Más interesantes son las bellas líneas en
las que el Evangelio de Santiago describe, cómo, en su edad provecta, Joaquín y
Ana hallaron respuesta a sus oraciones en favor de tener descendencia.
Es tradición que los padres de Santa
María, que aparentemente vivieron primero en Galilea, se instalaron después en
Jerusalén; donde nació y creció Nuestra Señora; allí también murieron y fueron
enterrados.
Una iglesia, conocida en distintas épocas
como Santa María, Santa María ubi nata est, Santa María in Probática, Sagrada
Probática y Santa Ana fue edificada en el siglo IV, posiblemente por Santa
Elena, en el lugar de la casa de San Joaquín y Santa Ana, y sus tumbas fueron
allí veneradas hasta finales del siglo IX, en que fue convertida en una escuela
musulmana.
La cripta que contenía en otro tiempo las
sagradas tumbas fue redescubierta en 1889. San Joaquín fue honrado muy pronto
por los griegos, que celebran su fiesta al día siguiente de la de la Natividad
de Ntra. Señora. Los latinos tardaron en incluirlo en su calendario, donde le
correspondió unas veces el 16 de septiembre y otras el 9 de diciembre.
Asociado por Julio II [el de la capilla
Sixtina] al 20 de marzo, la solemnidad fue suprimida unos cinco años después,
restaurada por Gregorio XV (1622), fijada por Clemente XII (1738) en el domingo
posterior a la Asunción, y fue finalmente León XIII [el de la Rerum Novarum]
quien, el 1 de agosto de 1879, dignificó la fiesta de estos esposos que se
celebró por separado hasta la última reforma litúrgica.
Santa Ana
Ana (del hebreo Hannah, gracia) es el
nombre que la tradición ha señalado para la madre de la Virgen. Las fuentes son
las mismas que en el caso de San Joaquín. Aunque la versión más antigua de
estas fuentes apócrifas se remonta al año 150 d.C., difícilmente podemos
admitir como fuera de toda duda sus variopintas afirmaciones con fundamento en
su sola autoridad.
En Oriente, el Protoevangelio gozó de gran
autoridad y de él se leían pasajes en las fiestas marianas entre los griegos,
los coptos y los árabes. En Occidente, sin embargo, como ya te adelanté con San
Joaquín, fue rechazado por los Padres de la Iglesia hasta que su contenido fue
incorporado por San Jacobo de Vorágine a su Leyenda Áurea en el siglo XIII.
A partir de entonces, la historia de
Santa Ana se divulgó en Occidente y tuvo un considerable desarrollo, hasta que
Santa Ana llegó a convertirse en uno de los santos más populares también para
los cristianos de rito latino.
El Protoevangelio aporta la siguiente
relación: En Nazaret vivía una pareja rica y piadosa, Joaquín y Ana. No tenían
hijos. Cuando con ocasión de cierto día festivo Joaquín se presentó a ofrecer
un sacrificio en el templo, fue arrojado de él por un tal Rubén, porque los
varones sin descendencia eran indignos de ser admitidos.
Joaquín entonces, transido de dolor, no
regresó a su casa, sino que se dirigió a las montañas para manifestar su
sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta ya al tanto de la prolongada
ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas a Dios para que le levantara
la maldición de la esterilidad, prometiendo dedicar el hijo a su servicio.
Sus plegarias fueron oídas; un ángel se
presentó ante Ana y le dijo: "Ana, el Señor ha visto tus lágrimas;
concebirás y darás a luz, y el fruto de tu seno será bendecido por todo el
mundo". El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, que volvió al lado de su
esposa. Ana dio a luz una hija, a la que llamó Miriam.
Dado que esta narración parece reproducir
el relato bíblico de la concepción del profeta Samuel, cuya madre también se
llamaba Hannah, la sombra de la duda se proyecta hasta en el nombre de la madre
de María.
El célebre Padre John de Eck de
Ingolstadt, en un sermón dedicado a Santa Ana (pronunciado en París en 1579),
aparenta conocer hasta los nombres de los padres de Santa Ana. Los llama
Estolano (Stollanus) y Emerencia (Emerentia).
Afirma que la santa nació después de que
Estolano y Emerencia pasaran veinte años sin descendencia; que San Joaquín
murió poco después de la presentación de María en el templo; que Santa Ana casó
después con Cleofás, del cual tuvo a María de Cleofás; la mujer de Alfeo y
madre de los apóstoles Santiago el Menor, Simón y Judas Tadeo, así como de José
el Justo.
Después de la muerte de Cleofás, se dijo
que casó con Salomas, de quien trajo al mundo a María Salomé (la mujer de
Zebedeo y madre de los apóstoles Juan y Santiago el Mayor).
La misma leyenda espuria se halla en los
textos de Gerson y en los de muchos otros. Allí surgió en el siglo XVI una animada
controversia sobre los matrimonios de Santa Ana, en la que Baronio y Belarmino
defendieron su monogamia.
En Oriente, al culto a Santa Ana se le
puede seguir la pista hasta el siglo IV. Justiniano I hizo que se le dedicara
una iglesia. El canon del oficio griego de Santa Ana fue compuesto por San
Teófanes, pero partes aún más antiguas del oficio son atribuidas a Anatolio de
Bizancio.
Su fiesta se celebra en Oriente el 25 de
julio, que podría ser el día de la dedicación de su primera iglesia en
Constantinopla o el aniversario de la llegada de sus supuestas reliquias a esta
ciudad (710).
Aparece ya en el más antiguo documento
litúrgico de la Iglesia Griega, el Calendario de Constantinopla (primera mitad
del siglo VIII). Los griegos conservan una fiesta común de San Joaquín y Santa
Ana el 9 de septiembre.
En la Iglesia Latina, Santa Ana no fue
venerada, salvo, quizás, en el sur de Francia, antes del siglo XIII. Su imagen,
pintada en el siglo VIII y hallada más tarde en la Iglesia de Santa María la
Antigua de Roma, acusa la influencia bizantina.
Su fiesta, bajo la influencia de la
Leyenda Áurea, se puede ya rastrear (26 de julio) en el siglo XIII, en Douai.
Fue introducida en Inglaterra por Urbano VI el 21 de noviembre de 1378, y a
partir de entonces se extendió a toda la Iglesia occidental. Pasó a la Iglesia
Latina universal en 1584.
Santa Ana es la patrona de Bretaña. Su
imagen milagrosa (fiesta, 7 de marzo) es venerada en Notre Dame d´Auray, en la
diócesis de Vannes. También en Canadá -donde es la patrona principal de la
provincia de Québec- el santuario de Santa Ana de Beaupré es muy famoso.
Santa Ana es patrona de las mujeres
trabajadoras; se la representa con la Virgen María en su regazo, que también
lleva en brazos al Niño Jesús. Es además la patrona de los mineros, que
comparan a Cristo con el oro y con la plata a María.
Jesús Martí
Ballester
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