27 - DE JULIO – MARTES –
17ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
SAN PANTALEON
Lectura del libro del Éxodo (33,7-11;34,5b-9.28):
En
aquellos días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia
del campamento, y la llamó «tienda del encuentro». El que tenia que visitar al
Señor salía fuera del campamento y se dirigía a la tienda del encuentro.
Cuando Moisés salía en dirección a la tienda, todo el pueblo
se levantaba y esperaba a la entrada de sus tiendas, mirando a Moisés hasta que
éste entraba en la tienda; en cuanto él entraba, la columna de nube bajaba y se
quedaba a la entrada de la tienda, mientras él hablaba con el Señor, y el Señor
hablaba con Moisés. Cuando el pueblo vela la columna de nube a la puerta de la
tienda, se levantaba y se prosternaba, cada uno a la entrada de su tienda.
El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre
con un amigo. Después él volvia al campamento, mientras Josué, hijo de Nun, su
joven ayudante, no se apartaba de la tienda. Y Moisés pronunció el nombre del
Señor.
El Señor pasó ante él,
proclamando:
«Señor, Señor, Dios
compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Misericordioso hasta la milésima generación,
que perdona culpa, delito y pecado, pero no deja impune y castiga la culpa de
los padres en los hijos y nietos, hasta la tercera y cuarta generación.»
Moisés, al momento, se
inclinó y se echó por tierra.
Y le dijo:
«Si he obtenido tu
favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura;
perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»
Moisés estuvo allí con
el Señor cuarenta días con sus cuarenta noches: no comió pan ni bebió agua; y
escribió en las tablas las cláusulas del pacto, los diez mandamientos.
Palabra de
Dios
Salmo: 102,6-7.8-9.10-11.12-13
R/. El Señor es compasivo y
misericordioso
El Señor
hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.
El Señor
es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R/.
No nos
trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R/.
Como
dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (13,36-43):
En aquel
tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le
acercaron a decirle:
«Acláranos la parábola
de la cizaña en el campo.»
Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo
del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del
reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es
el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca
la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a
sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los
arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Entonces los justos
brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»
Palabra del
Señor
1.
La parábola de la cizaña afirma:
1) Que,
en este mundo y por todas partes, la buena hierba está siempre mezclada con la
mala hierba.
2)
Que "los obreros del Señor" (Mt 13, 27 s) quieren enseguida arrancar
la mala hierba.
3)
Que Jesús no quiere que se haga eso porque nadie está capacitado para
distinguir la mala hierba de la buena y puede suceder que, pensando que se
arranca la cizaña, lo que en realidad se hace es arrancar la buena semilla.
4) Que por eso hay que dejar las cosas de
forma que solo cuando llegue la cosecha, o sea, "el fin del tiempo",
entonces será el momento en que "los ángeles" harán la debida
separación y darán a cada cual su merecido.
2.
Hay demasiada gente que, no solo se siente capacitada, sino que además
está empeñada en arrancar cuanto antes lo que ellos piensan que es la mala
hierba. Son los intolerantes, los que no soportan al que hace o dice lo que
ellos creen que no se debe hacer ni decir. Por eso no respetan el pluralismo,
ni la diversidad.
Exigen que todo el mundo les respete a
ellos, pero ellos se consideran con derecho a no respetar al disidente, al
diferente o sencillamente al otro.
3.
En la sociedad civil existen los tres poderes (legislativo, judicial y
ejecutivo) que tienen el deber de velar por el respeto de los derechos de los
ciudadanos.
Esto pertenece al poder civil. Pero lo que
Jesús no quiere es que los "obreros del Reino de Dios" se dediquen a
decidir ellos y a castigar a quienes no hacen las cosas como los hombres de la
religión piensan que se tienen que hacer.
La religión no tiene ni autoridad ni
competencia para decidir lo que es cizaña en la sociedad, y menos aún tiene
competencias para arrancar esa presunta cizaña.
SAN PANTALEON
275-+305
Pantaleón
significa en griego "el que se compadece de todos".
Médico
nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por profesar su fe
católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del
305.
Lo
que se sabe de San Pantaleón procede de un antiguo manuscrito del siglo VI que
está en el Museo Británico. Pantaleón era hijo de un pagano llamado
Eubula y de madre cristiana. Pantaleón era médico. Su maestro fue Euphrosino,
el médico mas notable del imperio. Fue médico del emperador Galerio
Maximiano en Nicomedia.
Conoció
la fe pero se dejó llevar por el mundo pagano en que vivía y sucumbió ante las
tentaciones, que debilitan la voluntad y acaban con las virtudes, cayendo en la
apostasía. Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole
a que conociera "la curación proveniente de lo más Alto", le llevó al
seno de la Iglesia. A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de
Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor.
En
el año 303, empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia. Pantaleón regaló
todo lo que tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las
autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El
emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero
Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para
demostrar la verdad de la fe. Los cuatro fueron condenados a ser decapitados.
San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304. Murió
por la fe que un día había negado. Como San Pedro y San Pablo, tuvo la
oportunidad de reparar y manifestarle al Señor su amor.
Las
actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos: Trataron de matarle
de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole
a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole una espada. Con la ayuda
del Señor, Pantaleón salió ileso. Luego permitió libremente que lo decapitaran
y de sus venas salió leche en vez de sangre y el árbol de olivo donde ocurrió
el hecho floreció al instante. Podría ser que estos relatos son una forma simbólica
de exaltar la virtud de los mártires, pero en todo caso, lo importante es que
Pantaleón derramó su sangre por Cristo y los cristianos lo tomaron como ejemplo
de santidad.
En
Oriente le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía gratuitamente
a los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la antigüedad.
Se
conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla
(Turquía) y Ravello (Italia).
El Milagro de su sangre
Una
porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real
Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de
Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda en la
Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo de
hueso del santo por el virrey de Nápoles. En Madrid lo custodian las religiosas
Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la reliquia
ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.
La
sangre, en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona [o ocurre el
fenómeno de licuefacción], como la sangre de San Jenaro, sin intervención
humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio, o sea, cada
26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de este escrito, 2005,
cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar
mientras las religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de
cientos de visitantes. El monasterio abre las puertas al público para que todos
sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para
señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales.
Muchas
veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente
naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de
las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia. La
iglesia no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente
que es "un regalo de Dios".
Para
facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995
las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la
imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.
La
sangre de un médico mártir se licúa. ¿Qué nos dice Dios con este portento?
Acaso
no necesitamos este testimonio valiente de quien dio su vida por la
fe. Su sangre nos recuerda nuestra propia responsabilidad de vivir
la fe en un tiempo donde tantos caen en la apostasía o simplemente en la
indiferencia. Cuanto necesitamos el ejemplo de San Pantaleón, quien
supo vivir su profesión al servicio de Jesucristo.
-SCTJM
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