jueves, 29 de julio de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 31 - DE JULIO – SÁBADO – 17ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Ignacio de Loyola


 


31 - DE JULIO – SÁBADO –

17ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Ignacio de Loyola

 

    Lectura del libro del Levítico (25,1.8-17):

 

   El Señor habló a Moisés en el monte Sinaí:

    «Haz el cómputo de siete semanas de años, siete por siete, o sea cuarenta y nueve años. A toque de trompeta darás un bando por todo el país, el día diez del séptimo mes. El día de la expiación haréis resonar la trompera por todo vuestro país. Santificaréis el año cincuenta y promulgaréis la manumisión en el país para todos sus moradores.

    Celebraréis jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y retornará a su familia. El año cincuenta es para vosotros jubilar; no sembraréis ni segaréis el grano de ricio ni cortaréis las uvas de cepas bordes. Porque es jubileo; lo considerarás sagrado.     Comeréis de la cosecha de vuestros campos. En este año jubilar cada uno recobrará su propiedad. Cuando realices operaciones de compra y venta con alguien de tu pueblo, no lo perjudiques. Lo que compres a uno de tu pueblo se tasará según el número de años transcurridos desde el jubileo. Él a su vez te lo cobrará según el número de cosechas anuales: cuantos más años falten, más alto será el precio; cuantos menos, menor será el precio. Porque él te cobra según el número de cosechas.     Nadie perjudicará a uno de su pueblo. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor, vuestro Dios.»

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 66

 

    R/. oh Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.

 

   El Señor tenga piedad y nos bendiga,

ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos,

todos los pueblos tu salvación. R/.

 

   Que canten de alegría las naciones,

porque riges el mundo con justicia,

riges los pueblos con rectitud

y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

 

   La tierra ha dado su fruto,

nos bendice el Señor, nuestro Dios.

Que Dios nos bendiga; que le teman

hasta los confines del orbe. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,1-12):

 

    En aquel tiempo, el rey Herodes oyó lo que contaban de Jesús, y dijo a sus cortesanos: «Es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas».

    Es que Herodes había apresado a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Filipo, porque Juan le decía que no le estaba permitido tenerla por mujer. Y aunque quería quitarle la vida, tenía miedo a la gente, porque creían que Juan era un profeta.

    El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías bailó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera.

    Ella, aconsejada por su madre, le dijo:

    «Dame, ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».

    El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por no quedar mal con los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó degollar a Juan en la cárcel. Trajeron, pues, la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre.

Después vinieron los discípulos de Juan, recogieron el cuerpo, lo sepultaron, y luego fueron a avisarle a Jesús.

 

Palabra del Señor

 

     1.  El relato de la muerte violenta de Juan Bautista es un paradigma de lo que estamos viendo y sufriendo a diario. Aquí quedan patentes las cualidades patéticas del "poder político-religioso", ya que lo político y lo religioso se apoyan mutuamente y van siempre unidos.

     Ese poder está asociado a:

1)     La muerte asesina.

2)     La corrupción moral.

3)     El miedo.

 

     Un individuo corrupto, que puede matar a quien le conviene y que toma sus decisiones por intereses pasionales o por miedos irracionales, es el mayor peligro que puede amenazar a un pueblo, a una nación, a todos y cada uno de los ciudadanos.

 

     2.  Frente a tanta desvergüenza y a semejante violencia la figura honorable de Juan Bautista, que:

1) No se calla ante la corrupción del poder.

2)  Paga con su vida la libertad del que denuncia el   despotismo.

 

     No hay que esforzarse demasiado para darse cuenta de que Juan Bautista es también paradigma de los miles y millones de criaturas inocentes que sufren las consecuencias del despotismo del poder.

 

     3.  Los abusos del poder ocurrían antiguamente y siguen ocurriendo en nuestros días. En la antigüedad, el poder corrupto y criminal estaba concentrado en el soberano de cada país, que ejercía su despotismo sobre sus propios súbditos.

En la actualidad, debido a la economía global, al comercio global, al poder de veto que las grandes potencias tienen sobre la ONU, y al poder que ejercen los organismos internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización 

Internacional del Comercio, etc.), controlados por los grandes de la política y del capital, el poder corrupto de la muerte y el miedo dirigen y gestionan un mundo en el que cada día mueren de hambre y miseria casi cien mil personas) y sabemos que este poder sigue matando a los profetas que denuncian.

Según el Informe de Amnistía Internacional, al menos 1.544 personas fueron ejecutadas en 25 países distintos.

El martirio de Juan Bautista sigue presente ante nosotros. Y lo peor de todo es que el genocidio sigue adelante porque quienes vivimos bien nos callamos, nos cruzamos de brazos, y pensamos que nada se puede hacer. Lo cual es mentira.  Podemos gritar y protestar. Podemos ser más honrados. Y debemos ser siempre buenas personas.

 

San Ignacio de Loyola


 

Nació en el año 1491 en Loyola, en las provincias vascongadas; su vida transcurrió primero entre la corte real y la milicia; luego se convirtió y estudió teología en París, donde se le juntaron los primeros compañeros con los que había de fundar más tarde, en Roma, la Compañía de Jesús.

Ejerció un fecundo apostolado con sus escritos y con la formación de discípulos, que habían de trabajar intensamente por la reforma de la Iglesia.

Murió en Roma en 1556.

 

Íñigo López Sánchez, quien adoptaría el nombre de Ignacio, nació en 1491 en el castillo de Loyola junto a la aldea vasca llamada Azpeitia. Fue caballero al servicio de Carlos I de España y V de Alemania, "hombre dado a las vanidades del mundo", "con un grande y vano deseo de ganar honra" (Autobiografía, 1). Herido en 1521 por una bala de cañón cuando defendía la fortaleza de Pamplona, fue llevado al castillo de su familia y se sometió a dolorosas cirugías debido a la fractura de una pierna.

Durante su convalecencia, al no encontrar libros de caballería se dedicó a leer una vida de Cristo y las vidas de los santos.

Cuenta él mismo que "cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalén descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los demás rigores que veía haber hecho los santos, no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aún después de dejado, quedaba contento y alegre". (Autobiografía, 8). Esta experiencia lo conduciría a la conversión.

Su primera decisión fue ir a Jerusalén como peregrino. Una vez curado se dirigió a pie a la abadía benedictina de Nuestra Señora de Montserrat cercana a Barcelona. Allí, ante la imagen de María con el Niño Jesús, veló una noche entera y dejó sus armas de caballero para dirigirse a Manresa, pequeño poblado de Cataluña donde permaneció de marzo de 1522 a febrero de 1523 viviendo una experiencia de Dios que alcanzó su momento más luminoso junto al río Cardoner: "Y estando allí sentado se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas". (Autobiografía, 30). Él mismo consignaría su experiencia en el libro de los "Ejercicios Espirituales".

Después de pasar el año 1523 en Jerusalén buscando las huellas de Jesús, a quien quería "conocer mejor, para imitarlo y seguirlo", a su regreso se dedicó a estudiar gramática y letras en Barcelona y Alcalá. Pronto tuvo que afrontar dificultades y fue solicitado por la Inquisición en Salamanca, donde fue interrogado y declarado inocente. En febrero de 1528 llegó a París para estudiar en La Sorbona, donde en marzo de 1533 obtuvo el grado de Maestro en Artes, que según la titulación universitaria lo autorizaba para enseñar filosofía y teología. Desde entonces latinizó su nombre firmando como "Ignatius".

En París compartió un cuarto con dos estudiantes: Pedro Fabro, de Saboya, y Francisco Javier, de Navarra, ambos con 23 años. Se hicieron amigos y pronto Fabro, designado como su tutor de estudios, compartiría su deseo de llevar una vida austera en seguimiento de Cristo. Otro tanto sucedió con Javier, joven de gran ambición en quien hizo mella una frase de Jesús que le repetía Ignacio con frecuencia: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?". (Mateo 16,26). Otros estudiantes se unieron al proyecto: el portugués Simón Rodríguez y los españoles Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Nicolás de Bobadilla. Oraban juntos, discutían sobre la vida cristiana y hablaban de "cosas de Dios". Ignacio les comunicaba lo que había experimentado, principalmente en Manresa, y suscitaba en ellos el deseo de buscar a Dios.

Fortalecidos por su experiencia espiritual, los siete amigos deciden lo que van a hacer: servir como sacerdotes, si es posible en Jerusalén, o si no irán a Roma para presentarse ante el Papa "a fin de que él los envíe a donde juzgue que será más favorable a la gloria de Dios y utilidad de las almas". Se dan un año como plazo, desde cuando se encuentren en Venecia. El 15 de agosto de 1534 en París, en la capilla de Montmartre, sellan su proyecto con voto solemne en una misa presidida por Fabro, ordenado el 30 de mayo.

Ignacio enferma en 1535 y va a recuperarse en su tierra natal. La cita en Venecia se aplaza entonces para comienzos de 1537. Mientras tanto el grupo aumenta con los franceses Claudio Jay, Pascasio Broet y Juan Bautista Codure. Restablecido Ignacio, el 8 de enero de 1537 se encuentran en Venecia, donde el 24 de junio son ordenados sacerdotes los que aún no lo eran. La guerra con los turcos dificulta el viaje, y mientras esperan a embarcarse trabajan pastoralmente y se designan "Compañía de Jesús". Desde entonces añaden a sus nombres las iniciales S.J. (Societatis Jesu, en latín).

Como no parte ningún barco se dirigen a Roma, donde se encuentran en la Pascua de 1538. Ignacio llega con Laínez y Fabro hacia mediados de noviembre de 1537. A 15 kilómetros de Roma, en la capilla de La Storta, Ignacio "sintió tal mutación en su alma y vio tan claramente que Dios Padre lo ponía con Cristo, su Hijo, que no se atrevería a dudar de esto..." (Autobiografía, 96). A sus compañeros les dijo: "He visto a Cristo con su cruz a cuestas y a su lado al Padre Eterno que le decía a su Hijo: 'quiero que tomes a éste como servidor', y Jesús me dijo: 'quiero que nos sirvas' ".

Los compañeros son recibidos por el Papa en noviembre de 1538 y se ofrecen para cualquier misión que les confíe. Y siendo de países tan diferentes, se hacen esta reflexión: “más vale que permanezcamos de tal manera unidos y ligados en un solo cuerpo, que ninguna separación física, por grande que sea, nos pueda separar”. Deciden por ello formar una nueva orden religiosa, cuya primera "Fórmula del Instituto" es sometida a la consideración de Paulo III, quien el 27 de septiembre de 1540 firma la bula o documento pontificio de aprobación. El 17 de abril de 1541, después de haber rechazado dos veces el voto unánime de sus compañeros, Ignacio acepta el cargo de Prepósito (del latín: puesto delante como guía) General. El 22 de abril los compañeros hacen votos solemnes de pobreza, castidad y obediencia, y otro voto especial de obediencia al Papa para las misiones que les confíe.

En 1541 Ignacio fija su residencia en una vieja casa situada en el centro de Roma frente a una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Estrada. La Compañía de Jesús recibe la responsabilidad de la parroquia, e Ignacio se instala en tres pequeñas piezas cercanas al presbiterio. Su principal trabajo allí fue la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús, lo cual hizo hasta su muerte, siempre en proceso de incorporar las observaciones de sus compañeros y las nuevas experiencias. Su libro de los Ejercicios Espirituales fue aprobado y recomendado por el Papa Paulo III el 31 de julio de 1548.

El 21 de julio de 1550 la Compañía de Jesús obtiene del Papa Julio III su confirmación como orden religiosa, mediante la bula aprobatoria de una segunda Fórmula del Instituto, con un texto ampliado. Las misiones se multiplican en Europa, Asia, África y América.

El Papa envía a algunos teólogos jesuitas al Concilio de Trento, convocado para tratar los puntos de discusión suscitados con motivo del cisma protestante. Ignacio funda instituciones educativas, casas para catecúmenos judíos y mahometanos, un refugio para mujeres errantes, y organiza colectas para los pobres y los prisioneros.

A comienzos de julio de 1556, una fatiga extrema lo obliga a descansar y muere al amanecer del 31 del mismo mes, a los 65 años. Al morir Ignacio, la Compañía de Jesús contaba en el mundo con 1036 jesuitas, unos sacerdotes y otros hermanos, distribuidos en 11 Provincias (circunscripciones territoriales), y con 92 casas de las que 33 correspondían a obras educativas. Fue canonizado como santo por el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, con Francisco Javier y Teresa de Ávila. Sus restos reposan en Roma, en la Iglesia del Gesú.

 

  

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