lunes, 19 de julio de 2021

PÁRATE UN MOMENTO: EL EVANGELIO DEL DIA 21 - DE JULIO – MIERCOLES – 16ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Lorenzo de Brindisi


 


   21 - DE JULIO – MIERCOLES –

16ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Lorenzo de Brindis

                                             

    Lectura del libro del Éxodo (16,1-5.9-15):

 

   Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto.

    La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto diciendo:

    «¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad.»

    El Señor dijo a Moisés:

    «Yo haré llover pan del cielo; que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi ley o no. el día sexto prepararán lo que hayan recogido, y será el doble de lo que recojan a diario.»

    Moisés dijo a Aarón:

    «Di a la comunidad de los israelitas: "Acercaos al Señor, que ha escuchado vuestras murmuraciones".»

    Mientras Aarón hablaba a la asamblea, ellos se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube.

    El Señor dijo a Moisés:

    «He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles de mi parte: "Al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan, para que sepáis que yo soy el Señor, Dios vuestro".»

    Por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana había una capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo parecido a la escarcha.

    Al verlo, los israelitas se dijeron:

    «¿Qué es esto?»

    Pues no sabían lo que era.

    Moisés les dijo:

    «Es el pan que el Señor os da de comer.»

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 77,18-19.23-24.25-26.27-28

 

    R./ El Señor les dio pan del cielo

 

    Tentaron a Dios en sus corazones,

pidiendo una comida a su gusto;

hablaron contra Dios: «¿Podrá Dios

preparar una mesa en el desierto?» R./

       

    Pero dio orden a las altas nubes,

abrió las compuertas del cielo:

hizo llover sobre ellos maná,

les dio un trigo celeste. R./

 

Y el hombre comió pan de ángeles,

les mandó provisiones hasta la hartura.

Hizo soplar desde el cielo el Levante,

y dirigió con su fuerza el viento sur. R./

 

    Hizo llover carne como una polvareda,

y volátiles como arena del mar;

los hizo caer en mitad del campamento,

alrededor de sus tiendas. R./                                                 

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,1-9):

 

    Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Acudió tanta gente, que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.

    Les habló mucho rato en parábolas:

    «Salió el sembrador a sembrar. al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol. se abrasó, y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento, otros sesenta, otros treinta.

    El que tenga oídos, que oiga.»

 

Palabra del Señor

 

      1.  Se ha dicho con razón que "los sermones reflejan los problemas de cada

época y de cada predicador" (Ulrich Luz). Por eso tenía razón Lutero cuando decía que esta parábola le parecía bastante   terrible (satis terribilis). ¡Solo oír a contadas personas produce fruto el Evangelio! ¡Solo una cuarta parte se salva!

        "La culpa no está en el sembrador, sino en el terreno... es decir, en el que se

descuida" (Juan Crisóstomo).

        Todo esto —es verdad— se puede afirmar. Pero el problema, en este momento, es más complejo.

 

        2.  Si sembrar la palabra de forma que diera fruto, ya era difícil en tiempos

Jesús, en nuestro tiempo resulta una tarea mucho más complicada que entonces.  Porque vivimos integrados en un sistema (el sistema capitalista) que ha impuesto un modo de "acción comunicativa" (J. Habermas) toda ella orientada en función del beneficio (económico-político).

        Por eso, porque nos han condicionado

para que interese solo el beneficio, la comunicación propiamente tal se ha cortado. Los mensajes que recibimos, los aceptamos o rechazamos en función del

beneficio. Porque el sistema nos ha   programado para ese solo interés.

 

      3.  En tales condiciones, la palabra religiosa (propiamente tal) ha quedado

desplazada de nuestro sistema de    comunicación y de la "acción comunicativa".

      En la enseñanza, por lo general, la religión no interesa. Y la catequesis es

asimilada por los niños hasta que hacen la primera comunión. Las homilías

-salvo excepciones- se oyen de forma convencional y "para cumplir", el que

predica y el que oye. Sin que, por tales discursos, se modifique la vida y la conducta de los oyentes. 

        Cuando el Papa o los obispos hablan, son escuchados si dicen cosas estridentes, que pueden ser noticia en los medios. Si no dicen algo de eso, casi nadie les presta atención.

      

        4.  El discurso religioso puede dar algún fruto, en estos tiempos, solamente

cuando la persona que habla vive de tal forma que, de la manera que sea, se sitúa al margen del sistema.  Solamente en la medida en que nos situamos al margen de los intereses del sistema, en esa misma medida la palabra que decimos se convierte en semilla que puede dar fruto.

        A demasiados sembradores de la Palabra se les ve demasiado integrados en el sistema. Por eso hacen estéril la semilla.

        Y es que los sembradores de la semilla y el Evangelio no siempre se llevan bien.

 

San Lorenzo de Brindis

 


Año 1619

 

 Lorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos.

Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con gran admiración de la gente.

Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?". "Si, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a Él, cualquier padecimiento".

La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros. Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín, francés, alemán e italiano.

Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que, siendo simple seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción al oír sus sermones, y muchos se convertían.

Un sacerdote le preguntó: "Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo".

Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad en el mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando los conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud con tal de conseguir la salvación de las almas y la extensión del reino de Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo, servía a la mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.

El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60 mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la religión. La batalla fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos: "Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión". Y la victoria fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: "La batalla fue ganada por el Padre Lorenzo".

El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejército.

El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y fundando conventos, predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando por la paz y la conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran las prácticas de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en todos los sitios. Por eso es por lo que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.

Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.

En 1959 fue declarado "Doctor de la Iglesia", por el Sumo Pontífice Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero especialista.

Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60 años, murió santamente. Ha sido llamado el "Doctor apostólico".

Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú.

 

Dijo Jesús: "Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto".

  

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