sábado, 17 de julio de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 18 - DE JULIO – DOMINGO – 16ª – SEMANA DEL T. O. – B – BEATO TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.

 


18 - DE JULIO – DOMINGO –

16ª – SEMANA DEL T. O. – B –

BEATO TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.

 

Lectura del libro de Jeremías (23,1-6):

Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño –oráculo del Señor–.

Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel:

«A los pastores que pastorean mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones –oráculo del Señor–. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá –oráculo del Señor–.

Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo 22

 

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. R/.

 

      Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2,13-18):

Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo.

Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.

Palabra de Dios

 

      Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,30-34):

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

Él les dijo:

«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»

Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer.

Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

Palabra del Señor

 

Descanso merecido y frustrado.

 


 

¿Un relato imposible o un relato simbólico? (Mc 6,30-34)

 

El evangelio empalma con el del domingo anterior, cuando Jesús envía a los discípulos de misión.

 

En aquel tiempo se reunieron de nuevo los apóstoles con Jesús y le contaron lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid conmigo a un lugar retirado y tranquilo y descansad un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no tenían tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca a un lugar tranquilo ellos solos. Al ver que se iban, muchos se dieron cuenta, y de todos los poblados corrieron allá a pie y se les adelantaron. Jesús, al desembarcar y ver tanta gente, se compadeció de ellos porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

 

A primera vista se entiende tan bien que casi da vergüenza comentarlo. Pero hay un detalle sorprendente e inexplicable: cuando Jesús y los discípulos se montan en la barca en busca de un lugar solitario, cuenta Marcos que muchos los vieron marcharse, fueron corriendo de todos los poblados y llegaron allí antes que ellos.

¿Es posible que la gente vaya corriendo desde Cafarnaúm, Betsaida, Magdala, y llegue antes que la barca a un sitio que nadie sabe cuál es? Imposible. Esto demuestra que el relato no hay que leerlo desde un punto de vista histórico (lo que ocurrió aquel día) sino simbólico.

 

El primer aspecto que subraya Marcos es el enorme interés de la gente por Jesús. Ya lo ha dicho antes, indicando que eran tantos los que iban y venían en su busca que no tenían tiempo ni para comer. Cuando Marcos leyese este texto en su comunidad, es posible que le obligara a preguntarse:

- ¿sentimos nosotros el mismo interés por Jesús?

- ¿Vamos corriendo detrás de él, o preferimos quedarnos cómodamente sentados en casa?

 

El segundo aspecto es la dedicación de Jesús a la gente. Cuando se acercan a la orilla y ve a la multitud reunida, no le dice a Pedro que reme mar adentro y busque otro sitio. Siente compasión de ellos porque los ve abandonados, como ovejas sin pastor. Si el primer aspecto sirve de autoexamen a la comunidad, este se dirige a sus responsables.

- ¿Siento compasión de la gente, o procuro quitarme de en medio cuando me van a fastidiar mi merecido descanso?

 

El tercer aspecto, muy importante, es que Jesús, al sentir compasión, no se dedica a hacer milagros, sino a enseñar. Y la gente parece satisfecha con eso. El viaje en busca de Jesús ha merecido la pena.

 

Pastores malos, pastores buenos, descendiente de David (1ª lectura: Jeremías 23,1-6)

 

El texto recoge ideas típicas de mediados del siglo VI a.C., durante el destierro de Babilonia. Es el resultado de unir diversas intervenciones proféticas, muy breves y tenidas en diversos momentos. No debe extrañarnos que existan diferencias.

Por entonces era frecuente acusar a los reyes, los pastores, de haberse despreocupado del pueblo y provocar que marchara al destierro. La primera intervención de Dios se centrará en castigar a los monarcas.

 

¡Ay de los pastores que dejan perecer y dispersarse al rebaño de mi pasto, dice el Señor! Por tanto, esto dice el Señor, Dios de Israel, sobre los pastores que guían a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado mi rebaño, lo habéis descarriado sin preocuparos de él. Pero yo me voy a ocupar ahora de vosotros -dice el Señor-, castigando vuestras perversas acciones.

 

Pero el castigo no basta. Si los israelitas están dispersos, la siguiente intervención de Dios consistirá en reunirlos de todos los países.

 

Yo mismo recogeré los restos de mi rebaño de todos los países donde los dispersé y los haré volver a sus pastos, donde crecerán y se multiplicarán.

 

¿Qué ocurrirá después? Los textos proféticos difieren bastante en este aspecto, y se pueden distinguir tres tendencias:

1) Dios mismo será el rey de Israel, mentalidad que se mantiene en el Padrenuestro cuando pedimos: 

«Venga a nosotros tu reino».

2) Habrá una restauración de la monarquía, con buenos reyes, no como los anteriores.

3) Dios suscitará un rey maravilloso. El texto elegido por la liturgia mezcla las dos últimas ideas: en un caso se habla de “pastores”, en plural.

 

Suscitaré para ellos pastores que los apacentarán; no sufrirán más temor y angustia, ni se volverá a perder ninguno -dice el Señor-.

 

Pero la última promesa se refiere a un único descendiente de David que gobernará rectamente, practicando el derecho y la justicia.

 

Vienen días -dice el Señor- en que yo suscitaré a David un vástago legítimo, que reinará como verdadero rey, con sabiduría, y ejercerá el derecho y la justicia en la tierra. En sus días se salvará Judá, e Israel vivirá en seguridad. Y éste será el nombre con que le llamarán: «El Señor nuestra justicia».

 

En cualquier caso, restauración de la monarquía o rey ideal, los israelitas que escuchaban estas promesas proféticas imaginaban a un soberano poderoso y respetado, con capacidad de implantar la justicia y traerles el bienestar. Ya que esta lectura se ha elegido por su relación con el evangelio, es importante advertir como cambia la imagen. Jesús no es un monarca sentado en su trono; no es temido, como la mayoría de los reyes antiguos; se mueve en un ambiente sencillo, humilde, de campesinos y pescadores; y su misión principal no consiste en administrar justicia, sino en enseñar. Algo que puede parecer decepcionante, pero que a sus contemporáneos entusiasma hasta el punto de seguirlo de todas partes.

 

De Galilea y de todo el mundo (2ª lectura: Efesios 2,13-18)

 

Según el evangelio, los galileos siguieron a Jesús desde todas partes. Años más tarde, el seguimiento se produjo en muchos países, y la iglesia adquirió un aspecto nuevo al estar formada por cristianos de origen judío y de origen pagano. La experiencia actual de Estados Unidos y Europa con respecto a los migrantes ayuda a comprender lo difícil que resulta sentirse unidos, iguales y hermanos los miembros de distintos pueblos.

Desde el punto de vista religioso, en el siglo I, el mayor motivo de conflicto era la Ley de Moisés, con sus mandamientos y decretos. El judío que los practicaba se consideraba «cerca de Dios». El pagano, que ni los conocía ni los practicaba, estaba «lejos».

- ¿Cómo podría conseguirse la unión de judíos y paganos?

Para los judíos contemporáneos de Jesús y de Pablo, la respuesta era clara: que el pagano se circuncide y observe la Ley de Moisés. Pero lo que hace Jesús, según el autor de la carta, es revolucionario: en vez de obligar a observar la Ley, la anula con sus mandamiento y decretos. Al morir por todos, destruye la enemistad y hace que todos, lejanos y cercanos, tengamos acceso al Padre en un mismo Espíritu.

 

Hermanos, ahora estáis unidos a Cristo Jesús gracias a su muerte, los que antes estabais lejos, ahora estáis cerca. Él es nuestra paz; el que de ambos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad; anulando en su propio cuerpo la ley, sus mandamientos y decretos.

 Él ha formado de los dos, en su propia persona, una nueva humanidad, haciendo así la paz. Él hizo de los dos un solo cuerpo y los ha reconciliado con Dios por medio de la cruz, destruyendo en sí mismo la enemistad; con su venida anunció la paz a los que estabais lejos y a los que estaban cerca; porque por él los unos y los otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu.

 

Por desgracia, lo que dice este autor no siempre se cumple. En muchos conflictos políticos, económicos, sociales, entre cristianos, lo que triunfa no es la paz sino la enemistad. No somos una «nueva humanidad» sino una multitud de inhumanidades. Necesitamos ir en busca de Jesús para que él nos enseñe.

 

BEATO TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.

 

 


 

Tiburcio Arnaiz Muñoz nació en Valladolid el 11 de agosto de 1865, en el seno de una modesta familia de tejedores. Dos días después, sus cristianos padres, Ezequiel y Romualda, lo llevaron a bautizar a la iglesia parroquial de San Andrés, imponiéndole el nombre del santo del día.

Con sólo cinco años quedó huérfano de padre, y su madre hubo de ingeniárselas para educar y sacar adelante a los dos hijos: Gregoria y Tiburcio.

 

“Tenía talento”, pero “era un calavera de estudiante”

 

 

SEMINARISTA Y SACERDOTE

 

 

Era un joven vivo, alegre y de buen corazón, cuando entró en el seminario con trece años. Sacó los estudios con bastante aprovechamiento y brillantez porque “tenía talento”, pero advierte un compañero suyo que “era un calavera de estudiante, en el buen sentido de la palabra; no cogía un libro de texto en casa, si acaso lo que pescaba en los claustros del Seminario antes de la clase”.

Para ayudar algo a la precaria economía de su casa ejerció las funciones de sacristán, en el convento de Dominicas de S. Felipe de la Penitencia en el mismo Valladolid. A veces llegaba tarde y las religiosas tenían que avisar a la recadera del convento; la pobre mujer abría, pero después regañaba severamente al seminarista. Tiburcio no protestaba ni contestaba; callado, escuchaba la reprimenda y reconocía su falta, dejando admiradas a las religiosas que comenzaron a vislumbrar su virtud.

Al acercarse la fecha de su Ordenación Sacerdotal, lo notaban serio y encerrado en sí, llegando a preocupar a su madre y hermana. Un día se sinceró con una de las monjas diciéndole: “Piensan en casa que no tengo vocación. Pero lo que me sucede es que cuanto más Ejercicios hago, más temor tengo, porque veo más la dignidad sacerdotal y mi indignidad. Pero cada vez me siento con más vocación”.

Fue ordenado sacerdote el 20 de abril de 1890. Se le confió primero, durante tres años, la parroquia de Villanueva de Duero, en Valladolid, y después, durante nueve, la de Poyales del Hoyo, en Ávila. Las atendió siempre con amorosa solicitud. Cuando hubo de dejar Poyales para entrar en la Compañía de Jesús decía conmovido: “Amo tanto a mi pueblo que no le cambiaría por una mitra; sólo la voz de Dios tiene poder para arrancarme de mi parroquia”.

En estos años había obtenido la licenciatura y el doctorado en Teología, en la ciudad primada de Toledo.

Su pensamiento volaba a la vida religiosa pero veía un obstáculo

 

CONVERSIÓN

 

Como párroco iba pasando los días y los años, trabajando en la viña de Señor y al abrigo de su familia. Sin embargo, Dios lo iba espoleando a mayor entrega, pues en cierta ocasión confesó: “Yo vivía muy a gusto y me daba muy buena vida, pero temía condenarme”. Su pensamiento volaba a la vida religiosa pero veía un obstáculo insuperable en su anciana madre, a quien amaba y veneraba, y él era el único amparo de su vejez. Hasta que un buen día, dispuso Dios llevársela al cielo; la separación le causó tanta pena que su corazón quedó destrozado: “Fue tanto lo que sufrí, que me dije: ya no se me vuelve a morir a mí nadie, porque voy a morir yo a todo lo que no sea Dios”.

Su hermana Gregoria, una noche después de leer el “Año Cristiano”, exclamó derramando lágrimas: “¡Ay Tiburcio, cuántas cosas hicieron los santos por Dios y nosotros qué poco hacemos! ¿Vamos a pasarnos la vida sin hacer nada por Él?, deberíamos irnos cada uno a un convento y allí servir a Dios con perfección lo que nos queda de vida”… Así quedó libre el camino para seguir, cada cual, su particular vocación: ella entró en las Dominicas de S. Felipe, y D. Tiburcio, después de cerciorarse que quedaba “contenta”, con un: “Pues entonces, ¡hasta el cielo!”, la despidió y marchó gozoso a pedir su admisión en la Compañía de Jesús.

En Málaga tuvo lugar su incorporación definitiva a la Compañía de Jesús

 

ENTRA EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS

 

Corría el año 1902 cuando entró en el noviciado de la Compañía en Granada; Tiburcio tenía 37 años. Desde un principio se dispuso a la práctica de toda virtud. Dos propósitos hizo en este tiempo y los cumplió con exactitud: “No pedir nunca nada y contentarme con lo que me den”, “Nunca me negaré a ningún trabajo, bajo ningún pretexto”. La idea del tiempo perdido y de la edad avanzada, lo espoleaban a buscar ansiosamente la perfección.

Hizo sus primeros votos el 3 de abril de 1904. Durante este tiempo asimiló admirablemente la espiritualidad ignaciana y comenzó a dirigir tandas de Ejercicios Espirituales; además, se inició en el difícil ministerio de las Misiones Populares.

Antes de marchar a Loyola en 1911, donde hizo lo que se llama la “Tercera Probación” (experiencia con la cual la Compañía de Jesús culminaba la formación de sus miembros), fue destinado a Murcia. Pasó en esta ciudad dos años, entregado a las almas y dirigiéndolas con admirable acierto. “Este Padre es un santo y hace santos”, decían cuantos lo trataban. Allí descubrió la necesidad de acoger a las jóvenes de los campos y pueblecitos inmediatos que venían a servir y que estaban expuestas a mil peligros. Para ellas buscó una casa donde tuvieran, además de albergue y amparo, quien las enseñase a conocer y amar a Dios.

Pasada su estancia de formación en Loyola, y tras unos breves ministerios durante la cuaresma en Canarias y Cádiz, marchó a Málaga donde tuvo lugar su incorporación definitiva a la Compañía de Jesús, pronunciando sus últimos votos el 15 de agosto de 1912, en la capilla del colegio de S. Estanislao del Palo.

Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento humano no conocía límites

 

MINISTERIOS

 

Su incansable apostolado como misionero popular, director de Ejercicios Espirituales, confesor y director de almas, aunque se extendió por varios puntos de España, se multiplicó en Andalucía: Cádiz, Córdoba, Sevilla, Granada…, y principalmente por toda la diócesis de Málaga, donde tuvo su residencia habitual y desplegó un celo incansable.

Al terminar las misiones volvía el P. Arnaiz a su casa de Málaga y a veces ni subía a la habitación, dejaba el maletín en la portería y “volaba” a visitar enfermos, así, literalmente, porque ocasión hubo en que quisieron seguirlo y no pudieron.

Acudía a las salas de los hospitales, pero también a las casas particulares. En estos encuentros personales la caridad del Padre se desbordaba. Una vez una buena señora que pedía limosna en las puertas de las iglesias, al llegar a casa sorprendió al Padre atendiendo a su madre que estaba enferma y repetía admirada: “Es un santo, es un santo. ¡Si le hubieran visto ustedes preparando una yema a mi madre, y con la gracia y agrado con que lo hacía!”.

Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento humano no conocía límites. En la calle Cañaveral, de la misma ciudad, impulsó la construcción de una casa de acogida para señoras con pocos recursos, con más de treinta viviendas unipersonales. Promovió la apertura de la Librería Católica de Málaga y atendió con sumo interés algunas escuelitas y talleres de gente humilde. También las cárceles eran objeto de sus desvelos; allí, a su paso, “tocaba” el Señor con su predicación y caridad muchos corazones destrozados, algunos de los cuales, al salir, buscaban al Padre para seguir sus consejos y su guía espiritual.

Su influencia benéfica se multiplicaba gracias a un plantel de incondicionales colaboradores que tenía ocupados en los diversos apostolados que se le ocurrían, unos en la ciudad y otros incluso preparándole misiones en los pueblos.

En sus visitas por los barrios marginales, se hizo idea cabal del espíritu hostil a la religión que en ellos reinaba (una vez le llegaron a tirar una rata), y fiel al Evangelio y lleno de compasión por tanta ignorancia, que veía ser la causa de tal animadversión, se dispuso a remediarla.

Los famosos “corralones” eran casas de vecinos donde cada familia únicamente disponía, para su intimidad, de una habitación o dos, alrededor de un gran patio. El Padre alquilaba, o pedía, una de estas estancias y mandaba a algunas de sus dirigidas para tener allí una escuela improvisada; enseñaban a leer y escribir a aquellas gentes, nociones de cultura general, y lo más elemental de nuestra fe: que hay Dios y que nos ama hasta el extremo de dar la vida por nosotros, que tenemos alma, la vida eterna… El Padre se presentaba al cabo de un mes o dos y les predicaba a todos como una Misión; se los ganaba pronto y se hacía sentir la influencia de su santidad, por lo que casi todos se ponían en gracia. Después, solía dejar a alguna mujer piadosa al frente de esta singular escuelita llamada “miga”, para que siguiese enseñando a los niños y sostuviese el fruto logrado. Durante su vida se trabajó así en unos veinte corralones, y el cambio obrado en ellos redundó en beneficio de la vida social de Málaga.

Esta misma forma de evangelización, desarrollada por señoritas que se instalaran temporalmente en los pueblos y cortijadas, fue la Obra más propiamente original del P. Arnaiz y que continua hasta nuestros días: LA OBRA DE LAS DOCTRINAS RURALES.

Suscitó conversiones realmente extraordinarias

 

LAS MISIONES POPULARES

 

La predicación de Misiones Populares fue uno de sus principales ministerios. Su íntimo amigo D. Antonio Membibre, lo acompañó en una de ellas y relataba sus impresiones a la hermana del P. Arnaiz, ya religiosa:

“Tuve el consuelo de pasar diez días con tu hermano que es un misionero santo, mortificado y penitente, pues no suele dormir en la cama, se tira en el suelo y en paz; a las cuatro se levanta, hace la hora de oración, me llamaba a las cinco e íbamos a la iglesia; él solía tocar, pues el sacristán nunca estaba a tiempo; confesábamos, a las seis Rosario de la aurora. Esta carta tenla como si fuera de tu hermano pues él no tiene tiempo, ni para un solo día, siempre misionando y no quiere más que trabajar y salvar almas; terminado el Rosario, yo me vestía en el altar y Tiburcio desde el pulpito explicando los misterios de la Santa Misa, los ornamentos sagrados, etc. Terminaba a las siete y se iban los hombres a sus ocupaciones. A las diez doctrina para los niños y a la tarde a las tres… Restableció el Apostolado de la Oración; no conoces a tu hermano, está rejuvenecido, todo le gusta, todo le asienta, no tiene comodidades ni pereza ni necesidades, una gran voz, potente, incansable, predicando todo el día y toda la noche, vida de penitencias, sacrificios y humillaciones, en verdad atraen sobre él las gracias que por su ministerio Dios derrama a torrentes”.

Como bien decía su amigo D. Antonio, el Señor, por su medio, derramaba gracias a torrentes y los tibios volvían al fervor de la vida cristiana, los justos se convertían en apóstoles y los alejados volvían al redil de Cristo, contándose casos de conversiones realmente extraordinarias.

Leyendo la lista de las ocupaciones simultáneas que tenía, parecía imposible que las pudiese llevar a cabo, dándose casos como el de Chiclana, pueblo de Cádiz en el que además de predicar una misión en las dos parroquias, a la vez dio ejercicios a religiosas, visitó la cárcel y tenía reuniones con diversas asociaciones piadosas.

En los pueblos por él misionados, reorganizaba o fundaba asociaciones para mantener la vida de piedad, como Congregaciones Marianas, las Conferencias de San Vicente de Paúl, el Apostolado de la Oración o la Adoración Nocturna, y si había algún convento, ya fuese de vida activa o contemplativa, siempre encontraba un “hueco” para atender a las religiosas. En Ronda (Málaga) incluso promovió la fundación de un Carmelo, obra que cuidó con especial esmero en todos sus detalles hasta la inauguración que, por especial disposición del Señor, resultó ser el mismo día de su entierro.

Detrás de la construcción o arreglo de varias iglesias y escuelas, también estuvo la iniciativa del P. Arnaiz y su colaboración incansable.

A su muerte, su cuerpo fue llevado por las calles de la ciudad

 

MUERTE Y ENTIERRO

 

principios de julio de 1926 estaba el P. Arnaiz en Algodonales (Cadiz), predicando una Misión, cuando se encontró extraordinariamente mal dispuesto. El médico diagnosticó bronquitis y pleuritis. Él murmuró expresivo: “Me entrego”.

Fue trasladado a Málaga, y cuando se supo que el P. Arnaiz había llegado en esas condiciones, la ciudad se movilizó, incluso hubo que poner, en sitio visible, el parte médico de cada día.

El 10 de julio le administraron los últimos Sacramentos quedando desde entonces alegre y ansioso por irse al cielo; no podía hablar de otra cosa. “¡Qué hermosísimo es el Corazón de Jesús!… ya le veré pronto… ¡y me hartaré! ¡Qué bueno es! ¡Cuánto nos quiere!… Y la Virgen, ¡vaya si es amable y me quiere!”.

A las 10 de la noche del 18 de julio de 1926, entregaba su alma a Dios.

El duelo por su pérdida fue general. Lo lloraron los humildes y también los de condición económica elevada. Se obtuvo licencia de Roma y del Ministerio de Gobernación para que pudiese ser enterrado en la iglesia del Corazón de Jesús.

Su cadáver fue expuesto a la veneración pública durante tres días. Y todavía, antes de ser inhumado en el crucero derecho del templo, fue llevado por las calles de la ciudad, por donde durante años, había dirigido él la procesión del Corazón de Jesús. Cerró el comercio y el cortejo fúnebre fue presidido por las autoridades religiosas, civiles y militares. Había muerto en olor de santidad.

El santo Obispo de Málaga, D. Manuel González, que lo conocía bien, y presidió la oración fúnebre, definió con gran acierto su personalidad, diciendo del P. Arnaiz que era “un persuadido, un enamorado, un loco de Jesús”.

El P. Arnaiz desde el cielo continúa su labor apostólica y sigue haciendo el bien entre sus devotos, y son muchos los favores y hechos milagrosos que se atribuyen a su intercesión, y numerosas las personas que, diariamente, visitan su sepultura confiándole sus sufrimientos y anhelos.

 


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