18 - DE
JULIO – DOMINGO –
16ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
BEATO TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.
Lectura del libro de Jeremías (23,1-6):
Ay de los pastores
que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño –oráculo del Señor–.
Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel:
«A los pastores que pastorean mi pueblo:
Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues
yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones –oráculo del Señor–.
Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé,
y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les
pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se
perderá –oráculo del Señor–.
Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en
que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará
justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará
seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia.»
Palabra de
Dios
Salmo 22
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi
pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el
sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa
ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu
misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Efesios (2,13-18):
Ahora estáis en
Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes
estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola
cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido
la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los
dos, en él, un solo hombre nuevo.
Reconcilió con Dios a los dos pueblos,
uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio.
Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a
los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo
Espíritu.
Palabra de
Dios
Lectura del santo evangelio
según san Marcos (6,30-34):
En aquel tiempo,
los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían
hecho y enseñado.
Él les dijo:
«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a
descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que
no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y
apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las
aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al
desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban
como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Palabra del
Señor
Descanso
merecido y frustrado.
¿Un relato imposible o un relato
simbólico? (Mc 6,30-34)
El evangelio empalma con el del domingo
anterior, cuando Jesús envía a los discípulos de misión.
En aquel tiempo se reunieron de nuevo los apóstoles con Jesús y le contaron
lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid conmigo a un lugar retirado
y tranquilo y descansad un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que
no tenían tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca a un lugar tranquilo
ellos solos. Al ver que se iban, muchos se dieron cuenta, y de todos los
poblados corrieron allá a pie y se les adelantaron. Jesús, al desembarcar y ver
tanta gente, se compadeció de ellos porque eran como ovejas sin pastor, y se
puso a enseñarles muchas cosas.
A primera vista se entiende tan bien que
casi da vergüenza comentarlo. Pero hay un detalle sorprendente e inexplicable:
cuando Jesús y los discípulos se montan en la barca en busca de un lugar
solitario, cuenta Marcos que muchos los vieron marcharse, fueron
corriendo de todos los poblados y llegaron allí antes que
ellos.
¿Es posible que la gente vaya corriendo
desde Cafarnaúm, Betsaida, Magdala, y llegue antes que la barca a un sitio que
nadie sabe cuál es? Imposible. Esto demuestra que el relato no hay que leerlo
desde un punto de vista histórico (lo que ocurrió aquel día) sino simbólico.
El primer aspecto que subraya Marcos es
el enorme interés de la gente por Jesús. Ya lo ha dicho antes, indicando que
eran tantos los que iban y venían en su busca que no tenían tiempo ni para
comer. Cuando Marcos leyese este texto en su comunidad, es posible que le
obligara a preguntarse:
- ¿sentimos nosotros el mismo interés
por Jesús?
- ¿Vamos corriendo detrás de él, o
preferimos quedarnos cómodamente sentados en casa?
El segundo aspecto es la dedicación de
Jesús a la gente. Cuando se acercan a la orilla y ve a la multitud reunida, no
le dice a Pedro que reme mar adentro y busque otro sitio. Siente compasión de
ellos porque los ve abandonados, como ovejas sin pastor. Si el primer aspecto
sirve de autoexamen a la comunidad, este se dirige a sus responsables.
- ¿Siento compasión de la gente, o
procuro quitarme de en medio cuando me van a fastidiar mi merecido descanso?
El tercer aspecto, muy importante, es
que Jesús, al sentir compasión, no se dedica a hacer milagros, sino a enseñar.
Y la gente parece satisfecha con eso. El viaje en busca de Jesús ha merecido la
pena.
Pastores malos, pastores buenos,
descendiente de David (1ª lectura: Jeremías 23,1-6)
El texto recoge ideas típicas de
mediados del siglo VI a.C., durante el destierro de Babilonia. Es el resultado
de unir diversas intervenciones proféticas, muy breves y tenidas en diversos
momentos. No debe extrañarnos que existan diferencias.
Por entonces era frecuente acusar a los
reyes, los pastores, de haberse despreocupado del pueblo y provocar que
marchara al destierro. La primera intervención de Dios se centrará en castigar
a los monarcas.
¡Ay de los pastores que dejan perecer y dispersarse al rebaño de mi pasto,
dice el Señor! Por tanto, esto dice el Señor, Dios de Israel, sobre los
pastores que guían a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado mi rebaño, lo habéis
descarriado sin preocuparos de él. Pero yo me voy a ocupar ahora de vosotros
-dice el Señor-, castigando vuestras perversas acciones.
Pero el castigo no basta. Si los
israelitas están dispersos, la siguiente intervención de Dios consistirá en
reunirlos de todos los países.
Yo mismo recogeré los restos de mi rebaño de todos los países donde los
dispersé y los haré volver a sus pastos, donde crecerán y se multiplicarán.
¿Qué ocurrirá después? Los textos
proféticos difieren bastante en este aspecto, y se pueden distinguir tres
tendencias:
1) Dios mismo será el rey de Israel,
mentalidad que se mantiene en el Padrenuestro cuando pedimos:
«Venga a nosotros tu reino».
2) Habrá una restauración de la
monarquía, con buenos reyes, no como los anteriores.
3) Dios suscitará un rey maravilloso. El
texto elegido por la liturgia mezcla las dos últimas ideas: en un caso se habla
de “pastores”, en plural.
Suscitaré para ellos pastores que los apacentarán; no sufrirán más temor y
angustia, ni se volverá a perder ninguno -dice el Señor-.
Pero la última promesa se refiere a un
único descendiente de David que gobernará rectamente, practicando el derecho y
la justicia.
Vienen días -dice el Señor- en que yo suscitaré a David un vástago
legítimo, que reinará como verdadero rey, con sabiduría, y ejercerá el derecho
y la justicia en la tierra. En sus días se salvará Judá, e Israel vivirá en
seguridad. Y éste será el nombre con que le llamarán: «El Señor nuestra
justicia».
En cualquier caso, restauración de la
monarquía o rey ideal, los israelitas que escuchaban estas promesas proféticas
imaginaban a un soberano poderoso y respetado, con capacidad de implantar la
justicia y traerles el bienestar. Ya que esta lectura se ha elegido por su
relación con el evangelio, es importante advertir como cambia la imagen. Jesús
no es un monarca sentado en su trono; no es temido, como la mayoría de los
reyes antiguos; se mueve en un ambiente sencillo, humilde, de campesinos y
pescadores; y su misión principal no consiste en administrar justicia, sino en
enseñar. Algo que puede parecer decepcionante, pero que a sus contemporáneos
entusiasma hasta el punto de seguirlo de todas partes.
De Galilea y de todo el mundo (2ª
lectura: Efesios 2,13-18)
Según el evangelio, los galileos
siguieron a Jesús desde todas partes. Años más tarde, el seguimiento se produjo
en muchos países, y la iglesia adquirió un aspecto nuevo al estar formada por
cristianos de origen judío y de origen pagano. La experiencia actual de Estados
Unidos y Europa con respecto a los migrantes ayuda a comprender lo difícil que
resulta sentirse unidos, iguales y hermanos los miembros de distintos pueblos.
Desde el punto de vista religioso, en el
siglo I, el mayor motivo de conflicto era la Ley de Moisés, con sus
mandamientos y decretos. El judío que los practicaba se consideraba «cerca
de Dios». El pagano, que ni los conocía ni los practicaba, estaba «lejos».
- ¿Cómo podría conseguirse la unión de
judíos y paganos?
Para los judíos contemporáneos de Jesús
y de Pablo, la respuesta era clara: que el pagano se circuncide y observe la
Ley de Moisés. Pero lo que hace Jesús, según el autor de la carta, es
revolucionario: en vez de obligar a observar la Ley, la anula con sus
mandamiento y decretos. Al morir por todos, destruye la enemistad y hace que
todos, lejanos y cercanos, tengamos acceso al Padre en un mismo Espíritu.
Hermanos, ahora estáis unidos a Cristo Jesús gracias a su muerte, los que
antes estabais lejos, ahora estáis cerca. Él es nuestra paz; el que de ambos
pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad; anulando
en su propio cuerpo la ley, sus mandamientos y decretos.
Él ha formado de los dos, en su propia persona, una nueva humanidad,
haciendo así la paz. Él hizo de los dos un solo cuerpo y los ha reconciliado
con Dios por medio de la cruz, destruyendo en sí mismo la enemistad; con su
venida anunció la paz a los que estabais lejos y a los que estaban cerca;
porque por él los unos y los otros tenemos acceso al Padre en un mismo
Espíritu.
Por desgracia, lo que dice este autor no
siempre se cumple. En muchos conflictos políticos, económicos, sociales, entre
cristianos, lo que triunfa no es la paz sino la enemistad. No somos una «nueva
humanidad» sino una multitud de inhumanidades. Necesitamos ir en busca de Jesús
para que él nos enseñe.
BEATO TIBURCIO ARNAIZ MUÑOZ S.J.
Tiburcio Arnaiz Muñoz
nació en Valladolid el 11 de agosto de 1865, en el seno de una modesta familia
de tejedores. Dos días después, sus cristianos padres, Ezequiel y Romualda, lo
llevaron a bautizar a la iglesia parroquial de San Andrés, imponiéndole el nombre
del santo del día.
Con sólo cinco años quedó huérfano de padre, y su madre hubo de
ingeniárselas para educar y sacar adelante a los dos hijos: Gregoria y
Tiburcio.
“Tenía talento”, pero “era un calavera de estudiante”
SEMINARISTA Y SACERDOTE
Era un joven vivo, alegre y de buen corazón, cuando entró en el seminario
con trece años. Sacó los estudios con bastante aprovechamiento y brillantez
porque “tenía talento”, pero advierte un compañero suyo que “era un calavera de
estudiante, en el buen sentido de la palabra; no cogía un libro de texto en
casa, si acaso lo que pescaba en los claustros del Seminario antes de la
clase”.
Para ayudar algo a la precaria economía de su casa ejerció las funciones de
sacristán, en el convento de Dominicas de S. Felipe de la Penitencia en el
mismo Valladolid. A veces llegaba tarde y las religiosas tenían que avisar a la
recadera del convento; la pobre mujer abría, pero después regañaba severamente
al seminarista. Tiburcio no protestaba ni contestaba; callado, escuchaba la
reprimenda y reconocía su falta, dejando admiradas a las religiosas que
comenzaron a vislumbrar su virtud.
Al acercarse la fecha de su Ordenación Sacerdotal, lo notaban serio y
encerrado en sí, llegando a preocupar a su madre y hermana. Un día se sinceró
con una de las monjas diciéndole: “Piensan en casa que no tengo vocación. Pero
lo que me sucede es que cuanto más Ejercicios hago, más temor tengo, porque veo
más la dignidad sacerdotal y mi indignidad. Pero cada vez me siento con más
vocación”.
Fue ordenado sacerdote el 20 de abril de 1890. Se le confió primero,
durante tres años, la parroquia de Villanueva de Duero, en Valladolid, y
después, durante nueve, la de Poyales del Hoyo, en Ávila. Las atendió siempre
con amorosa solicitud. Cuando hubo de dejar Poyales para entrar en la Compañía
de Jesús decía conmovido: “Amo tanto a mi pueblo que no le cambiaría por una
mitra; sólo la voz de Dios tiene poder para arrancarme de mi parroquia”.
En estos años había obtenido la licenciatura y el doctorado en Teología, en
la ciudad primada de Toledo.
Su pensamiento volaba a la vida religiosa pero veía un obstáculo
CONVERSIÓN
Como párroco iba pasando los días y los años, trabajando en la viña de Señor
y al abrigo de su familia. Sin embargo, Dios lo iba espoleando a mayor entrega,
pues en cierta ocasión confesó: “Yo vivía muy a gusto y me daba muy buena vida,
pero temía condenarme”. Su pensamiento volaba a la vida religiosa pero veía un
obstáculo insuperable en su anciana madre, a quien amaba y veneraba, y él era
el único amparo de su vejez. Hasta que un buen día, dispuso Dios llevársela al
cielo; la separación le causó tanta pena que su corazón quedó destrozado: “Fue
tanto lo que sufrí, que me dije: ya no se me vuelve a morir a mí nadie, porque
voy a morir yo a todo lo que no sea Dios”.
Su hermana Gregoria, una noche después de leer el “Año Cristiano”, exclamó
derramando lágrimas: “¡Ay Tiburcio, cuántas cosas hicieron los santos por Dios
y nosotros qué poco hacemos! ¿Vamos a pasarnos la vida sin hacer nada por Él?,
deberíamos irnos cada uno a un convento y allí servir a Dios con perfección lo
que nos queda de vida”… Así quedó libre el camino para seguir, cada cual, su
particular vocación: ella entró en las Dominicas de S. Felipe, y D. Tiburcio,
después de cerciorarse que quedaba “contenta”, con un: “Pues entonces, ¡hasta
el cielo!”, la despidió y marchó gozoso a pedir su admisión en la Compañía de
Jesús.
En Málaga tuvo lugar su incorporación definitiva a la Compañía de Jesús
ENTRA EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS
Corría el año 1902 cuando entró en el noviciado de la Compañía en Granada;
Tiburcio tenía 37 años. Desde un principio se dispuso a la práctica de toda
virtud. Dos propósitos hizo en este tiempo y los cumplió con exactitud: “No
pedir nunca nada y contentarme con lo que me den”, “Nunca me negaré a ningún
trabajo, bajo ningún pretexto”. La idea del tiempo perdido y de la edad avanzada,
lo espoleaban a buscar ansiosamente la perfección.
Hizo sus primeros votos el 3 de abril de 1904. Durante este tiempo asimiló
admirablemente la espiritualidad ignaciana y comenzó a dirigir tandas de
Ejercicios Espirituales; además, se inició en el difícil ministerio de las
Misiones Populares.
Antes de marchar a Loyola en 1911, donde hizo lo que se llama la “Tercera
Probación” (experiencia con la cual la Compañía de Jesús culminaba la formación
de sus miembros), fue destinado a Murcia. Pasó en esta ciudad dos años,
entregado a las almas y dirigiéndolas con admirable acierto. “Este Padre es un
santo y hace santos”, decían cuantos lo trataban. Allí descubrió la necesidad
de acoger a las jóvenes de los campos y pueblecitos inmediatos que venían a
servir y que estaban expuestas a mil peligros. Para ellas buscó una casa donde
tuvieran, además de albergue y amparo, quien las enseñase a conocer y amar a
Dios.
Pasada su estancia de formación en Loyola, y tras unos breves ministerios
durante la cuaresma en Canarias y Cádiz, marchó a Málaga donde tuvo lugar su
incorporación definitiva a la Compañía de Jesús, pronunciando sus últimos votos
el 15 de agosto de 1912, en la capilla del colegio de S. Estanislao del Palo.
Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento humano no
conocía límites
MINISTERIOS
Su incansable apostolado como misionero popular, director de Ejercicios
Espirituales, confesor y director de almas, aunque se extendió por varios
puntos de España, se multiplicó en Andalucía: Cádiz, Córdoba, Sevilla,
Granada…, y principalmente por toda la diócesis de Málaga, donde tuvo su
residencia habitual y desplegó un celo incansable.
Al terminar las misiones volvía el P. Arnaiz a su casa de Málaga y a veces
ni subía a la habitación, dejaba el maletín en la portería y “volaba” a visitar
enfermos, así, literalmente, porque ocasión hubo en que quisieron seguirlo y no
pudieron.
Acudía a las salas de los hospitales, pero también a las casas
particulares. En estos encuentros personales la caridad del Padre se
desbordaba. Una vez una buena señora que pedía limosna en las puertas de las
iglesias, al llegar a casa sorprendió al Padre atendiendo a su madre que estaba
enferma y repetía admirada: “Es un santo, es un santo. ¡Si le hubieran visto
ustedes preparando una yema a mi madre, y con la gracia y agrado con que lo
hacía!”.
Su creatividad a la hora de paliar la ignorancia o el sufrimiento humano no
conocía límites. En la calle Cañaveral, de la misma ciudad, impulsó la
construcción de una casa de acogida para señoras con pocos recursos, con más de
treinta viviendas unipersonales. Promovió la apertura de la Librería Católica
de Málaga y atendió con sumo interés algunas escuelitas y talleres de gente
humilde. También las cárceles eran objeto de sus desvelos; allí, a su paso,
“tocaba” el Señor con su predicación y caridad muchos corazones destrozados,
algunos de los cuales, al salir, buscaban al Padre para seguir sus consejos y
su guía espiritual.
Su influencia benéfica se multiplicaba gracias a un plantel de
incondicionales colaboradores que tenía ocupados en los diversos apostolados
que se le ocurrían, unos en la ciudad y otros incluso preparándole misiones en
los pueblos.
En sus visitas por los barrios marginales, se hizo idea cabal del espíritu
hostil a la religión que en ellos reinaba (una vez le llegaron a tirar una
rata), y fiel al Evangelio y lleno de compasión por tanta ignorancia, que veía
ser la causa de tal animadversión, se dispuso a remediarla.
Los famosos “corralones” eran casas de vecinos donde cada familia
únicamente disponía, para su intimidad, de una habitación o dos, alrededor de
un gran patio. El Padre alquilaba, o pedía, una de estas estancias y mandaba a
algunas de sus dirigidas para tener allí una escuela improvisada; enseñaban a
leer y escribir a aquellas gentes, nociones de cultura general, y lo más
elemental de nuestra fe: que hay Dios y que nos ama hasta el extremo de dar la
vida por nosotros, que tenemos alma, la vida eterna… El Padre se presentaba al
cabo de un mes o dos y les predicaba a todos como una Misión; se los ganaba
pronto y se hacía sentir la influencia de su santidad, por lo que casi todos se
ponían en gracia. Después, solía dejar a alguna mujer piadosa al frente de esta
singular escuelita llamada “miga”, para que siguiese enseñando a los niños y
sostuviese el fruto logrado. Durante su vida se trabajó así en unos veinte
corralones, y el cambio obrado en ellos redundó en beneficio de la vida social
de Málaga.
Esta misma forma de evangelización, desarrollada por señoritas que se
instalaran temporalmente en los pueblos y cortijadas, fue la Obra más
propiamente original del P. Arnaiz y que continua hasta nuestros días: LA OBRA
DE LAS DOCTRINAS RURALES.
Suscitó conversiones realmente extraordinarias
LAS MISIONES POPULARES
La predicación de Misiones Populares fue uno de sus principales ministerios.
Su íntimo amigo D. Antonio Membibre, lo acompañó en una de ellas y relataba sus
impresiones a la hermana del P. Arnaiz, ya religiosa:
“Tuve el consuelo de pasar diez días con tu hermano que es un misionero
santo, mortificado y penitente, pues no suele dormir en la cama, se tira en el
suelo y en paz; a las cuatro se levanta, hace la hora de oración, me llamaba a
las cinco e íbamos a la iglesia; él solía tocar, pues el sacristán nunca estaba
a tiempo; confesábamos, a las seis Rosario de la aurora. Esta carta tenla como
si fuera de tu hermano pues él no tiene tiempo, ni para un solo día, siempre
misionando y no quiere más que trabajar y salvar almas; terminado el Rosario,
yo me vestía en el altar y Tiburcio desde el pulpito explicando los misterios
de la Santa Misa, los ornamentos sagrados, etc. Terminaba a las siete y se iban
los hombres a sus ocupaciones. A las diez doctrina para los niños y a la tarde
a las tres… Restableció el Apostolado de la Oración; no conoces a tu hermano,
está rejuvenecido, todo le gusta, todo le asienta, no tiene comodidades ni
pereza ni necesidades, una gran voz, potente, incansable, predicando todo el
día y toda la noche, vida de penitencias, sacrificios y humillaciones, en
verdad atraen sobre él las gracias que por su ministerio Dios derrama a
torrentes”.
Como bien decía su amigo D. Antonio, el Señor, por su medio, derramaba
gracias a torrentes y los tibios volvían al fervor de la vida cristiana, los
justos se convertían en apóstoles y los alejados volvían al redil de Cristo,
contándose casos de conversiones realmente extraordinarias.
Leyendo la lista de las ocupaciones simultáneas que tenía, parecía imposible
que las pudiese llevar a cabo, dándose casos como el de Chiclana, pueblo de
Cádiz en el que además de predicar una misión en las dos parroquias, a la vez
dio ejercicios a religiosas, visitó la cárcel y tenía reuniones con diversas
asociaciones piadosas.
En los pueblos por él misionados, reorganizaba o fundaba asociaciones para
mantener la vida de piedad, como Congregaciones Marianas, las Conferencias de
San Vicente de Paúl, el Apostolado de la Oración o la Adoración Nocturna, y si
había algún convento, ya fuese de vida activa o contemplativa, siempre encontraba
un “hueco” para atender a las religiosas. En Ronda (Málaga) incluso promovió la
fundación de un Carmelo, obra que cuidó con especial esmero en todos sus
detalles hasta la inauguración que, por especial disposición del Señor, resultó
ser el mismo día de su entierro.
Detrás de la construcción o arreglo de varias iglesias y escuelas, también
estuvo la iniciativa del P. Arnaiz y su colaboración incansable.
A su muerte, su cuerpo fue llevado por las calles de la ciudad
MUERTE Y ENTIERRO
A principios de julio de 1926 estaba el P. Arnaiz en Algodonales (Cadiz),
predicando una Misión, cuando se encontró extraordinariamente mal dispuesto. El
médico diagnosticó bronquitis y pleuritis. Él murmuró expresivo: “Me entrego”.
Fue trasladado a Málaga, y cuando se supo que el P. Arnaiz había llegado en
esas condiciones, la ciudad se movilizó, incluso hubo que poner, en sitio
visible, el parte médico de cada día.
El 10 de julio le administraron los últimos Sacramentos quedando desde
entonces alegre y ansioso por irse al cielo; no podía hablar de otra cosa.
“¡Qué hermosísimo es el Corazón de Jesús!… ya le veré pronto… ¡y me hartaré!
¡Qué bueno es! ¡Cuánto nos quiere!… Y la Virgen, ¡vaya si es amable y me
quiere!”.
A las 10 de la noche del 18 de julio de 1926, entregaba su alma a Dios.
El duelo por su pérdida fue general. Lo lloraron los humildes y también los
de condición económica elevada. Se obtuvo licencia de Roma y del Ministerio de
Gobernación para que pudiese ser enterrado en la iglesia del Corazón de Jesús.
Su cadáver fue expuesto a la veneración pública durante tres días. Y
todavía, antes de ser inhumado en el crucero derecho del templo, fue llevado
por las calles de la ciudad, por donde durante años, había dirigido él la
procesión del Corazón de Jesús. Cerró el comercio y el cortejo fúnebre fue
presidido por las autoridades religiosas, civiles y militares. Había muerto en
olor de santidad.
El santo Obispo de Málaga, D. Manuel González, que lo conocía bien, y
presidió la oración fúnebre, definió con gran acierto su personalidad, diciendo
del P. Arnaiz que era “un persuadido, un enamorado, un loco de Jesús”.
El P. Arnaiz desde el cielo continúa su labor apostólica y sigue haciendo el
bien entre sus devotos, y son muchos los favores y hechos milagrosos que se
atribuyen a su intercesión, y numerosas las personas que, diariamente, visitan
su sepultura confiándole sus sufrimientos y anhelos.
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