viernes, 16 de julio de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 - DE JULIO – SÁBADO – 15ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Alejo mendigo

 



17 - DE JULIO – SÁBADO –

15ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Alejo mendigo

 

    Lectura del libro del Éxodo (12,37-42):

 

   En aquellos días, los israelitas marcharon de Ramsés hacia Sucot: eran seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños; y les seguía una multitud inmensa, con ovejas y vacas y enorme cantidad de ganado. Cocieron la masa que habían sacado de Egipto, haciendo hogazas de pan ázimo, pues no había fermentado, porque los egipcios los echaban y no los dejaban detenerse; y tampoco se llevaron provisiones. La estancia de los israelitas en Egipto duró cuatrocientos treinta años.     Cumplidos los cuatrocientos treinta años, el mismo día, salieron de Egipto las legiones del Señor. Noche en que veló el Señor para sacarlos de Egipto: noche de vela para los israelitas por todas las generaciones.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 135,1.23-24.10-12.13-15

 

    R/. Porque es eterna su misericordia

En nuestra humillación, se acordó de nosotros. R/.

 

   Y nos libró de nuestros opresores. R/.

           

   Él hirió a Egipto en sus primogénitos. R/.

 

   Y sacó a Israel de aquel país. R/.

 

   Con mano poderosa, con brazo extendido. R/.

 

   Él dividió en dos partes el mar Rojo. R/.

 

   Y condujo por en medio a Israel. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,14-21):

 

   En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron.

    Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:

    «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.»

 

Palabra del Señor

 

     1.   Los fariseos que presenta aquí el evangelio son consecuentes con su religión: si Jesús quebranta la ley religiosa, hay que matarlo. Al tomar semejante decisión, no hacían sino ser consecuentes, hasta el final, con sus creencias.

     He aquí el peligro que entrañan, a veces, las religiones. Y si no llegan a matar, es frecuente que lleguen a humillar y someter a las personas hasta el extremo de hacerles la vida insoportable.

 

     2.  El contraste con la religión de los fariseos es la vida de Jesús, que es la otra forma de entender y vivir la religión.

Para explicar lo que fue y cómo fue la vida de Jesús, Mateo echa mano de una cita del profeta Isaías (42, 1-4). La cita es tan extensa porque Mateo vio en ella un excelente resumen de lo que fue la vida de Jesús, la religión de Jesús, que describe el contraste más fuerte con la religión de los fariseos.

 

      3.  Según Is 42, 1-4, Jesús es, no el "siervo", sino el "hijo pequeño" (pals) del Padre.  La misión que el Padre le encomendó fue "anunciar el derecho a las naciones" del mundo.  El problema está en la palabra "derecho". El texto griego utiliza el término krísis, que no significa "derecho", sino "juicio". Pero, en Is 42, 1-4, el profeta se refiere efectivamente al juicio divino, pero no un juicio de desgracia, sino de salvación.

Por tanto, este evangelio dice que Jesús vino a traer, no ya el derecho, sino la realización del derecho, que es salvación, para todos, no solo para los elegidos, sino para todas las naciones. Y eso lo hizo, no a base de imponerse y dominar, sino todo lo contrario, a fuerza de callar, de no enfrentarse a nadie, de aprovechar todo lo aprovechable.

     Es la bondad y la humanidad sin fisuras. Así es la vida y la religión de Jesús.

 

San Alejo mendigo

 


Mendigo - Siglo V

Era hijo de un rico senador romano. Nació y pasó su juventud en Roma. Sus padres le enseñaron con la palabra y el ejemplo que las ayudas que se reparten a los pobres se convierten en tesoros para el cielo y sirven para borrar pecados. Por eso Alejo desde muy pequeño repartía entre los necesitados cuánto dinero conseguía, y muchas otras clases de ayudas, y esto le traía muchas bendiciones de Dios.

Pero llegando a los veinte años se dio cuenta de que la vida en una familia muy rica y en una sociedad muy mundana le traía muchos peligros para su alma, y huyó de la casa, vestido como un mendigo y se fue a Siria.

En Siria estuvo durante 17 años dedicado a la adoración y a la penitencia, y mendigaba para él y para los otros muy necesitados. Era tan santo que la gente lo llamaba "el hombre de Dios". Lo que deseaba era predicar la virtud de la pobreza y la virtud de la humildad. Pero de pronto una persona muy espiritual contó a las gentes que este mendigo tan pobre, era hijo de una riquísima familia, y él por temor a que le rindieran honores, huyó de Siria y volvió a Roma.

Llegó a casa de sus padres en Roma a pedir algún oficio, y ellos no se dieron cuenta de que este mendigo era su propio hijo. Lo dedicaron a los trabajos más humillantes, y así estuvo durante otros 17 años durmiendo debajo de una escalera, y aguantando y trabajando hacía penitencia, y ofrecía sus humillaciones por los pecadores.

Y sucedió que al fin se enfermó, y ya moribundo mandó llamar a su humilde covacha, debajo de la escalera, a sus padres, y les contó que él era su hijo, que por penitencia había escogido aquél tremendo modo de vivir. Los dos ancianos lo abrazaron llorando y lo ayudaron a bien morir.

Después de muerto empezó a conseguir muchos milagros en favor de los que se encomendaban a él. En Roma le edificaron un templo y en la Iglesia de Oriente, especialmente en Siria, le tuvieron mucha devoción.

La enseñanza de la vida de San Alejo es que para obtener la humildad se necesitan las humillaciones. La soberbia es un pecado muy propio de las almas espirituales, y se le aleja aceptando que nos humillen. Aún las gentes que más se dedican a buenas obras tienen que luchar contra la soberbia porque si la dejan crecer les arruinará su santidad. La soberbia se esconde aún entre las mejores acciones que hacemos, y si no estamos alerta esteriliza nuestro apostolado. Un gran santo reprochaba una vez a un discípulo por ser muy orgulloso, y este le dijo: "Padre, yo no soy orgulloso". El santo le respondió: "Ese es tu peor peligro, que eres orgulloso, y no te das cuenta de que eres orgulloso".

La vida de San Alejo sea para nosotros una invitación a tratar de pasar por esta tierra sin buscar honores ni alabanzas vanas, y entonces se cumplirá en cada uno aquello que Cristo prometió: "El que se humilla, será enaltecido".

Dijo Jesús: "Los últimos serán los primeros. Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos". (Mt. 5)

 

 

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