jueves, 8 de julio de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 10 - DE JULIO – SÁBADO – 14ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Cristóbal de Licia

 





10 - DE JULIO – SÁBADO –

14ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Cristóbal de Licia

 

    Lectura del libro del Génesis (49,29-32;50,15-26a):

 

   En aquellos días, Jacob dio las siguientes instrucciones a sus hijos:

    «Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita, la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, en Canaán, la que compró Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad.

    Allí enterraron a Abrahán y a Sara, su mujer; allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía. El campo y la cueva fueron comprados a los hititas.»

    Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos.

    Al ver los hermanos de José que había muerto su padre, se dijeron:

    «A ver si José nos guarda rencor y quiere pagarnos el mal que le hicimos.»

    Y mandaron decirle:

    «Antes de morir tu padre nos encargó: "Esto diréis a José: Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado y el mal que te hicieron". Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre.» José, al oírlo, se echó a llorar.

    Entonces vinieron los hermanos, se echaron al suelo ante él, y le dijeron:

 «Aquí nos tienes, somos tus siervos.»

    Pero José les respondió:

    «No tengáis miedo; ¿soy yo acaso Dios? Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos. Por tanto, no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros hijos.»

    Y los consoló, hablándoles al corazón.

    José vivió en Egipto con la familia de su padre y cumplió ciento diez años; llegó a conocer a los hijos de Efraín, hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de Manasés; los llevó en las rodillas.

    José dijo a sus hermanos:

    «Yo voy a morir. Dios cuidará de vosotros y os llevará de esta tierra a la tierra que prometió a Abrahán, Isaac y Jacob.»

    Y los hizo jurar:

    «Cuando Dios cuide de vosotros, llevaréis mis huesos de aquí.»

    José murió a los ciento diez años de edad.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 104,1-2.3-4.6-7

 

    R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón

 

    Dad gracias al Señor, invocad su nombre,

dad a conocer sus hazañas a los pueblos.

Cantadle al son de instrumentos,

hablad de sus maravillas. R/.

 

   Gloriaos de su nombre santo,

que se alegren los que buscan al Señor.

Recurrid al Señor y a su poder,

buscad continuamente su rostro. R/.

 

   ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;

hijos de Jacob, su elegido!

El Señor es nuestro Dios,

él gobierna toda la tierra. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,24-33)

 

   En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

    «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo.

    Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados!

    No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea.

    No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

    Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»

 

Palabra del Señor

 

     1.  El capítulo diez de Mateo tiene una importancia singular. Es el capítulo de "la misión" de los "apóstoles".

     El relato de Mateo no habla directamente de la Iglesia, pero habla de los doce apóstoles que, con el paso del tiempo, han sido (y son) fundamentales en la vida y organización de la Iglesia.

     La Iglesia cree que los obispos son sucesores de los apóstoles.  Por eso, lo que aquí dice Jesús sobre los apóstoles de entonces es fundamental para los obispos de hoy.

 

     2.  Lo primero que dice este evangelio es que Jesús dio a los discípulos "autoridad". Mateo escogió bien esta palabra.  No usa aquí el término griego dj'Inamis, que indica el poder que se basa en la propia fuerza (natural o espiritual), sino que utiliza la palabra exousía, que se refiere al poder o autoridad vinculada a una misión determinada.  

     De acuerdo con las palabras de Jesús, la exousía que se les da a los apóstoles es, antes que nada, un poder, una autoridad, para curar enfermos y expulsar demonios, es decir, para aliviar sufrimientos y dar vida. Esto es lo que dice Jesús de entrada. Y a partir de esto se ha de entender la misión de los apóstoles.

 

3.  Mateo empieza llamándolos "discípulos". Y de ahí, a renglón seguido, los llama "apóstoles".    Obviamente, eso quiere decir que los doce apóstoles (y sus sucesores los obispos), antes que apóstoles, han de ser discípulos. No como los "discípulos" de los rabinos, que se caracterizaban por su sentido jerárquico y su sumisión a la Ley, sino los discípulos de Jesús, que eran los que "compartían vida y mesa con él" (M. Hengel).

     Solo el que vive así puede ser llamado "apóstol" y "sucesor de los apóstoles".

 

San Cristóbal de Licia

 


En Licia, san Cristóbal, mártir. Patrón de los transportistas y conductores.

 

 

Vida de San Cristóbal de Licia

 

 

Cristóbal significa "el que carga o portador de Cristo".

¿Quién era? Con la historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo v. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él.

Cristóbal sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vio temblando un día cuando le mencionaron al demonio.

Cristóbal entonces decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un brujo que se lo presentará. Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz, y temblando la evitó. Cristóbal le pregunto entonces si él le temía a las cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le pregunto entonces si el demonio temía también a Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola mención de una Cruz donde murió él tal Jesucristo.

¿Quién podrá ser ese raro personaje tan poderoso aun después de morir? Se lanza a los caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo.

Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.

--¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero?

--Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.

Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo.

San Cristóbal es un Santo muy popular, y poetas modernos, como García Lorca y Antonio Machado, lo han cantado con inspiradas estrofas. Su efigie, siempre colosal y gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, y nos inspira a todos protección y confianza.

Sus admiradores, para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de sus virtudes, le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros y con un árbol lleno de hojas por báculo.

Esto ha dado lugar a las leyendas con que se ha oscurecido su vida. Se le considera patrono de los transportadores y automovilistas.

 

 

 

                               

 


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