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- DE JULIO – LUNES –
16ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
Santa Áurea de Córdoba
Lectura del libro del Éxodo
(14,5-18):
En
aquellos días, cuando comunicaron al rey de Egipto que el pueblo había
escapado, el Faraón y su corte cambiaron de parecer sobre el pueblo, y se
dijeron:
«¿Qué hemos hecho? Hemos
dejado marchar a nuestros esclavos israelitas.»
Hizo preparar un carro
y tomó consigo sus tropas: tomó seiscientos carros escogidos y los demás carros
de Egipto con sus correspondientes oficiales. El Señor hizo que el Faraón se
empeñase en perseguir a los israelitas, mientras éstos saltan triunfantes.
Los egipcios los
persiguieron con caballos, carros y jinetes, y les dieron alcance mientras
acampaban en Fehirot, frente a Baal Safón. Se acercaba el Faraón, los
israelitas alzaron la vista y vieron a los egipcios que avanzaban detrás de
ellos y, muertos de miedo, gritaron al Señor.
Y dijeron a Moisés:
«¿No había sepulcros en
Egipto?, nos has traído a morir en el desierto; ¿qué es lo que nos has hecho
sacándonos de Egipto? ¿No te lo decíamos en Egipto: "Déjanos en paz, y serviremos a los egipcios; más nos vale
servir a los egipcios que morir en el desierto"?»
Moisés respondió al
pueblo: «No tengáis miedo; estad
firmes, y veréis la victoria que el Señor os va a conceder hoy: esos egipcios
que estáis viendo hoy, no los volveréis a ver jamás. El Señor peleará por
vosotros; vosotros esperad en silencio.»
El Señor dijo a Moisés:
«¿Por qué sigues
clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu
cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas
entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los
egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de
todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo
soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus
carros y de sus guerreros.»
Palabra de
Dios
Salmo: Ex 15,1-2.3-4.5-6
R/. Cantaré al Señor,
sublime es su victoria
Cantaré
al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R/.
El Señor
es un guerrero,
su nombre es «El Señor».
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R/.
Las olas
los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (12,38-42):
En aquel
tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús:
«Maestro, queremos ver un
signo tuyo.»
Él les contestó:
«Esta generación
perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del
profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo;
pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.
Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que
la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí
hay uno que es más que Jonás. Cuando
juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la
condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría
de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.»
Palabra del
Señor
1.
Se acercan a Jesús los letrados y los fariseos, los hombres del estudio
teológico y los hombres de la observancia religiosa. - ¿Para qué?
Para pedirle un "milagro" (semeion), un hecho prodigioso.
Aquellos
hombres de entonces, como tantos de ahora, se piensan que a Dios se le
encuentra en los hechos extraordinarios, en los prodigios. Esta mentalidad, que
busca a Dios en los milagros, expresa algo sobrecogedor. El Gran Inquisidor (de
F. Dostoyevski) le dice a Jesús: "Si te hubieras prestado a realizar el
milagro..., habrías calmado la inquietud eterna de la humanidad, esa inquietud
nacida del deseo de saber ante quién tiene uno que inclinarse. Pues no hay para
el hombre libre cuidado más continuo y acuciante que el de hallar a un ser al
que prestar acatamiento".
La gente quiere milagros. Quiere
"dioses", ante los que sus fieles y devotos desean quedar extasiados.
Y así, vivir sometidos. Lo que no soporta nadie es la libertad.
2.
Jesús responde calificando a aquellos hombres como "esta generación
perversa y adúltera". El término "generación" (genea) aparece 25
veces en los evangelios, para designar al pueblo judío en tono amenazante.
Esta expresión está tomada de la literatura
apocalíptica judía, para indicar la última generación judía, que fue infiel a
Dios (Hen 93, 9; Hab 2, 6 s; Jub 23, 16 ss; Mt 11, 16 par; Sal 77, 8; 94, 10;
Mt 23, 36).
3.
Todo esto indica que el cristianismo primitivo acusaba a la "última
generación" de Israel de haber colmado la medida de sus pecados (V.
Hasler).
Es improbable que Jesús dijera estas
cosas. Lo que aquí se expresa es el conflicto entre cristianos y judíos.
Jesús no quería enfrentamientos y
conflictos.
Todo eso proviene de nuestras torpes
inclinaciones y resentimientos.
De este evangelio tendríamos que aprender a
no decir lo que aquí se pone en boca de Jesús. Y conste que tiene una buena
dosis de verdad lo que ha dicho Denis Guénoun:
"La religión se constituye como la diferencia entre
religiones".
De ahí que el cristianismo, "al
constituirse como religión, necesitó de la diferencia religiosa, necesitó que
el judaísmo fuera su otro: la religión falsa" (Daniel Boyarin). Pero es
triste nacer así. Para vivir luego enfrentado con quienes no se identifican
conmigo. Si fuera cierto que la religión lleva a eso, prefiero vivir
sin
religión.
La fe en Jesús y el amor a su proyecto,
basta.
Santa Áurea de Córdoba
En Córdoba, en la provincia hispánica
de Andalucía, santa Áurea, virgen, hermana de los santos mártires Adolfo y
Juan, la cual, en una de las persecuciones realizadas por los musulmanes fue
llevada ante el juez y, asustada, negó la fe, pero luego, arrepentida, se
presentó de nuevo ante el mismo juez y, repetido el juicio, se mantuvo firme,
venciendo al enemigo al derramar su sangre por Cristo.
Vida
de Santa Áurea
Santa Áurea nació en Sevilla, en
una acomodada y noble familia en la que la mayor parte eran mahometanos, pero
su madre Artemia, era cristiana de probada virtud, fue ella quien la educó en
las santas verdades de los Evangelios, más tarde Áurea demostraría con su vida
y gloriosa muerte el ser digna de gozar de la eterna gracia. Sus hermanos
Adulfo y Juan, también alcanzaron el triunfo del martirio, en aquellos días
Áurea vivía en el monasterio de Cuteclara (Córdoba) dando ejemplo de devoción y
caridad.
Su elevada alcurnia y la dado que muchos
de sus parientes seguían la religión de Mahoma, fueron los motivos por los que
nadie se había atrevido a delatarla; pero habiendo llegado la noticia de su fe
a oídos de sus allegados en Sevilla, usando como subterfugio su parentesco,
fueron a visitarla para comprobar lo que habían escuchado.
Gobernaba por entonces el Califato de
Occidente, Mahomet, hijo de Abdrrahman, célebre por la terrible persecución que
había emprendido contra los cristianos. Los parientes Áurea descubrieron que
ella no solo era cristiana sino una ferviente religiosa, y apasionados por la
doctrina de sus creencias, procuraron convencerla de convertirse en seguidora
del falso profeta.
Fue fútil todos sus intentos, sus
palabras chocaban contra la inamovible fe que Áurea tan sinceramente profesaba.
Fue tal su enojo que tomaron la decisión de delatarla al cadi. El juez ordenó
la llevasen al tribunal, y al verla vestida con el hábito religioso se irritó
de tal modo que la amenazó con los más terribles castigos. Invocó, el juez, la
noble sangre mahometana que circulaba en sus venas y lo que su familia sufriría
por culpa de ella. Le prometió en cambio que si aceptaba las creencias
familiares borraría la mancha que afectaba su ilustre estirpe y se salvaría de
los duros tormentos que la esperaban si no aceptaba.
Áurea guardó silencio un momento
dejándose llevar tal vez por el miedo, o bien de la idea de disimular su fe lo
que no es lícito ni permitido a los cristianos en caso semejante, y el juez
juzgándola vencida le concedió la libertad.
Recapacitó Áurea sobre lo que había
acontecido, y avergonzada por su debilidad decidió no regresar al monasterio
prefiriendo quedarse en una casa, posiblemente de alguno de sus parientes
cristianos, donde sumergida en tiernas lágrimas confesó su pecado. Pidió a sus
hermanos intercedieran ante el Señor a fin de tener una posibilidad de
demostrar al mundo cuan profunda era su fe en Cristo.
No tuvo que esperar mucho para que su
místico anhelo se hiciera realidad, fue delatada nuevamente, y conducida por
segunda vez ante el cadi, en esta ocasión ella respondió, con un valor y una
fortaleza inspiradas por el Espíritu Santo. La firmeza de Áurea encendió el
colérico corazón de su juez, ordenando la encerraran en la más lóbrega prisión
y que al día siguiente fuera conducida al suplicio. Áurea fue decapitada y
luego su cuerpo colgado de los pies en un palo donde, pocos días antes había
sido ajusticiado un reo de homicidio, luego sus restos fueron arrojados, junto
con los de varios malhechores, al Guadalquivir.
fuente: Suplemento á la última
edición del Año Christiano
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