30 - DE
JULIO – VIERNES –
17ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Pedro Crisólogo
Lectura del libro del
Levítico 23,1. 4-11. 15-16. 27. 34b-37
El Señor
habló a Moisés: «Estas son las
festividades del Señor, las asambleas litúrgicas que convocaréis en las fechas
señaladas.
El día catorce del
primer mes, al atardecer, es la Pascua del Señor. El día quince del mismo mes,
es la fiesta de los Panes Ácimos dedicada al Señor. Comeréis panes ácimos durante siete días. El primer día os
reuniréis en asamblea litúrgica, y no haréis ningún trabajo servil. Los siete
días ofreceréis al Señor oblaciones. El séptimo os volveréis a reunir en
asamblea litúrgica, y no haréis ningún trabajo servil».
El Señor habló a
Moisés:
«Di a los hijos de
Israel: “Cuando entréis en la tierra que yo os voy a dar y seguéis la mies,
llevaréis al sacerdote una gavilla como primicia de vuestra cosecha. Este la
balanceará ritualmente en presencia del Señor, para que os sea aceptada; la
balanceará el sacerdote el día siguiente al sábado. A partir del día siguiente
al sábado en que llevéis la gavilla para el balanceo ritual, contaréis siete
semanas completas: contaréis cincuenta días hasta el día siguiente al séptimo
sábado y ofreceréis una oblación nueva al Señor. El día diez del séptimo mes es
el día de la Expiación.
Os reuniréis en
asamblea litúrgica, ayunaréis y ofreceréis al Señor una oblación. El día quince
de ese séptimo mes comienza la fiesta de las Tiendas dedicada al Señor; y dura
siete días. El día primero os reuniréis en asamblea litúrgica. No haréis
trabajo servil alguno.
Los siete días
ofreceréis al Señor oblaciones. Al octavo volveréis a reuniros en asamblea
litúrgica y ofreceréis al Señor oblaciones. Es día de reunión religiosa
solemne. No haréis trabajo servil alguno. Estas son las festividades del Señor,
en las que os reuniréis en asamblea litúrgica, y ofreceréis al Señor
oblaciones, holocaustos y ofrendas, sacrificios de comunión y libaciones, según
corresponda a cada día”».
Palabra de
Dios.
Salmo 80:
Aclamad
a Dios, nuestra fuerza.
Acompañad,
tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta. R/
Porque
es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto. R/
No
tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué de la tierra de Egipto. R/
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(13,54-58):
En aquel
tiempo fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía
admirada:
«¿De dónde saca éste esa sabiduría y
esos milagros?
¿No es el hijo del carpintero?
¿No es su madre María, y sus hermanos,
Santiago, José, Simón y Judas?
¿No viven aquí todas sus hermanas?
Entonces, ¿de dónde saca todo eso?»
Y aquello les resultaba escandaloso.
Jesús les dijo:
«Sólo en su tierra y en su casa
desprecian a un profeta.» Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba
fe.
Palabra del Señor
1. Está claro en este relato
que Jesús hablaba de manera que lo que decía sorprendía a quienes lo
habían conocido desde niño. Les llama la atención y no se explican cómo, hasta
poco antes, era un vecino más.
¿Qué había ocurrido?
La cosa, humanamente hablando, no tenía
explicación. Sin duda, la clave está en lo que ocurrió en la experiencia del
bautismo que Jesús recibió de manos de Juan el Bautista.
Allí Jesús tuvo una experiencia misteriosa
y profunda: vio el cielo abierto, oyó la voz del Padre del cielo (Mt 3, 16-17),
se sintió llamado a dar a conocer al Padre y su proyecto (Mt 11, 25-27).
¿Qué nos viene a decir esto?
2. Jesús no impresionaba a la
gente con lo que decía porque no había estudiado mucho. Jesús había
dicho que lo que él enseñaba eran cosas que quedan ocultas para
los "sabios y entendidos" (Mt 11, 25) y cosas que paradójicamente las
saben los "pequeños", los ignorantes, los sencillos. Esto,
justamente, es lo que le ocurrió a Jesús. La experiencia religiosa le
cambió.
Pero no le cambió en "sabio",
sino en "sencillo". Y lo que enseñaba era la sabiduría de los
últimos, de los nadies, de los excluidos. Es el saber en el que el
"ser" y el "deber ser" no se pueden disociar. El saber que
nunca puede ser neutral ante la violencia y el sufrimiento que genera la
tecnología y la llamada "ciencia" que hay detrás de esa tecnología. A
esa sabiduría de los sencillos le tienen miedo los intelectuales y los
clérigos. Porque si de veras la asumieran, cambiarían radicalmente las
universidades, las parroquias, los conventos y las curias episcopales.
3. El relato termina dejando
claro que los "milagros" de Jesús no eran posibles donde faltaba la
fe-confianza. Jesús no era un "omnipotente", tal como nosotros nos
imaginamos eso. Jesús tenía una fuerza de espíritu que donde no encontraba
acogida y respuesta dejaba de ser fuerza y nada podía hacer. He aquí el
profundo misterio de la fuerza de espíritu que tenemos los humanos, cuando somos
profundamente humanos.
San Pedro Crisólogo
Año 451
Nació alrededor del año
380 en Imola, en la Emilia, y entró a formar parte
del clero de aquella
población.
En el año 424 fue elegido obispo de Rávena, e instruyó a su grey, de la que
era pastor celosísimo, con abundantes sermones y escritos.
Murió hacia el año 450.
Crisólogo
significa: el que habla muy bien.
Este
santo ha sido uno de los oradores más famosos de la Iglesia Católica. Nació en
Imola (Italia) y fue formado por Cornelio obispo de esa ciudad, por el cual
conservó siempre una gran veneración. Este santo prelado lo convenció de que en
el dominio de las propias pasiones y en el rechazar los malos deseos reside la
verdadera grandeza, y que este es un medio seguro para conseguir las
bendiciones de Dios.
Pedro
gozó de la amistad del emperador Valentiniano y de la madre de este, Plácida, y
por recomendación de ellos los dos, fue nombrado Arzobispo de Ravena (la ciudad
donde vivía el emperador). También gozó de la amistad del Papa San León Magno.
Cuando
empezó a ser arzobispo de Ravena, había en esta ciudad un gran número de
paganos. Y trabajó con tanto entusiasmo por convertirlos, que cuando él murió
ya eran poquísimos los paganos o no creyentes en esta capital.
A la
gente le agradaban mucho sus sermones (y por eso le pusieron el sobrenombre de
Crisólogo, o sea: el que habla muy bien). Su modo de hablar era conciso,
sencillo y práctico. Sabía explicar muy claramente las principales verdades de
la fe. A ratos se entusiasmaba tanto mientras predicaba, que la misma emoción
le impedía seguir hablando, y el público se contagiaba de su entusiasmo y
empezaban muchos a llorar. En los dos meses más calurosos del verano dejaba de
predicar y explicaba así jocosamente a sus oyentes el porqué de esta
determinación: "en este tiempo de calores tan bochornosos no les predico,
porque ustedes se apretujan mucho para escucharme y con estas temperaturas tan
altas llegan los ahogos y trastornos, y después le echan toda la culpa de ello
a mis sermones". La gente se admiraba de que en predicaciones bastante
breves, era capaz de resumir las doctrinas más importantes de la fe. Se conservan
de él, 176 sermones, muy bien preparados y cuidadosamente redactados. Por su
gran sabiduría al predicar y escribir, fue nombrado Doctor de la Iglesia, por
el Papa Benedicto XIII.
Recomendaba
mucho la comunión frecuente y exhortaba a sus oyentes a convertir la Sagrada
Eucaristía en su alimento de todas las semanas.
Murió
el 30 de julio del año 451.
Quiera
nuestro buen Dios concedernos que muchos predicadores y catequistas de nuestro
tiempo merezcan también el apelativo de Crisólogos: los que hablan muy bien.
Dichosos
los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. (Lc, 8, 21)
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