2 - DE SEPTIEMBRE
– JUEVES –
22ª – SEMANA DEL T. O. – B –
Beato Bartolomé Gutiérrez y Compañeros
Mártires
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Colosenses (1,9-14):
Desde que nos
enteramos de vuestra conducta, no dejamos de rezar a Dios por vosotros y de
pedir que consigáis un conocimiento perfecto de su voluntad, con toda sabiduría
e inteligencia espiritual. De esta manera, vuestra conducta será digna del
Señor, agradándole en todo; fructificaréis en toda clase de obras buenas y
aumentará vuestro conocimiento de Dios.
El poder de su gloria os dará fuerza
para soportar todo con paciencia y magnanimidad, con alegría, dando gracias al
Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la
luz.
Él nos ha sacado del dominio de las
tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre
hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Palabra de Dios
Salmo: 97,2-3ab.3cd-4.5-6
R/. El Señor da a conocer su salvación
El Señor da a
conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines
de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tocad la
cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (5,1-11):
En aquel
tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios,
estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a
la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de
tierra.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la
gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a
Simón:
«Rema mar adentro, y echad las redes
para pescar.»
Simón contestó:
«Maestro, nos hemos pasado la noche
bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una
redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de
la otra barca para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y
llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los
pies de Jesús diciendo:
«Apártate de mí, Señor, que soy un
pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado
de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido;
y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros
de Simón.
Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de
hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y,
dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor
1. Es verdad que este relato
contiene una auténtica "teofanía" o "manifestación de
Dios".
Aquellos pescadores palparon la
presencia del Trascendente en la inexplicable abundancia de la pesca. Esto es
lo que provocó la impresión y hasta el miedo reverencial de los pescadores.
Encontraron a Dios, no en la religión
del Templo, sino en la abundancia del trabajo productivo. Algo completamente nuevo,
inesperado, desconocido, para ellos.
El encuentro con Dios se había
desplazado, de lo sagrado a lo profano. La laicidad del Evangelio empezaba a
tomar cuerpo, forma y fuerza.
2. El Dios que se revela en Jesús no es un Dios de miedo y sumisión, sino un Padre de abundancia y dicha increíble. Esta "revelación de Dios en Jesús" es el punto de partida de la llamada de Jesús y del proyecto de Jesús.
Jesús no llama para vivir en la
"sumisión religiosa", sino para contagiar la "abundancia
gozosa" de una vida que produce precisamente abundancia.
3. Por eso Pedro y sus
compañeros, dejándolo todo, lo siguieron (Lc 5, 11).
Ya aparece aquí el concepto, la palabra
y el hecho del "seguimiento" de Jesús.
Este verbo es clave en los evangelios. A Jesús se le conoce siguiéndole. No se le conoce estudiando teorías y analizando dogmas, sino compartiendo su forma de vida. Por eso la cristología está esencialmente marcada y determinada por el seguimiento de Jesús (J. B. Metz). De forma que el seguimiento es constitutivo de la cristología.
Ha sido una desgracia, en la Iglesia,
que cuando se sistematizó la cristología, en esta materia tan fundamental del
saber y del vivir cristiano, una cosa tan importante y decisiva, se elaboró más
desde las cartas de Pablo, que desde los evangelios de Jesús. Por eso, los
temas de la divinidad y la redención han tomado más importancia, y han sido más
determinantes, que la humanización de Dios en Jesús. Y las grandes
preocupaciones de Jesús en su vida terrena: la salud de la gente, la comida de
todos unidos, las mejores relaciones humanas.
Tenemos que rehacer una "cristología
desde el seguimiento". No se trata de olvidar a san Pablo. Se trata de
ponerlo en su sitio. Y al Jesús histórico en el centro.
Beato Bartolomé Gutiérrez y Compañeros
Mártires
Nació en México en 1580. Muy joven entró en la Orden de San Agustín. Ya
sacerdote, pidió ser enviado a las misiones. Con Fray Pedro Solís, viajó en
1605 a Manila en donde ocupó primero durante seis años el cargo de maestro de
novicios. Por fin, en 1612, se embarcó para Japón.
En 1613 el emperador Taicosama expulsó a todos los misioneros. Bartolomé
regresó a Manila, pero a petición de sus fieles, al cabo de cinco años pudo
volver disfrazado a Japón, donde trabajó quince años. Al fin, traicionado, lo
aprehendieron, y después de muy crueles suplicios, lo hicieron morir a fuego
lento en Omura, Japón, el 3 de septiembre de 1632. Fue beatificado por el Papa
Pío IX el 22 de mayo de 1867.
Beato Bartolomé Gutiérrez
Rodríguez, Biografía
Nació en la ciudad de México el 4 de septiembre de 1580, hijo de Alonso
Gutiérrez y Ana Rodríguez. Fue bautizado en la parroquia de Sagrario
Metropolitano. Con 16 años ingresa a la orden agustina; hizo sus estudios en el
convento de Yuriria, Michoacán, profesando el 1 de junio de 1597. Ordenado
sacerdote, fue trasladado a Puebla al convento de San Agustín. Por estas fechas
ya tenía deseos de ser misionero y mártir, sus hermanos de religión se burlaban
de él porque era muy gordo y no podría soportar las fatigas del misionero. Pero
el respondía con jocosidad: “Tanto mejor, así habrá más reliquias que repartir
cuando muera mártir, porque algún día iré a Filipinas y de allí a Japón donde
moriré por la Fe de Cristo”. Sus palabras resultaron proféticas.
El 22 de febrero de 1606 se embarcó en Acapulco y llego a Filipinas el 1 de
mayo siguiente. Allí, los superiores al ver sus cualidades, lo nombraron
maestro de novicios, desempeñando este cargo durante un sexenio. Tenía una gran
facilidad para los idiomas, era un buen latinista y aprendió pronto el japonés
a pesar de las dificultades de esta lengua. En 1612 se embarca a Japón y en
1613 es nombrado prior del convento de Usuki; como dominaba bien el idioma
japonés, se entregó de lleno a la evangelización, teniendo pronto a su cargo
una gran comunidad de fieles. En 1614 hubo un decreto de expulsión para los
religiosos y en noviembre de este año el Beato Bartolomé fue capturado y
expulsado de Japón, volviendo a Filipinas, donde nuevamente fue maestro de
novicios. En Japón la persecución recrudeció a raíz del martirio del Beato
Fernando de San José Ayala, OSA y las demandas de refuerzos llegaban a Manila
porque los fieles ocupaban pastores. Algunas crónicas precisan que se pedía la
vuelta del Padre Bartolomé Gutiérrez porque este había dejado un buen recuerdo.
Así, el provincial designó que volviera a Japón acompañado del Beato Pedro de
Zúñiga, regresando ambos a tierra de misión el 12 de agosto de 1618.
Ejerció un ministerio ejemplar entre sus fieles, estimulando por su fervor,
sosteniendo a los débiles en la fe, predicando y administrando los sacramentos
a escondidas. Venció innumerables peligros para llevar a Cristo a los creyentes
y para no ser detenido, vivía en los campos y bosque; vivió pobremente, padeció
las inclemencias del clima y también el hambre. A esto él añadió ayunos,
vigilias y tales maceraciones, que aquel joven robusto de 25 años se convirtió
en un hombre enjuto y seco que no parecía tener más que huesos y piel.
De él se platica que Dios lo protegió de manera milagrosa cuando se
escondía. En una ocasión escapó de sus perseguidores gracias a que una araña
tejió su telaraña en un rincón de la casa donde se escondía. Otra vez salió al
encuentro de sus captores tocando un instrumento musical sin ser notado por ello.
También sucedió que una buena mujer lo escondió en su casa, llegaron los
guardias y le preguntaron por él, entonces ella sufrió un ataque de nervios y
se reía mucho, pensaron los oficiales que quería congraciarse con ellos
mientras les señalaba que adentro y lo tomaron a burla y se marcharon sin
revisar. Así fue que desarrolló su apostolado hasta 1629, en que llego a
Nagasaki como gobernador un hombre llamado Tacanga. Este fue un cruel
perseguidor y redobló las pesquisas y castigos. También respiraba mucho odio
contra el Beato Bartolomé y los agustinos porque en el reino de Bungo habían
fundado el primer convento y para acabar de componerla, el religioso había
convertido al cristianismo a varios familiares suyos.
Víctima de una traición, el Beato Bartolomé fue sorprendido y arrestado el
10 de noviembre de 1629, junto con el catequista y ahora Beato Juan Shozaburo y
otros tres auxiliares con los que fue enviado a la cárcel de Nagasaki, allí se
reunieron pronto con él los religiosos agustinos Francisco de Jesús Terrero y
Vicente de San Antonio Carvalho. Desde 1618 él había sido el sostén y promotor
de la comunidad cristiana local, ahora ya detenido, el Tirano Tacanga se alegró
porque iba a escarmentarlo para infundir miedo en el reino. Luego fue
trasladado a la cárcel de Omuro, por considerarse que era un lugar más cruel.
En su traslado fue notoria su tranquilidad y resignación así como la alegría
con que cantaba himnos a Dios en acción de gracias. Aquí languideció durante
dos años. En 1630 tuvo la oportunidad de escribir al provincial: “por estar al
presente por horas y momentos esperando la muerte” dando noticias no menos
interesantes sobre sus compañeros y circunstancias de su prisión. En 1631
vuelve a Nagasaki en compañía de sus hermanos de hábito Francisco de Jesús y
Vicente de San Antonio así como el Jesuita Antonio Ixda, encontrado en la
prisión al hermano franciscano Gabriel de la Magdalena. Los hicieron sufrir la
tortura del agua sulfurosa en el Monte Unge, fueron llevados al lago de Arima,
de aguas hirvientes, con las que eran bañadas sus carnes hasta escaldarlos y
desollarlos creyendo que así renegarían de la fe. Esta dolorosísima prueba, de
la que muchos salían apostatando, fue ganada por los mártires. Los suplicios
fueron verdaderamente espantosos y se prolongaron por un mes, repitiéndose el
castigo por lo menos dos veces al día, lo que tuvieron que padecer, todo el
cuerpo hecho una llaga, no es fácil de imaginar.
Al ver que no se lograba ningún retroceso, fueron devueltos a Nagasaki,
donde se les condenó a morir en la hoguera. Todavía la víspera, Tacanga les
ofreció la libertad si apostataban, pero permanecieron firmes en la fe. La
sentencia se llevó a cabo el 3 de septiembre de 1632. Al llegar al lugar del
suplicio, entonaron, como era la costumbre entre quienes eran sacrificados, el
salmo 116 “Laudate Dominum omnes gentes”, luego los ataron con lazos muy
frágiles, para que se pudieran romper si decidían renegar. La leña era verde y
llena de lodo para que ardiera con dificultad. Al ser encendido el fuego, el
Beato Vicente Carvalho sacó su crucifijo y levantándolo en alto exclamo
“¡Adelante valerosos soldados de Jesucristo! ¡Viva nuestra fe y por ella
valerosamente muramos!”.
El Beato Bartolomé Gutiérrez dejo varios escritos. Explicación de la
doctrina cristiana la Relación del suceso de la prisión y dichoso fin de los
bienaventurados mártires Pedro de Zúñiga y Luis Flores y la Relación del
martirio que padecieron otros religiosos en el Japón en el mes de septiembre de
1622. Este grupo de misioneros cierra el elenco de os mártires encabezados por
el Beato Alfonso de Navarrete.
A continuación se refiere una
breve semblanza de los beatos martirizados junto Beato Bartolomé Gutiérrez.
Beato Vicente
de San Antonio Simoes de Carvalho
Nació en 1590 en Albufeiora, Portugal, siendo sus padres Antonio Simoes y
Catalina Pereiro, quienes le dieron una buena educación. Ingresó con los
agustinos en el convento de Santa María de Gracia, donde profesó y fue ordenado
sacerdote. En 1621 estuvo en México, en 1622 en Filipinas y en 1623 en Japón;
por casi seis años se consagró al ministerio en secreto y logró mucho fruto,
burlando, también la vigilancia de los espías hasta que finalmente fue
capturado.
Beato Francisco
de Jesús Terrero Pérez
Nació en 1590 en Villa Mediana, Palencia, siendo hijo de Pedro Terrero y
María Pérez, ambos de ascendencia noble y familias ricas. A los 8 años quedó
huérfano y fue educado por dos tíos suyos que eran sacerdotes; con 16 años
ingresa a la orden de San Agustín en Valladolid, luego de profesar en esa
orden, hizo estudios sacerdotales recibiendo por fin el presbiterado. En 1621
estuvo en México, luego se trasladó a filipinas y por último a Japón, donde fue
vicario Provincial. Estudió el japonés para poder transmitir el Evangelio, su
apostolado lo hacía de noche y con muchos peligros, tuvo que vivir en una cueva
para no ser descubierto. Las crónicas dicen que bautizó cerca de 7000 fieles.
Beato Antonio Ixhida Kyutaku S.J.
Nació en el año de 1570 en Ximabaro, reino de Arima. Con 19 años ingreso a
la Compañía de Jesús, donde profesó y fue ordenado; como conocía de fondo las
religiones paganas y tenía buena elocuencia, su ministerio se valió de esto
para tener mucho provecho. Desafiaba los peligros para llevar el consuelo a los
cristianos encarcelados, burlando la vigilancia de los soldados.
Beato Jerónimo de la Cruz Jo ó de
Torres
Nació en Nagasaki, de joven estudió con los padres franciscanos que lo
enviaron a Filipinas para continuar sus estudios; una vez profesó fue ordenado
sacerdote y su ministerio lo hacía entre sus compatriotas exiliados con
abundancia de buenos resultados. Entonces cambio su apellido Jo por el español
de Torres. El Beato amaba mucho a su patria y oraba a Dios suplicándole el fin
de las persecuciones. En 1628 volvió a Japón para ayudar con su ministerio a
sus hermanos perseguidos. Breve fue su trabajo, pues fue apresado en 1629.
Beato Gabriel de la Magdalena
Tarazona Rodríguez
Nació en Sonseca, Toledo en octubre de 1567, hijo de Pedro Tarazona e Isabel
Rodríguez. Recibió el bautismo el 22 de octubre del mismo año y la confirmación
el 16 de junio de 1571. Estudio y ejerció la medicina y a los 30 años ingresó
como hermano lego en la orden Franciscana, en la rama alcantarina. Su ardiente
amor a Cristo y la salvación de las almas le hicieron ir a Japón, a donde llegó
en 1606. Estuvo en Osaka, donde se dedicó a curar almas y cuerpos. En 1613 se
desató una persecución, muchos religiosos fueron expulsados, pero él logró
esconderse en Nagasaki; su fama era tal que se decía que por sus conocimientos
de medicina, podría ser médico del propio emperador. Tuvo fama de tener gran
religiosidad, de hacer curaciones milagrosas, de levitar mientras oraba y tener
el don de la bilocación. En 1630 fue apresado y llevado a la cárcel de Omura,
de donde fue sacado para curar al propio Gobernador y su familia, así como para
atormentarlo luego con las aguas sulfurosas. Murió en la hoguera y sus cenizas,
como las de sus compañeros, fueron arrojadas al mar.
Culto
Estos beatos integran un numeroso grupo de 205 mártires encabezados por el
Beato Alfonso Navarrete y fueron elevados al honor de los altares el 7 de julio
de 1867 por el Beato Pio IX. El Beato Bartolomé Gutiérrez recibe culto
litúrgico en México el 2 de septiembre con el grado de memoria opcional y las
oraciones de la misa y la liturgia de las horas se refieren únicamente a él.
aciprensa.com/
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