jueves, 11 de noviembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 13 - DE NOVIEMBRE – SÁBADO – 32ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Leandro de Sevilla

  


13 - DE NOVIEMBRE – SÁBADO –

 32ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Leandro de Sevilla

 

    Lectura del libro de la Sabiduría (18,14-16;19,6-9):

 

Un silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó, como paladín inexorable, desde el trono real de los cielos al país condenado; llevaba la espada afilada de tu orden terminante; se detuvo y lo llenó todo de muerte; pisaba la tierra y tocaba el cielo. Porque la creación entera, cumpliendo tus órdenes, cambió radicalmente de naturaleza, para guardar incólumes a tus hijos.

Se vio la nube dando sombra al campamento, la tierra firme emergiendo donde había antes agua, el mar Rojo convertido en camino practicable y el violento oleaje hecho una vega verde; por allí pasaron, en formación compacta, los que iban protegidos por tu mano, presenciando prodigios asombrosos. Retozaban como potros y triscaban como corderos, alabándote a ti, Señor, su libertador.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 104,2-3.36-37.42-43

 

R/. Recordad las maravillas que hizo el Señor

 

Cantadle al son de instrumentos,

hablad de sus maravillas;

gloriaos de su nombre santo,

que se alegren los que buscan al Señor. R/.

 

Hirió de muerte a los primogénitos del país,

primicias de su virilidad.

Sacó a su pueblo cargado de oro y plata,

y entre sus tribus nadie tropezaba. R/.

 

Porque se acordaba de la palabra sagrada

que había dado a su siervo Abrahán,

sacó a su pueblo con alegría,

a sus escogidos con gritos de triunfo. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8):

 

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»

Y el Señor añadió:

«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

 

Palabra del Señor

 

1.   Llama la atención el hecho de que Jesús, cuando habló sobre la oración, la forma de orar que más recomendó y en la que más insistió, fue la oración de petición. Recalcando la importancia de la petición insistente, sin desfallecer, ni cansarse, por muy difícil de resolver que sea el asunto por el que se pide. Y por mucho que tarde en resolverse.

Es evidente que Jesús vio, en esta forma concreta de oración, la plegaria o la súplica, la práctica que más necesitamos en cuanto se refiere a la práctica de la oración al Padre del cielo.

 

2.   El caso o ejemplo concreto, que aquí presenta Jesús, es tan extraño, que roza lo extravagante. No es imaginable que un individuo tan degenerado, que ni temía a Dios ni le importaban los hombres, un tipo así, fuera designado como juez.

Más extraño resulta que un individuo así llegara a temer que una pobre viuda le pudiera pegar en la cara.

¿Es imaginable un hombre, que ocupa un cargo relevante, tan degenerado y tan cobarde? 

Así las cosas, el argumento de Jesús es decir a sus discípulos: "si semejante individuo escucha y responde a lo que se le pide, ¿no va a escuchar y responder vuestro Padre, el Padre que más os quiere?"

 

3.   Es evidente que, para Jesús, la oración es importante en la vida cristiana.

Téngase en cuenta que incluso el "Padre nuestro" es también una secuencia de peticiones. No es extraño encontrar cristianos que ponen serias objeciones al significado mismo de la oración de súplica.  Porque pedirle a Dios cosas que necesitamos, ¿para qué se hace? ¿Para informar a Dios de lo que necesitamos? - ¿Para hacerle querer lo que, en principio Dios no querría?

No se trata ni de lo uno ni de lo otro. A Dios acudimos a pedirle cosas que necesitamos porque es humano pedir ayuda cuando nos vemos en apuros, cuando nos sentimos apremiados por la carencia, la urgencia, le necesidad de algo que nos preocupa, nos angustia, o simplemente es algo que anhelamos. Pero lo más profundo e importante, que se expresa en esta enseñanza de Jesús, es convencernos de que todos necesitamos de la oración. Es determinante, para el creyente, el diálogo con el Padre, el recurso al Padre, la relación con Él.

Si Jesús mismo lo necesitó y lo frecuentó, ¿no lo vamos a necesitar nosotros?

San Leandro de Sevilla


 

 

Leandro, arzobispo de Sevilla, hermano de los santos Fulgencio, Florentina e Isidoro, presidió el III Concilio de Toledo (año 589), en el que se logró la conversión del rey visigodo Recaredo y la unidad católica de la nación.

Murió hacia el año 600, y su cuerpo fue trasladado a la catedral hispalense.

 

      BREVE BIOGRAFIA

 

     Nació en Cartagena, hacia el año 540. Pertenecía a una familia de santos: sus hermanos Isidoro (que le sucedería como Obispo de Sevilla), Fulgencio (Obispo de Écija) y Florentina, le acompañan en el santoral.

   Elegido Obispo de Sevilla, creó una escuela, en la que se enseñaban no sólo las ciencias sagradas, sino también todas las artes conocidas en aquel tiempo. Entre los alumnos, se encontraban Hermenegildo y Recaredo, hijos del rey visigodo Leovigildo. Allí comenzó el proceso de conversión de Hermenegildo, que lo llevaría a abandonar el arrianismo y a abrazar la fe católica. Y, también, el enfrentamiento con su padre, que desembocaría en una guerra. A consecuencia de esta guerra, a Leandro le tocó ir al destierro.

   Cuando mejoró la situación, pudo volver a Sevilla. Hermenegildo había sido ajusticiado por orden de su padre. Pero este, en los últimos años de su vida, influenciado, sin duda, por el testimonio del hijo mártir, aconsejó bien a su otro hijo, Recaredo, que le sucedería en el trono. El nuevo rey, aconsejado por Leandro, convocó el Concilio III de Toledo, en el que rechazó la herejía arriana y abrazó la fe católica.

   A Leandro le debemos no sólo la conversión del rey, sino también el haber contribuido al resurgir de la vida cristiana por todos los rincones de la Península: se fundaron monasterios, se establecieron parroquias por pueblos y ciudades, nuevos Concilios de Toledo dieron sabias legislaciones en materias religiosas y civiles...

   Se ha dicho que Leandro fue un verdadero estadista y un gran santo. Y es verdad. Porque, al mismo tiempo que desarrollaba esa vasta labor como hombre de Estado, nunca olvidaba que, como obispo, su ministerio le exigía una profunda vida religiosa y una dedicación pastoral intensa a su pueblo. Predicaba sermones, escribía tratados teológicos, dedicaba largos ratos a la oración, a la penitencia y al ayuno...

   Murió el Obispo Leandro, en Sevilla, hacia el año 601. Su fiesta se celebra el 13 de noviembre.

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