miércoles, 17 de noviembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 18 - DE NOVIEMBRE – JUEVES – 33ª – SEMANA DEL T. O. – B – DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

  


 

18 - DE NOVIEMBRE – JUEVES –

 33ª – SEMANA DEL T. O. – B –

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO


    Lectura del segundo libro de los Macabeos 2, 15.29

 

En aquellos días, los funcionarios reales encargados de hacer apostatar por la fuerza llegaron a Modín, para que la gente ofreciese sacrificios, y muchos israelitas acudieron a ellos. Matatías se reunió con sus hijos, y los funcionarios del rey le dijeron: «Eres un personaje ilustre, un hombre importante en este pueblo, y estás respaldado por tus hijos y parientes.

Adelántate el primero, haz lo que manda el rey, como lo han hecho todas las naciones, y los mismos judíos, y los que han quedado en Jerusalén. Tú y tus hijos recibiréis el título de grandes del reino, os premiarán con oro y plata y muchos regalos.»

Pero Matatias respondió en voz alta:

«Aunque todos los súbditos en los dominios del rey le obedezcan, apostatando de la religión de sus padres, y aunque prefieran cumplir sus órdenes, yo, mis hijos y mis parientes viviremos según la alianza de nuestros padres. El cielo nos libre de abandonar la ley y nuestras costumbres. No obedeceremos las órdenes del rey, desviándonos de nuestra religión a derecha ni a izquierda.»

Nada más decirlo, se adelantó un judío, a la vista de todos, dispuesto a sacrificar sobre el ara de Modin, como lo mandaba el rey. Al verlo, Matatias se indignó, tembló de cólera y en un arrebato de ira santa corrió a degollar a aquel hombre sobre el ara. Y entonces mismo mató al funcionario real, que obligaba a sacrificar, y derribó el ara. Lleno de celo por la ley, hizo lo que Fineés a Zinirí, hijo de Salu.

Luego empezó a gritar a voz en cuello por la ciudad:

«El que sienta celo por la ley y quiera mantener la alianza, ¡que me siga!»

Después se echó al monte con sus hijos, dejando en el pueblo cuanto tenía. Por entonces, muchos bajaron al desierto para instalarse allí, porque deseaban vivir según derecho y justicia.

 

    Sal 49,1-2.5-6.14-15 R/.

Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

El Dios de los dioses, el Señor, habla:

convoca la tierra de oriente a occidente.

Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece. R/.

 

«Congregadme a mis fieles,

que sellaron mi pacto con un sacrificio.»

Proclame el cielo su justicia;

Dios en persona va a juzgar. R/.

 

«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,

cumple tus votos al Altísimo

e invócame el día del peligro:

yo te libraré, y tú me darás gloria.» R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 41-44


    En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:

«¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos.

Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.»

 

Palabra de Dios


1.  Hay autores que piensan que este relato no corresponde a algo que realmente ocurrió al llegar Jesús a Jerusalén. Y la razón que dan, los que piensan así, es que aquí se refiere un hecho (la toma de Jerusalén por los romanos) que ya se había producido cuando se redactó el texto que se recoge en este evangelio.

¿Tienen razón quienes ponen en duda la historicidad de este relato?

Lo más seguro es que no la tienen. Porque la guerra de los romanos contra los judíos es bien conocida, sobre todo por la detallada descripción que de ella hace Flavio Josefo en el De Bello Judaico. Pero resulta que los datos más importantes de aquella guerra no quedan ni insinuados en lo que dice el evangelio de Lucas.

No parece, pues, que esto fuera un vaticinium ex evento, contar como profecía lo que ya había sucedido.

 

2.  Es seguro que Jesús, al ver la ciudad, el magnífico símbolo de Jerusalén como centro de la religiosidad de Israel, se emocionó hasta el punto de echarse a llorar. Y llorar con la más profunda tristeza.

Por otra parte, Jesús sabía que allí le esperaba el fin de sus días. Y de la forma más trágica posible. Jesús veía como inevitable, no solo su dramático final, sino además la dispersión de su pueblo y las mil persecuciones de que ese pueblo ha sido víctima y a costa de tantas víctimas humanas.  

Jesús lloraba como ser humano amenazado de la más brutal de las torturas mortales. Y como israelita, lloraba por el final desastroso de su patria y de una historia que, a partir de entonces, quedó quebrada para siglos y siglos.

 

3.  Es dramático, pero desgraciadamente real: la ciudad más religiosa del mundo es también la ciudad que concentra y que simboliza tanta violencia y acumula tantos dramas humanos y religiosos.

¿Por qué se produce la contradictoria relación -la casi constante relación- entre religión y violencia?

Si hacemos de la religión la forma de presencia, en el mundo, del Dios Único, del Absoluto sobre todos los demás dioses imaginables, es evidente que eso conduce sin remedio a la violencia.

Dos, tres, "dioses únicos y absolutos" no pueden coexistir. Son excluyentes. Y lucharán hasta destruirse. No. Por ese camino no vamos a ninguna parte. O, mejor dicho: vamos a la autodestrucción total.

Decididamente, tenemos que entender la religión de otra manera. La religión es siempre la representación inmanente que los mortales nos hacemos del trascendente.  Por tanto, es y será siempre una representación incompleta (nadie puede abarcar totalmente a Dios). Y, entonces, la tarea de las religiones no es la defensa de la Verdad, sino la búsqueda del Trascendente, al que progresivamente nos vamos acercando, si es que lo buscamos sinceramente.

                     

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO





Ya en el siglo XII se celebraba en la basílica vaticana de San Pedro y en la basílica de San Pablo, en la vía Ostiense, el aniversario de las respectivas dedicaciones, hechas por los santos papas Silvestre y Siricio en el siglo IV.

Esta conmemoración se extendió posteriormente a todo el rito romano. Del mismo modo que en el aniversario de la basílica de Santa María la Mayor (el día 5 de agosto) se celebra la maternidad de la Santísima Virgen, así hoy son honorados los dos principales apóstoles de Cristo.

La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua.

La construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.

Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza abajo) y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica.

Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido siempre el templo más famoso del mundo.

La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión.

Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola). Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Ángel y Bernini. Su hermosura es impresionante.

Hoy recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición cuenta que allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las tales tres fontantas).

La antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir".

Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos que han sido los católicos de todos los tiempos para que nuestros templos sean lo más hermoso posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para mantener bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia.

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario