21 - DE
NOVIEMBRE – DOMINGO –
34ª – SEMANA DEL T. O. – B –
Jesucristo, Rey del Universo –
Ciclo B
Presentación de santa
María Virgen
Lectura de la profecía de Daniel
(7,13-14):
Mientras miraba,
en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre,
que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio;
todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no
pasa, su reino no tendrá fin.
Palabra de
Dios
Salmo: 92,1ab.1c-2.5
R/. El Señor reina, vestido de majestad
El Señor reina,
vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.
Así está firme el
orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.
Tus mandatos son
fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.
Lectura del libro del Apocalipsis
(1,5-8):
Jesucristo es el
testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de
la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre,
nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria
y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes.
Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la
tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: «Yo soy el
Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»
Palabra de
Dios
Lectura del santo evangelio según
san Juan (18,33b-37):
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres
tú el rey de los judíos?»
Jesús le contestó:
«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros
de mí?»
Pilato replicó:
«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los
sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
Jesús le contestó:
«Mi reino no es de este mundo. Si mi
reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en
manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo:
«Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó:
«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he
nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el
que es de la verdad escucha mi voz.»
Palabra del
Señor
Fiesta de Cristo Rey.
Como la Iglesia siempre va por sus
caminos, el próximo domingo termina el año litúrgico, con más de un mes de
anticipación al año civil. Los domingos posteriores los dedicaremos a preparar
la Navidad (tiempo de Adviento) y a celebrarla. Pero ahora nos toca cerrar el
año, y la Iglesia lo hace con la fiesta de Cristo Rey.
Motivo y sentido de la fiesta
No se trata de una fiesta muy antigua,
la instituyó Pío XI en 1925. Por eso, cuando se buscan imágenes de Cristo Rey
en Internet, aparece una serie de estampitas horribles, de pésimo gusto, en las
que siempre lleva una corona en la cabeza. En cambio, el arte románico y el
gótico, cuando representan a Jesús en majestad lo hacen como Maestro, con la
mano derecha levantada en señal de enseñar, no como Rey.
¿Por qué quiso Pío XI subrayar este
aspecto? Para comprenderlo hay que recordar la fecha de la institución de la
fiesta: 1925. La Primera Guerra Mundial ha terminado hace siete años. Alemania,
Francia, Italia, Rusia, Inglaterra, Austria, incluso los Estados Unidos, han
tenido millones de muertos. La crisis económica y social posterior fue tan dura
que provocó la caída del zar y la instauración del régimen comunista en Rusia
en 1917; la aparición del fascismo en Italia, con la marcha sobre Roma de
Mussolini en 1922, y la del nazismo, con el Putsch de Hitler en 1923. Mientras
en los Estados Unidos se vive una época de euforia económica, que llevará a la
catástrofe de 1929, en Europa la situación de paro, hambre y tensiones sociales
es terrible.
Ante esta situación, Pío XI no hace un
simple análisis socio-político-económico. Se remonta a un nivel más alto, y
piensa que la causa de todos los males, de la guerra y de todo lo que siguió,
fue el “haber alejado a Cristo y su ley de la propia vida, de la familia y de la
sociedad”; y que “no podría haber esperanza de paz duradera entre los pueblos
mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de
Cristo Salvador”. Por eso, piensa que lo mejor que él puede hacer como
Pontífice para renovar y reforzar la paz es “restaurar el Reino de Nuestro
Señor”. Las palabras entre comillas las he tomado del comienzo de la
encíclica Quas primas, con la que instituye la fiesta.
La posible objeción es evidente:
- ¿se pueden resolver tantos problemas
con la simple instauración de una fiesta en honor de Cristo Rey?,
- ¿conseguirá una fiesta cambiar los
corazones de la gente?
Los casi cien años que han pasado desde
entonces demuestran que no.
Por eso, en 1970 se cambió el sentido de
la fiesta. Pío XI la había colocado en el mes de octubre, el domingo anterior a
Todos los Santos. En 1970 fue trasladada al último domingo del año litúrgico,
como culminación de lo que se ha venido recordando a propósito de la persona y
el mensaje de Jesús.
Ahora, la celebración no pretende
primariamente restaurar ni reforzar la paz entre las naciones sino felicitar a
Cristo por su triunfo. Como si después de su vida de esfuerzo y dedicación a
los demás hasta la muerte le concedieran el mayor premio.
Las lecturas
La primera lectura, de Daniel, anuncia
el triunfo del Hijo del Hombre, que recibe el poder y la gloria.
…A él se le dio
imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido
jamás.
La segunda, del Apocalipsis, llama a
Jesús “Príncipe de los reyes de la tierra”. Pero no se considera por encima de
nosotros ni lejos de nosotros. “Nos ama y nos ha lavado con su sangre”, y nos
hace compartir su dignidad convirtiéndonos en un “reino de sacerdotes”. Tras la
desaparición de la monarquía judía, esta expresión significaba que el pueblo
estaría regido por sacerdotes. El Apocalipsis lo enfoca de manera distinta: no
exalta el poder de los sacerdotes, sino el carácter sacerdotal del pueblo de
Dios.
…y ha hecho de
nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder
por los siglos. Amén.
La tercera, del evangelio de Juan,
ofrece una visión más crítica de la realeza. Es un auténtico interrogatorio, en
el que Pilato formula cuatro preguntas; pero Jesús no es un acusado que se
limita a responder. A la primera pregunta responde con otra pregunta casi
insultante para un prefecto romano. A la segunda, “¿Qué has hecho?”, tampoco
responde. Se remonta a la pregunta inicial de Pilato sobre si es el rey de los
judíos, y se expresa de forma tan desconcertante, hablando de “un reino que no
es de aquí”, que a Pilato no le quedan las ideas claras. Su pregunta final no
es “¿Eres tú el rey de los judíos”, sino “¿Luego tú eres rey?”.
La dimensión nacionalista desaparece; lo importante es la realeza misma de
Jesús. Después de lo anterior, lo lógico sería que Jesús se limitase a
responder: “Sí, soy rey”. En cambio, añade algo absolutamente nuevo: no ha
venido a gobernar, ni a recibir honor y gloria, sino a dar testimonio de la
verdad. Si recordamos que él es “el camino, la verdad y la vida”, Jesús ha
venido a dar testimonio de sí mismo, a darse a conocer, a demostrar a la gente
que “tanto amó Dios al mundo, que le dio a su hijo unigénito”. Un testimonio
por el que lo acusarán de blasfemo y que, entre otros motivos, le costará la
vida.
…Entonces
Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el
Rey de los judíos?" Respondió Jesús: "¿Dices eso por tu cuenta, o es
que otros te lo han dicho de mí?" Pilato respondió: "¿Es que yo
soy judío?
- Tu
pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?"
Respondió Jesús: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este
mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero
mi Reino no es de aquí."
- Entonces
Pilato le dijo: "¿Luego tú eres Rey?" Respondió Jesús: "Sí, como
dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar
testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."
Reflexión personal
Generalmente esperamos de la homilía que
nos ilumine y nos anime a ser mejores, a vivir de acuerdo con la enseñanza y el
ejemplo de Jesús. Y esto es esencial si tenemos en cuenta las últimas palabras
del evangelio: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Pero la fiesta de
Cristo Rey nos invita también a felicitar, dar la enhorabuena a quien tanto ha
hecho por nosotros.
Al mismo tiempo, el sentido primitivo de
la fiesta encaja perfectamente con la situación que vivimos hoy de problemas
sociales, políticos y económicos. No podemos ser ingenuos en las soluciones,
pero tampoco podemos negarle la razón a Pío XI: si el mundo viviese de acuerdo
con el evangelio, otro gallo nos cantaría.
Presentación de santa
María Virgen
En este día en que se recuerda la
dedicación, en el año 543, de la iglesia de Santa María la Nueva, construida
cerca del templo de Jerusalén, celebramos, junto con los cristianos de la
Iglesia oriental, la «dedicación» que María hizo de sí misma a Dios, ya desde
su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su
concepción inmaculada.
Ana y Joaquín, en un acto de fe quisieron darle gracias a Dios por el
nacimiento de esta niña.
Esta fiesta arranca desde el lejano año 543. Fue el tiempo en que se dedicó
una basílica a “La Virgen María la Nueva”.
Se levantó en el mismo monte Sión en la explanada del Templo.
Las Iglesias orientales, muy sensibles ante las fiestas marianas, conmemoran
este día la Entrada de María en el Templo para indicar que, aunque era
purísima, no obstante, cumplía con los ritos antiguos de los judíos para no
llamar la atención.
La liturgia bizantina la trata como "la fuente perpetuamente manante
del amor, el templo espiritual de la santa gloria de Cristo Nuestro
Señor".
En Occidente, se la presenta como el símbolo de la consagración que la
Virgen Inmaculada hizo de sí misma al Señor en los albores de su vida
consciente.
Este episodio de la Virgen María no se encuentra en los cuatro evangelios.
Sí que aparece, por el contrario, en un libro apócrifo, el “Protoevangelio de
Santiago”.
Pero, como siempre, quien manda es el pueblo cristiano. Desde siempre la
espiritualidad y la piedad popular han estado marcadas y han subrayado la
disponibilidad de María la Virgen ante los mandatos e insinuaciones mínimas del
Señor Dios.
Por eso, tanto en Occidente como en Oriente esta fiesta tuvo en seguida un
éxito resonante entre todos los cristianos.
María estaba destinada a ser un templo vivo de la divinidad. Según este
evangelio apócrifo, la escena no puede ser más sencilla:" Ana y Joaquín, en
un acto de fe y de cortesía, quisieron darle gracias a Dios por el nacimiento
de esta niña".
No pensaron una cosa mejor que consagrársela de por vida. Cuando tenía tres
años, la llevaron al Templo, la cogió un sacerdote mediante unas palabras que
recuerdan el Magnificat, el himno del Virgen María en acción de gracias por lo
que el Señor había hecho con ella.
Esta fiesta data del siglo VI.
¡Felicidades a quienes lleven este nombre y las Hermanas de la Presentación!
Fuente: Catholic.net
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