sábado, 6 de noviembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 - DE NOVIEMBRE – LUNES – 32ª – SEMANA DEL T. O. – B – Beato Juan Duns Escoto

 

                                                   


  

8 - DE NOVIEMBRE – LUNES –

32ª – SEMANA DEL T. O. – B –

Beato Juan Duns Escoto

 

    Comienzo del libro de la Sabiduría (1,1-7):

 

   Amad la justicia, los que regís la tierra, pensad correctamente del Señor y buscadlo con corazón entero. Lo encuentran los que no exigen pruebas, y se revela a los que no desconfían.

    Los razonamientos retorcidos alejan de Dios, y su poder, sometido a prueba, pone en evidencia a los necios.

    La sabiduría no entra en alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado. El espíritu educador y santo rehúye la estratagema, levanta el campo ante los razonamientos sin sentido y se rinde ante el asalto de la injusticia.

    La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres que no deja impune al deslenguado; Dios penetra sus entrañas, vigila puntualmente su corazón y escucha lo que dice su lengua. Porque el espíritu del Señor llena la tierra y, como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 138,1-3a.3b-6.7-8.9-10

 

    R/. Guíame, Señor, por el camino eterno

 

   Señor, tú me sondeas y me conoces;

me conoces cuando me siento o me levanto,

de lejos penetras mis pensamientos;

distingues mi camino y mi descanso. R/.

 

   Todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,

y ya, Señor, te la sabes toda.

Me estrechas detrás y delante,

me cubres con tu palma.

Tanto saber me sobrepasa,

es sublime, y no lo abarco. R/.

 

   ¿Adónde iré lejos de tu aliento,

adónde escaparé de tu mirada?

Si escalo el cielo, allí estás tú;

si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. R/.

 

   Si vuelo hasta el margen de la aurora,

si emigro hasta el confín del mar,

allí me alcanzará tu izquierda,

me agarrará tu derecha. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,1-6):

 

   En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

    «Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca!

    Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.

    Tened cuidado.

    Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: "Lo siento", lo perdonarás.»

    Los apóstoles le pidieron al Señor:

    «Auméntanos la fe.»

    El Señor contestó:

    «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería.»

 

Palabra del Señor

 

1.  El "escándalo", tal como se suele entender en nuestra cultura, tiene sobre todo un sentido social: todo lo que representa un tropiezo que hace caer, algo así como una trampa.  Por eso, el problema del escándalo depende del sentido que tenga la caída.

Según los evangelios, Jesús fue motivo de "escándalo" (Mt 11, 6; 13, 57; 26, 31. 33...). De ahí que pueden darse situaciones en las que sea bueno el escándalo: cuando a alguien le hace caer de sus ideas equivocadas, de sus falsas seguridades, de sus sentimientos de superioridad o de estados de ánimo parecidos.

 

2.   Jesús rechaza frontalmente el escándalo que se les puede causar a los "pequeños", es decir, a los débiles, a los sencillos, a los que, mediante el escándalo, se les aleja de la rectitud, de la justicia y la honestidad.

Es indignante el comportamiento de aquellas personas que, por el cargo que ocupan o por el ejemplo que deben dar, escandalizan a tantas buenas personas.     Hablamos aquí de quienes empujan a otros a formas de conducta aberrantes, que les hunden para siempre en la culpa, la humillación, el resentimiento, la desesperanza, la desconfianza y la decepción total.

 

3.  Pero también es cierto que pueden darse circunstancias en las que el escándalo sea conveniente, incluso necesario. Escandalizar a los poderosos, para que se caigan de sus pedestales de falsa gloria, de engañosa dignidad, y así abandonen sus poltronas de instalación, eso puede ser excelente.  Sin duda, eso es lo que hacía Jesús.

Cuando Jesús cita a Is 26,19, en respuesta a los emisarios de Juan Bautista, afirmando que él se dedicaba a dar vida a los ciegos, a limpiar leprosos, a resucitar muertos, a dar la buena noticia a los pobres, el mismo Jesús termina diciendo: "¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!" (Mt 11, 6).

Es evidente que a quienes se escandalizan de que se les abran los ojos a los que van como ciegos por la vida, a esos les viene divinamente el escándalo. Lo necesitan. En este sentido, no deberíamos tener miedo a escandalizar a los puritanos, los prepotentes y los intolerantes.

 

Beato Juan Duns Escoto

 


En Colonia, de la Lotaringia, en Germania, beato Juan Duns Escoto, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, el cual, oriundo de Escocia, enseñó las disciplinas filosóficas y teológicas en Cantorbery, Oxford, París y, finalmente, en Colonia, como maestro preclaro de sutil ingenio y fervor admirable. Se le llama doctor sutil y mariano.

Nació en Escocia, en el actual Reino Unido.

Falleció 8 de noviembre de 1308 en Colonia, en el actual Alemania

Beatificado el 20 de marzo de 1993 por Juan Pablo II.

Celebración 8 de noviembre

Religioso de la Orden de Frailes Menores.

 

Vida de Beato Juan Duns Escoto

 

Juan Pablo II aprobó su culto el 20 de marzo de 1993.

 

Juan Escoto nació en Duns, en Escocia, hacia 1265, entró en la Orden de los Hermanos Menores hacia 1280 y fue ordenado sacerdote el 17 de abril de 1291. Completó los estudios entre 1291 y 1296 en París.

 

Luego enseñó en Cambridge, Oxford y París, como bachiller, comentaba las “Sentencias” de Pedro Lombardo.

 

Tuvo que abandonar la universidad, por no haber querido firmar una apelación al Concilio contra Bonifacio VIII, promovida por Felipe el Hermoso, rey de Francia.

 

Regresó allí el año siguiente para obtener el doctorado, con una carta de presentación del Ministro general de la Orden, Padre Gonzalo Hispánico, que había sido su maestro, en la cual lo recomendaba como plenamente docto “sea por la larga experiencia, sea por la fama que se había extendido por todas partes, de su vida laudable, de su ciencia excelente y del ingenio sutilísimo” del candidato.

 

A fines de 1307 Juan Duns Escoto estaba en Colonia, donde enseñó. Quizás no hay doctor medieval más sobresaliente que este franciscano escocés, que estudió en Oxford, enseñó en París, fue expulsado por Felipe el Hermoso porque no quiso firmar la apelación antipapal y murió en Colonia, a la edad en que los otros filósofos comienzan a producir, como si la llama del pensamiento le hubiese quemado la juventud.

 

El título de “Doctor Sutil” que le dieron, dice toda su sublimidad. Sus teorías sobre la Virgen y sobre la encarnación obtienen después de siglos la confirmación en el dogma de la Inmaculada Concepción y en el culto a la realeza de Cristo.

 

Elabora el misticismo pensante de San Buenaventura. Escoto es un metafísico y un teólogo.

 

Empleó su agudeza de ingenio en la sistematización de los grandes amores de San Francisco: Jesucristo y la Virgen Santísima. La posteridad también lo ha llamado “Doctor del Verbo Encarnado” y “Doctor Mariano”.

 

Tuvo numerosos discípulos y muy pronto llegó a ser y siguió siendo el jefe de la escuela franciscana, que se inició con el Beato Alejandro de Hales, se desarrolló con San Buenaventura, doctor Seráfico de la Iglesia, y llegó a su culminación en el Beato Juan Duns Escoto.

 

Su doctrina está en perfecta armonía con su espiritualidad.

 

Después de Jesús, la Virgen Santísima ocupó el primer puesto en su vida. Duns Escoto es el teólogo por excelencia de la Inmaculada Concepción.

 

El estudio de los privilegios de María ocupó un puesto importantísimo en su vida. En una disputa pública, permaneció silencioso hasta que unos 200 teólogos expusieron y probaron sus sentencias de que Dios no había querido libre de pecado original a la Madre de su Hijo.

 

Por último, después de todos, se levantó Juan Duns Escoto, tomó la palabra, y refutó uno por uno todos los argumentos aducidos contra el privilegio mariano; y demostró con la Sagrada Escritura, con los escritos de los Santos Padres y con agudísima dialéctica, que un tal privilegio era conforme con la fe y que por lo mismo se debía atribuir a la gran Madre de Dios. Fue el triunfo más clamoroso en la célebre Sorbona, sintetizado en el célebre axioma: “Potuit, decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo)”.

 

En Colonia, donde enseñaba, murió el 8 de noviembre de 1308.

 

Fuente: http://es.catholic.net/santoral

 

 

 

 

 

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