15 - DE
NOVIEMBRE – LUNES –
33ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Alberto Magno
Lectura del primer libro de los
Macabeos (1,10-15.41-43.54-57.62-64):
En aquellos
días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Había
estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de la
era seléucida.
Por entonces hubo unos israelitas
apóstatas que convencieron a muchos:
«¡Vamos a hacer un pacto con las
naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas
desgracias!»
Gustó la propuesta, y algunos del pueblo
se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres
paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio
en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa,
emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal. El rey Antíoco
decretó la unidad nacional para todos los súbditos de su imperio, obligando a
cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la
orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial:
ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el Sábado.
El día quince del mes de Casleu del año
ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y
fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno; quemaban
incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley
que encontraban, los rasgaban y echaban al fuego, al que le encontraban en casa
un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban,
según el decreto real. Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el
firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que
contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa. Y murieron.
Una cólera terrible se abatió sobre Israel.
Palabra de Dios
Salmo: 118,53.61.134.150.
155.158
R/. Dame vida, Señor, para que
observe tus decretos
Sentí
indignación ante los malvados,
que abandonan tu voluntad. R/.
Los lazos de
los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad. R/.
Líbrame de la
opresión de los hombres,
y guardaré tus decretos. R/.
Ya se acercan
mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad. R/.
La justicia
está lejos de los malvados
que no buscan tus leyes. R/.
Viendo a los
renegados, sentía asco,
porque no guardan tus mandatos. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (18, 35-43):
En aquel
tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del
camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron:
«Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces gritó:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de
mí!»
Los que iban delante le regañaban para
que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
Jesús se paró y mandó que se lo
trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?»
Él dijo:
«Señor, que vea otra vez.»
Jesús le contestó:
«Recobra la vista, tu fe te ha curado.»
En seguida recobró la vista y lo siguió
glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor
1. La curación de este ciego queda recogida también por los otros dos sinópticos (Mc 10, 46-52; Mt 20, 29-36). Lo que indica que las comunidades primitivas vieron en esta curación un hecho especialmente significativo.
En el relato hay que destacar que el
ciego llama a Jesús, por dos veces, con el título de "Hijo de David".
Al atribuirle a Jesús este título, el ciego invoca al Mesías en cuanto rey
nacionalista, el rey esperado por los grupos más fundamentalistas del judaísmo
de entonces (Mt 9, 27; 12, 23;15, 22; 20, 30 s = Mc 10, 47 s = Lc 18, 38 ss; Mt
21, 9. 15; Mc 11, 10; Rom 1, 3; Ap 3, 7) (X. Leon-Dufour).
2. El problema que presenta este relato está en que, a juicio de los evangelios, este "mesianismo" se presenta personificado en un ciego. Es decir, los primeros cristianos vieron, en quienes esperaban al "Mesías-Rey-Nacionalista, una postura de auténtica ceguera. Y una ceguera inmovilista, representa en el hombre sentado, indigente y, por tanto, incapacitado para ver la realidad, ver su futuro, darse cuenta de lo que le conviene o le puede interesar.
3. Pero, si todo lo dicho es
cierto, no es menos verdad que el ciego pidió con insistencia
-y venciendo la resistencia de la gente- la curación que podía venir de Jesús.
Por otra parte, Jesús tenía experiencia
de lo peligroso que era aquel nacionalismo fanático e intolerante (Lc 4,
14-30). Era el nacionalismo que anteponía sus intereses a la curación de los
que sufrían y a la liberación de los sometidos y esclavizados.
En el fondo, es el problema que representa el hecho de mezclar religión y política. Cuando dos sentimientos, que entrañan "totalidad" en la vida de una persona, se funden en un mismo y solo sentimiento, el fundamentalismo ciega al hombre religioso hasta llevarle a comportamientos que pueden resultar peligrosos, para él mismo y para los demás.
Esto es lo que cura Jesús. La fe en
Jesús es lo que puede curar este mal, en sí, incurable.
San Alberto Magno
San Alberto, apellidado “Magno”, obispo y doctor en Iglesia, que ingresó en
la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las
disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino,
uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y
naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona,
esforzándose asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, pero al cabo
de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores y murió
santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica.
San Alberto nace en el seno de la noble familia de los Ingollstad en
Lauingen, Diócesis de Augsburgo en la Baviera Alemana en 1.206.
Desea cursar la carrera de Leyes por lo que sus padres le envían primero a
Bolonia, que más tarde será cumbre de los estudios juristas; pasa más adelante
a Venecia, para terminar en Padua. En 1.223 conoce a su compatriota el Beato
Jordán de Sajonia que sucederá a Santo Domingo de Guzmán en el gobierno de la
Orden Dominicana. Queda prendado por la predicación y las cualidades de este
hombre; recibe la llamada de Dios y decide ingresar en la Orden de Predicadores
en 1.224. La oposición de su familia es frontal, pero él permanece fiel a su
decisión.
En 1.228 es enviado a su patria como profesor y enseña, primero en Colonia,
con posterioridad en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo y en la
Sorbona de París, donde tendrá como discípulo predilecto a Santo Tomás de
Aquino.
Patrono de los científicos: es un místico que descubre a Dios en el encanto
de la creación
En 1.248 le encontramos, de nuevo, en
Colonia dirigiendo el Estudio General de la Orden en esta ciudad. En los años
1.254 a 1.257 es elegido Provincial de la Provincia de Teutonia. En 1.256 está
en Roma y allí, con San Buenaventura, franciscano, defiende los derechos de las
Ordenes Mendicantes, frente a Guillermo de San Amor y otros profesores, el
derecho de enseñar en las Universidades de entonces. San Alberto Magno es
profesor en la Curia Pontificia.
Cuatro años más tarde el Papa Alejandro IV le nombra Obispo y, a pesar de su
oposición, es consagrado Obispo de Ratisbona; organizó la Diócesis. A los dos
años, con nostalgia de su vida conventual dominicana, el Papa Urbano IV le
acepta la renuncia. De 1.261 al 1.263 es nombrado Predicador de la Cruzada y
profesor de la Curia Pontificia.
Destaca San Alberto Magno por su capacidad, sagacidad y equilibrio en
solucionar casos conflictivos como el del Obispo de Wurzburgo con sus fieles.
Su misión y su campo es la enseñanza, la investigación por la que sigue
dictando su sabiduría en las Cátedras Wurzburgo, Estrasburgo y Lyon. Participa
en el II Concilio de Lyon, donde media para que sea reconocido como Rey de
Alemania Rodolfo de Augsburgo.
Fresco de San Alberto Magno en Treviso (Italia)Fresco de San Alberto Magno
en el Seminario de Treviso (Italia)
En 1.279 se debilita física y mentalmente. Ese mismo año redacta su
testamento y muere, con serenidad y paz, sobre su mesa de trabajo. Era el 15 de
noviembre de 1.280.
El Maestro General de la Orden Dominicana, Humberto de Romans, nos ha dejado
estas pinceladas: "Era de buena talla y bien dotado de formas físicas.
Poseía un cuerpo formado con bellas proporciones y perfectamente moldeado para
todas las fatigas del servicio de Dios".
San Alberto es Magno por la grandeza de su espíritu. Era un hombre abierto a
lo universal; escritor y profesor incansable. Como naturalista era un hombre de
vocación analítica y observador nato. En sus obras destacan afirmaciones tales
como: "Yo lo observé" "Yo hice el experimento" "Esto
me lo han referido pescadores o cazadores expertos".
Pero es preciso destacar que San Alberto estudia, investiga, analiza todo en
función de la Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales,
Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la
Teología.
Semblanza espiritual
San Alberto es un científico, pero ante todo es un teólogo, observante y
mortificado, hombre de oración ininterrumpida. Pasa muchas noches en la
oración, amante de la Eucaristía: "Celebraba los Misterios Divinos con la
más grande pureza y el más ardiente amor".
Pero San Alberto Magno es un místico que descubre a Dios en el encanto de la
creación. Y un místico mariano, con una sencilla y profunda devoción a la
Virgen María. Su amor a la Virgen es ingenuo y profundo a la vez.
Fue canonizado por Pio XI el 16 de diciembre de 1.931. Pio XII, en 1.941, lo
declara Patrono de los científicos. La gran gloria de San Alberto es sin duda
su discípulo Santo Tomás de Aquino
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