28 - DE NOVIEMBRE
– DOMINGO –
1ª –
SEMANA DE ADVIENTO – C –
San Santiago
de la Marca, Presbítero Franciscano
Lectura
del libro de Jeremías (33,14-16):
YA llegan días
—oráculo del Señor—
en que cumpliré la promesa
que hice a la casa de Israel y a la casa
de Judá.
En aquellos días y en aquella hora,
suscitaré a David un vástago legítimo
que hará justicia y derecho en la
tierra.
En aquellos días se salvará Judá,
y en Jerusalén vivirán tranquilos,
y la llamarán así:
“Es Señor es nuestra justicia”.
Palabra de Dios
Salmo: 24
R/.
A ti, Señor, levanto mi alma
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y
Salvador. R/.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con
rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Las sendas del Señor son misericordia y
lealtad
para los que guardan su alianza y sus
mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza. R/.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (3,12–4,2)
Hermanos:
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo
mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones,
de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en
la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya
habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues
comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os
dimos, en nombre del Señor Jesús.
Palabra de Dios
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia
de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo
los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo,
pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir
en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto,
levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con
juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de
repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la
tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo
lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Palabra del Señor
Justicia, paz y liberación.
Comenzamos un nuevo año litúrgico, preparándonos, como siempre, para
celebrar la Navidad. La primera lectura promete la venida de un descendiente de
David que reinará practicando el derecho y la justicia y traerá para Judá una
época de paz y seguridad.
El evangelio anuncia la vuelta de Jesús con pleno poder y gloria, el
momento de nuestra liberación.
¿Cómo se explica la unión de estas dos venidas tan distintas?
Lo intentaré con la siguiente historia.
La esposa del astronauta y la Iglesia
Un día la NASA decidió una misión espacial fuera de los límites de nuestro
sistema solar. Una empresa arriesgada y larga que encomendaron al comandante
más experimentado que poseía. Cuando se despidió de su mujer y sus hijos, la
familia pasó horas ante el televisor viendo como la nave se alejaba de la
tierra.
Los niños, pequeños todos ellos, preguntaban continuamente: “¿Cuándo vuelve
papá?” Y la madre les respondía: “Vuelve pronto, no os preocupéis”. Al cabo de
unos meses, cansada de escuchar siempre la misma pregunta, decidió organizar
una fiesta para celebrar la vuelta de papá. Fue la fiesta más grande que los
niños recordaban. Tanto que la repitieron con frecuencia. La llamaban “la
fiesta de la vuelta de papá”. Pero la inconsciencia de los niños creaba una
sensación de angustia en la madre. ¿Cuándo volvería su marido? ¿El mes próximo?
¿Dentro de un año? “La fiesta de papá”, que podía celebrarse en cualquier día
del mes y en cualquier mes del año, se le convirtió en una tortura. Hasta que
se le ocurrió una idea: “En vez de celebrar la vuelta de papá ‒dijo a los niños‒ vamos a celebrar su cumpleaños.
Sabéis perfectamente qué día nació, así que no me preguntéis más cuándo vamos a
celebrar su fiesta.
A la
iglesia le ocurrió algo parecido. Al principio hablaba era de la pronta vuelta
de Jesús, la que menciona el evangelio de este domingo. Pero esa esperanza no
se cumplía, y la iglesia pasó de celebrar su última venida a celebrar la
primera, el nacimiento. Sin embargo, no ha querido olvidar la estrecha relación
entre ambas venidas, y así se explica que encontremos textos tan distintos.
De
reyes inútiles y canallas a un rey justo (Jeremías 33, 14-16)
…suscitaré a David un vástago
legítimo que hará justicia y derecho en la tierra.
“El Señor es nuestra justicia”.
Para
comprender esta lectura hay que recordar la trágica historia de los últimos
reyes judíos. Josías, del que tanto se esperaba a nivel religioso y político,
murió en la batalla de Meguido luchando contra los egipcios (609). Su hijo,
Joacaz, fue deportado a Egipto al cabo de tres meses de reinado. Le sucede
Yoyaquim/Joaquin (608-598), al que el profeta Jeremías condena por sus
terribles injusticias. Mientras tanto, el dominio internacional ha pasado de
Egipto a Babilonia. Nabucodonosor deporta a Joaquín/Jeconías (598-597) y nombra
rey a Matanías, cambiándole el nombre por el de Sedecías, que significa “Yahvé
es mi justicia”. Este nombre parece una broma, un insulto. ¿De qué
justicia habla Nabucodonosor? ¿Qué se puede esperar de un fantoche impuesto por
el babilonio? Y la gente se preguntaría: ¿de qué sirve la promesa hecha por
Dios a David de una dinastía eterna? ¿Para qué queremos un descendiente de
David, si todos los reyes son inútiles o sinvergüenzas?
En este contexto se entiende la promesa hecha por Dios a Jeremías de un rey
que se llamará “Yahvé es nuestra justicia”. Un monarca cuyo mismo
nombre expresa la estrecha relación de Dios con todo el pueblo, y que salvará a
Judá y Jerusalén mediante un gobierno justo. Frente a la angustia y la
incertidumbre, implantará la tranquilidad.
Lo fundamental es la idea de un monarca que procura el bienestar del
pueblo. En el contexto del Adviento, esta lectura nos recuerda que Dios no se
desentiende de los graves problemas políticos y sociales de la humanidad.
El amor como preparación a la Navidad: 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2
Lectura muy importante: indica con qué espíritu debemos vivir siempre la
vida cristiana, en especial estas semanas del Adviento.
Que el Señor os colme y
os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os
amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os
presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de
nuestro Señor Jesús con todos sus santos…
Esperar y preparar nuestra
liberación: Lucas 21, 25-28. 34-36.
El evangelio comienza con las señales típicas de la literatura apocalíptica
a propósito del fin del mundo (portentos en el sol, la luna y las estrellas)
que provocan en las gentes angustia, terror y ansiedad. Pero el evangelio
sustituye el fin del mundo con algo muy distinto: la venida de Jesús con gran
poder y gloria; y esto no debe suscitar en nosotros una reacción de miedo, sino
todo lo contrario: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra
liberación”.
…Entonces verán al Hijo del hombre venir
en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos,
alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
A continuación, nos dice el evangelio cómo debemos esperar esta venida de
Jesús. Negativamente, no permitiendo que nos dominen el
libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. Positivamente, con una actitud de vigilancia y
oración.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se
emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la
vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre
todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo,
pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie
ante el Hijo del hombre».
San Santiago de
la Marca, Presbítero Franciscano
Predicador
incansable
De este santo,
cuyo nombre está unido al de San Bernardino de Siena y al de San Juan de
Capistrano, que lo acompañó en sus peregrinaciones apostólicas por Europa,
tenemos muchas noticias: unas nos la refiere él mismo y otras el humilde fraile
laico, Venancio de Fabriano, que lo acompañó constantemente desde 1463.
Santiago de la
Marca, cuyo nombre de pila era Domingo Gangali, nació en Monteprandone (Ascoli
Piceno) en 1394. Quedó huérfano de padre siendo todavía muy niño, y a los siete
años fue enviado a apacentar las ovejas; asustado por la continua presencia de
un lobo misterioso, que más tarde él llamará ángel de Dios y no lobo como
parecía abandonó el rebaño y huyó a Offida acogido por un sacerdote
familiar suyo.
Siguió los
estudios de derecho civil en Perusia; llegó a ser notario. Después se
estableció en Florencia, en donde fue elegido alcalde. Regresó a las Marcas por
asuntos familiares, se detuvo en Asís y aquí, después de un coloquio con el
prior de Santa María de los Ángeles, resolvió entrar a formar parte de la
familia franciscana.
Hizo su profesión
religiosa el 1 de agosto de 1416 y seis años después, ya sacerdote, fue
encargado de la predicación, ocupación que abarcaría toda su vida hasta la
muerte, el 28 de noviembre de 1476 en Nápoles.
Durante más de
medio siglo recorrió Europa oriental y centro septentrional no sólo para
predicar el nombre de Jesús (tema constante de sus homilías, siguiendo el
ejemplo de su maestro San Bernardino), sino también para cumplir delicadas
misiones encomendadas por los Papas Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III.
Este gran caminador
parecía que sólo se detenía el tiempo necesario para fundar un nuevo convento o
para restablecer la observancia de la genuina regla franciscana en los ya
existentes. Los últimos 18 años de su vida los pasó casi todos predicando en
las varias regiones de Italia. Se encontraba en Aquila cuando murió San
Bernardino de Siena, en 1444, y a los seis años pudo presenciar en Roma su
solemne canonización. Lo seguía devotamente fray Venancio, quien nos cuenta que
durante una misión predicada en Lombardía le propusieron a fray Santiago la
elección para obispo de Milán; pero el humilde fraile no aceptó. Fray Venancio,
después de la muerte del maestro, escribió una Vida en la que narra los
muchísimos milagros que hizo en vida y después de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario