sábado, 27 de noviembre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 - DE NOVIEMBRE – LUNES – 1ª – SEMANA DE ADVIENTO – C – San Saturnino de Tolosa

 

 


 

29 - DE NOVIEMBRE – LUNES –

1ª – SEMANA DE ADVIENTO – C –

San Saturnino de Tolosa

 

Lectura del libro de Isaías (2,1-5):

 

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén.

En los días futuros estará firme

el monte de la casa del Señor,

en la cumbre de las montañas,

más elevado que las colinas.

Hacia él confluirán todas las naciones,

caminarán pueblos numerosos y dirán:

«Venid, subamos al monte del Señor,

a la casa del Dios de Jacob.

Él nos instruirá en sus caminos

y marcharemos por sus sendas;

porque de Sión saldrá la ley,

la palabra del Señor de Jerusalén».

Juzgará entre las naciones,

será árbitro de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados,

de las lanzas, podaderas.

No alzará la espada pueblo contra pueblo,

no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, venid;

caminemos a la luz del Señor.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 121,1-2.4-5.6-7.8-9

 

R/. Vamos alegres a la casa del Señor.

 

¡Qué alegría cuando me dijeron:

«Vamos a la casa del Señor»!

Ya están pisando nuestros pies

tus umbrales, Jerusalén. R/.

 Jerusalén está fundada

como ciudad bien compacta.

Allá suben las tribus,

las tribus del Señor. R/.

Según la costumbre de Israel,

a celebrar el nombre del Señor;

en ella están los tribunales de justicia,

en el palacio de David. R/.

 Desead la paz a Jerusalén:

«Vivan seguros los que te aman,

haya paz dentro de tus muros,

seguridad en tus palacios». R/.

Por mis hermanos y compañeros,

voy a decir: «La paz contigo».

Por la casa del Señor, nuestro Dios,

te deseo todo bien. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,5-11):

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:

«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».

Le contestó:

«Voy yo a curarlo».

Pero el centurión le replicó:

«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:

«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».

 

Palabra del Señor

 

1.  Por más extraño que parezca, hablando con propiedad, los evangelios no son libros de religión. Porque - ¿cómo puede ser un libro de religión una recopilación de relatos en la que el protagonista de esos relatos, Jesús de Nazaret, fue perseguido, odiado, condenado y asesinado por la religión y sus dirigentes?

Los evangelios son un proyecto de vida. Es decir, los evangelios nos enseñan cómo tenemos que vivir quienes pensamos y decimos que creemos en Jesús y seguimos a Jesús.

2.  En este relato, Jesús elogia la fe de un centurión romano. Y la elogia hasta el extremo de afirmar, en público, que nadie en Israel tenía tanta fe como aquel extranjero. No cabe duda de que Jesús entendía la fe, no como un "acto religioso", sino como un "comportamiento humano".   Sin duda alguna, se trata del comportamiento de aquel hombre importante ante el sufrimiento de un sirviente, quizá incluso un esclavo.

 

3.  Una persona cree en Jesús en la medida en que no soporta el sufrimiento de quienes se ven amenazados, hundidos en el dolor, desatendidos y sin esperanza. En este mundo, en el que tanto se sufre, una persona que va por la vida como en este episodio se muestra el centurión, esa persona cree en Jesús en la medida en que ve, en la vida de Jesús, la solución para tanta desgracia y tanto dolor.

La fe es ver, en el "proyecto de vida" que vivió Jesús, la solución al dolor y descomposición de este mundo.

 

San Saturnino de Tolosa

 


En Toulouse, de la Galia Narbonense, conmemoración de san Saturnino de Tolosa (Sanserenín), obispo y mártir que, según la tradición, en tiempo del mismo Decio fue detenido por los paganos en el Capitolio de esta ciudad y arrastrando por las escaleras desde lo alto del edificio, hasta que, destrozados la cabeza y el cuerpo, entregó su alma a Cristo hacia el año 250.

Saturnino, obispo de Tolosa, es uno de los santos más populares en Francia y en España. La Passio Saturnini es ante todo un documento muy importante para el conocimiento de la antigua Iglesia de la Galia. Según el autor de la Pasión, escrita entre el 430 y el 450, Saturnino fijó su residencia en Tolosa en el 250, bajo el consulado de Decio y Grato. En ese tiempo, refiere el autor, en Galia había pocas comunidades cristianas, con escaso número de fieles, mientras los templos paganos se llenaban de fieles que sacrificaban a los ídolos.

Saturnino, que había llegado desde hacía poco a Tolosa, probablemente de Africa (el nombre es efectivamente africano) o de Oriente, como se lee en el Missale Gothicum, había ya reunido los primeros frutos de su predicación, atrayendo a la fe en Cristo a un buen número de ciudadanos. El santo obispo, para llegar a un pequeño oratorio de su propiedad, pasaba todas las mañanas frente al Capitolio, es decir, el principal templo pagano, dedicado a Júpiter Capitolino, en donde los sacerdotes paganos ofrecían en sacrificio al dios pagano un toro para obtener las gracias que pedían los fieles.

Parece que la presencia de Saturnino volvía mudos a los dioses y de esto los sacerdotes paganos acusaron al obispo cristiano, cuya irreverencia habría irritado la susceptibilidad de las divinidades paganas. Un día la multitud rodeó amenazadora a Saturnino y le impuso que sacrificara un toro sobre el altar de Júpiter. Ante el rechazo del obispo de sacrificar el animal, que poco después se convertiría en el instrumento inconsciente de su martirio, y sobre todo por lo que consideraban los paganos un ultraje a la divinidad, pues Saturnino dijo que no les tenía miedo a los rayos de Júpiter, ya que era impotente porque no existía, lo agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del toro, al que picaron para que corriera escaleras abajo del Capitolio arrastrando al obispo.

Saturnino, con el cuerpo despedazado, murió poco después y su cuerpo quedó abandonado en la calle, de donde lo recogieron dos piadosas mujeres y le dieron sepultura «en una fosa muy profunda». Sobre esta tumba, un siglo después, San Hilario construyó una capilla de madera que pronto fue destruida y se perdió por algún tiempo su recuerdo, hasta cuando en el siglo VI el duque Leunebaldo, volviendo a encontrar las reliquias del mártir, hizo edificar en ese lugar la iglesia dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el Trescientos tomó el actual nombre de Notre-Dame du Taur.

 

Fuente: Spider Martirologio + Aciprensa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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