26 - DE
NOVIEMBRE – VIERNES –
34ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Silvestre Gozzolini
Lectura de la profecía de Daniel (7,2-14):
Yo, Daniel,
tuve una visión nocturna:
los cuatro vientos del cielo agitaban el
océano.
Cuatro fieras gigantescas salieron del
mar, las cuatro distintas.
La primera era como un león con alas de
águila; mientras yo miraba, le arrancaron las alas, la alzaron del suelo, la
pusieron de pie como un hombre y le dieron mente humana.
La segunda era como un oso medio
erguido, con tres costillas en la boca, entre los dientes.
Le dijeron:
«¡Arriba! Come carne en abundancia.»
Después vi otra fiera como un leopardo,
con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas. Y le dieron el poder.
Después tuve otra visión nocturna: una
cuarta fiera, terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro,
con los que comía y descuartizaba, y las sobras las pateaba con las pezuñas.
Era diversa de las fieras anteriores,
porque tenía diez cuernos. Miré atentamente los cuernos y vi que entre ellos
salía otro cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos
precedentes.
Aquel cuerno tenía ojos humanos y una
boca que profería insolencias.
Durante la visión, vi que colocaban unos
tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera
como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas.
Un río impetuoso de fuego brotaba
delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes.
Comenzó la sesión y se abrieron los
libros.
Yo seguía mirando, atraído por las
insolencias que profería aquel cuerno; hasta que mataron a la fiera, la
descuartizaron y la echaron al fuego.
A las otras fieras les quitaron el
poder, dejándolas vivas una temporada.
Mientras miraba, en la visión nocturna
vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al
anciano y se presentó ante él.
Le dieron poder real y dominio; todos
los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa,
su reino no tendrá fin.
Palabra de
Dios
Salmo: Dn: 3,75.76.77. 78.79. 80.81
R/. Ensalzadlo con himnos por los
siglos
Montes y
cumbres,
bendecid al Señor. R/.
Cuanto germina
en la tierra,
bendiga al Señor. R/.
Manantiales,
bendecid al Señor. R/.
Mares y ríos,
bendecid al Señor. R/.
Cetáceos y
peces,
bendecid al Señor. R/.
Aves del
cielo,
bendecid al Señor. R/.
Fieras y
ganados,
bendecid al Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (21,29-33):
En aquel
tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos:
«Fijaos en la higuera o en cualquier
árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está
cerca.
Pues, cuando veáis que suceden estas
cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
Os aseguro que antes que pase esta
generación todo eso se cumplirá.
El cielo y la tierra pasarán, mis
palabras no pasarán.»
Palabra del Señor
1. Por los evangelios sinópticos, sabemos que las comunidades primitivas pusieron en boca de Jesús afirmaciones contundentes en el sentido de que "algo importante" iba a suceder y por eso los cristianos vivían en una apremiante expectación (Mc 9, 1; Mt 10, 23; Lc 21, 32-33).
¿A qué se referían en concreto tales
expectativas? No es posible saberlo con seguridad (cf. J. A.
Fitzmyer).
2. Por lo menos, es seguro
que el gran acontecimiento que aquella generación vivió fue el mismo
acontecimiento de Jesús, el Crucificado y el Resucitado, que fue el origen y el
punto de partida, no solo ni principalmente, de una nueva era, sino por encima
de todo lo demás, el arranque de un proceso lento, largo e imparable de la
humanización.
En Jesús, Dios se humanizó.
Y la humanización de Dios, en aquel judío enteramente singular, es inicio de la creciente superación de la deshumanización que a todos nos sigue causando tantos sufrimientos y tanta degradación.
3. Pero nuestra esperanza no
se derrumba. Se mantiene firme, no obstante, toda la deshumanización
que a estas alturas de la historia nos sigue acosando.
Jesús lo dijo: "el cielo y la
tierra pasarán, mis palabras no pasarán".
Así es: la palabra y la promesa de Jesús
sigue adelante en la historia. Es la palabra y la promesa de una creciente humanización
que, al hacernos más humanos, por eso mismo nos hace más divinos.
Es decir, nos hace alcanzar la anhelada
meta de un mundo más humano. Y de una esperanza firme en que la vida
tiene sentido. Porque tiene futuro.
El futuro definitivo del Trascendente
que nos espera para siempre.
San Silvestre Gozzolini
Martirologio Romano: Junto a Fabriano, en el Piceno, de Italia, san Silvestre
Gozzolini, abad, que habiendo calado hasta el fondo la vanidad de todas las
cosas del mundo, a la vista de la sepultura abierta de un amigo, fallecido poco
antes, se fue al eremo, cambiando varias veces de sitio para permanecer más
oculto a los hombres, y por fin, en el desierto, junto al monte Fano, trazó las
bases de la Congregación de los Silvestrinos, bajo la Regla de san Benito.
(c.1177 - 1267).
Nació Silvestre en 1177 en Ósimo (Italia),
en la noble familia del perito en Derecho civil Gislerio Guzzolini y Bianca
Ghisleri.
Tenía 20 años cuando fue enviado a la
Universidad de Bolonia a estudiar Derecho, pues la pretensión del padre era que
su hijo fuese como él, un exitoso abogado; sin embargo, Silvestre maduró en el
diálogo con Dios el llamado al estado religioso, de tal manera que también
cursó la Teología en la Universidad de Padua, distinguiéndose entre los
estudiantes por no seguir los vicios de la edad ni dejarse envolver por
discursos peligrosos y deshonestos.
Aunque regresó a la casa paterna graduado
en ambas disciplinas, encontró en su padre el mayor obstáculo para llevar a
efecto su deseo de consagrarse a Dios, e incluso su padre ya no le dirigió la
palabra y le desheredó.
Esto no desanimó a Silvestre quien,
apoyado por su madre y por el obispo de Ósimo para su manutención, ingresó en
la comunidad religiosa de los Canónigos Regulares de la Catedral.
Ordenado sacerdote en 1217, Silvestre
ardía de celo por el Señor, encontrando fuerza en la oración y la meditación de
la Palabra de Dios. Predicaba con fe y era radical en la observancia del santo
Evangelio, por ello era muy querido por el pueblo de Dios.
En 1227, al atender un funeral de un noble
que fue sepultado en la fosa común, tomó mayor conciencia de las vanidades de
este mundo. Dejando todo lo que tenía para estar sólo con Dios, se retiró a la
soledad de Grottafucile, en los Apeninos de Las Marcas, donde comenzó a llevar
una vida eremítica.
Pero, como suele suceder a los santos
eremitas, al poco tiempo se le comenzaron a unir discípulos que querían imitar
su vida y ser guiados por él. De tal modo que en 1230 trasladó la ya numerosa
comunidad a Monte Fano, cerca de Fabriano, y adoptó para ella la regla de San
Benito.
La fundación de los "Benedictinos
Silvestrinos", como se conocen, fue aprobada por el Papa Inocencio IV en
1247, continuándose las fundaciones que, al morir el santo, sumaban ya doce
casas cuyos monjes se distinguían por su pobreza, abstinencia y riguroso ayuno,
unidos a la predicación en los alrededores y la escucha de confesiones.
Célebre en santidad, murió Silvestre
nonagenario el año 1267.
Canonizado por Clemente VIII (1598), le
conmemoramos el 26 de noviembre.
Silvestre, alma contemplativa y deseosa de
coherencia evangélica, se hizo ermitaño practicando una ascesis rigurosa y
madurando una profunda y vigorosa espiritualidad. Para sus discípulos eligió la
Regla de san Benito, pues quería formar una comunidad dedicada a la
contemplación que, a pesar de ello, no descuidara la realidad social de su
entorno. En efecto, él mismo unía al recogimiento el ministerio de una estimada
paternidad espiritual y el anuncio del Evangelio a las poblaciones de la
región", expresó el Papa Juan Pablo II sobre este santo abad y fundador de
los Benedictinos Silvestrinos.
http://vidas santas.blogspot.com
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