3 - DE FEBRERO – JUEVES –
4ª – SEMANA DEL T.O. – C
SAN BLAS, obispo y
Lectura del primer libro de los Reyes
(2,1-4.10-12):
Estando ya
próximo a morir, David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón:
«Yo emprendo el viaje de todos. ¡Ánimo,
sé un hombre! Guarda las consignas del Señor, tu Dios, caminando por sus
sendas, guardando sus preceptos, mandatos, decretos y normas, como están
escritos en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todas tus empresas,
dondequiera que vayas; para que el Señor cumpla la promesa que me hizo:
"Si tus hijos saben comportarse, caminando sinceramente en mi presencia,
con todo el corazón y con toda el alma, no te faltará un descendiente en el
trono de Israel."»
David fue a reunirse con sus antepasados
y lo enterraron en la Ciudad de David. Reinó en Israel cuarenta años: siete en
Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
Salomón le sucedió en el trono, y su
reino se consolidó.
Palabra de Dios
Salmo: 1Cro 29,10.11ab.11d-12a.12bcd
R/. Tú eres Señor del universo
Bendito eres,
Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos. R/.
Tuyos son,
Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. R/.
Tú eres rey y
soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria. R/.
Tú eres Señor
del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(6,7-13):
En aquel
tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles
autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino
un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que
llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta
que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al
marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión,
echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor
1. Este relato no empieza
hablando de "potestad", sino de "autoridad. Pero la
"autoridad" que Jesús da a sus discípulos no es para enseñar, sino
para curar.
En las ideas que la gente tenía en
aquellos tiempos, entraba que los "espíritus inmundos" era el nombre
que se les ponía a algunas enfermedades. En los evangelios está
claro que a Jesús le preocupaba más la salud de la gente que las ideas que cada
uno tuviera. Y, sobre todo, lo que más llama la atención es que el interés de
Jesús se centraba en la salud (lo profano), no en la religión (lo sagrado).
Jesús veía claro que a Dios lo encontramos en la humanidad. Por eso,
para salvar al mundo, Dios se hizo humano, se encarnó en un ser humano, en
Jesús.
2. Para la misión, es decir,
para curar, para sanar, para dar vida, a juicio de Jesús, no se necesita dinero
ni aparecer como personas importantes. Jesús no quería que fueran pobres, sino
que fueran libres. Porque los bienes atan, crean dependencias y hasta
esclavizan. Y así, desde luego, se podrán organizar muchas cosas, pero vida y
felicidad no se da mucha o quizá ninguna.
3. La libertad de los
discípulos no debe dejarles atarse a nada. Donde no les reciban, no deben
insistir. Lo que recomienda Jesús es que se vayan a otra parte. Jesús quería (y
quiere) hombres siempre libres como las aves del cielo.
Es el ideal utópico del Evangelio, que
tendría que marcar los caminos de todo el que pretenda enseñar la Buena
Noticia, transmitir esperanza y contagiar felicidad. Solo así podemos encontrar
a Dios.
SAN BLAS, obispo y mártir
Nació en Francia a principios del siglo
IX y fue educado en el monasterio de Corbie. En el año 826 marchó a Dinamarca a
predicar la fe cristiana, pero sin mucho fruto; en Suecia, en cambio, obtuvo
mejores resultados. Fue elegido obispo de Hamburgo, y el papa Gregorio IV,
después de confirmar su nombramiento, lo designó legado pontificio para
Dinamarca y Suecia.
Tuvo que enfrentarse a una serie de dificultades en su obra evangelizadora,
pero todas las superó su fortaleza de ánimo. Murió en el año 865. l
Blas significa: "arma de la
divinidad". (año 316) San Blas fue obispo de Sebaste, Armenia (al sur de
Rusia).
Al principio ejercía la medicina, y
aprovechaba de la gran influencia que le daba su calidad de excelente médico,
para hablarles a sus pacientes en favor de Jesucristo y de su santa religión, y
conseguir así muchos adeptos para el cristianismo.
Al conocer su gran santidad, el pueblo lo
eligió obispo.
Cuando estalló la persecución de
Diocleciano, se fue San Blas a esconderse en una cueva de la montaña, y desde
allí dirigía y animaba a los cristianos perseguidos y por la noche bajaba a
escondidas a la ciudad a ayudarles y a socorrer y consolar a los que estaban en
las cárceles, y a llevarles la Sagrada Eucaristía.
Cuenta la tradición que a la cueva donde
estaba escondido el santo, llegaban las fieras heridas o enfermas y él las
curaba. Y que estos animales venían en gran cantidad a visitarlo cariñosamente.
Pero un día él vio que por la cuesta arriba llegaban los cazadores del gobierno
y entonces espantó a las fieras y las alejó y así las libró de ser víctimas de
la cacería.
Entonces los cazadores, en venganza, se
lo llevaron preso. Su llegada a la ciudad fue una verdadera apoteosis, o paseo
triunfal, pues todas las gentes, aun las que no pertenecían a nuestra religión,
salieron a aclamarlo como un verdadero santo y un gran benefactor y amigo de
todos.
El gobernador le ofreció muchos regalos y
ventajas temporales si dejaba la religión de Jesucristo y si se pasaba a la
religión pagana, pero San Blas proclamó que él sería amigo de Jesús y de su
santa religión hasta el último momento de su vida.
Entonces fue apaleado brutalmente y le
desgarraron con garfios su espalda. Pero durante todo este feroz martirio, el
santo no profirió ni una sola queja. El rezaba por sus verdugos y para que
todos los cristianos perseveraran en la fe.
El gobernador, al ver que el santo no
dejaba de proclamar su fe en Dios, decretó que le cortaran la cabeza. Y cuando
lo llevaban hacia el sitio de su martirio iba bendiciendo por el camino a la
inmensa multitud que lo miraba llena de admiración y su bendición obtenía la
curación de muchos.
Pero hubo una curación que entusiasmó
mucho a todos. Una pobre mujer tenía a su hijito agonizando porque se le había
atravesado una espina de pescado en la garganta. Corrió hacia un sitio por
donde debía pasar el santo. Se arrodilló y le presentó al enfermito que se
ahogaba. San Blas le colocó sus manos sobre la cabeza al niño y rezó por él.
Inmediatamente la espina desapareció y el niñito recobró su salud. El pueblo lo
aclamó entusiasmado.
Le cortaron la cabeza (era el año 316). Y
después de su muerte empezó a obtener muchos milagros de Dios en favor de los
que le rezaban. Se hizo tan popular que en sólo Italia llegó a tener 35 templos
dedicados a él. Su país, Armenia, se hizo cristiano pocos años después de su
martirio.
En la Edad Antigua era invocado como Patrono
de los cazadores, y las gentes le tenían gran fe como eficaz protector contra
las enfermedades de la garganta. El 3 de febrero bendecían dos velas en honor
de San Blas y las colocaban en la garganta de las personas diciendo: "Por
intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de garganta". Cuando
los niños se enfermaban de la garganta, las mamás repetían: "San Blas
bendito, que se ahoga el angelito".
A San Blas, tan amable y generoso,
pidámosle que nos consiga de Dios la curación de las enfermedades corporales de
la garganta, pero sobre todo que nos cure de aquella enfermedad espiritual de
la garganta que consiste en hablar de todo lo que no se debe de hablar y en
sentir miedo de hablar de nuestra santa religión y de nuestro amable Redentor,
Jesucristo.
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