21 - DE FEBRERO – LUNES –
7ª – SEMANA DEL T.O. – C
San Pedro
Damián
Lectura de la carta del apóstol Santiago
(3,13-18):
¿Hay alguno entre vosotros sabio y
entendido? Que lo demuestre con una buena conducta y con la amabilidad propia
de la sabiduría. Pero, si tenéis el corazón amargado por la envidia y las
rivalidades, no andéis gloriándoos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduría no
viene del cielo, sino que es terrena, animal, diabólica. Donde hay envidias y
rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es
amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras,
constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto
es la justicia.
Palabra de Dios
Salmo:
18,8.9.10.15
R/. Los mandatos del Señor son rectos y
alegran el corazón
La ley del Señor es perfecta
y es descanso
del alma;
el precepto
del Señor es fiel
e instruye al
ignorante. R/.
Los mandatos del Señor son
rectos
y alegran el
corazón;
la norma del
Señor es límpida
y da luz a los
ojos. R/.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente
estable;
los
mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente
justos. R/.
Que te agraden las palabras de
mi boca,
y llegue a tu
presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca
mía, redentor mío. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Marcos (9,14-29):
En aquel
tiempo, Jesús y los tres discípulos bajaron del monte y volvieron a donde
estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas
discutiendo con ellos.
Al ver a Jesús, la gente se sorprendió y
corrió a saludarlo.
Él les preguntó:
«¡De qué discutís?».
Uno de la gente le contestó:
«Maestro, te he traído a mi hijo; tiene
un espíritu que no lo deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa
espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos
que lo echen y no han sido capaces».
Él, tomando la palabra, les dice:
«Generación incrédula!
¿Hasta cuándo estaré con vosotros?
¿Hasta cuándo os tendré que soportar?
Traédmelo».
Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús,
retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre:
«Cuánto tiempo hace que le pasa esto?».
Contestó él:
«Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo
ha echado al fuego y al agua para acabar con él.
Si algo puedes, ten compasión de
nosotros y ayúdanos».
Jesús replicó:
«Si puedo? Todo es posible al que tiene
fe».
Entonces el padre del muchacho se puso a
gritar:
«Creo, pero ayuda mi falta de fe».
Jesús, al ver que acudía gente, increpó
al espíritu inmundo, diciendo:
«Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando:
sal de él y no vuelvas a entrar en él».
Gritando y sacudiéndolo violentamente,
salió.
El niño se quedó como un cadáver, de
modo que muchos decían que estaba muerto.
Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la
mano y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le
preguntaron a solas:
«Por qué no pudimos echarlo nosotros?».
Él les respondió:
«Esta especie solo puede salir con
oración».
Palabra del Señor
1. Jesús y sus discípulos más
cercanos vuelven al mundo inferior, al mundo de todos -y de todos los días-
para enfrentarse a la miseria que tanto sufrimiento causa entre los humanos
(Joel Marcus).
La vida es así. Como se la representa Marcos
en este detallado relato sobre el mal, sus causas y sus consecuencias. La
enseñanza más elemental, que se desprende de este relato, está patente. En
la altura del monte se está muy bien, se siente a Dios muy cercano, se palpa lo
divino. Pero, en la altura del monte, no se palpa el sufrimiento humano.
2. En la lejanía del pueblo, en la soledad de la altura, en la contemplación de "lo divino", en "la nube" que simboliza la cercanía de Dios, nos sentimos muy a gusto, como dijo Pedro en la Transfiguración. Pero, en esa altura tan sublime, estamos ausentes del dolor de la gente, de la enfermedad, del peligro de muerte, de las fuerzas de la muerte. En la altura del monte, palpamos a Dios, la Ley y los Profetas. Lo más sublime. Pero, en la soledad y el gozo de lo sublime, no hacemos nada para resolver el sufrimiento de los mortales.
3. La religiosidad y la espiritualidad son sublimes y nos impresionan. Pero Jesús vio claramente que, solo con religiosidad y espiritualidad, no expulsamos las fuerzas del mal que destrozan a los más débiles. Por eso, la religiosidad y la espiritualidad son tan engañosas, con demasiada frecuencia. Y por eso también, en la Iglesia hay tanta bondad y tanto autoengaño. Ambas cosas.
Los detalles, que discuten los exegetas y especialistas bíblicos son necesarios. Pero hay algo previo a todo eso. El dolor del pueblo solamente se resuelve estando cerca del pueblo, en el pueblo y con el pueblo.
San Pedro Damián
Memoria de san
Pedro Damiani (Damiano o Damián), cardenal obispo de Ostia y doctor de la
Iglesia. Habiendo entrado en el eremo de Fonte Avellana, promovió denodadamente
la vida religiosa y en los tiempos difíciles de la reforma de la Iglesia
trabajó para que los monjes se dedicasen a la santidad de la contemplación, los
clérigos a la integridad de vida y para que el pueblo mantuviese la comunión
con la Sede Apostólica.
Falleció el día 22 de febrero en
Favencia, de la Romagna.
Vida de San Pedro Damián
Dante Alighieri,
en el canto XXI del Paraíso, coloca a San Pedro Damián en el cielo de Saturno,
destinado en su Comedia a los espíritus contemplativos. El poeta pone en los
labios del santo una breve y eficaz narración autobiográfica: la predilección
por los alimentos frugales y la vida contemplativa, y el abandono de la
tranquila vida de convento por el cargo episcopal y cardenalicio.
Pedro nació en
Rávena en 1007; fue el último hijo de una numerosa familia, y como quedó
huérfano de padre en temprana edad, fue ayudado por su hermano mayor, Damiano,
y esto explica el apelativo de “Damián”.
Después de haber
estudiado en Ravena, Faenza y Padua, fue profesor de la universidad de Parma,
pero pronto abandonó el cargo y entró en el monasterio calandulense de Fonte Avellana,
de cuyo monasterio fue elegido prior. En ese tiempo la Iglesia estaba
destrozada por las discordias y los cismas, consecuencia de ese grave perjuicio
que se llama simonía, compraventa de puestos eclesiásticos, y también de la
ligereza con que el clero resolvía el problema del celibato. Entonces la
Iglesia necesitaba hombres íntegros y preparados como el culto y austero Pedro
Damián.
Estuvo al lado de
seis Papas como “enviado mensajero de la paz”, y sobre todo colaboró con
Hildebrando, el gran reformador que llegó a ser Papa con el nombre de Gregorio
VII. Pedro Damián, después de varias peregrinaciones en la diócesis de Milán,
en Francia y en Alemania, fue nombrado por Esteban IX cardenal y obispo de
Ostia. Ya anciano, fue llamado por Ravena, su ciudad natal, para poner orden en
el conflicto suscitado por los seguidores de un antipapa.
Murió en Faenza
(Favencia), en 1072, cuando regresaba de la última misión de paz. Fue venerado
inmediatamente como santo y su culto oficial fue reconocido en 1828 por el Papa
León XII, que también lo proclamó doctor de la Iglesia por sus numerosos
escritos de contenido teológico.
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