sábado, 19 de febrero de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 21 - DE FEBRERO – LUNES – 7ª – SEMANA DEL T.O. – C San Pedro Damián

 

 


21 - DE FEBRERO – LUNES –

7ª – SEMANA DEL T.O. – C

San Pedro Damián

 

    Lectura de la carta del apóstol Santiago (3,13-18):

 

    ¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Que lo demuestre con una buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero, si tenéis el corazón amargado por la envidia y las rivalidades, no andéis gloriándoos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduría no viene del cielo, sino que es terrena, animal, diabólica. Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 18,8.9.10.15

    R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón

 

   La ley del Señor es perfecta

y es descanso del alma;

el precepto del Señor es fiel

e instruye al ignorante. R/.

 

   Los mandatos del Señor son rectos

y alegran el corazón;

la norma del Señor es límpida

y da luz a los ojos. R/.

 

   La voluntad del Señor es pura

y eternamente estable;

los mandamientos del Señor son verdaderos

y enteramente justos. R/.

 

   Que te agraden las palabras de mi boca,

y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,

Señor, roca mía, redentor mío. R/.

   

    Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,14-29):

 

En aquel tiempo, Jesús y los tres discípulos bajaron del monte y volvieron a donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos.

Al ver a Jesús, la gente se sorprendió y corrió a saludarlo.

Él les preguntó:

«¡De qué discutís?».

Uno de la gente le contestó:

«Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces».

Él, tomando la palabra, les dice:

«Generación incrédula!

¿Hasta cuándo estaré con vosotros?

¿Hasta cuándo os tendré que soportar?

Traédmelo».

Se lo llevaron.

El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.

Jesús preguntó al padre:

«Cuánto tiempo hace que le pasa esto?».

Contestó él:

«Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua para acabar con él.

Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos».

Jesús replicó:

«Si puedo? Todo es posible al que tiene fe».

Entonces el padre del muchacho se puso a gritar:

«Creo, pero ayuda mi falta de fe».

Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo:

«Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él».

Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió.

El niño se quedó como un cadáver, de modo que muchos decían que estaba muerto.

Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano y el niño se puso en pie.

Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas:

«Por qué no pudimos echarlo nosotros?».

Él les respondió:

«Esta especie solo puede salir con oración».

 

Palabra del Señor

 

1.  Jesús y sus discípulos más cercanos vuelven al mundo inferior, al mundo de todos -y de todos los días- para enfrentarse a la miseria que tanto sufrimiento causa entre los humanos (Joel Marcus).

La vida es así. Como se la representa Marcos en este detallado relato sobre el mal, sus causas y sus consecuencias. La enseñanza más elemental, que se desprende de este relato, está patente. En la altura del monte se está muy bien, se siente a Dios muy cercano, se palpa lo divino. Pero, en la altura del monte, no se palpa el sufrimiento humano.

 

2.  En la lejanía del pueblo, en la soledad de la altura, en la contemplación de "lo divino", en "la nube" que simboliza la cercanía de Dios, nos sentimos muy a gusto, como dijo Pedro en la Transfiguración. Pero, en esa altura tan sublime, estamos ausentes del dolor de la gente, de la enfermedad, del peligro de muerte, de las fuerzas de la muerte. En la altura del monte, palpamos a Dios, la Ley y los Profetas. Lo más sublime. Pero, en la soledad y el gozo de lo sublime, no hacemos nada para resolver el sufrimiento de los mortales.

 

3.  La religiosidad y la espiritualidad son sublimes y nos impresionan. Pero Jesús vio claramente que, solo con religiosidad y espiritualidad, no expulsamos las fuerzas del mal que destrozan a los más débiles. Por eso, la religiosidad y la espiritualidad son tan engañosas, con demasiada frecuencia. Y por eso también, en la Iglesia hay tanta bondad y tanto autoengaño. Ambas cosas.

Los detalles, que discuten los exegetas y especialistas bíblicos son necesarios. Pero hay algo previo a todo eso. El dolor del pueblo solamente se resuelve estando cerca del pueblo, en el pueblo y con el pueblo.

 

San Pedro Damián


 

Memoria de san Pedro Damiani (Damiano o Damián), cardenal obispo de Ostia y doctor de la Iglesia. Habiendo entrado en el eremo de Fonte Avellana, promovió denodadamente la vida religiosa y en los tiempos difíciles de la reforma de la Iglesia trabajó para que los monjes se dedicasen a la santidad de la contemplación, los clérigos a la integridad de vida y para que el pueblo mantuviese la comunión con la Sede Apostólica.

Falleció el día 22 de febrero en Favencia, de la Romagna.

 

Vida de San Pedro Damián

Dante Alighieri, en el canto XXI del Paraíso, coloca a San Pedro Damián en el cielo de Saturno, destinado en su Comedia a los espíritus contemplativos. El poeta pone en los labios del santo una breve y eficaz narración autobiográfica: la predilección por los alimentos frugales y la vida contemplativa, y el abandono de la tranquila vida de convento por el cargo episcopal y cardenalicio.

Pedro nació en Rávena en 1007; fue el último hijo de una numerosa familia, y como quedó huérfano de padre en temprana edad, fue ayudado por su hermano mayor, Damiano, y esto explica el apelativo de “Damián”.

Después de haber estudiado en Ravena, Faenza y Padua, fue profesor de la universidad de Parma, pero pronto abandonó el cargo y entró en el monasterio calandulense de Fonte Avellana, de cuyo monasterio fue elegido prior. En ese tiempo la Iglesia estaba destrozada por las discordias y los cismas, consecuencia de ese grave perjuicio que se llama simonía, compraventa de puestos eclesiásticos, y también de la ligereza con que el clero resolvía el problema del celibato. Entonces la Iglesia necesitaba hombres íntegros y preparados como el culto y austero Pedro Damián.

Estuvo al lado de seis Papas como “enviado mensajero de la paz”, y sobre todo colaboró con Hildebrando, el gran reformador que llegó a ser Papa con el nombre de Gregorio VII. Pedro Damián, después de varias peregrinaciones en la diócesis de Milán, en Francia y en Alemania, fue nombrado por Esteban IX cardenal y obispo de Ostia. Ya anciano, fue llamado por Ravena, su ciudad natal, para poner orden en el conflicto suscitado por los seguidores de un antipapa.

Murió en Faenza (Favencia), en 1072, cuando regresaba de la última misión de paz. Fue venerado inmediatamente como santo y su culto oficial fue reconocido en 1828 por el Papa León XII, que también lo proclamó doctor de la Iglesia por sus numerosos escritos de contenido teológico.

 

 

 

   

 

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