lunes, 14 de febrero de 2022

Párte un momento: El Evangelio del dia 16 - DE FEBRERO – MIERCOLES – 6ª – SEMANA DEL T.O. – C Santa Juliana de Nicodemia

 

 


16 - DE FEBRERO – MIERCOLES

– 6ª – SEMANA DEL T.O. – C

    Santa Juliana de Nicodemia

 

Lectura de la carta del apóstol Santiago (1,19-27):

 

Tened esto presente, mis queridos hermanos: sed todos prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira. Porque la ira del hombre no produce la justicia que Dios quiere.

Por lo tanto, eliminad toda suciedad y esa maldad que os sobra y aceptad dócilmente la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos, pues quien escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a aquel que se miraba la cara en el espejo, y apenas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo era. Pero el que se concentra en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no para oír y olvidarse, sino para ponerla por obra, éste encontrará la felicidad en practicarla.

Hay quien se cree religioso y no tiene a raya su lengua; pero se engaña, su religión no tiene contenido. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 14,2-3ab.3cd-4ab

 

R/. ¿Quién puede habitar en tu monte santo, Señor?

 

El que procede honradamente

y practica la justicia,

el que tiene intenciones leales

y no calumnia con su lengua. R/.

 

El que no hace mal a su prójimo

ni difama al vecino,

el que considera despreciable al impío

y honra a los que temen al Señor. R/.

 

El que no presta dinero a usura

ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará. R/.

 

Lectura del santo Evangelio según San Marcos (8,22-26):

 

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase.

Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó:

«¿Ves algo?»

Empezó a distinguir y dijo:

«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.»

Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró; estaba curado, y veía todo con claridad.

Jesús lo mandó a casa diciéndole:

«No se lo digas a nadie en el pueblo.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Es posible que la curación de este ciego esté redactada casi con los mismos detalles de la curación del sordo (Mc 7,32-37).

En ambos casos, se advierte una clara influencia de los relatos de curaciones que existían en la literatura helenista (J. Gnilka). Y puede tener el sentido de criticar a los discípulos de Jesús por su falta de visión (“¿Tenéis ojos y no veis?”: Mc 8, 18) (Marcus Joel).

 

2.  Pero, en realidad, ¿qué se nos enseña aquí?

Ante todo, que Jesús cura la ceguera que con tanta frecuencia tenemos los humanos. Y la cura hasta hacernos ver con claridad, con precisión, para distinguir cada cosa, para precisar lo que son seres humanos y distinguirlo de lo que no son.

Es evidente que a eso se refiere el proceso de creciente clarificación hasta que el hombre llega a distinguir los hombres de los árboles.

 

3.  No es fácil la curación de nuestras cegueras. Es tan complejo ese proceso curativo, que fácilmente confundimos lo humano con lo que no es humano, los hombres con los árboles. Y por eso confundimos las necesidades humanas con otras necesidades que hasta pueden ser inhumanas. Cuando la tecnología se ha perfeccionado hasta hacer posible que veamos, con nitidez y en directo, lo que ahora mismo está ocurriendo a miles de kilómetros, el progreso tecnológico nos ciega para ver el retroceso humano que eso puede (y suele) llevar consigo.

Porque vemos con toda precisión un partido de futbol que se juega en las antípodas, pero no vemos el sufrimiento, la soledad, la humillación que sufre el que está junto a nosotros.

Además, ni sospechamos que la altísima tecnología, que disfrutamos, es posible a costa de consumir y empobrecer a millones de seres humanos. 

Estamos más ciegos que el ciego que curó Jesús. Y ni siquiera vemos que la nitidez de los criterios evangélicos, antes que un mensaje religioso, nos traen la luz que necesitamos para entender lo que realmente ocurre en este mundo. A partir de ahí, podremos ver el papel que debe desempeñar el Evangelio en nuestras vidas.

 

    Santa Juliana de Nicodemia


 

Convertida al cristianismo, se destacó por su entusiasmo y ardor en la difusión de la fe, por lo que fue encarcelada, torturada y finalmente decapitada el año 305. Su cuerpo fue trasladado a Cumas, en Italia, y posteriormente su reliquias llegaron a España, donde en su honor los condes de Castilla levantaron el célebre monasterio de Santillana (Santa Ileana), uno de los mejores monumentos de la Edad Media española

 

Cuando llegó la paz de Constantino, la matrona Sofronia tomó las reliquias del cuerpo de la mártir Juliana con la intención de llevarlas consigo a Roma. Por una tempestad, tuvo que desembarcar en Puzoli donde le edificó un templo que luego destruyeron los lombardos. Las reliquias se vieron peligrar y prudentemente se trasladaron a Nápoles donde reposan y se veneran con gran devoción.

En Nicomedia tuvieron lugar los hechos, de mil maneras narrados y con toda clase de matices comentados, en torno a esta santa que hizo un proyecto de su vida contrapuesto al deseado por su padre. Los narraré escuetamente adelantando ya que fue por la persecución de Maximiano.

Juliana es hija de una conocida familia ilustre, pero con un padre pagano metido en el ejercicio del Derecho - que cuando llega el momento llega a convertirse en perseguidor de los cristianos - y una madre agnóstica. Ella, por la situación del entorno familiar nada favorable para la vivencia cristiana, se ha hecho bautizar en secreto. Además, se le ha ocurrido entregarse enteramente a Cristo y no entra el casamiento en sus planes de futuro. Este es el marco.

 

La dificultad del caso comienza cuando Eluzo, que es un senador joven, quiere casarse con Juliana. La cosa se pone aún más interesante porque, conociendo que Eluzo bebe los vientos por su hija, ya ha concertado el padre el matrimonio entre el senador y la joven, comprometiendo su honorabilidad.

La supuesta novia lo recibe amablemente y con cortesía haciendo gala de su esmerada educación. Pero, al llegar el momento culminante de los detalles matrimoniales, salta sobre el tapete una condición al aspirante con la intención de desligarse del compromiso. No lo aceptará -le dice- mientras no sea juez y prefecto de la ciudad. Claro que eso era como pedir la luna; pero se vio pillada en sus palabras ya que, en poco tiempo, gracias a influencias, dinero y valía personal, Eluzo se ha convertido en juez y prefecto de Nicomedia; además, continúa insistiendo en sus pretensiones matrimoniales con Juliana. La doncella mantiene la dignidad dándole toda clase de felicitaciones y parabienes, al tiempo que le asegura no poder aceptar el matrimonio hasta que se dé otra condición imprescindible para cubrir la sima que los separa: debe hacerse cristiano.

Ante tamaño disparate es el propio Eluzo quien pondrá al padre al corriente de lo que está pasando y de la «novedad» que se presenta. «Si eso es verdad, seremos juez y fiscal para mi hija». Juliana sólo sabe contestar a su padre furioso que ansía ser la primera dama de la ciudad, pero que, sin ser cristiano, todo lo demás lo estima en nada.

«Por Apolo y Diana! Más quiero verte muerta que cristiana».

Convertida al cristianismo, se destacó por su entusiasmo y ardor en la difusión de la fe, por lo que fue encarcelada, torturada y finalmente decapitada el año 305. Su cuerpo fue trasladado a Cumas, en Italia, y posteriormente sus reliquias llegaron a España, donde en su honor los condes de Castilla levantaron el célebre monasterio de Santillana (Santa Ileana), uno de los mejores monumentos de la Edad Media española

En la conversación tratará a su padre con respeto y amor de hija, pero... «mi Salvador es Jesucristo en quien tengo puesta toda mi confianza». Vienen los tormentos esperados cuando las razones no son escuchadas. Estaño derretido y fuego; además, cárcel para darle tiempo a pensar y llevarla a un cambio de actitud. Finalmente, con 18 años, se le corta la cabeza el 16 de febrero del 308.

Alguna vez hay padres «que se pasan» al forzar a sus hijos cuando tienen que elegir estado. Esto tiene más complicaciones si razones profundas, como la fe práctica, dificulta la comprensión de los motivos que distancian. ¿No pensaría el padre de Juliana que sin matrimonio y cristiana su hija sería desgraciada? Quizá con viva fe cristiana llegara a vislumbrar que Jesucristo llena más que el dinero, el poder, la dignidad y la fama.

Uno de los hechos más característicos de las «Actas», es la discusión que tuvo la santa con el demonio, el cual, disfrazado como un ángel de luz, trataba de persuadirla para que accediese a los deseos de su padre y de su pretendiente. Por ello, el arte medieval representaba comúnmente a Santa Juliana con una cadena o una cuerda disponiéndose a atar a un demonio alado.

 

Fuente: Archidiócesis de Madrid

 

 

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