16 - DE FEBRERO – MIERCOLES
– 6ª – SEMANA DEL T.O. – C
Santa
Juliana de Nicodemia
Lectura de la carta del apóstol Santiago
(1,19-27):
Tened esto
presente, mis queridos hermanos: sed todos prontos para escuchar, lentos para
hablar y lentos para la ira. Porque la ira del hombre no produce la justicia
que Dios quiere.
Por lo tanto, eliminad toda suciedad y
esa maldad que os sobra y aceptad dócilmente la Palabra que ha sido plantada y
es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla,
engañándoos a vosotros mismos, pues quien escucha la Palabra y no la pone en
práctica, se parece a aquel que se miraba la cara en el espejo, y apenas se
miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo era. Pero el que se concentra
en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no para oír y olvidarse,
sino para ponerla por obra, éste encontrará la felicidad en practicarla.
Hay quien se cree religioso y no tiene a
raya su lengua; pero se engaña, su religión no tiene contenido. La religión
pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas
en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
Palabra de Dios
Salmo: 14,2-3ab.3cd-4ab
R/. ¿Quién puede habitar en tu monte santo,
Señor?
El que procede
honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.
El que no hace
mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.
El que no presta
dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos
(8,22-26):
En aquel
tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego
pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la
mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó:
«¿Ves algo?»
Empezó a distinguir y dijo:
«Veo hombres, me parecen árboles, pero
andan.»
Le puso otra vez las manos en los ojos;
el hombre miró; estaba curado, y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole:
«No se lo digas a nadie en el pueblo.»
Palabra del Señor
1. Es posible que la curación de este ciego esté redactada casi con
los mismos detalles de la curación del sordo (Mc 7,32-37).
En ambos casos, se advierte una clara influencia de los relatos de
curaciones que existían en la literatura helenista (J. Gnilka). Y puede tener
el sentido de criticar a los discípulos de Jesús por su falta de visión
(“¿Tenéis ojos y no veis?”: Mc 8, 18) (Marcus Joel).
2. Pero, en realidad, ¿qué se nos enseña aquí?
Ante todo, que Jesús cura la ceguera que con tanta frecuencia tenemos los
humanos. Y la cura hasta hacernos ver con claridad, con precisión, para
distinguir cada cosa, para precisar lo que son seres humanos y distinguirlo de
lo que no son.
Es evidente que a eso se refiere el proceso de creciente clarificación
hasta que el hombre llega a distinguir los hombres de los árboles.
3. No es fácil la curación de nuestras cegueras. Es tan complejo ese proceso curativo, que fácilmente confundimos lo humano con lo que no es humano, los hombres con los árboles. Y por eso confundimos las necesidades humanas con otras necesidades que hasta pueden ser inhumanas. Cuando la tecnología se ha perfeccionado hasta hacer posible que veamos, con nitidez y en directo, lo que ahora mismo está ocurriendo a miles de kilómetros, el progreso tecnológico nos ciega para ver el retroceso humano que eso puede (y suele) llevar consigo.
Porque vemos con toda precisión un partido de futbol que se juega en las
antípodas, pero no vemos el sufrimiento, la soledad, la humillación que sufre
el que está junto a nosotros.
Además, ni sospechamos que la altísima tecnología, que disfrutamos, es posible a
costa de consumir y empobrecer a millones de seres humanos.
Estamos más ciegos que el ciego que curó Jesús. Y ni siquiera vemos que la
nitidez de los criterios evangélicos, antes que un mensaje religioso, nos
traen la luz que necesitamos para entender lo que realmente ocurre en este
mundo. A partir de ahí, podremos ver el papel que debe desempeñar el Evangelio
en nuestras vidas.
Convertida al
cristianismo, se destacó por su entusiasmo y ardor en la difusión de la fe, por
lo que fue encarcelada, torturada y finalmente decapitada el año 305. Su cuerpo
fue trasladado a Cumas, en Italia, y posteriormente su reliquias llegaron a
España, donde en su honor los condes de Castilla levantaron el célebre
monasterio de Santillana (Santa Ileana), uno de los mejores monumentos de la
Edad Media española
Cuando llegó la
paz de Constantino, la matrona Sofronia tomó las reliquias del cuerpo de la
mártir Juliana con la intención de llevarlas consigo a Roma. Por una tempestad,
tuvo que desembarcar en Puzoli donde le edificó un templo que luego destruyeron
los lombardos. Las reliquias se vieron peligrar y prudentemente se trasladaron
a Nápoles donde reposan y se veneran con gran devoción.
En Nicomedia
tuvieron lugar los hechos, de mil maneras narrados y con toda clase de matices
comentados, en torno a esta santa que hizo un proyecto de su vida contrapuesto
al deseado por su padre. Los narraré escuetamente adelantando ya que fue por la
persecución de Maximiano.
Juliana es hija de
una conocida familia ilustre, pero con un padre pagano metido en el ejercicio
del Derecho - que cuando llega el momento llega a convertirse en perseguidor de
los cristianos - y una madre agnóstica. Ella, por la situación del entorno
familiar nada favorable para la vivencia cristiana, se ha hecho bautizar en
secreto. Además, se le ha ocurrido entregarse enteramente a Cristo y no entra
el casamiento en sus planes de futuro. Este es el marco.
La dificultad del
caso comienza cuando Eluzo, que es un senador joven, quiere casarse con
Juliana. La cosa se pone aún más interesante porque, conociendo que Eluzo bebe
los vientos por su hija, ya ha concertado el padre el matrimonio entre el
senador y la joven, comprometiendo su honorabilidad.
La supuesta novia
lo recibe amablemente y con cortesía haciendo gala de su esmerada educación.
Pero, al llegar el momento culminante de los detalles matrimoniales, salta
sobre el tapete una condición al aspirante con la intención de desligarse del
compromiso. No lo aceptará -le dice- mientras no sea juez y prefecto de la
ciudad. Claro que eso era como pedir la luna; pero se vio pillada en sus
palabras ya que, en poco tiempo, gracias a influencias, dinero y valía
personal, Eluzo se ha convertido en juez y prefecto de Nicomedia; además,
continúa insistiendo en sus pretensiones matrimoniales con Juliana. La doncella
mantiene la dignidad dándole toda clase de felicitaciones y parabienes, al
tiempo que le asegura no poder aceptar el matrimonio hasta que se dé otra
condición imprescindible para cubrir la sima que los separa: debe hacerse
cristiano.
Ante tamaño
disparate es el propio Eluzo quien pondrá al padre al corriente de lo que está
pasando y de la «novedad» que se presenta. «Si eso es verdad, seremos juez y
fiscal para mi hija». Juliana sólo sabe contestar a su padre furioso que ansía
ser la primera dama de la ciudad, pero que, sin ser cristiano, todo lo demás lo
estima en nada.
«Por Apolo y Diana!
Más quiero verte muerta que cristiana».
Convertida al
cristianismo, se destacó por su entusiasmo y ardor en la difusión de la fe, por
lo que fue encarcelada, torturada y finalmente decapitada el año 305. Su cuerpo
fue trasladado a Cumas, en Italia, y posteriormente sus reliquias llegaron a
España, donde en su honor los condes de Castilla levantaron el célebre
monasterio de Santillana (Santa Ileana), uno de los mejores monumentos de la
Edad Media española
En la conversación
tratará a su padre con respeto y amor de hija, pero... «mi Salvador es
Jesucristo en quien tengo puesta toda mi confianza». Vienen los tormentos
esperados cuando las razones no son escuchadas. Estaño derretido y fuego;
además, cárcel para darle tiempo a pensar y llevarla a un cambio de actitud.
Finalmente, con 18 años, se le corta la cabeza el 16 de febrero del 308.
Alguna vez hay
padres «que se pasan» al forzar a sus hijos cuando tienen que elegir estado.
Esto tiene más complicaciones si razones profundas, como la fe práctica,
dificulta la comprensión de los motivos que distancian. ¿No pensaría el padre
de Juliana que sin matrimonio y cristiana su hija sería desgraciada? Quizá con
viva fe cristiana llegara a vislumbrar que Jesucristo llena más que el dinero,
el poder, la dignidad y la fama.
Uno de los hechos
más característicos de las «Actas», es la discusión que tuvo la santa con el
demonio, el cual, disfrazado como un ángel de luz, trataba de persuadirla para
que accediese a los deseos de su padre y de su pretendiente. Por ello, el arte
medieval representaba comúnmente a Santa Juliana con una cadena o una cuerda
disponiéndose a atar a un demonio alado.
Fuente:
Archidiócesis de Madrid
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