lunes, 21 de febrero de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 23 - DE FEBRERO – MIERCOLES – 7ª – SEMANA DEL T.O. – C – San Policarpo

 

 


23 - DE FEBRERO – MIERCOLES

– 7ª – SEMANA DEL T.O. – C –

San Policarpo

 

    Lectura de la carta del apóstol Santiago (4,13-17):

 

   Vosotros decís:

    «Mañana o pasado iremos a esa ciudad y pasaremos allí el año negociando y ganando dinero».

    Y ni siquiera sabéis qué pasará mañana. Pues, ¿qué es vuestra vida? Una nube que aparece un momento y en seguida desaparece.

    Debéis decir así:

    «Si el Señor lo quiere y vivimos, haremos esto o lo otro.»   En vez de eso, no paráis de hacer grandes proyectos, fanfarroneando; y toda jactancia de ese estilo es mala cosa. Al fin y al cabo, quien conoce el bien que debe hacer y no lo hace es culpable.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 48,2-3.6-7.8-10.11

 

    R/. Dichosos los pobres en el espíritu,

porque de ellos es el reino de los cielos.

 

   Oíd esto, todas las naciones;

escuchadlo, habitantes del orbe:

plebeyos y nobles, ricos y pobres. R/.

 

   ¿Por qué habré de temer los días aciagos,

cuando me cerquen y acechen los malvados,

que confían en su opulencia

y se jactan de sus inmensas riquezas? R/.

 

   Si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate.

Es tan caro el rescate de la vida,

que nunca les bastará

para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa. R/.

 

   Mirad: los sabios mueren,

lo mismo que perecen los ignorantes y necios,

y legan sus riquezas a extraños. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,38-40):

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús:

«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.»

Jesús respondió:

«No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Sea cual sea el valor histórico de este breve episodio, lo que está fuera de duda es que Jesús no quiso organizar un grupo cerrado y exclusivista. Ni Jesús quiso eso, ni pudo quererlo. Por una razón que se comprende enseguida. Un grupo "cerrado" es, por eso mismo, un grupo que "separa" y "divide" a las personas. Los "nuestros", los "otros". Semejante lenguaje presupone una mentalidad elitista y una conciencia de superioridad. Una comunidad que divide es una comunidad anticristiana.

 

2.  "El que no está contra Jesús, está con Jesús". En el fondo, ¿Qué quiere decir esta afirmación tan simple, a primera vista? Quiere decir que Jesús concentra en sí mismo -y representa para todos- "lo universal". Lo que es común a todos y para todos los seres humanos. O dicho de manera más simple: "lo humano".

Aquello en lo que todos los seres humanos coincidimos. El que coincide con eso y quiere vivirlo, por eso mismo está con Jesús. Y no puede estar en contra de Jesús.

 

3.  La conclusión es sencilla y clara. Ser auténticamente cristiano es ser auténticamente humano. Profundamente humano.  Sin nada inhumano que nos pueda alejar de cualquier otro ser humano. La honradez, la sinceridad, la transparencia, la verdad, la justicia, la honestidad. Todo lo verdaderamente humano es lo que nos hace verdaderamente cristianos, ser de Jesús, creer en el Evangelio. Al llegar a esto, "estamos tocando el fondo".

 

San Policarpo

San Policarpo obispo y mártir (año 155)

Memoria de san Policarpo, obispo y mártir, discípulo de san Juan y el último de los testigos de los tiempos apostólicos, que en tiempo de los emperadores Marco Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, cuando contaba ya casi noventa años, fue quemado vivo en el anfiteatro de Esmirna, en Asia, en presencia del procónsul y del pueblo, mientras daba gracias a Dios Padre por haberle contado entre los mártires y dejado participar del cáliz de Cristo (c. 155).

 

Policarpo significa: el que produce muchos frutos de buenas obras. (poli = mucho, carpo = fruto).

San Policarpo tuvo el inmenso honor de ser discípulo del apóstol San Juan Evangelista. Los fieles le profesaban una gran admiración. Y entre sus discípulos tuvo a San Ireneo y a varios varones importantes más.

En una carta a un cristiano que había dejado la verdadera fe y se dedicaba a enseñar errores, le dice así San Ireneo: "Esto no era lo que enseñaba nuestro venerable maestro San Policarpo. Ah, yo te puedo mostrar el sitio en el que este gran santo acostumbraba a sentarse a predicar. Todavía recuerdo la venerabilidad de su comportamiento, la santidad de su persona, la majestad de su rostro y las santas enseñanzas con que nos instruía. Todavía me parece estarle oyendo contar que él había conversado con San Juan y con muchos otros que habían conocido a Jesucristo, y repetir las palabras que había oído de ellos. Y yo te puedo jurar que, si San Policarpo oyera las herejías que ahora están diciendo algunos, se taparía los oídos y repetiría aquella frase que acostumbraba a decir: Dios mío, ¿por qué me has hecho vivir hasta hoy para oír semejantes horrores? Y se habría alejado inmediatamente de los que afirman tales cosas".

San Policarpo era obispo de la ciudad de Esmirna, en Turquía, y fue a Roma a dialogar con el Papa Aniceto para ver si podían ponerse de acuerdo para unificar la fecha de fiesta de Pascua entre los cristianos de Asia y los de Europa. Y andando por Roma se encontró con un hereje que negaba varias verdades de la religión católica. El otro le preguntó: ¿No me conoces? Y el santo le respondió: ¡Si te conozco! ¡Tú eres un hijo de Satanás!

Cuando San Ignacio de Antioquía iba hacia Roma, encadenado para ser martirizado, San Policarpo salió a recibirlo y besó emocionado sus cadenas. Y por petición de San Ignacio escribió una carta a los cristianos del Asia, carta que, según San Jerónimo, era sumamente apreciada por los antiguos cristianos.

Los cristianos de Esmirna escribieron una bellísima carta poco después del martirio de este gran santo, y en ella nos cuentan datos muy interesantes, por ejemplo, los siguientes:

"Cuando estalló la persecución, Policarpo no se presentó voluntariamente a las autoridades para que lo mataran, porque él tenía temor de que su voluntad no fuera lo suficientemente fuerte para ser capaz de enfrentarse al martirio, y porque sus fuerzas no eran ya tan grandes pues era muy anciano. Él se escondió, pero un esclavo fue y contó dónde estaba escondido y el gobierno envió un piquete de soldados a llevarlo preso. Era de noche cuando llegaron. Él se levantó de la cama y exclamó: "Hágase la santa voluntad de Dios". Luego mandó que les dieran una buena cena a los que lo iban a llevar preso y les pidió que le permitieran rezar un rato. Pasó bastantes minutos rezando y varios de los soldados, al verlo tan piadoso y santo, se arrepintieron de haber ido a llevarlo preso.

El populacho estaba reunido en el estadio y allá fue llevado Policarpo para ser juzgado. El gobernador le dijo:

"Declare que el César es el Señor".

Policarpo respondió:

"Yo sólo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios".

Añadió el gobernador:

¿Y qué pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César? Renuncie a su Cristo y salvará su vida.

A lo cual San Policarpo dio una respuesta admirable. Dijo así:

"Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y Él nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a Él ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo".

El gobernador le grita:

"Si no adora al César y sigue adorando a Cristo lo condenaré a las llamas",.

Y el santo responde:

"Me amenazas con fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga".

En ese momento el populacho empezó a gritar:

¡Este es el jefe de los cristianos, el que prohíbe adorar a nuestros dioses! ¡Que lo quemen! Y también los judíos pedían que lo quemaran vivo. El gobernador les hizo caso y decretó su pena de muerte, y todos aquellos enemigos de nuestra santa religión se fueron a traer leña de los hornos y talleres para encender una hoguera y quemarlo.

Hicieron un gran montón de leña y colocaron sobre él a Policarpo. Los verdugos querían amarrarlo a un palo con cadenas, pero él les dijo:

"Por favor: déjenme así, que el Señor me concederá valor para soportar este tormento sin tratar de alejarme de él". Entonces lo único que hicieron fue atarle las manos por detrás.

Policarpo, elevando los ojos hacia el cielo, oró así en alta voz:

"Señor Dios, Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo: yo te bendigo porque me has permitido llegar a esta situación y me concedes la gracia de formar parte del grupo de tus mártires, y me das el gran honor de poder participar del cáliz de amargura que tu propio Hijo Jesús tuvo que tomar antes de llegar a su resurrección gloriosa. Concédeme la gracia de ser admitido entre el grupo de los que sacrifican su vida por Ti y haz que este sacrificio te sea totalmente agradable. Yo te alabo y te bendigo Padre Celestial por tu santísimo Hijo Jesucristo a quien sea dada la gloria junto al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos".

"Tan pronto terminó Policarpo de rezar su oración, prendieron fuego a la leña, y entonces sucedió un milagro ante nuestros ojos y a la vista de todos los que estábamos allí presentes (sigue diciendo la carta escrita por los testigos que presenciaron su martirio): las llamas, haciendo una gran circunferencia, rodearon al cuerpo del mártir, y el cuerpo de Policarpo ya no parecía un cuerpo humano quemado sino un hermoso pan tostado, o un pedazo de oro sacado de un horno ardiente. Y todos los alrededores se llenaron de un agradabilísimo olor como de un fino incienso. Los verdugos recibieron la orden de atravesar el corazón del mártir con un lanzazo, y en ese momento vimos salir volando desde allí hacia lo alto una blanquísima paloma, y al brotar la sangre del corazón del santo, en seguida la hoguera se apagó".

"Los judíos y paganos le pidieron al jefe de la guardia que destruyeran e hicieran desaparecer el cuerpo del mártir, y el militar lo mandó quemar, pero nosotros alcanzamos a recoger algunos de sus huesos y los veneramos como un tesoro más valioso que las más ricas joyas, y los llevamos al sitio donde nos reunimos para orar".

El día de su martirio fue el 23 de febrero del año 155.

Esta carta, escrita en el propio tiempo en que sucedió el martirio, es una narración verdaderamente hermosa y provechosa.

 

ORACIÓN

Concédanos el Dios Todopoderoso poder también nosotros como San Policarpo ser fieles a Nuestro Señor Jesucristo hasta el último momento de nuestra vida.

 

www.ewtn.com/spanish/saints/Policarpo.htm

 

 

 

 

   

 

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