12 - DE
MAYO – JUEVES –
4 –
SEMANA DE PASCUA – C –
SAN PANCRACIO
Lectura del libro de los
Hechos de los apóstoles (13,13-25):
PABLO y sus
compañeros se hicieron a la mar en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Juan
los dejo y se volvió a Jerusalén; ellos, en cambio, continuaron y desde Perge
llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron
asiento. Acabada la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la
sinagoga les mandaron a unos que les dijeran:
«Hermanos, si tenéis una palabra de
exhortación para el pueblo, hablad».
Pablo se puso en pie y, haciendo seña
con la mano de que se callaran, dijo:
«Israelitas y los que teméis a Dios,
escuchad: El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres y multiplicó
al pueblo cuando vivían como forasteros en Egipto. Los sacó de allí con brazo
poderoso; unos cuarenta años “los cuidó en el desierto”, “aniquiló siete
naciones en la tierra de Canaán y les dio en herencia” su territorio; todo ello
en el espacio de unos cuatrocientos cincuenta años. Luego les dio jueces hasta
el profeta Samuel. Después pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de
Quis, de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años. Lo depuso y les suscitó
como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo:
“Encontré a David”, hijo de Jesé,
“hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”.
Según lo prometido, Dios sacó de su
descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un
bautismo de conversión antes de que llegara Jesús; y, cuando Juan estaba para
concluir el curso de su vida, decía:
“Yo no soy quien pensáis, pero, mirad,
viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los
pies”».
Palabra de
Dios
Salmo: 88,2-3.21-22.25.27
R/. Cantaré eternamente tus
misericordias, Señor
Cantaré
eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.
Encontré a
David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso. R/.
Mi fidelidad y
misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder.
Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora». R/.
Lectura del santo evangelio
según san Juan (13,16-20):
CUANDO Jesús
terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el criado
no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que
sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.
No lo digo por todos vosotros; yo sé
bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura:
“El que compartía mi pan me ha
traicionado”.
Os lo digo ahora, antes de que suceda,
para que cuando suceda creáis que yo soy.
En verdad, en verdad os digo:
el que recibe a quien yo envíe me recibe
a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».
Palabra del
Señor
1. Si Dios no fuera "trascendente", no sería Dios. Por eso, Dios no es ni "el Infinito". Porque "lo Infinito" es lo humano sin fin. Pero sigue siendo lo inmanente sin medida. Eso no sería Dios. Precisando el tema: Dios es, por definición, el Trascendente. Esto quiere decir que Dios no está al alcance de la mente humana. Lo único que, tratándose de Dios, podemos hacer los mortales es "representarnos" a Dios. En otras palabras, Dios es una "proyección" de nuestros anhelos y deseos en cuanto se refiere a todo cuanto nos trasciende.
Los humanos palpamos nuestras
limitaciones. Y queremos superarlas. Por eso, sentimos la necesidad de Dios,
buscamos a Dios, creemos en Dios.
2. Si este asunto se piensa
despacio y se analiza a fondo, sabemos que ha habido dos grandes religiones que
han comprendido el enorme problema que representa el "Trascendente".
Se trata del Budismo y el Cristianismo. Pero lo que ha ocurrido es que el
Budismo ha sido consecuente con la trascendencia de Dios. Y por eso los
budistas dicen: Dios no está a nuestro alcance, pues entonces no hablemos de
Dios. Sin embargo, la teología cristiana ha comprendido el problema de la
trascendencia, pero, no obstante, los teólogos cristianos hablan de Dios, de
cómo es Dios, de lo que quiere o no quiere Dios, etc. Lo cual se presta a que,
con frecuencia, hablemos, no de Dios, sino de nuestras representaciones de
Dios.
Ni podemos decir lo que Dios manda o
prohíbe, sino lo que mandan y prohíben los que tienen autoridad religiosa.
Por eso la autoridad religiosa puede convertirse en un "peligro de
alta tensión". Te sometes totalmente, y quedas
"religiosocutado".
3. Es verdad que el cristianismo ha encontrado la solución, a este problema, en Jesús, como "imagen" de Dios, como "encarnación" de Dios... Por eso Jesús afirma: "el que recibe a mi enviado, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado".
Recibir a un ser humano es recibir a
Jesús. Y recibir a Jesús es recibir a Dios. Por tanto, Dios está presente en
todo ser humano. Y nuestra relación con Dios es, en realidad, la
relación que tengamos y mantengamos con el ser humano, sea el que sea.
SAN PANCRACIO
San Pancracio
fue martirizado en Roma, probablemente durante la persecución de Diocleciano
(284-305). Su sepulcro se conserva en la vía Aurelia y sobre él se levanta una
iglesia edificada por el papa Símaco.
San Pancracio. Año 304.
El doce de mayo se celebra la fiesta de San Pancracio, un jovencito romano
de sólo 14 años, que fue martirizado por declarase creyente y partidario de
Nuestro Señor Jesucristo.
Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones
un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo
al niño: "Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres
que eres tan valiente como lo fue tu padre".
Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La
mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y
el jovencito le respondió: "Es que en la escuela me declaré seguidor de
Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión.
Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los
apóstoles: "En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir
humillaciones por amor a Jesucristo". (Hechos 6,41).
Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del
padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada:
"Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre".
Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y
que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo
llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él.
Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos
kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes
premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios.
El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en
Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir
de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el
lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más
fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas
al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al
cristianismo.
Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos por
que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en
el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a
pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros. De muy buena
voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el
hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su
sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión.
Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos
siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso
ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su
vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo.
San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros
de perder su fe y sus buenas costumbres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario