martes, 10 de mayo de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 12 - DE MAYO – JUEVES – 4 – SEMANA DE PASCUA – C – SAN PANCRACIO

  


 

12 - DE MAYO – JUEVES –

4 – SEMANA DE PASCUA – C –

SAN PANCRACIO

 

        Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (13,13-25):

 

PABLO y sus compañeros se hicieron a la mar en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Juan los dejo y se volvió a Jerusalén; ellos, en cambio, continuaron y desde Perge llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Acabada la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a unos que les dijeran:

«Hermanos, si tenéis una palabra de exhortación para el pueblo, hablad».

Pablo se puso en pie y, haciendo seña con la mano de que se callaran, dijo:

«Israelitas y los que teméis a Dios, escuchad: El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres y multiplicó al pueblo cuando vivían como forasteros en Egipto. Los sacó de allí con brazo poderoso; unos cuarenta años “los cuidó en el desierto”, “aniquiló siete naciones en la tierra de Canaán y les dio en herencia” su territorio; todo ello en el espacio de unos cuatrocientos cincuenta años. Luego les dio jueces hasta el profeta Samuel. Después pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años. Lo depuso y les suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo:

“Encontré a David”, hijo de Jesé, “hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”.

Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegara Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida, decía:

“Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 88,2-3.21-22.25.27

 

    R/. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

 

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,

anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,

más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.

 

Encontré a David, mi siervo,

y lo he ungido con óleo sagrado;

para que mi mano esté siempre con él

y mi brazo lo haga valeroso. R/.

 

Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,

por mi nombre crecerá su poder.

Él me invocará: «Tú eres mi padre,

mi Dios, mi Roca salvadora». R/.

 

        Lectura del santo evangelio según san Juan (13,16-20):

 

CUANDO Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo:

«En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.

No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura:

“El que compartía mi pan me ha traicionado”.

Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy.

En verdad, en verdad os digo:

el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».

 

Palabra del Señor

 

1.  Si Dios no fuera "trascendente", no sería Dios. Por eso, Dios no es ni "el Infinito". Porque "lo Infinito" es lo humano sin fin. Pero sigue siendo lo inmanente sin medida.  Eso no sería Dios. Precisando el tema: Dios es, por definición, el Trascendente. Esto quiere decir que Dios no está al alcance de la mente humana. Lo único que, tratándose de Dios, podemos hacer los mortales es "representarnos" a Dios. En otras palabras, Dios es una "proyección" de nuestros anhelos y deseos en cuanto se refiere a todo cuanto nos trasciende.

Los humanos palpamos nuestras limitaciones. Y queremos superarlas. Por eso, sentimos la necesidad de Dios, buscamos a Dios, creemos en Dios.

 

2.  Si este asunto se piensa despacio y se analiza a fondo, sabemos que ha habido dos grandes religiones que han comprendido el enorme problema que representa el "Trascendente". Se trata del Budismo y el Cristianismo. Pero lo que ha ocurrido es que el Budismo ha sido consecuente con la trascendencia de Dios. Y por eso los budistas dicen: Dios no está a nuestro alcance, pues entonces no hablemos de Dios. Sin embargo, la teología cristiana ha comprendido el problema de la trascendencia, pero, no obstante, los teólogos cristianos hablan de Dios, de cómo es Dios, de lo que quiere o no quiere Dios, etc. Lo cual se presta a que, con frecuencia, hablemos, no de Dios, sino de nuestras representaciones de Dios.

Ni podemos decir lo que Dios manda o prohíbe, sino lo que mandan y prohíben los que tienen autoridad religiosa.

Por eso la autoridad religiosa puede convertirse en un "peligro de alta tensión". Te sometes totalmente, y quedas "religiosocutado".

 

3.  Es verdad que el cristianismo ha encontrado la solución, a este problema, en Jesús, como "imagen" de Dios, como "encarnación" de Dios...  Por eso Jesús afirma: "el que recibe a mi enviado, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado".

Recibir a un ser humano es recibir a Jesús. Y recibir a Jesús es recibir a Dios. Por tanto, Dios está presente en todo ser humano.  Y nuestra relación con Dios es, en realidad, la relación que tengamos y mantengamos con el ser humano, sea el que sea.

 

SAN PANCRACIO

 




San Pancracio fue martirizado en Roma, probablemente durante la persecución de Diocleciano (284-305). Su sepulcro se conserva en la vía Aurelia y sobre él se levanta una iglesia edificada por el papa Símaco.

 

San Pancracio. Año 304.

El doce de mayo se celebra la fiesta de San Pancracio, un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declarase creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo.

Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: "Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre".

Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y el jovencito le respondió: "Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles: "En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo". (Hechos 6,41).

Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada: "Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre".

Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo.

Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros. De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión.

Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo.

San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.

 

 

 

 

 

   

 

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