lunes, 9 de mayo de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 11 - DE MAYO – MIERCOLES – 4 – SEMANA DE PASCUA – C – San Mayolo de Cluny

 

 

 


11 - DE MAYO – MIERCOLES –

4 – SEMANA DE PASCUA – C –

San Mayolo de Cluny

 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (12,24–13,5):

EN aquellos días, la palabra de Dios iba creciendo y se multiplicaba. Cuando cumplieron su servicio, Bernabé y Saulo se volvieron de Jerusalén, llevándose con ellos a Juan, por sobrenombre Marcos.

En la Iglesia que estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado Níger; Lucio, el de Cirene; Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.

     Un día que estaban celebrando el culto al Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo:

«Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado».

Entonces, después de ayunar y orar, les impusieron las manos y los enviaron. Con esta misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre.

      Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.

 Palabra de Dios

 

Salmo 66,2-3.5.6.8

 

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben

 

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,

ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos,

todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,

porque riges el mundo con justicia,

y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

 

Oh, Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.

Que Dios nos bendiga; que le teman

todos los confines de la tierra. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,44-50):

 

EN aquel tiempo, Jesús gritó diciendo:

«El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.

Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».

 

Palabra del Señor

                            

1.  Lo más claro y lo más fuerte, que aparece en este texto, es la afirmación de Jesús:

"El que me ve a mí, ve al que me ha enviado".

Es exactamente lo mismo que Jesús le dijo al apóstol Felipe cuando se despedía de sus discípulos: 

"Quien me ve a mí está viendo al Padre" (Jn 14, 9).

¿Qué veía Felipe? ¿Qué veía la gente cuando veía a Jesús?

Todos veían a un hombre, que comía, dormía, se cansaba... Uno de tantos (cf. Fil 2, 7).

Esto plantea una pregunta fundamental para el cristianismo y para cualquier creyente. ¿Qué pregunta?

 

2. - ¿Es que aquel vecino, modesto artesano de Nazaret, había sido elevado a la condición divina?

O por el contrario, - ¿se trataba de que Dios había descendido hasta identificarse con un ser de condición humana?

La respuesta es ni lo uno ni lo otro. La respuesta está que Dios se dio a conocer en aquel hombre que fue Jesús de Nazaret.

Por eso el N. T. dice que Jesús es la

-"imagen" de Dios (Col 1, 15),

     -la "reproducción" del ser de Dios (Heb 1, 3),

     - la "Palabra" de Dios (Jn 1, 1-18),

     -la "encarnación" de Dios (Jn 1, 14),

     - el "conocimiento" de Dios (Mt 11, 25; Lc 10, 21),

     - la "locura" y la "debilidad" de Dios (1 Cori, 25),

     - el "vaciamiento" de Dios (Fil 2, 6).

 

De forma que es cierto decir que, en Jesús, Dios se ha identificado con lo humano y se ha fundido con cualquier humano, sea quien sea (Mt 25, 31.46).

 

3.  Por eso Jesús afirma que él ha venido al mundo "como luz". Los seres humanos encontramos luz para nuestras vidas, no en el "milagro", el "misterio, la "autoridad" (F. Dostoyevsky), sino en la "humanidad" de las personas, en su bondad y su generosidad, su honradez y su transparencia.

Así fue Jesús. Y ese ha de ser nuestro camino, para ser luz en este mundo. Y toda la tarea de la fe consiste en vivir de tal manera que quien ve cómo vivimos, por eso mismo vea en nosotros a Dios.

Esto es entender y vivir el Evangelio. Cosa que no consiste en ser santo, sino en ser, de verdad y siempre, un ser humano honrado y honesto.

 

San Mayolo de Cluny

 


En Souvigny, de Borgoña, san Mayolo o Mayeul , abad de Cluny, quien, firme en la fe, seguro en la esperanza y repleto de una doble caridad, renovó numerosos monasterios de Francia e Italia.

 

Vida de San Mayolo de Cluny

 

Hijo de Foquer, señor rico y poderoso en Provenza. Mayolo o también Mayeul nació en el año 906, en la pequeña villa de Valenzola. Sus padres murieron pronto, cuando Mayolo era aún muy joven. Pronto le ronda por la cabeza el pensamiento de abandonar sus muchas posesiones y retirarse a la soledad; pero antes de tomar esta determinación le obligan a salir de sus tierras los sarracenos que van haciendo incursiones desde España. Esta es la razón de refugiarse en Mâcon donde le conociera el obispo Bernon que le da la prebenda de un canonicato al ver sus buenas cualidades y disposiciones. Termina sus estudios en la entonces célebre escuela de Lyon de donde regresa para instruir en filosofía y teología al clero local, recibir el diaconado y ser nombrado arcediano, o sea, el primero del orden de los diáconos. Como el ministerio del diaconado lleva consigo preparar la mesa a los pobres, repartiéndoles las limosnas de la iglesia, su nuevo cargo le proporciona la ocasión de ejercitar la caridad limosnera de un modo poco común; de hecho, vende sus muebles, casas y tierras para repartirlos entre los más menesterosos, incrementando así las limosnas del obispo.

Quieren nombrarlo obispo de Besanzon a la muerte de Guifredo; pero se resiste y, temeroso de que se presenten otras ocasiones que no pueda declinar, se retira al claustro. Cluny la abadía recientemente fundada -en el 910, bajo la advocación de san Pedro apóstol y sometido a la autoridad del papa, por Guillermo, duque de Aquitania-, será su casa desde entonces, cuando su tercer abad es Aymardo. Se observa estrictamente la Orden de San Benito de Arriano. Allí le encargan de la biblioteca y le nombran apocrisario, una especie de legado para resolver asuntos fuera del convento y, de modo especial, los que se refieren a las relaciones con los nobles o los príncipes.

Pasa a ser abad de Cluny al quedarse Aymardo imposibilitado para el gobierno por la ceguera. Con el abad Mayolo es cuando la abadía más resplandece por su rectitud, disciplina y espíritu de reforma, volviéndose hacia ella los ojos de los príncipes, emperadores y papas.

La reforma propugnada por Cluny pasa a los monasterios de Alemania a petición del emperador Otón I y de la emperatriz Adelaida.

Las abadías de Marmontier de Turena, San German de Auxerre, Moutier-San-Juan, San Benito de Dijon y San Mauro de las Fosas, en las proximidades de París, conocen la reforma cluniacense en Francia. El mismo papa Benedicto VII encomienda al abad Mayolo la reforma del monasterio de Lerins.

Fue toda una labor apasionante y pletórica realizada sólo en diez años. Claro está que nada de esto hubiera podido realizarse con un espíritu pusilánime o sin oración, sin penitencia y sin su piedad recia que incluía el tierno amor a Santa María como queda expresado en sus peregrinaciones a los santuarios de Nuestra Señora de Valay y de Loreto.

No todos los trabajos fueron ad intra propiciando la reforma de los buenos. Tuvo también escarceos apostólicos y proselitistas con los infieles sarracenos durante el tiempo en que le tuvieron preso, en Pont-Ouvrier, y de quienes fue rescatado por una fuerte suma de dinero que pudo reunirse entre los frailes y con las ayudas de amigos y ricos nobles conocidos.

El emperador Otón II quiso que fuera elegido papa, pero topó con su firme negativa.

Cansado de trabajos y pensando que su misión estaba concluida, propone se elija a su fiel discípulo Odilón para sucederle y renuncia a ser abad. Pero, aunque anciano ya, le queda todavía una última aventura reformadora; fue Hugo, el fundador de la dinastía de los Capetos, quien le pide como rey de Francia que regrese a París para introducir la reforma en la abadía de san Dionisio; no supo negarse, se puso en camino y muere en el intento generoso de mejorar ese monasterio para bien de la Iglesia; en Souvigni, el 11 de Mayo del año 994, casi nonagenario, muere el reformador Mayolo, uno de los hombres más eminentes de la cristiandad del siglo X, organizador insigne que preparó el estallido de vitalidad del siglo XI. Su figura se presenta magnífica en la escena del siglo de hierro en un mundo que estaba en construcción. Además de extender la Orden de Cluny en influencia y prestigio para reformar el mundo cristiano, su obra se extiende a otros aspectos de la vida social: construye y restaura, favorece las letras e introduce las ideas cristianas en los gobiernos de Alemania, de Francia y de Italia y, además, es incapaz de contemplar a un necesitado sin derramar lágrimas.

La abadía de Cluny, el templo mayor del mundo hasta que en el siglo XVI se construyó en Roma la basílica de san Pedro, que llegó a ser uno de los más importantes centros religiosos, que preparó decisivamente el camino a la reforma gregoriana y que se convirtió en potente foco de radiación del románico europeo, está convertida hoy en un montón de ruinas sólo recuperadas para la posteridad en el papel y el diseño. Se cerró y arrasó en el 1790 por la Revolución francesa. Se entiende que no todas las revoluciones son respetuosas con la cultura, ni con el arte, ni con la historia o que quizá existan más interpretaciones de historia, de arte y de cultura.

 

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