11 - DE
MAYO – MIERCOLES –
4 –
SEMANA DE PASCUA – C –
San Mayolo de
Cluny
Lectura del
libro de los Hechos de los apóstoles (12,24–13,5):
EN aquellos días, la palabra de Dios iba creciendo y se multiplicaba. Cuando
cumplieron su servicio, Bernabé y Saulo se volvieron de Jerusalén, llevándose
con ellos a Juan, por sobrenombre Marcos.
En la Iglesia que
estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado Níger;
Lucio, el de Cirene; Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un
día que estaban celebrando el culto al Señor y ayunaban, dijo el Espíritu
Santo:
«Apartadme a
Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado».
Entonces, después
de ayunar y orar, les impusieron las manos y los enviaron. Con esta misión del
Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre.
Llegados
a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.
Palabra de Dios
Salmo
66,2-3.5.6.8
R/. Oh Dios,
que te alaben los pueblos,
que todos los
pueblos te alaben
Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Juan (12,44-50):
EN aquel tiempo, Jesús gritó diciendo:
«El que cree en
mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que
me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no
quedará en tinieblas.
Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo
no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al
mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la
palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he
hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he
de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo
que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».
Palabra del Señor
1. Lo más claro y lo más fuerte, que
aparece en este texto, es la afirmación de Jesús:
"El que me ve a mí, ve al que me ha
enviado".
Es exactamente lo mismo que Jesús le dijo
al apóstol Felipe cuando se despedía de sus discípulos:
"Quien me ve a mí está viendo al
Padre" (Jn 14, 9).
¿Qué veía Felipe? ¿Qué veía la gente
cuando veía a Jesús?
Todos veían a un hombre, que comía,
dormía, se cansaba... Uno de tantos (cf. Fil 2, 7).
Esto plantea una pregunta fundamental para el cristianismo y
para cualquier creyente. ¿Qué pregunta?
2. - ¿Es que aquel vecino, modesto
artesano de Nazaret, había sido elevado a la condición divina?
O por el contrario, - ¿se trataba de
que Dios había descendido hasta identificarse con un ser de condición humana?
La respuesta es ni lo uno ni lo otro. La
respuesta está que Dios se dio a conocer en aquel hombre que fue Jesús de
Nazaret.
Por eso el N. T. dice que Jesús es la
-"imagen" de Dios (Col 1, 15),
-la "reproducción" del ser de Dios
(Heb 1, 3),
- la "Palabra" de Dios (Jn 1,
1-18),
-la "encarnación" de Dios (Jn 1,
14),
- el "conocimiento" de Dios (Mt 11,
25; Lc 10, 21),
- la "locura" y la
"debilidad" de Dios (1 Cori, 25),
- el "vaciamiento" de Dios (Fil 2,
6).
De forma que es cierto decir que, en
Jesús, Dios se ha identificado con lo humano y se ha fundido con cualquier
humano, sea quien sea (Mt 25, 31.46).
3. Por eso Jesús afirma que él ha
venido al mundo "como luz". Los seres humanos encontramos luz para
nuestras vidas, no en el "milagro", el "misterio, la
"autoridad" (F. Dostoyevsky), sino en la "humanidad" de las
personas, en su bondad y su generosidad, su honradez y su transparencia.
Así fue Jesús. Y ese ha de ser nuestro
camino, para ser luz en este mundo. Y toda la tarea de la fe consiste en vivir
de tal manera que quien ve cómo vivimos, por eso mismo vea en nosotros a Dios.
Esto es entender y vivir el Evangelio.
Cosa que no consiste en ser santo, sino en ser, de verdad y siempre, un ser
humano honrado y honesto.
En Souvigny,
de Borgoña, san Mayolo o Mayeul , abad de Cluny, quien, firme en la fe, seguro
en la esperanza y repleto de una doble caridad, renovó numerosos monasterios de
Francia e Italia.
Vida de San Mayolo de Cluny
Hijo de
Foquer, señor rico y poderoso en Provenza. Mayolo o también Mayeul nació en el
año 906, en la pequeña villa de Valenzola. Sus padres murieron pronto, cuando
Mayolo era aún muy joven. Pronto le ronda por la cabeza el pensamiento de
abandonar sus muchas posesiones y retirarse a la soledad; pero antes de tomar
esta determinación le obligan a salir de sus tierras los sarracenos que van
haciendo incursiones desde España. Esta es la razón de refugiarse en Mâcon
donde le conociera el obispo Bernon que le da la prebenda de un canonicato al ver
sus buenas cualidades y disposiciones. Termina sus estudios en la entonces
célebre escuela de Lyon de donde regresa para instruir en filosofía y teología
al clero local, recibir el diaconado y ser nombrado arcediano, o sea, el
primero del orden de los diáconos. Como el ministerio del diaconado lleva
consigo preparar la mesa a los pobres, repartiéndoles las limosnas de la
iglesia, su nuevo cargo le proporciona la ocasión de ejercitar la caridad
limosnera de un modo poco común; de hecho, vende sus muebles, casas y tierras
para repartirlos entre los más menesterosos, incrementando así las limosnas del
obispo.
Quieren
nombrarlo obispo de Besanzon a la muerte de Guifredo; pero se resiste y,
temeroso de que se presenten otras ocasiones que no pueda declinar, se retira
al claustro. Cluny la abadía recientemente fundada -en el 910, bajo la
advocación de san Pedro apóstol y sometido a la autoridad del papa, por
Guillermo, duque de Aquitania-, será su casa desde entonces, cuando su tercer
abad es Aymardo. Se observa estrictamente la Orden de San Benito de Arriano.
Allí le encargan de la biblioteca y le nombran apocrisario, una especie de
legado para resolver asuntos fuera del convento y, de modo especial, los que se
refieren a las relaciones con los nobles o los príncipes.
Pasa a ser
abad de Cluny al quedarse Aymardo imposibilitado para el gobierno por la
ceguera. Con el abad Mayolo es cuando la abadía más resplandece por su
rectitud, disciplina y espíritu de reforma, volviéndose hacia ella los ojos de
los príncipes, emperadores y papas.
La reforma
propugnada por Cluny pasa a los monasterios de Alemania a petición del
emperador Otón I y de la emperatriz Adelaida.
Las abadías de
Marmontier de Turena, San German de Auxerre, Moutier-San-Juan, San Benito de
Dijon y San Mauro de las Fosas, en las proximidades de París, conocen la
reforma cluniacense en Francia. El mismo papa Benedicto VII encomienda al abad
Mayolo la reforma del monasterio de Lerins.
Fue toda una
labor apasionante y pletórica realizada sólo en diez años. Claro está que nada
de esto hubiera podido realizarse con un espíritu pusilánime o sin oración, sin
penitencia y sin su piedad recia que incluía el tierno amor a Santa María como
queda expresado en sus peregrinaciones a los santuarios de Nuestra Señora de Valay
y de Loreto.
No todos los
trabajos fueron ad intra propiciando la reforma de los buenos. Tuvo también
escarceos apostólicos y proselitistas con los infieles sarracenos durante el
tiempo en que le tuvieron preso, en Pont-Ouvrier, y de quienes fue rescatado
por una fuerte suma de dinero que pudo reunirse entre los frailes y con las
ayudas de amigos y ricos nobles conocidos.
El emperador
Otón II quiso que fuera elegido papa, pero topó con su firme negativa.
Cansado de
trabajos y pensando que su misión estaba concluida, propone se elija a su fiel
discípulo Odilón para sucederle y renuncia a ser abad. Pero, aunque anciano ya,
le queda todavía una última aventura reformadora; fue Hugo, el fundador de la
dinastía de los Capetos, quien le pide como rey de Francia que regrese a París
para introducir la reforma en la abadía de san Dionisio; no supo negarse, se
puso en camino y muere en el intento generoso de mejorar ese monasterio para
bien de la Iglesia; en Souvigni, el 11 de Mayo del año 994, casi nonagenario, muere
el reformador Mayolo, uno de los hombres más eminentes de la cristiandad del
siglo X, organizador insigne que preparó el estallido de vitalidad del siglo
XI. Su figura se presenta magnífica en la escena del siglo de hierro en un
mundo que estaba en construcción. Además de extender la Orden de Cluny en
influencia y prestigio para reformar el mundo cristiano, su obra se extiende a
otros aspectos de la vida social: construye y restaura, favorece las letras e
introduce las ideas cristianas en los gobiernos de Alemania, de Francia y de
Italia y, además, es incapaz de contemplar a un necesitado sin derramar
lágrimas.
La abadía de
Cluny, el templo mayor del mundo hasta que en el siglo XVI se construyó en Roma
la basílica de san Pedro, que llegó a ser uno de los más importantes centros
religiosos, que preparó decisivamente el camino a la reforma gregoriana y que
se convirtió en potente foco de radiación del románico europeo, está convertida
hoy en un montón de ruinas sólo recuperadas para la posteridad en el papel y el
diseño. Se cerró y arrasó en el 1790 por la Revolución francesa. Se entiende
que no todas las revoluciones son respetuosas con la cultura, ni con el arte,
ni con la historia o que quizá existan más interpretaciones de historia, de
arte y de cultura.
https://www.santopedia.com/
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