20 - DE
MAYO – VIERNES – 5 – SEMANA DE PASCUA – C –
San Bernardino de Siena
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (15,22-31):
EN aquellos
días, los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir
algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a
Judas, llamado Barsabá, y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y
enviaron por medio de ellos esta carta:
«Los apóstoles y los presbíteros
hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de
la gentilidad. Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo
nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos,
hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros
queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de
nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os
referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y
nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de
carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de
uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos».
Los despidieron, y ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la
comunidad y entregaron la carta. Al leerla, se alegraron mucho por aquellas
palabras alentadoras.
Palabra de
Dios
Salmo: 56,8-9.10-12
R/. Te daré gracias ante los pueblos,
Señor
Mi corazón
está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora. R/.
Te daré
gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Juan (15,12-17):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Este es mí mandamiento: que os améis
unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que
da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo
que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo
no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he
oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis
elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto,
y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi
nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Palabra del
Señor
1. Jesús insiste, una vez
más, en el "mandamiento nuevo", que ya había dado el mismo Jesús en la Cena, justamente en el momento y sitio de la
Eucaristía.
Esta insistencia, por otra parte, es la
prueba más clara de la importancia central que Jesús le concede a este asunto.
Jesús no habló nunca de temas que han cobrado una importancia enorme en la Iglesia:
la obediencia al Papa y a los obispos, la liturgia y la observancia de los
rituales y ceremonias, la ortodoxia en las creencias y doctrina teológicas, la
honestidad en las buenas costumbres.
Jesús no mencionó nunca estas cosas. Y
es evidente que todo eso es importante. Pero raramente se dice y se
insiste en que lo central y lo determinante, en la vida, es que nos amemos.
El amor es el centro de la vida
cristiana y de la existencia en la fe.
2. Es fácil, es incluso
necesario, amar a quien nos quiere o simplemente a quien nos cae bien y con
quien sintonizamos espontáneamente. Lo duro, lo difícil, es amar al "otro
sin más". Es decir, querer al que me resulta indiferente y no digamos si
me es desagradable, insoportable. Por no hablar de los casos límite en que se
trata de amar al que me odia y me ha hecho mucho daño.
En estos casos nos
preguntamos:
- ¿qué es amar a los demás?
- ¿Puedo yo querer al que sé que no me
quiere?
- ¿Puedo tener amor al que sé que me
tiene odio y habla mal de mí o me desprecia?
Este es el problema.
3. No es fácil saber si esto
tiene solución. Una solución que nos tranquilice en la conciencia.
Por lo menos, hay algunas cosas que, en
cualquier caso, se deberían tener muy claras. Y además nos pueden ayudar:
1) Nunca odiar a nadie ni desearle mal a
nadie. Y, menos aún, hacer daño de la manera que sea. Eso, por lo menos.
2) Amar no es necesariamente tener
sentimientos de sintonía, simpatía, complacencia en la otra persona y con la
otra persona.
3) Amar es respetar.
4) Amar es tolerar, en los demás, cosas
que a mí me desagradan.
5) Amar es ser transparente, es decir,
proceder siempre con claridad, sin ocultar cosas que el otro debe saber.
6) Amar es ayudar, si es que eso está a
mi alcance, aunque la ayuda pueda ser costosa y quizá desagradable.
7) Amar es actuar de forma
que el otro pueda estar seguro de que yo nunca le haré daño, de la forma que
sea.
En definitiva, amar es ser buena persona
siempre. Y comportarse como tal, sin hacer daño jamás a nadie.
San Bernardino de Siena
San Bernardino
de Siena, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien, con la palabra
y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a las gentes de Italia y
difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús, perseverando
infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto para las almas,
hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo, en Italia.
Vida de San Bernardino de Siena
Nacido en Massa Marittima, territorio de Siena, (hoy en región Toscana,
Italia), el año 1380.
Queda huérfano y es criado por una tía. Ya desde chico le gustaban las cosas
de Dios. Componía altares e imitaba a los predicadores. De adolescente era se
cuidaba de hablar y actuar con pureza.
Cuando tenía 20 años hubo una gran peste en Italia que arrasó a Siena. Él y
otros jóvenes amigos suyos fueron al hospital y sirvieron por 3 meses hasta que
acabó la epidemia.
A los 22 años lo dejó todo para entrar en la comunidad franciscana.
Tanto movía los corazones con su prédica que se cerraban las tiendas y hasta
las clases en la universidad para escucharle. Se convirtieron innumerables
pecadores que venían a él arrepentidos.
Entró en la Orden de los Frailes Menores, se ordenó sacerdote y desplegó por
toda Italia una gran actividad como predicador, con notables frutos.
Propagó la devoción al santísimo nombre de Jesús. Tuvo un papel importante
en la promoción intelectual y espiritual de su Orden; escribió, además, algunos
tratados de teología.
Propaga la devoción a la Eucaristía. Acostumbraba a llevar consigo una
tablilla, mostrando la Eucaristía con rayos saliendo de ella y en el medio, el
monograma IHS que el ayudó a popularizar como símbolo de la Eucaristía. Fue
gran reformador de la Orden Franciscana.
No faltan las pruebas: El Papa Martín V lo suspende como predicador pero San
Juan Capistrano, le ayuda a arreglar su situación.
Rechazó 3 episcopados, fundó más de 200 monasterios e intervino para traer
la paz entre dos bandos, los güelfos y los gibelinos.
A los 63 años se le apareció San Pedro Celestino que le avisa de su
muerte ya cercana, la que acontece en la vigilia de la Ascensión. Muere en 1444
y seis años después es canonizado por el para Nicolás V.
Está sepultado en Aquila. Estuvo incorrupto y su ataúd sangró sin cesar
hasta que vino la paz entre los bandos que peleaban en la ciudad.
(Fuente: corazones.org)
Oración a San
Bernardino de Siena
San
Bernardino, que propagaste la devoción al santísimo nombre de Jesús, danos un
tierno amor al Redentor y obtén para nosotros la protección contra los males
respiratorios, con los cuales tú mismo fuiste probado. Te lo pedimos por los
méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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