10 - DE
MAYO – MARTES –
4 –
SEMANA DE PASCUA – C –
SAN JUAN DE AVILA
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (11,19-26):
EN aquellos
días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de
Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más
que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a
Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena
Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número
creyó y se convirtió al Señor.
Llegó la noticia a oídos de la Iglesia
de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la
gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo
empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud
considerable se adhirió al Señor.
Bernabé salió para Tarso en busca de
Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año
estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía
donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.
Palabra de
Dios
Salmo: 86,1-3.4-5.6-7
R/. Alabad al Señor, todas las naciones
Él la ha
cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios! R/.
«Contaré a
Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí».
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado». R/.
El Señor
escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí».
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti». R/.
Lectura del evangelio según san Juan (10,22-30):
SE celebraba
en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se
paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en
suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras
que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no
creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las
conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para
siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más
que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y
el Padre somos uno».
Palabra del
Señor
1. Los dirigentes judíos le piden a Jesús que les hable claramente y les diga, de una vez, si él es el Mesías. Jesús no responde ni con un "sí" ni con un "no". La respuesta de Jesús es decirles que se fijen en las "obras" que él hace. El signo de autenticidad y la prueba de credibilidad, que da Jesús, no nos remite a sus "títulos", ni a "argumentos", ni a una "teología" bien argumentada. El signo de autenticidad y verdad de Jesús son sus "obras". O sea, su "conducta".
Les viene a decir: "Mirad lo que yo
hago". Eso es lo que demuestra "quién soy".
2. Este criterio de Jesús tiene que seguir valiendo hoy. Lo cual quiere decir que los "hombres de Iglesia", los pastores de la comunidad son verdaderamente tales solo cuando lo demuestran con "sus obras" y mediante "su conducta". Nunca apelando a títulos, dignidades y nombramientos. Todo eso supone una concepción "jurídica", no una mentalidad "evangélica".
3. De lo dicho se sigue una
consecuencia muy fuerte: el ministerio pastoral lo tendrían que ejercer en la
Iglesia quienes acrediten que están preparados para eso "por sus
obras", es decir, por "su conducta" evangélica. Y eso solo lo
pueden decir quienes los conocen de verdad. De ahí
la necesidad de que las diócesis sean mucho más pequeñas, para que los fieles
conozcan a quién pueden elegir y aceptar como pastor de la comunidad. Así, se
podría recuperar la práctica democrática que se vivió en la Iglesia durante los
primeros mil años de su existencia, hasta bien entrado el s. XI. La Iglesia se
renovará el día que funcione así.
SAN JUAN DE AVILA
SAN JUAN DE ÁVILA
(1499-1569)
Presbítero y doctor de la Iglesia
Patrono del Clero Secular de España
Nace en
Almodóvar del Campo (Ciudad Real) hacia 1499 y muere en Montilla (Córdoba) el
10 de mayo de 1569. Desarrolló su actividad apostólica especialmente en el sur
de España, por lo cual se le llama el Apóstol de Andalucía, promoviendo un
profundo espíritu de renovación en la Iglesia en España.
No solo en vida, sino también después de
su muerte, a través de sus cartas, pláticas, sermones y escritos, llenos de
unción evangélica, influyó poderosamente en la historia de la espiritualidad
española y universal.
En vísperas del Concilio de Trento, dirigió
recomendaciones preciosas a diversos obispos sobre la reforma de la Iglesia..
En su retiro de Montilla oró y se entregó incansablemente a la escritura. Fue
canonizado por Se anticipó a las decisiones tridentinas, fundando colegios para
el clero (los futuros seminarios instituidos por Trento). San Ignacio de
Loyola, san Francisco de Borja y santa Teresa de Jesús le consultaban y
apreciabanPablo VI el 31 de mayo de 1970. Pío XII lo nombró patrono del clero
secular español el 2 de julio de 1946.
JUAN DE
ÁVILA nació el día de la Epifanía, 6 de enero,
en Almodóvar del Campo (Ciudad Real, entonces diócesis de Toledo), hijo único
de unos padres muy cristianos y en muy buena posición económica y social. A los
14 años lo llevaron a estudiar Leyes a la Universidad de Salamanca, pero
abandonó estos estudios al concluir el cuarto curso, decidió regresar al
domicilio familiar para dedicarse a reflexionar y orar.
Con el propósito de hacerse sacerdote y marchar después como misionero a las
Indias, en 1520 realizó estudios de Artes y Teología en la prestigiosa
Universidad de Alcalá. Recibida la ordenación de presbítero en 1529, celebró la
primera Misa solemne en la parroquia de su pueblo. Como ya habían muerto sus
padres, para festejar el acontecimiento invitó a su mesa a doce pobres y
decidió vendar su cuantiosa fortuna procedente de las minas de plata que poseía
la familia y darlo todo a los más necesitados. A continuación, marchó a Sevilla
para esperar el momento de embarcar hacia Nueva España (México).
Mientras tanto se dedicó a la predicación en la ciudad y en las localidades
cercanas. Allí se encontró con el sacerdote amigo Fernando de Contreras, mayor
que él y prestigioso catequista, a quien había conocido cuando éste se
doctoraba en Alcalá. Entusiasmadamente por el modo de predicar del joven
sacerdote Ávila, consiguió que el Arzobispo hispalense le hiciera desistir de
su idea de ir a América para quedarse en Andalucía, donde urgía consolidar la
fe de los creyentes después de siglos de dominación musulmana. Juan de Ávila
permaneció en Sevilla, compartiendo casa, pobreza y vida de oración con
Fernando de Contreras y, a la vez que se dedicaba asiduamente a la predicación
y a la dirección espiritual de personas, continuó estudios de Teología en el
Colegio Santo Tomás de Sevilla.
Pero sus éxitos apostólicos se vieron pronto nublados por una denuncia a la
Inquisición, acusado de haber sostenido algunas doctrinas sospechosas. Mientras
tuvo lugar el proceso, entre 1531 y 1533 quedó recluido en la cárcel. Allí se
dedicó asiduamente a la oración, y durante esta dura situación recibió la
gracia de penetrar con singular profundidad en el misterio del amor de Dios y
el gran “beneficio” hecho a la humanidad por Jesuscristo nuestro Redentor. En
adelante será éste el eje de su vida espiritual y uno de los temas centrales de
su actividad evangelizadora. En la cárcel escribió la primera versión de su
obra más conocida, el tratado de vida espiritual (Audi, filta), dedicado a doña
Sancha Carrillo, una distinguida joven a quien seguía orientando
espiritualmente después de su clamorosa conversión.
Emitida la sentencia absolutoria en 1533, continuó predicando con notable
éxito ante el pueblo de y las autoridades, pero prefirió trasladarse a Córdoba,
diócesis en la que quedó incardinado, y donde conoció a su discípulo, amigo y
primer biógrafo, el dominico Fray Luis de Granada. Poco después, en 1536, fijó
su residencia en Granada, donde también continuó estudios y comienza a figurar
con el título de Maestro.
Viviendo muy pobremente y dedicándose a la oración y a la predicación, fue
centrando su interés en mejorar la formación de quienes se preparaban para el
sacerdocio, para lo que fundó Colegios mayores y menores, que después de
Trento, habrían de convertirse en seminarios conciliares. Para el Maestro de
Ávila, la reforma de Iglesia, que cada vez consideraba más necesaria, pasaba
por la mayor santidad de clérigos, religiosos y fieles.
Sonadas conversiones como las del Marqués de Llombat, que llegó a ser san
Francisco de Borja, o la de Juan Cidad -san Juan de Dios- y, sobre todo, su
dedicación a la gente sencilla junto con la fundación de los niños y jóvenes,
jalonan la vida del Maestro de Ávila. Fundó incluso una Universidad, la de
Baeza (Jaén), que durante siglos fue un destacado referente para la cualificada
formación de los sacerdotes.
Después de recorres Andalucía y parte de Extremadura orando y predicando, ya
enfermo, en 1554 se retiró definitivamente a Montilla (Córdoba), donde ejerció
su apostolado a través de abundante correspondencia y perfiló algunas de sus
obras. Además de un catecismo o Doctrina cristiana en verso para que lo
cantaran los niños y evangelizaran así a los mayores, el Maestro de Ávila es
autor del conocido Tratado del amor de Dios, del Tratado sobre el sacerdocio y
de otros escritos menores.
Aquejado de fortísimos dolores, con un Crucifijo entre las manos y
acompañado de sus discípulos y amigos, el Maestro de Ávila entregó su alma al
Señor en su humilde casa de Montilla en la mañana del 10 de mayo de 1569. Santa
Teresa de Jesús, al enterarse de la noticia, no dudó en exclamar: lloro porque
pierde la Iglesia de Dios una gran columna.
En 1623 se instruyó en la archidiócesis de Toledo su Causa de canonización.
El papa Benedicto XIV aprobó y elogió su doctrina y escritos en 1742. El 4 de
abril de 1894 León XIII lo beatificó. En 1946 fue nombrado patrono del clero
secular de España por Pío XII y Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970. Fue
proclamado Doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012, junto a Santa
Hildegarda de Bilden, por el papa Benedicto XVI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario