lunes, 9 de mayo de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 10 - DE MAYO – MARTES – 4 – SEMANA DE PASCUA – C – SAN JUAN DE AVILA

 



10 - DE MAYO – MARTES –

4 – SEMANA DE PASCUA – C –

SAN  JUAN  DE  AVILA

 

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (11,19-26):

 

EN aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor.

Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor.

Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 86,1-3.4-5.6-7

 

R/. Alabad al Señor, todas las naciones

 

Él la ha cimentado sobre el monte santo;

y el Señor prefiere las puertas de Sión

a todas las moradas de Jacob.

¡Qué pregón tan glorioso para ti,

ciudad de Dios! R/.

«Contaré a Egipto y a Babilonia

entre mis fieles;

filisteos, tirios y etíopes

han nacido allí».

Se dirá de Sión: «Uno por uno

todos han nacido en ella;

el Altísimo en persona la ha fundado». R/.

El Señor escribirá en el registro de los pueblos:

«Éste ha nacido allí».

Y cantarán mientras danzan:

«Todas mis fuentes están en ti». R/.

 

    Lectura del evangelio según san Juan (10,22-30):

 

SE celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.

Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».

Jesús les respondió:

«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

 

Palabra del Señor

 

1.  Los dirigentes judíos le piden a Jesús que les hable claramente y les diga, de una vez, si él es el Mesías. Jesús no responde ni con un "sí" ni con un "no". La respuesta de Jesús es decirles que se fijen en las "obras" que él hace. El signo de autenticidad y la prueba de credibilidad, que da Jesús, no nos remite a sus "títulos", ni a "argumentos", ni a una "teología" bien argumentada. El signo de autenticidad y verdad de Jesús son sus "obras". O sea, su "conducta".

Les viene a decir: "Mirad lo que yo hago". Eso es lo que demuestra "quién soy".

 

2.  Este criterio de Jesús tiene que seguir valiendo hoy. Lo cual quiere decir que los "hombres de Iglesia", los pastores de la comunidad son verdaderamente tales solo cuando lo demuestran con "sus obras" y mediante "su conducta".  Nunca apelando a títulos, dignidades y nombramientos. Todo eso supone una concepción "jurídica", no una mentalidad "evangélica".

 

3.  De lo dicho se sigue una consecuencia muy fuerte: el ministerio pastoral lo tendrían que ejercer en la Iglesia quienes acrediten que están preparados para eso "por sus obras", es decir, por "su conducta" evangélica. Y eso solo lo pueden decir quienes los conocen de verdad.  De ahí la necesidad de que las diócesis sean mucho más pequeñas, para que los fieles conozcan a quién pueden elegir y aceptar como pastor de la comunidad. Así, se podría recuperar la práctica democrática que se vivió en la Iglesia durante los primeros mil años de su existencia, hasta bien entrado el s. XI. La Iglesia se renovará el día que funcione así.

 

SAN  JUAN  DE  AVILA

 


SAN JUAN DE ÁVILA

                                    (1499-1569)           

Presbítero y doctor de la Iglesia

Patrono del Clero Secular de España

 

Nace en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) hacia 1499 y muere en Montilla (Córdoba) el 10 de mayo de 1569. Desarrolló su actividad apostólica especialmente en el sur de España, por lo cual se le llama el Apóstol de Andalucía, promoviendo un profundo espíritu de renovación en la Iglesia en España.

No solo en vida, sino también después de su muerte, a través de sus cartas, pláticas, sermones y escritos, llenos de unción evangélica, influyó poderosamente en la historia de la espiritualidad española y universal.

En vísperas del Concilio de Trento, dirigió recomendaciones preciosas a diversos obispos sobre la reforma de la Iglesia.. En su retiro de Montilla oró y se entregó incansablemente a la escritura. Fue canonizado por Se anticipó a las decisiones tridentinas, fundando colegios para el clero (los futuros seminarios instituidos por Trento). San Ignacio de Loyola, san Francisco de Borja y santa Teresa de Jesús le consultaban y apreciabanPablo VI el 31 de mayo de 1970. Pío XII lo nombró patrono del clero secular español el 2 de julio de 1946.

 

 

      JUAN DE ÁVILA nació el día de la Epifanía, 6 de enero, en Almodóvar del Campo (Ciudad Real, entonces diócesis de Toledo), hijo único de unos padres muy cristianos y en muy buena posición económica y social. A los 14 años lo llevaron a estudiar Leyes a la Universidad de Salamanca, pero abandonó estos estudios al concluir el cuarto curso, decidió regresar al domicilio familiar para dedicarse a reflexionar y orar.

Con el propósito de hacerse sacerdote y marchar después como misionero a las Indias, en 1520 realizó estudios de Artes y Teología en la prestigiosa Universidad de Alcalá. Recibida la ordenación de presbítero en 1529, celebró la primera Misa solemne en la parroquia de su pueblo. Como ya habían muerto sus padres, para festejar el acontecimiento invitó a su mesa a doce pobres y decidió vendar su cuantiosa fortuna procedente de las minas de plata que poseía la familia y darlo todo a los más necesitados. A continuación, marchó a Sevilla para esperar el momento de embarcar hacia Nueva España (México).

Mientras tanto se dedicó a la predicación en la ciudad y en las localidades cercanas. Allí se encontró con el sacerdote amigo Fernando de Contreras, mayor que él y prestigioso catequista, a quien había conocido cuando éste se doctoraba en Alcalá. Entusiasmadamente por el modo de predicar del joven sacerdote Ávila, consiguió que el Arzobispo hispalense le hiciera desistir de su idea de ir a América para quedarse en Andalucía, donde urgía consolidar la fe de los creyentes después de siglos de dominación musulmana. Juan de Ávila permaneció en Sevilla, compartiendo casa, pobreza y vida de oración con Fernando de Contreras y, a la vez que se dedicaba asiduamente a la predicación y a la dirección espiritual de personas, continuó estudios de Teología en el Colegio Santo Tomás de Sevilla.

Pero sus éxitos apostólicos se vieron pronto nublados por una denuncia a la Inquisición, acusado de haber sostenido algunas doctrinas sospechosas. Mientras tuvo lugar el proceso, entre 1531 y 1533 quedó recluido en la cárcel. Allí se dedicó asiduamente a la oración, y durante esta dura situación recibió la gracia de penetrar con singular profundidad en el misterio del amor de Dios y el gran “beneficio” hecho a la humanidad por Jesuscristo nuestro Redentor. En adelante será éste el eje de su vida espiritual y uno de los temas centrales de su actividad evangelizadora. En la cárcel escribió la primera versión de su obra más conocida, el tratado de vida espiritual (Audi, filta), dedicado a doña Sancha Carrillo, una distinguida joven a quien seguía orientando espiritualmente después de su clamorosa conversión.

Emitida la sentencia absolutoria en 1533, continuó predicando con notable éxito ante el pueblo de y las autoridades, pero prefirió trasladarse a Córdoba, diócesis en la que quedó incardinado, y donde conoció a su discípulo, amigo y primer biógrafo, el dominico Fray Luis de Granada. Poco después, en 1536, fijó su residencia en Granada, donde también continuó estudios y comienza a figurar con el título de Maestro.

Viviendo muy pobremente y dedicándose a la oración y a la predicación, fue centrando su interés en mejorar la formación de quienes se preparaban para el sacerdocio, para lo que fundó Colegios mayores y menores, que después de Trento, habrían de convertirse en seminarios conciliares. Para el Maestro de Ávila, la reforma de Iglesia, que cada vez consideraba más necesaria, pasaba por la mayor santidad de clérigos, religiosos y fieles.

Sonadas conversiones como las del Marqués de Llombat, que llegó a ser san Francisco de Borja, o la de Juan Cidad -san Juan de Dios- y, sobre todo, su dedicación a la gente sencilla junto con la fundación de los niños y jóvenes, jalonan la vida del Maestro de Ávila. Fundó incluso una Universidad, la de Baeza (Jaén), que durante siglos fue un destacado referente para la cualificada formación de los sacerdotes.

Después de recorres Andalucía y parte de Extremadura orando y predicando, ya enfermo, en 1554 se retiró definitivamente a Montilla (Córdoba), donde ejerció su apostolado a través de abundante correspondencia y perfiló algunas de sus obras. Además de un catecismo o Doctrina cristiana en verso para que lo cantaran los niños y evangelizaran así a los mayores, el Maestro de Ávila es autor del conocido Tratado del amor de Dios, del Tratado sobre el sacerdocio y de otros escritos menores.

Aquejado de fortísimos dolores, con un Crucifijo entre las manos y acompañado de sus discípulos y amigos, el Maestro de Ávila entregó su alma al Señor en su humilde casa de Montilla en la mañana del 10 de mayo de 1569. Santa Teresa de Jesús, al enterarse de la noticia, no dudó en exclamar: lloro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna.

En 1623 se instruyó en la archidiócesis de Toledo su Causa de canonización. El papa Benedicto XIV aprobó y elogió su doctrina y escritos en 1742. El 4 de abril de 1894 León XIII lo beatificó. En 1946 fue nombrado patrono del clero secular de España por Pío XII y Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970. Fue proclamado Doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012, junto a Santa Hildegarda de Bilden, por el papa Benedicto XVI.

 

 

 

 

   

 

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