23 - DE
MAYO – LUNES –
6 –
SEMANA DE PASCUA – C –
Juan Bautista
de Rossi
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (16,11-15):
NOS hicimos a
la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos
para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia
y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días.
El sábado salimos de la ciudad y fuimos a
un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos
sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de
ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que
adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón
para que aceptara lo que decía Pablo.
Se bautizó con toda su familia y nos
invitó:
«Si estáis convencidos de que creo en el
Señor, venid a hospedaros en mi casa».
Y nos obligó a aceptar.
Palabra de
Dios
Salmo: 149,1-2.3-4.5-6a.9b
R/. El Señor ama a su pueblo
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.
Alabad su
nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.
Que los fieles
festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca.
Es un honor para todos sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Juan (15,26–16, 4a):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito, que os
enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él
dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el
principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no os
escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una
hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán
porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he hablado de esto para que, cuando
llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho».
Palabra del
Señor
1. La composición de este evangelio recoge, ante todo, el final del capítulo 15 del IV evangelio (Jn 15, 26), donde se repite la promesa de la venida del Espíritu (el Paráclito o abogado defensor), que dará a los discípulos la fortaleza necesaria, para mantenerse fieles a la misión que Jesús les ha encomendado.
Y esta promesa “que es el final del capítulo 15” se une inmediatamente al comienzo del capítulo 16, que es la prolongación de la promesa que les hace Jesús. Pero una promesa que se va a realizar en unas condiciones extremadamente duras, que Jesús explica enseguida.
2. Lo que se dice, al comienzo del cap. 16, se refiere a la persecución que tuvieron que sufrir los seguidores de Jesús durante la época posterior a la muerte de Jesús. Es un tema común en la literatura cristiana primitiva. Y refleja la experiencia dolorosa que tuvieron que sufrir las comunidades cristianas desde sus orígenes.
Y es que el Evangelio, vivido en serio y
en su integridad, era como "un cuerpo extraño" en la cultura del
Imperio. Esto se refleja también en los evangelios sinópticos (Mt
24, 9-14; Mc 13, 9-13; Lc 21, 12-17). Cosa que ya había quedado expresada en
las tradiciones de la misión que les encomendó Jesús (Mt 10, 17-25; 5, 10-11;
Lc 12, 1-12) (Jean Zumstein).
3. Pero Jesús llega más lejos.
Porque asegura que, a los testigos del Evangelio, los excomulgarán de las
sinagogas. Es decir, esos testigos de Jesús tendrán que pasar por la dura
vergüenza de verse expulsados de los centros propios de la religión. Y, lo que
es más inconcebible, llegará el día en que a los testigos de Jesús se les
matará, se les quitará la vida, pensando que así es cómo se le da culto a Dios
(dókse latreían prosphé rein tóTheó). Es, literalmente, la ofrenda cultual a
Dios, convertida en "culto asesino".
El día del Corpus de 1534, el emperador Francisco I, presidió la procesión del Santísimo por las calles de París; y con su propia mano fue prendiendo fuego a 25 hogueras en las que ardieron 25 herejes, para honrar así a su Divina Majestad. Semejante perversión brutal, se da a diario en pequeñas cosas cotidianas, con más frecuencia de lo que imaginamos.
Es la perversión radical de la religión.
Juan Bautista de
Rossi
Martirologio
Romano: En Roma, san Juan Bautista de Rossi, presbítero, que atendió en la Ciudad
Santa a los pobres y a los más marginados, instruyendo a todos en la santa
doctrina. († 1764).
Fecha de
beatificación: 13 de mayo de 1860 por el Papa Pío IX
Fecha de
canonización: 8 de diciembre de 1881 por el Papa León XIII.
Breve Biografía
Juan Bautista de Rossi representa el triunfo de la voluntad sobre la
fragilidad física, del generoso empeño apostólico sobre los obstáculos de la
enfermedad. A pesar de su doble enfermedad, la epilepsia y una enfermedad de
los ojos, multiplicó el trabajo cotidiano en beneficio de los pobres de la
ciudad de Roma y de los recogidos en los hospicios. Había nacido en Voltaggio,
provincia de Génova, el 22 de febrero de 1698, pero a los trece años se
estableció definitivamente en Roma, en casa de un primo sacerdote, canónigo de
Santa María en Cosmedin, para poder estudiar en el colegio romano de los
jesuitas. En 1714 siguió los estudios eclesiásticos, y terminó los estudios de
teología con los dominicos.
Fue ordenado
sacerdote el 8 de marzo de 1721, pero desde antes ya había comenzado su intenso
apostolado. Antes de su ordenación había dirigido varios grupos de estudiantes,
y de esta experiencia nació la idea de la fundación de la Pía Unión de
Sacerdotes Seculares, anexa al hospicio de San Gala que él dirigió y que,
durante más de dos siglos, hasta 1935, contó con los mejores nombres del clero
romano, algunos de los cuales llegaron al honor de los altares.
Además del hospicio
de San Gala, no suyo (había sido fundado por Marco Antonio Anastasio
Odescalchi, primo de Inocencio XI) y sólo para hombres, quiso ampliar el radio
de su apostolado fundando el hospicio para mujeres, dedicado a san Luis
Gonzaga, su santo predilecto. Ayudado por su confesor, el siervo de Dios
Francisco María Galluzzi, a pesar de su delicada salud redobló su actividad.
Parecía omnipresente en cualquier parte en donde había que animar, instruir,
socorrer, a cualquier hora del día o de la noche.
No era raro verlo en
las plazuelas romanas improvisar un sermón entre los desocupados o por la noche
cuando la gente regresaba del trabajo.
La simpatía que despertaba entre la gente humilde de los barrios atraía a
su confesonario largas filas de penitentes. Era, efectivamente, un maestro de
espiritualidad y en cualquier parte donde promovía una iniciativa, imprimía un
ritmo de santo fervor.
Cuando fue elegido
canónigo de Santa María en Cosmedin, quedó dispensado de la obligación del coro
para poderse dedicar con más libertad a sus compromisos apostólicos. En los
últimos meses de su vida, la gravedad de la enfermedad lo sometió a un
verdadero calvario.
Murió el 23 de mayo
de 1764, y fue beatificado por Pío IX, que había sido sucesor en la dirección
de la Pía Unión de los Sacerdotes Seculares de San Gala. León XIII lo canonizó
el 8 de diciembre de 1881.
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