26 - DE
MAYO – JUEVES –
6 –
SEMANA DE PASCUA – C –
SAN FELIPE NERI
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles (18,1-8):
EN aquellos
días, Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Aquila,
judío natural del Ponto, y a su mujer, Priscila; habían llegado hacía poco de
Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma.
Se juntó con ellos y, como ejercía el
mismo oficio, se quedó a vivir y trabajar en su casa; eran tejedores de lona
para tiendas de campaña. Todos los sábados discutía en la sinagoga,
esforzándose por convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo bajaron
de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, dando testimonio ante los
judíos de que Jesús es el Mesías.
Como ellos se oponían y respondían con
blasfemias, Pablo sacudió sus vestidos y les dijo:
«Vuestra sangre recaiga sobre vuestra
cabeza. Yo soy inocente y desde ahora me voy con los gentiles».
Se marchó de allí y se fue a casa de un
cierto Ticio Justo, que adoraba a Dios y cuya casa estaba al lado de la
sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga creyó en el Señor con toda su familia;
también otros muchos corintios, al escuchar a Pablo, creían y se bautizaban.
Palabra de
Dios
Salmo: 97,1-2ab.2cd-3ab.3cd-4
R/. El Señor revela a las
naciones su victoria
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a
conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines
de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Juan (16,16-20):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Dentro de poco ya no me veréis, pero
dentro de otro poco me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
«¿Qué significa eso de “dentro de poco
ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy
al Padre”?».
Y se preguntaban:
«¿Qué significa ese “poco”? No
entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle
y les dijo:
«¿Estáis discutiendo de eso que os he
dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a
ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis,
mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra
tristeza se convertirá en alegría».
Palabra del
Señor
1. Os animo a la leer con
atención y reflexionar la palabra de Dios. Es el mejor alimento diario de
nuestra fe, si queremos seguir a Jesús. Y lo primero que hay que hacer para
tomar esta decisión de seguirle, es escuchar su llamada, tener el oído
despierto. Sabemos bien que la fe no consiste primordialmente en creer algo
sobre Jesús, sino en creerle a él, seguir con nuestra vida a su persona y entregarle
nuestro corazón.
Los apóstoles no siempre comprendían lo
que Jesús les explicaba, pero confiaban en él, en su persona y estaban a su
lado. “No entendemos lo que dice”, se lee en el evangelio de hoy. Y es que para
entender a Jesús primero hay que quererle. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos
a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos falta la alegría de quienes viven
alimentándose de su Palabra y dando gracias cada día de haberle conocido. Jesús
es nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestro mejor Amigo que nunca falla. Él nos
lleva de la mano hasta el Padre.
2. Jesús les anuncia que
están llamados a dar a luz un mundo nuevo, basado en el amor y guiado por el
Espíritu Santo. El dar a luz produce un sufrimiento, pero acaba en una alegría
inmensa. Este momento está cercano, casi a la mano. Van a tener valor para
enfrentar todas las dificultades que se presenten, porque Jesús está con ellos
como el Padre ha estado siempre con Jesús.
Pero cuando falta el seguimiento de
Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en el propio corazón y en la
comunidad cristiana, nuestra fe corre el riesgo de quedar reducida a una
aceptación de creencias, de costumbres, de palabras que no entendemos.
Es fácil entonces instalarnos en algunas
prácticas religiosas, sin dejarnos cuestionar por las llamadas que Jesús nos
hace desde el evangelio que leemos cada día. Sólo seremos sus discípulos si le
damos el abrazo de la fe y lo imitamos con nuestra vida.
3. Sucedió el 19 de agosto
2000 en Roma con ocasión de la XV Jornada Mundial de la Juventud ante dos
millones de jóvenes reunidos en la Vigilia de oración con el Santo Padre.
Massimiliano, nacido en Roma, dio su testimonio: “He nacido en una sociedad en
la que todo se puede comprar y en la que tengo de todo. Tengo una familia
unida, en casa no me falta de nada, tengo estudios en la Universidad, tengo
asegurado mi puesto de trabajo. No he conocido ni la guerra ni las
deportaciones ni el control de la libertad, como muchos de los jóvenes que
están aquí. Me considero un joven privilegiado. Pero un día leyendo el
Evangelio de Jesús encontré estás palabras que me impresionaron muchísimo –las
que Jesús dijo al joven rico: “Todavía te falta una cosa...” ¿A mí
me faltaba algo todavía? Sí, era cierto: ME FALTABA EL AMOR A LOS POBRES... “
Hoy, en pleno siglo XXI, este joven ha sentido el llamamiento a dar lo que
tenía a los pobres y a seguir a Cristo. En su encuentro con los pobres de Roma,
este joven busca ahora vivir como Jesús, entregando su vida por los demás. Y
continúa diciendo: “Procuro hacerme amigo de ellos: ellos ya conocen mi nombre
y yo conozco el nombre de algunos de ellos. Y todo esto no lo hago yo solo,
pues estoy con un grupo de amigos que tienen los mismos ideales que yo”.
Nació en Florencia en
1515; marchó a Roma y se dedicó al cuidado de los jóvenes; destacó en el camino
de la perfección cristiana y fundó una asociación para atender a los pobres.
Ordenado sacerdote en
1551 fundó la Congregación del Oratorio, en la que se cultivaba especialmente
la lectura espiritual, el canto y las obras de caridad. Brilló por sus obras de
caridad con el prójimo, por su sencillez y su alegría. Murió en el año 1595.
“Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe
lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no
trabaje por Cristo, no sabe lo que hace”, decía San Felipe Neri, patrono de
educadores y humoristas, así como fundador del Oratorio en Roma.
San Felipe Neri nació en Florencia (Italia)
en 1515. Muy pronto quedó huérfano de madre, pero la segunda esposa de su padre
fue para él y sus hermanos una verdadera mamá.
A los 17 años fue enviado a San Germano
para que aprendiera de negocios y tuvo una experiencia mística que el Santo
llamaría su “conversión”. Se fue a Roma sin dinero y sin proyecto alguno
confiando en la Divina Providencia.
Obtuvo trabajo educando a los hijos de un
aduanero florentino, quienes se portaban muy bien con la dirección de Felipe.
En sus ratos libres se dedicaba a la oración. Más adelante realizó estudios de
filosofía y teología, pero cuando se le abría una brillante carrera, abandonó
los estudios y se entregó al apostolado.
En la Víspera de Pentecostés de 1544 pedía en
oración los dones del Espíritu Santo cuando del cielo bajó un globo de fuego
que se dilató en su pecho. San Felipe cayó al suelo pidiendo al Señor que se
detenga, pero cuando recuperó plenamente la conciencia, tenía un bulto en el
pecho del tamaño de un puño, que jamás le causó dolor.
Más adelante fundó la Cofradía de la
Santísima Trinidad, conocida como la cofradía de los pobres. Fue ordenado
sacerdote y ejerció el apostolado del confesionario varias horas al día. Con
frecuencia caía en éxtasis en Misa y algunos llegaron a verlo levitando.
Organizó las conversaciones espirituales que
solía terminar con la visita al Santísimo. El pueblo los llamaba los
“oratorianos” porque se tocaba la campana para llamar a los fieles a rezar en
su oratorio. Como quería irse de misionero a la India, San Juan Evangelista se
le apareció y le dijo que su misión estaba en Roma.
Posteriormente inició la Congregación del
Oratorio. La Virgen se le apareció y lo curó de una enfermedad de la vesícula.
El Santo además tenía el don de la curación, de leer los pensamientos y de la
profecía.
Al final de su vida, el 25 de mayo de 1595,
día del Corpus Christi, San Felipe Neri estaba desbordante de alegría y no se
le había visto tan bien en los últimos años. Confesó durante todo el día y
recibió a los visitantes. Hacia la medianoche sufrió un ataque agudo y partió a
la Casa del Padre.
San Felipe decía: “¿Oh Señor que eres tan
adorable y me has mandado a amarte, por qué me diste tan solo un corazón y este
tan pequeño?” Tras la autopsia, se reveló que el Santo tenía dos costillas
rotas y que estaban arqueadas para dejar más sitio al corazón. Sus restos
reposan en la Iglesia de Santa María en Vallicela.
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