sábado, 28 de mayo de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 - DE MAYO – LUNES – 7 – SEMANA DE PASCUA – C – SAN FERNANDO

 

30 - DE MAYO – LUNES –

7 – SEMANA DE PASCUA – C –

SAN  FERNANDO

 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (19,1-8):

 

MIENTRAS Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos y les preguntó:

«¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?».

Contestaron:

«Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo».

Él les dijo:

«Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?».

Respondieron:

«El bautismo de Juan».

Pablo les dijo:

«Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que iba a venir después de él, es decir, en Jesús».

Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.

Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses hablaba con toda libertad del reino de Dios, dialogando con ellos y tratando de persuadirlos.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 67,2-3.4-5ac.6-7ab

 

R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios

 

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,

huyen de su presencia los que lo odian;

como el humo se disipa, se disipan ellos;

cómo se derrite la cera ante el fuego,

así perecen los impíos ante Dios. R/.

 

En cambio, los justos se alegran,

gozan en la presencia de Dios,

rebosando de alegría.

Cantad a Dios, tocad a su nombre;

su nombre es el Señor. R/.

 

Padre de huérfanos, protector de viudas,

Dios vive en su santa morada.

Dios prepara casa a los desvalidos,

libera a los cautivos y los enriquece. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,29-33):

 

EN aquel tiempo, aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús:

«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios».

Les contestó Jesús:

«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».

 

Palabra del Señor

 

1.  El autoengaño inconsciente, o sea vivir engañado sin tener conciencia de ello, es uno de los peligros más fuertes que tenemos las personas creyentes o religiosas. Por la sencilla razón de que las creencias y las experiencias religiosas son siempre sentimientos íntimos y subjetivos. Y, sobre todo, porque la religiosidad es siempre una experiencia cuya verdad y objetividad no se puede jamás verificar.

En cuanto que el término de tal experiencia es Dios, al que no conocemos y con el que no podemos hablar directamente. Si en la vida corriente, cualquiera se puede engañar a sí mismo, ¡cuánto más en este tipo de experiencias, que siempre entrañan su buena dosis de misterio o de posible alucinación!

 

2.  Esto justamente es lo que les ocurrió a los discípulos de Jesús en el relato que aquí se nos presenta.   Cuando aquellos discípulos aseguraban que Jesús hablaba claro y se sentían seguros en su compañía, entonces exactamente es

cuando Jesús les dice: "ha llegado la hora en que todos me vais a dejar solo".

O sea, cuando los discípulos se sentían más seguros, es cuando Jesús les dice que todos van a ser unos cobardes ante el peligro que les puede amenazar.

 

3.  Los discípulos vivían engañados porque no les había llegado el momento de la prueba.  Seguramente, hasta entonces no se habían sentido amenazados, no se habían visto en peligro. Pero, en cuanto llega el peligro y les amenaza el miedo, abandonan a Jesús. 

Es fácil pensar que se sigue a Jesús mientras el presunto seguimiento da seguridad, vida en paz, reconocimiento y buen nombre. La verdad del discipulado se comprueba en el peligro, cuando se siente amenazado, cuando puede perder su imagen, su seguridad, su vida en paz y sosiego.  Es fácil sentirse bien en las instituciones religiosas cuando la institución proporciona seguridad económica y prestigio personal.

Seguir creyendo y en la lucha, cuando todo eso se pierde, eso ya es otro asunto. Y muy duro, por cierto. Seguir a Jesús en la inseguridad económica, social, familiar, profesional, etc. es cosa dura.

Seguramente lo más duro que hay en la vida.

 

SAN  FERNANDO


Rey de Castilla y de León 

Fernando III el Santo nació en el año 1198 en el reino leonés, probablemente cerca de Valparaíso (Zamora), y murió en Sevilla el 30 de mayo de 1252. Hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela, reina de Castilla, unió definitivamente las coronas de ambos reinos. Ini­ciado el proceso de canonización probado el culto inmemorial, fue elevado a la gloria de los altares el 4 de febrero de 1671.

Es patrono de varias instituciones españolas. También los cautivos, desvalidos y gobernantes lo invocan como su especial protector.

 Santo seglar, que "no conoció el vicio ni el ocio", Fernando III -el más grande de los reyes de Castilla, dice Menéndez y Pelayo- nació en 1198; fue hijo de don Alfonso IX, rey de León, y primo de san Luis IX, rey de Francia. Guerreó con los moros, que ocupaban gran parte de España, unió las coronas de Castilla y de León, y conquistó los reinos de Úbeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla.

En sus dilatadas campañas, triunfó siempre en todas las batallas. No buscó su propia gloria ni el acrecentamiento de sus dominios. Para él el reino verdadero era el reino de Dios. Pedía a diario el aumento de la fe católica y elevaba sus plegarias a la Virgen, de quien se llamaba siervo. Caballero de Cristo, Jesús le había otorgado la gracia de los éxtasis y las apariciones divinas. Amaba a sus vasallos y procuraba no agravar los tributos, a pesar de las exigencias de la guerra. A este respecto era conocido su dicho: "Más temo las maldiciones de una viejecita pobre de mí reino que a todos los moros del África". Llevaba siempre consigo una imagen de nuestra Señora, a la que entronizó en Sevilla y en múltiples lugares de Andalucía, a fin de que ésta fuera llamada tierra de María Santísima.

La muerte del rey san Fernando constituye un ejemplo de fe y humildad. Abandonó el lecho y, postrándose en tierra, sobre un montón de cenizas, recibió los últimos sacramentos. Llamó a la reina y a sus hijos, y se despidió de ellos después de haberles dado sabios consejos.

Volviéndose a los que se hallaban presentes, les pidió que lo perdonasen por alguna involuntaria ofensa. Y, alzando hacia el cielo la vela encendida que sostenía en las manos, la reverenció como símbolo del Espíritu Santo. Pidió luego a los clérigos que cantasen el Te Deum, y así murió, el 30 de mayo de 1252. Había reinado treinta y cinco años en Castilla y veinte en León, siendo afortunado en la guerra, moderado en la paz, piadoso con Dios y liberal con los hombres, como afirman las crónicas de él. Su nombre significa "bravo en la paz".

Guerrero, poeta y músico, compuso cantigas, una de ellas dedicada a nuestra Señor. Se destacó por su honestidad y la pureza de sus costumbres.

Fernando III fue canonizado por el papa Clemente X en el año 1671. Lo sucedió en el trono su hijo mayor, Alfonso X, que la historia conoce con el nombre de Alfonso el Sabio.

 

 

 

 

   

 

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