lunes, 30 de mayo de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 1 - DE JUNIO – MIERCOLES – 7 – SEMANA DE PASCUA – C – San Justino mártir

 

 


 

1 - DE JUNIO – MIERCOLES – 7 – SEMANA DE PASCUA – C –

San Justino mártir

 

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (20,28-38):

 

En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso:

«Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que, durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.”»

Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 67,29-30.33-35a.35b.36c

 

R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios

 

Oh, Dios, despliega tu poder,

tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro.

A tu templo de Jerusalén

traigan los reyes su tributo. R/.

 

Reyes de la tierra, cantad a Dios,

tocad para el Señor,

que avanza por los cielos,

los cielos antiquísimos,

que lanza su voz, su voz poderosa:

«Reconoced el poder de Dios.» R/.

 

Sobre Israel resplandece su majestad,

y su poder, sobre las nubes.

¡Dios sea bendito! R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):

 

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:

«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Jesús está pronunciando su oración final de despedida.  Y en ella pide para sus discípulos cuatro cosas:

1) Que se mantengan unidos.

           2) Que tengan alegría, es decir, que sean felices.

            3) Que jamás cedan al mal en el mundo.

4) Que se santifiquen en la verdad.

 

Por tanto, para Jesús, lo más importante en la vida es que vivamos unidos, que seamos felices, que nunca le hagamos mal a nadie, que seamos veraces siempre.

Es notable que, en esta oración final, Jesús no menciona nada que tenga que ver con "lo religioso", "lo sagrado", "lo trascendente". 

Ni la teología, ni los cristianos, hemos asimilado lo que el gran teólogo que fue K. Rahner denominó el existencial sobrenatural: todo "lo humano", que vivimos en nuestra existencia, nos lleva a Dios y nos une a Dios.

 

2.  Ser piadoso, ser devoto, ser observante de ciertos rituales o costumbres, todo eso, es relativamente fácil. Lo difícil en la vida es la honradez transparente, la bondad sin fisuras, la honestidad, el respeto, la tolerancia, todo eso que hace a una persona buena de verdad. 

Eso es lo que, ante todo, quería Jesús  para los suyos.

 

3.  En definitiva, Jesús presenta aquí un ideal de vida que no está al alcance de lo que da de sí la condición humana.  Esta ejemplaridad es el signo de la presencia del Evangelio en el mundo. El signo, por tanto, de que lo de Jesús es verdad. Y que el Evangelio es la fuerza que puede transformar este mundo tan roto y causante de tanto sufrimiento.

 

San Justino mártir


 

Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital (c. 165).

 

 

Vida de San Justino mártir

 

San Justino nació en Naplusa, la antigua Siquem, en Samaria, a comienzos del siglo Il. Si lo que él mismo nos narra tiene valor autobiográfico y no es —como pretenden algunos— mera ficción literaria, se habría dedicado desde joven a la filosofía, recorriendo, en pos de la verdad, las escuelas estoica, peripatética, pitagórica y platónica, hasta que, insatisfecho de todas ellas, un anciano le llamó la atención sobre las Escrituras de los profetas, "los únicos que han anunciado la verdad". Esto, junto a la consideración del testimonio de los cristianos que arrostraban la muerte por ser fieles a su fe, le llevó a la conversión.

Más adelante Justino pasa a Roma, donde funda una especie de escuela filosófico-religiosa, y muere martirizado hacia el año 165.

Se conocen los títulos de una decena de obras de Justino: de ellas sólo se han conservado dos Apologías (que quizás no son sino dos partes de una misma obra), y un Diálogo con un judío, por nombre Trifón.

Tanto por la extensión de sus escritos como por su contenido, Justino es el más importante de los apologetas. Es el primero que de una manera que pudiéramos decir sistemática intenta establecer una relación entre el mensaje cristiano y el pensamiento helénicos predeterminando en gran parte, bajo este aspecto, la dirección que iba a tomar la teología posterior.

La aportación más fundamental de Justino es el intento de relacionar la teología ontológica del platonismo con la teología histórica de la tradición judaica, es decir, el Dios que los filósofos concebían como Ser supremo, absoluto y transcendente, con el Dios que en la tradición semítica aparecía como autor y realizador de un designio de salvación para el hombre.

En el esfuerzo por resolver el problema de la posibilidad de relación entre el Ser absoluto y transcendente y los seres finitos, las escuelas derivadas del platonismo habían postulado la necesidad del Logos en función de intermediario ontológico: la idea se remonta al «logos universal» de Heraclito, y viene a expresar que la inteligibilidad limitada del mundo es una expresión o participación de la inteligibilidad infinita del Ser absoluto.

Justino, reinterpretando ideas del evangelio de Juan, identifica al Logos mediador ontológico con el Hijo eterno de Dios, que recientemente se ha manifestado en Cristo, pero que había estado ya actuando desde el principio del mundo, lo mismo en la revelación de Dios a los patriarcas y profetas de Israel, que en la revelación natural por la que los filósofos y sabios del paganismo fueron alcanzando cada vez un conocimiento más aproximado de la verdad.

De esta forma Justino presenta al cristianismo como integrando, en un plan universal e histórico de salvación, lo mismo las instituciones judaicas que la filosofía y las instituciones naturales de los pueblos paganos. Así intenta resolver uno de los problemas más graves de la teología en su época: el de la relación del cristianismo con el Antiguo Testamento y con la cultura pagana. Ambas son praeparatio evangelica, estadio inicial y preparatorio de un plan salvífico, que tendrá su consumación en Cristo. 

Sin embargo, al identificar Justino al Logos con el mediador ontológico entre el Dios supremo y trascendente y el mundo finito, a la manera en que era postulado de los filósofos, introduce una concepción que inevitablemente tenderá hacia el subordinacionismo y, finalmente, hacia el arrianismo. Cuando Justino afirma que el Dios supremo no podía aparecerse con su gloria trascendente a Moisés y los profetas, sino sólo su Logos, implícitamente afirma que el Logos no participa en toda su plenitud de la gloria de Dios y que es en alguna manera inferior a Dios.

Los escritos de Justino son también importantes en cuanto nos dan a conocer las formas del culto y de la vida cristiana en su tiempo, principalmente en lo que se refiere a la celebración del bautismo y de la eucaristía.

(Fuente: mercaba.org

 

 

 

 

 

 

 

   

 

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