2 - DE OCTUBRE
– MIERCOLES – 26ª – SEMANA DEL
T.O. – B –
Santos Ángeles
Custodios
Lectura del libro del Éxodo (23,20-23):
He aquí que yo
voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te
conduzca al lugar que te tengo preparado. Pórtate bien en su presencia y
escucha su voz; no le seas rebelde, que no perdonará vuestras transgresiones,
pues en él está mi Nombre. Si escuchas atentamente su voz y haces todo lo que
yo diga, tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios mis adversarios. Mi
ángel caminará delante de ti y te introducirá en el país de los amorreos, de
los hititas, de los perizitas, de los cananeos, de los jivitas y de los
jebuseos; y yo los exterminaré.
Palabra de Dios
Salmo: 90
R/. Ha dado órdenes a sus ángeles para que te guarden en sus caminos
Tú que habitas
al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del
Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.» R/.
Él te librará
de la red del cazador, de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás, su brazo es
escudo y armadura. R/.
No temerás el
espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía. R/.
No se te
acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu
tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en sus caminos. R/
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(18,1-5.10):
En aquel
tiempo, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Quién es el
más importante en el Reino de los Cielos?»
Él llamó a un
niño, lo puso en medio, y dijo:
«Os digo que,
si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Por lo
tanto, el que se haga pequeño como este niño ése es el más grande en el Reino
de los Cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles
están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.
Palabra del Señor
1.- Celebramos hoy la fiesta del Santo Ángel
de la Guarda. Una fecha que nos recuerda cuando éramos niños, y en la cama, por
las noches, rezábamos aquella tierna oración que decía: “Ángel de la Guarda,
dulce compañía, no nos desampares, ni de noche ni de día”. Cuando somos niños
no nos preguntamos mucho por el porqué de las cosas, o si lo hacemos, lo
hacemos más bien como un juego intelectual. Nos gusta el misterio y convivimos
con él con naturalidad. Cuando crecemos intentamos desvelar los
misterios, o menos intentamos hacerlos "razonables".
2.- ¿Por qué la fe cristiana habla
de los Ángeles, como esos seres que nos acompañan personalmente, que nos
protegen por los senderos de la vida?
Podríamos responder que son simplemente
símbolos del amor providente de Dios, provenientes de un contexto cultural en
el que se usaba este tipo de lenguaje figurativo para hablar de realidades
misteriosas. Pero despachando la cuestión de esta manera no seríamos fieles a
la fe de la Iglesia que quiere ser fiel a la Palabra de Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica se sirve
de San Agustín para decirnos quienes son: "El nombre de ángel indica su
oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un
espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel" (Psal.
103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios.
Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los
cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de
su palabra" (Sal 103, 20). Cfr. Catecismo Nº 329.
3.- Los Ángeles son un reflejo
misterioso del rostro de Dios en nuestra realidad, y de hecho, cuando alguien
de una manera especial nos muestra una conducta desinteresada, sana y alegre
solemos decir que “es un ángel”. Si somos lo suficientemente sensibles, seguro
que tenemos experiencia de ese paso protector de Dios por nuestra vida,
expresado a través de estos seres misteriosos y por supuesto a través de
personas de carne y hueso que también son destellos de Dios para cada uno de
nosotros.
Santos Ángeles Custodios
En la Biblia, la palabra ángel significa «mensajero», un espíritu purísimo
que está cerca de Dios para adorarlo, cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes
a los seres humanos.
En el siglo II el gran sabio
Orígenes señalaba que «los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios
un ángel para que nos guíe y proteja». En el Nuevo Testamento es tan viva la
creencia de que cada uno tiene un ángel custodio que, cuando san Pedro es
sacado de la cárcel y llama a la puerta de la casa donde están reunidos los
discípulos de Jesús, estos no creen al principio que sea Pedro en persona y
exclaman: «Será su ángel» (Hch 12,15).
En el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los Ángeles de la
Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy famosa al Ángel de la Guarda.
Finalmente, en el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a toda la Iglesia
universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre.
«Ángel santo de la
guarda, compañero de mi vida, tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día.
Aunque espíritu invisible, sé que te hayas a mi lado, escuchas mis oraciones, y
cuentas todos mis pasos. En las sombras de la noche, me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho, tus alas de nácar y oro. Ángel de Dios, que yo
escuche, tu mensaje y que lo viva, que vaya siempre contigo, hacia Dios, que me
lo envía. Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias por tu
fiel custodia, gracias por tu compañía».
Así de hermosa es
la poesía con que dan comienzo las laudes de este día. En ella ya se encuentra
sintetizada la espiritualidad y sentido de esta fiesta.
La existencia de
los ángeles está fuera de duda y siempre la Iglesia los veneró y difundió su
culto. San Gregorio Magno llega a decir esta hipérbole: «En casi todas las
páginas de las Sagradas Escrituras está contenida la existencia de los
Ángeles». El Antiguo Testamento habla repetidas veces de su acción prodigiosa
en favor de los hombres: Un ángel avisa a Lot del peligro que corre Sodoma y el
castigo que va a recibir esta ciudad. Un ángel conforta a la criada de Abrahán,
Agar, cuando es despedida y camina por el desierto. Un ángel socorre al Profeta
San Elías y le alimenta con pan y agua fresca por dos veces cuando huye de la
persecución de la reina Jezabel. Un ángel acompaña y colma de gracia al joven
Tobías y a su padre y demás familiares. Casi todo el libro de Tobías está en
torno al arcángel San Rafael. También en el Nuevo Testamento aparece el ángel
liberando a Pedro de las cadenas y abriéndole la puerta de la cárcel...
En las vidas de
los Santos, tanto antiguos, como Santa Inés, tanto de la Edad Media, como San
Francisco de Asís, y, modernos, como Santa Micaela del Smo. Sacramento, Santa
Gema Galgani y San Francisco de Sales... la presencia del Ángel de su Guarda en
sus vidas es como algo inseparable. Mucho lo vivió también el Beato Manuel
Domingo y Sol.
Desde que tenemos
uso de razón en nuestros hogares cristianos se nos infunde la devoción al Ángel
de nuestra Guarda y se nos recomienda que no demos oído al ángel malo que nos
instigará al pecado y que tratemos de oír siempre al Ángel bueno que nos inspirará
lo que hemos de hacer y hemos de evitar.
Es doctrina
comúnmente admitida que, al nacer, el Señor ya nos señala un ángel para nuestra
custodia y que cada familia, cada pueblo, cada nación tienen su propio ángel.
El sabio Orígenes ya decía algo parecido en el siglo III: «Sí, cada uno de
nosotros tenemos un ángel que nos dirige, nos acompaña, nos gobierna, nos
amonesta y presenta a Dios nuestras plegarias y buenas obras».
Santo Tomás de
Aquino dividió los Coros angélicos en nueve categorías diferentes: «Los
Serafines, Querubines y Tronos, forman la augusta corte de la Santísima
Trinidad; las Dominaciones presiden el gobierno del Universo; las Virtudes, la
fijeza de las leyes naturales; las Potestades refrenan el poder de los
demonios; los Principados tienen bajo su amparo a los reinos y naciones; lo
Arcángeles defienden a las comunidades menores, y los Ángeles guardan a cada
uno de los hombres».
Los mismos Salmos
hablan con frecuencia de los Ángeles. Jesucristo se refirió en varias ocasiones
a la misión de estos Espíritus purísimos. San Agustín afirmaba en su tiempo que
«el Ángel de la Guarda nos ama como a hermanos y está con una santa impaciencia
por vernos ocupar en el cielo aquellas sillas de que se hicieron indignos los
ángeles rebeldes». ¿Qué hacer nosotros por el Ángel, ya que tanto hace él por
nosotros? Dice el Éxodo: «Respétale y escucha su voz... Si oyes su voz y
ejecutas cuanto te ordene, seré enemigo de tus enemigos».
(Fuente: magnificat.ca)