23 - DE
SEPTIEMBRE – LUNES –
25ª – SEMANA DEL T.O. – B -
San Pío de
Pietrelcina,
el Padre Pío
Lectura del libro de los Proverbios
(3,27-34):
Hijo mío, no niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano
hacérselo.
Si
tienes, no digas al prójimo:
«Anda,
vete; mañana te lo daré.»
No trames daños contra tu prójimo, mientras él vive confiado contigo; no
pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño; no envidies al violento,
ni sigas su camino; porque el Señor aborrece al perverso, pero se confía a los
hombres rectos; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del
honrado; se burla de los burlones y concede su favor a los humildes; otorga
honores a los sensatos y reserva baldón para los necios.
Palabra de Dios
Salmo: 14,2-3ab.3cd-4ab.5
R/. El justo habitará en tu monte santo, Señor
El que procede honradamente
y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su
lengua. R/.
El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. R/.
El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Lucas (8,16-18):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«Nadie enciende un candil y lo tapa
con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que
los que entran tengan luz.
Nada hay oculto que no llegue a
descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público.
A ver si me escucháis bien: al que
tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»
Palabra del Señor
1. Si Jesús se define a
sí mismo como "la luz" Un 1, 4; 8, 12; 9, 5; 12, 35. 46), el Evangelio tiene que ser un mensaje de transparencia y de
ejemplaridad. Por eso la vida y las enseñanzas de Jesús se entienden
a partir de la metáfora de la luz. Ahora bien, la luz -si es verdaderamente
luz- se enciende para ver y para que sea vista. Una luz oculta, deja de ser
luz.
Esto explica por qué Jesús está tan
radicalmente en contra de todo lo que sea ocultar, tapar, disimular y, en
general, todo lo que represente llevar una vida que no puede ser transparente.
2. Lo que ocurre es que
existen condicionamientos sociales que hacen que muchas personas se sientan violentadas para disimular, ocultar, tapar la
luz.
Estas situaciones pueden ser graves
cuando dañan a terceros. Esto es frecuente en asuntos relacionados con el
dinero, los negocios, los bienes que hay que ocultar. Cuando estas situaciones
se mantienen por la mal llamada "prudencia", pueden ser la prueba más
clara de la falta de libertad, que antepone la imagen social a la verdad de la
vida y de las cosas.
Lo que es mucho más grave cuando se
hace en detrimento de los más indefensos o marginados sociales.
Es lo que estamos viendo y
sufriendo en estos tiempos de crisis económica y corrupción política.
3. En otros casos, lo
que ocurre es que nos sentimos esclavos de condicionamientos
institucionales. Como es bien sabido, la "patología social de
las instituciones" hace que estas antepongan, muchas veces, sus intereses
a sus fines. Por esto ocurre que se ocultan
escándalos, cosas vergonzosas o auténticos delitos, con tal que la institución
no se vea desprestigiada. Y es que la "libertad social" y la
"libertad institucional" son los dos pilares que hacen posible que la
luz del Evangelio ilumine en este mundo. Jesús lo dijo en los
interrogatorios de la pasión: "Yo he hablado con libertad (parresía =
"abiertamente") al mundo" (Jn 18, 20).
San Pío de
Pietrelcina,
el Padre Pío
San Pío de Pietrelcina, el Padre Pío
Nació: en Pietrelcina, en el actual Italia
Falleció: en San Giovanni Rotondo, en el actual Italia
Proceso: hecho venerable el 18 de diciembre de 1997 por
Juan Pablo II
Beatificado: el 2 de mayo de 1999 por Juan
Pablo II
Canonizado: el 16 de junio de 2002 por Juan
Pablo II
Celebración: 23 de septiembre
Religioso de
la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos
Vida de San Pío de Pietrelcina, el Padre Pío
Padre Pío de Pietrelcina, al igual que San Pablo
apóstol, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor
como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo,
se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del
mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso
y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo
yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los
tesoros de la graciaque Dios le había concedido con especial generosidad a
través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a
él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas
espirituales.
Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació
el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de
Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente
recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la
Confirmación y la Primera Comunión.
El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en
el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el
22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío.
Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27
de enero de 1907 la profesión solemne.
Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en
Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En
septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y
permaneció allí hasta su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío
vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la
misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la
dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los
penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad
apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que
participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las
miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la “Casa del
Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el 5de mayo de 1956.
Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe.
Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la
noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a Dios, en la
oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios”. La
fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el
hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con
las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le
acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la
caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar.
Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.
Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50
años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario,
recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la
iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo
renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en
los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y
se entregaba especialmente a ellos.
Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la
luz de Dios.
Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos
con justicia, con lealtad y gran respeto.
Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien
pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y
por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante
años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad.
Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones
en su servicio sacerdotal, todo lo aceptó con profunda humildad y resignación.
Ante acusaciones injustificadas y calumnias, siempre calló confiando en el
juicio de Dios, de sus directores espírituales y de la propia conciencia.
Recurrió
habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de
acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo
de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con
generosidad los votos profesados. Obedecióen todo las órdenes de sus
superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la
intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el
espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes
terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran
predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en
todas partes y con todos.
Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los
dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio a
tanta admiración del mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile que
reza”.
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y,
especialmente en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana
muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81
años de edad. Sus funerales se caracterizaron por una extraordinaria
concurrencia de personas.
El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de su muerte, Pablo VI,
dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: “¡Mirad qué
fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero ¿por qué?
¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Por qué era un sabio? ¿Por qué tenía medios a
su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la
mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las
llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”.
Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes,
a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las
almas.
En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de mila-gros
creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo
el mundo y en toda clase de personas.
De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la
tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes
Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar
la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias,
la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla
osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder
a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento
(1983-1990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los
Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es
costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico.
El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso peculiar de Consultores teólogos
con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente,
siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni,
los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado
heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.
El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el
Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.
Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio
competente la curación de la Señora Consiglia De Martino de Salerno (Italia).
Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal
Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a
junio de 1997. El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las
Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del
mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre
siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y
obispos, miembros del Dicasterio y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó, en
presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.
El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en
la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica
declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el
23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.
Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha
presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella
de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso
canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia‑Vieste
del 11 de junio al 17 de octubre del 2000. El 23 de octubre siguiente la
documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22
de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los
Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular
de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de
Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha
promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó
el Decreto sobre la canonización.
(Fuente: vatican.va)
Oración a San Pío de Pietrelcina,
el Padre Pío
Bienaventurado P. Pío, testigo de fe y de amor.
Admiramos tu vida como fraile Capuchino, como sacerdote y como testigo fiel de
Cristo. El dolor marcó tu vida y te llamamos "Un crucificado sin
Cruz".
El amor te llevó a preocuparte por los enfermos, a atraer a los pecadores, a
vivir profundamente el misterio de la Eucaristía y del perdón.
Fuiste un poderoso intercesor ante Dios en tu vida, y sigues ahora en el
cielo haciendo bien e intercediendo por nosotros.
Queremos contar con tu ayuda. Ruega por nosotros. Lo
pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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