12 - DE
SEPTIEMBRE – JUEVES –
23ª – SEMANA DEL T.O. – B –
Dulce Nombre de María
Lectura de la primera carta del apóstol san
Pablo a los Corintios (8,1b-7.11-13):
El conocimiento engríe, lo constructivo
es el amor. Quien se figura haber terminado de conocer algo, aún no ha empezado
a conocer como es debido. En cambio, al que ama a Dios, Dios lo reconoce.
Vengamos a eso de comer de lo sacrificado. Sabemos que en el mundo real un
ídolo no es nada, y que Dios no hay más que uno; pues, aunque hay los llamados
dioses en el cielo y en la tierra –y son numerosos los dioses y numerosos los
señores–, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el
universo y a quien estamos destinados nosotros, y un solo Señor, Jesucristo,
por quien existe el universo y por quien existimos nosotros. Sin embargo, no
todos tienen ese conocimiento: algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace
poco, comen pensando que la carne está consagrada al ídolo y, como su
conciencia está insegura, se mancha. Así, tu conocimiento llevará al desastre
al inseguro, a un hermano por quien Cristo murió. Al pecar de esa manera contra
los hermanos, turbando su conciencia insegura, pecáis contra Cristo. Por eso,
si por cuestión de alimento peligra un hermano mío, nunca volveré a comer
carne, para no ponerlo en peligro.
Palabra de Dios
Salmo:
138,1-3.13-14ab.23-24
R/.
Guíame, Señor, por el camino eterno
Señor, tú me sondeas y
me conoces;
me conoces cuando me
siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te
son familiares. R/.
Tú has creado mis
entrañas, me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido
portentosamente, porque son admirables tus obras. R/.
Señor, sondéame y
conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino
eterno. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,27-38):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«A los que me escucháis os digo:
Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que
os maldicen, orad por los que os injurian.
Al que te pegue en una mejilla,
preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica.
A quien te pide, dale; al que se
lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os
traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los
pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen
bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo
cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a
otros pecadores, con intención de cobrárselo.
¡No! Amad a vuestros enemigos,
haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis
hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed
compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se
os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La
medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Palabra del Señor
1. La primera convicción
de Jesús, que queda patente en este discurso, es que el mundo no se
transforma (se hace más humano y habitable) cambiando estructuras políticas y
económicas. Eso es importante, es fundamental incluso. Pero no es lo decisivo.
El mundo se transforma cambiando a
las personas. Por eso Jesús, en este discurso, que es central en el Evangelio,
no dice no palabra de luchas políticas o económicas. Estamos cansados de
ver cambios políticos y económicos en los que siempre ocurre lo mismo: los que
están arriba viven bien y los que están abajo siguen en la miseria.
2. Jesús vio que lo
decisivo en la vida es la humanización de los seres humanos.
Decimos que "es humano"
odiar, injuriar, humillar, robar, pensar mal para acertar. Todo eso "es
inhumano". Porque lo humano químicamente puro no existe.
Lo humano siempre está
mezclado con lo inhumano. Por eso Jesús propuso como modelo de
humanidad, el amor que vence al odio, la mansedumbre que vence a la
injuria, la aceptación de la ofensa que vence a la humillación, la renuncia a
lo propio que vence al robo, el juicio bueno que vence al mal pasado.
Estamos, pues, ante el "escándalo" de la renuncia a los propios
derechos humanos para que los derechos humanos alcancen a
todos y lleguen a universales.
3. ¿Qué quiere decir todo esto?
Solo la bondad es digna de fe. Porque la bondad es lo más propio, lo más
original y lo más específico del ser humano. Por eso se explica que
únicamente lo verdaderamente humano es lo que nos hace felices. De forma que
solo donde hay humanidad hay paz, respeto, tolerancia, amistad, gozo y disfrute
de la vida para todos. De ahí que la consecuencia es patente: el Evangelio,
antes que un libro de religión o de espiritualidad, es un gran tratado de
humanidad. Lo que ocurre es que la "humanidad para todos", solo se
alcanza mediante la
"autoestigmatización". Es exactamente lo
que hizo Jesús: aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la
de delincuente ejecutado" (Gerd Theissen).
Dulce Nombre de María
Ha sido Lucas en su evangelio quien nos
ha dicho el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: "Y su
nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo
"Miriam", significa, Doncella, Señora, Princesa.
Estrella del Mar, feliz
Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está
relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética
con María. También tiene relación con "mirra", que proviene de un
idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.
En el Cantar de los
Cantares, el esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas
por la mirra. "Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el
bálsamo y la mirra". "He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté
para abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que
fluye por la manilla de la cerradura". Los Magos regalan mirra a María
como ofrenda de adoración. "Y entrando a la casa, encontraron al niño con
María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le
ofrecieron oro, incienso y mirra". La mirra, como María, es el símbolo de
la unión de los hombres con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es
pues, el centro de unión de Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas
desentrañan las raíces de un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la
hermana de Moisés, y muy común en Israel. Y que para los filólogos significa
hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.
EL NOMBRE Y LA MISION
En la Historia de la Salvación es Dios
quien impone o cambia el nombre a los personajes a quienes destina a una misión
importante. A Simón, Jesús le dice: "Tú te llamas Simón. En adelante te
llamarás Kefá, Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca edificaré mi
Iglesia". María venía al mundo con la misión más alta, ser Madre de Dios,
y, sin embargo, no le cambia el nombre. Se llamará, simplemente, MARIA, el
nombre que tenía, y cumple todos esos significados, pues como Reina y Señora la
llamarán todas las generaciones. María, joven, mujer, virgen, ciudadana de su
pueblo, esposa y madre, esclava del Señor. Dulce mujer que recibe a su niño en
las condiciones más pobres, pero que con su calor lo envuelve en pañales y lo
acuna. María valiente que no teme huir a Egipto para salvar a su hijo.
Compañera del camino, firme en interceder ante su hijo cuando ve el apuro de
los novios en Caná, mujer fuerte con el corazón traspasado por la espada del
dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo en sus brazos su Cuerpo muerto. Sostén
de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta a toda la
humanidad. María, humana. María, decidida y generosa. María, fiel y amiga.
María fuerte y confiada. María, Inmaculada, Madre, Estrella de la
Evangelización.
Jesús Marí Ballester
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