6 - DE SEPTIEMBRE
– VIERNES –
22ª – SEMANA DEL T.O. – B
San Zacarías profeta
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4,1-5):
Que la gente
sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de
Dios.
Ahora, en un administrador, lo que se busca
es que sea fiel. Para mí, lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un
tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. La conciencia, es verdad, no
me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor.
Así, pues, no juzguéis antes de tiempo:
dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá
al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la
alabanza de Dios.
Palabra de Dios
Salmo:
36,3-4.5-6.27-28.39-40
R/. El Señor es
quien salva a los justos
Confía en el Señor y haz el bien, habita tu
tierra y practica la lealtad; sea el Señor
tu delicia, y él te dará lo que pide tu
corazón. R/.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él,
y él actuará: hará tu justicia como el amanecer, tu derecho como el mediodía. R/.
Apártate del mal y haz el bien, y siempre
tendrás una casa; porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles. R/.
El Señor es quien salva a los justos, él es su
alcázar en el peligro; el Señor los protege y los libra,
de los malvados y los salva porque se acogen a él. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (5,33-39):
En aquel
tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas:
«Los discípulos de Juan ayunan a menudo y
oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber.»
Jesús les contestó:
«¿Queréis que ayunen los amigos del
novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y
entonces ayunarán.»
Y añadió esta parábola:
«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo
para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le
pega al viejo.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque
el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino
nuevo, odres nuevos.
Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo,
pues dirá: "Está bueno el añejo."»
Palabra del Señor
1. Este relato plantea, con
ejemplos casi provocativos, dos formas distintas de entender y de vivir la
espiritualidad. Se trata de dos caminos contrapuestos:
1) El camino de la mortificación y la piedad.
2) El camino del gozo y la felicidad.
Posiblemente, Lucas exagera cuando, al
ayuno, añade la oración (que no se encuentra en Mc 2,18-22; Mt 9, 14-17). Y
también cuando caracteriza a los seguidores de
Jesús como si fueran comilones y bebedores.
En todo caso,
y aunque la exageración de Lucas sea posible, es evidente que los tres
sinópticos destacan la misma contraposición de dos religiosidades. La de la
privación y el sacrificio y la del gozo y el disfrute.
2. Si algo hay claro, en este
relato, es que Jesús no formó a sus discípulos en la espiritualidad de la
privación y el sacrificio. Jesús vio que es más importante en la vida la
felicidad y el disfrute compartido. La importancia que la comensalía, la mesa
compartida, tuvo en la vida de Jesús, refuerza esta idea.
Es más, como ya se sabe, con los ejemplos
del remiendo y los odres de vino, Jesús afirma que, en este asunto capital, no
caben medias tintas o fórmulas de compromiso. Y otra cosa: la
advertencia de que "llegará el día en que se lleven al novio y entonces
ayunarán", es seguramente una añadidura de comunidades primitivas que
seguían practicando el ayuno.
El
"novio", que es Jesús, no se ha ausentado de su Iglesia.
3. Al proceder de esta manera, es
evidente que Jesús se dio cuenta de que la espiritualidad de la "propia
privación" es más fácil y soportable que la espiritualidad
de "compartir la felicidad". Porque, si es que hablamos en serio de
"compartir", lo primero que deberíamos tener presente es que se trata
de que todos tengamos los mismos derechos y la misma dignidad.
Lo que el Evangelio propone es que luchemos
por una sociedad igualitaria, en la que los derechos fundamentales sean los
mismos para todos. Y que sean "derechos garantizados". Es decir, que
en Europa tengamos los mismos derechos que tienen los ciudadanos de África o de
Asia. ¿Estamos dispuestos a afrontar este proyecto con todas sus
consecuencias?
San Zacarías profeta
Profeta bíblico que
desplegó su actividad profética hacia los años 520-518 a. de C. y al que se
atribuye la autoría del Libro de Zacarías, libro del Antiguo Testamento
perteneciente a los Libros Proféticos, concretamente al grupo de los llamados
Libros de los Profetas Menores.
El
Libro de Zacarías se divide en dos secciones: capítulos 1-8 y 9-14. En general,
se piensa que tan sólo la primera parte es obra propiamente de Zacarías,
mientras que la segunda, añadida posteriormente, es obra de un autor o autores
anónimos. En la primera parte, Zacarías es llamado el hijo de Baraquías, hijo
de Ado, lo cual da a entender que pertenecía a una familia sacerdotal. Así se
explica el impulso que da al proceso iniciado por Ezequiel en favor del
sacerdocio, impulso que más tarde desembocaría en el sometimiento de la función
profética a la sacerdotal. Zacarías se muestra como un hombre de firme
esperanza y de lenguaje claro. Por eso proclama sus visiones mirando hacia el
futuro, en un estilo apocalíptico (1,7-6.8). Nunca, sin embargo, logró la independencia
que caracterizó a los profetas anteriores al exilio.
La primera parte del Libro de Zacarías se
inicia con una exhortación al arrepentimiento y a la conversión, a la que
siguen un conjunto de ocho visiones nocturnas que el profeta experimentó en el
518 a.C. y una colección de oráculos. En la exhortación se pone de manifiesto
su exigencia de pureza y moralidad interiores, pues no se contenta con condenar
los errores rituales, sino que en sus palabras se descubre el sentido de pecado
y de malicia; la transformación de la ciudad debe llevar a la transformación del
pueblo. Las visiones nocturnas, interpretadas por un ángel para Zacarías,
predicen la inminente llegada de una era mesiánica.
A diferencia de la primera, la segunda
parte carece de alusiones históricas, y falta toda precisión en torno a fechas
y nombres; tampoco existe la preocupación por la construcción del templo,
constante en la primera parte. Mientras que el estilo de la primera parte es
prosaico y redundante, el de la segunda es poético y a menudo de difícil
interpretación. No obstante, el espíritu apocalíptico de la primera continúa en
ésta y alcanza en el capítulo 14 su más alta expresión. Más que la obra de un
determinado autor, esta segunda parte parece la expresión final de una
tradición inspirada. Su composición se debió prolongar a lo largo del primer
siglo de la época helenista (a partir del 332, probablemente antes del 200
a.C.), pues en el Eclesiástico ya se mencionan los doce profetas menores.
En esta segunda parte se distinguen tres
secciones: en la primera el oráculo se dirige
a los pueblos sirio, fenicio y filisteo, de los que Dios sacará un resto que le
servirá (9,1-11,3); la segunda es una especie de
acción simbólica en la imagen del pastor para expresar el abuso de los malos
pastores y la venganza que sobre ellos tomará el Señor, a quien han
menospreciado (11,4-17 con 13,7-9); finalmente, la tercera es una exposición de
diecisiete unidades escatológicas, introducidas todas con la expresión "aquel
día". El mensaje de esta segunda parte se centra en la
doctrina mesiánica: se anuncia el resurgimiento de la estirpe del rey
David y la llegada de un Mesías humilde. Estos rasgos se armonizan en
la persona de Jesucristo, razón por la cual el Nuevo Testamento hará referencia
frecuente al profeta Zacarías.
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