miércoles, 18 de septiembre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 - DE SEPTIEMBRE – VIERNES – 24ª – SEMANA DEL T.O. – B – San Andrés Kim Taegön y compañeros mártires

 


 

20 - DE SEPTIEMBRE – VIERNES –

24ª – SEMANA DEL T.O. – B –

San Andrés Kim Taegön y compañeros mártires

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,12-20):

 

           Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que lo muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo.

  Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho, si es verdad que los muertos no resucitan. Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido.

  Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 16,1.6-7.8.15

  R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor

 

Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. R/.

 

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.

     Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha. R/.

 

  Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme.

      Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante. R/. 

 

  Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 1-3

       En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo predicando la Buena Noticia del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades.

       María Magdalena de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes y Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

 

Palabra del Señor

 

         1.   Filón (judío del s. 1) decía:

“Mercados, consejos, tribunales, procesiones festivas y reuniones de grandes multitudes de hombres, en una palabra: toda la vida pública está hecha para los hombres. A las mujeres les conviene quedarse en casa y vivir retiradas” (Spec. leg. III, 169) (J. Jeremias).

Esta era la mentalidad de aquel tiempo con respecto a la mujer.

       Jesús, con su conducta, rompió los esquemas culturales y las costumbres de aquel tiempo en el trato con las mujeres. Porque es un hecho que Jesús tuvo, entre sus discípulos y acompañantes habituales, no solo hombres, si no también mujeres. Y, en algunos casos, bastantes mujeres.

       Los relatos de la pasión lo indican claramente (Mc 15, 40-41; Mt 27, 55-56; Lc 23, 49). Y la misma impresión tiene leyendo los relatos de las apariciones del Resucitado. A quien primero se apareció Jesús fue precisamente a las mujeres. Y en este evangelio, lo que se destaca es numerosa presencia de “seguidoras” que tuvo Jesús. Precisamente el deseo de Lucas es de presentar el cristianismo como una religión “respetable”, que no amenazaba al orden romano (en el que todo el orden se concentraba en el “paterfamilias”) (R Stein), es la señal más clara de que estas “discípulas” de Jesús existieron (J. P. Meier).

 

       2.   ¿Ejercieron las mujeres tareas ministeriales en el grupo de Jesús?;

¿las ejercieron los discípulos?

       Si entendemos esas tareas tal y como hoy las entendemos, no es imaginable tal cosa. En todo caso, en las cartas de Pablo, unos quince o veinte años antes de la redacción definitiva de los evangelios, ya se habla de mujeres que, en Iglesia naciente, ejercían ministerios en las comunidades (Elisa Estévez López). Por tanto, es seguro que Jesús rompió con las normas que marginaban a la mujer y reducían al aislamiento en casa.

 

       3.   Por todo esto resulta admirable la libertad de Jesús y su humanidad, que se pone en evidencia en el trato con las mujeres.

       Jesús, al proceder así, defendió de hecho la igualdad del hombre y la mujer. Y devolvió a la mujer la dignidad que se le había quitado.

       Una tarea urgente y apremiante para los cristianos y para la Iglesia de este mundo de tantas desigualdades e injusticias.

       La Iglesia no puede seguir defendiendo que más de la mitad de la población mundial no tiene los mismos derechos que la otra mitad.

 

San Andrés Kim Taegön y compañeros mártires

                                                                                                             



 

Memoria de los santos Andrés Kim Taegön, presbítero, Pablo Chöng Hasang y compañeros, mártires en Corea. Se veneran este día en común celebración todos los ciento tres mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la fe cristiana, introducida fervientemente por algunos laicos y después alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los misioneros. Todos estos atletas de Cristo —tres obispos, ocho presbíteros, y los restantes laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños—, unidos en el suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la Iglesia en Corea (1839-1867).

 

Fecha de canonización:

Los 103 mártires fueron canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.

 

Andrés Kim Tae-Gon

Nació el 21 de agosto de 1821 en Solmoe (Corea). Sus padres eran Ignacio Kim Chejun y Ursula Ko. Era niño cuando la familia se trasladó a Kolbaemasil para huir de las persecuciones. Su padre murió mártir el 26 de septiembre de 1839. También su bisabuelo Pío Kim Chunhu había muerto mártir en el año 1814, después de diez años de prisión. Tenía quince años de edad cuando el padre Maubant lo invitó a ingresar al seminario.

Fue enviado al seminario de Macao. Hacia el año 1843 intentó regresar a Corea con el obispo Ferréol, pero en la frontera fueron rechazados.

Se ordenó diácono en China en el año 1844. Volvió a Corea el 15 de enero de 1845. Por su seguridad sólo saludó unos cuantos catequistas; ni siquiera vio a su madre quien, pobre y sola, tenía que mendigar la comida. En una pequeña embarcación de madera guió, a los misioneros franceses hasta Shangai, a la que arribaron soportando peligrosas tormentas.

 

Ordenación sacerdotal

En Shangai recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor Ferréol el 17 de agosto de 1845, convirtiéndose en el primer sacerdote coreano. Hacia fines del mismo mes emprendió el regreso a Corea con el obispo y el padre Daveluy. Llegaron a la Isla Cheju y, en octubre del mismo año, arribaron a Kanggyong donde pudo ver a su madre.

El 5 de junio de 1846 fue arrestado en la isla Yonpyong mientras trataba con los pescadores la forma de llevar a Corea a los misioneros franceses que estaban en China. Inmediatamente fue enviado a la prisión central de Seúl. El rey y algunos de sus ministros no lo querían condenar por sus vastos conocimientos y dominar varios idiomas. Otros ministros insistieron en que se le aplicara la pena de muerte. Después de tres meses de cárcel fue decapitado en Saenamt´õ el 16 de septiembre de 1846, a la edad de veintiséis años.

Antes de morir dijo: ¡Ahora comienza la eternidad! y con serenidad y valentía se acercó al martirio.

 

Pablo Chong Ha-Sang

Nació en el año 1795 en Mahyon (Corea) siendo miembro de una noble familia tradicional. Después del martirio de su padre, Agustín Chong Yakjong, y de su hermano mayor Carlos, ocurridos en el año 1801, la familia sufrió mucho. Pablo tenía siete años. Su madre, Cecilia Yu So-sa, vio cómo confiscaban sus bienes y les dejaban en extrema pobreza. Se educó bajo los cuidados de su devota madre.

los veinte años dejó su familia para reorganizar la iglesia católica en Seúl y pensó en traer misioneros. En el año 1816 viajó a Pekín para solicitar al obispo algunos misioneros; se le concedió uno que falleció antes de llegar a Corea. Él y sus compañeros escribieron al papa para que enviara misioneros. Finalmente gracias a los ruegos de los católicos, el 9 de septiembre de 1831 se estableció el vicariato apostólico de Corea y se nombró su primer obispo encargando a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París la evangelización de Corea.

Pablo introdujo al obispo Ímbert en Corea

Lo recibió en su casa y lo ayudó durante su ministerio. Monseñor Ímbert pensó que Pablo podía ser sacerdote y comenzó a enseñarle teología... Mientras tanto brotó una nueva persecución. El obispo pudo escapar a Suwon. Pablo, su mamá y su hermana Isabel fueron arrestados en el año 1839.

Aguantó las torturas hasta que fue decapitado a las afueras de Seúl el 22 de septiembre. Poco después también su madre y su hermana sufrieron el martirio.

Los dos forman parte de 103 mártires canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.

 

Fuente: https://www.es.catholic.net/

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario