martes, 24 de septiembre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 26 - DE SEPTIEMBRE – JUEVES – 25ª – SEMANA DEL T.O. – B – San Cosme y san Damián

 


 

26 - DE SEPTIEMBRE – JUEVES –

 25ª – SEMANA DEL T.O. – B –

San Cosme y san Damián

 

   Lectura del libro del Eclesiastés (1,2-11):

  ¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, ¡todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol?

   Una generación se va, otra generación viene, mientras la tierra siempre está quieta. Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir. Camina al sur, gira al norte, gira y gira y camina el viento. Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol.

  Si de algo se dice: «Mira, esto es nuevo», ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 89,3-4.5-6.12-13.14.17

 

  R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación

 

  Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»

       Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna. R/.

  Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R/.

  Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.

       Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?

       Ten compasión de tus siervos. R/.

Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

       Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

 

  Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,7-9):

  En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

  Herodes se decía:

  «A Juan lo mandé decapitar yo.

   - ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»

   Y tenía ganas de ver a Jesús.

 

Palabra del Señor

 

   1.  Estamos acostumbrados a pensar y hablar mal de Herodes el Grande y de su hijo, Herodes Antipas. Y es verdad que ambos, sobre todo el padre, tuvieron asuntos muy negros y repugnantes en su historia. Pero no es frecuente que caigamos en la cuenta de que el Herodes, que mandaba en Galilea cuando Jesús predicaba y curaba enfermos, fue un hombre del que también tenemos que aprender.  Herodes se preguntaba, y preguntaba.   

   Ahora bien, el que pregunta es que no sabe y lo reconoce. El que pregunta, además, espera que otro le enseñe, y quiere que se le enseñe lo que él no alcanza a saber. Todo esto es importante en este momento.

   - ¿Alguien ha visto una tertulia de políticos que,

ante las cámaras de televisión, den muestras de no saber y, sobre todo, digan que quieren aprender?

   - ¿Por qué los hombres del poder son tan autosuficientes?

   - ¿No se dan cuenta del ridículo que hacen al presentarse así?

 

   2.  El comportamiento, tan profundamente humano de Jesús, curando males y aliviando penas, suscita la curiosidad de todos, incluso de un hombre como Herodes.

   Es verdad que, poco después, este político andaba buscando a Jesús para matarlo (Lc 13, 31). Cuando Jesús se enteró de eso, se limitó a decir: "Id a decirle a ese zorro: yo, hoy y mañana, seguiré curando y echando demonios” (Lc 13, 32).

   Los "hombres del poder" suelen ser "hombres de la mentira".

 

   3.   La amenaza del poder no desvió a Jesús ni un ápice de su lucha contra el sufrimiento.  Y cuando llegó la hora de la verdad, y Jesús se vio atado de pies y manos ante el tribunal de Herodes, que le hizo muchas preguntas, Jesús "no le contestó palabra" (Lc 23, 9).

   Lo que le importaba a Jesús era el dolor de enfermos y pobres.   Para eso nunca necesitó privilegios del poder. Por eso, ni le asustaron sus amenazas, ni le sedujeron sus promesas.  De esto, tendrían que aprender mucho nuestros obispos. Y todos los que buscamos o nos recreamos en el favor de los que tienen poder y mando.

 

San Cosme y san Damián

 


       Mártires posiblemente del comienzo del siglo IV

      Cosme significa "adornado, bien presentado". 

      Damián: domador.

Patronos de: Cirujanos, Farmacéuticos, Médicos, Peluqueros, Dentistas, trabajadores de los balnearios.

Una tradición muy antigua atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), donde se erigió asimismo una basílica en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma y, más tarde, se propagó por toda la Iglesia.

Según la tradición son hermanos gemelos, nacidos en Arabia; estudiaron las ciencias en Siria y llegaron a distinguirse como médicos. Como eran auténticos cristianos, practicaban su profesión con gran habilidad, pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. Por eso se les conoció en el oriente entre los santos llamados colectivamente "los sin dinero".

Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición tan distinguida pasasen desapercibidos. Fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, luego de haber sido sometidos a diversos tormentos, murieron decapitados por la fe. Conducidos sus restos a Siria, quedaron sepultados en Cirrhus, ciudad ésta que llegó a ser el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el escenario de su martirio.

Se cuentan muchos prodigios milagrosos sobre sus vidas pero poco se sabe con seguridad. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecuciones, como ser arrojados al agua atados a pesadas piedras, ser quemados en hogueras y ser crucificados. Cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que torcieron su trayectoria e hicieron huir a los tiradores (se cuenta que el mismo caso ocurrió con San Cristóbal y otros mártires). Asimismo, dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos y sus nombres se mencionan en el Martirologio Romano. Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y, a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente.

Entre las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I, quien visitó la ciudad de Cirrhus especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores.

A principios del siglo V, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de los mártires. La basílica que el Papa Félix  (526-530) erigió en honor de Cosme y Damián en el Foro Romano, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada posiblemente el 27 de septiembre. Ese día se celebró la fiesta de Cosme y Damián hasta su traslado al 26 de septiembre en el nuevo calendario.

Los santos Cosme y Damián son nombrados en el canon de la misa y, junto con San Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos.

Tres pares de santos llevan los mismos nombres

Por un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con los nombres de Cosme y Damián. Los de Arabia, que fueron decapitados durante la persecución de Diocleciano (17 de octubre), los de Roma, que murieron apedreados en el curso del reinado de Carino y los hijos de Teódota, que no fueron mártires. Sin embargo, se trata de los mismos.

Pidamos al Señor por intercesión de los santos Cosme y Damián por los médicos, para que cumplan santamente con su profesión.

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(Jesucristo Mt. 10, 8)

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