1 - DE OCTUBRE
– MARTES – 26ª
– SEMANA DEL T.O. – B –
Santa Teresita del
Niño Jesús
Lectura del libro de Job
(3,1-3.11-17.20-23):
Job abrió la boca y maldijo su día diciendo:
«¡Muera
el día en que nací, la noche que dijo: "Se ha concebido un varón"!
¿Por
qué al salir del vientre no morí o perecí al salir de las entrañas?
¿Por
qué me recibió un regazo y unos pechos me dieron de mamar?
Ahora
dormiría tranquilo, descansaría en paz, lo mismo que los reyes de la tierra que
se alzan mausoleos, o como los nobles que amontonan oro y plata en sus
palacios.
Ahora sería un aborto enterrado, una
criatura que no llegó a ver la luz. Allí acaba el tumulto de los malvados, allí
reposan los que están rendidos.
¿Por qué dio luz a un desgraciado y
vida al que la pasa en amargura, al que ansía la muerte que no llega y escarba
buscándola más que un tesoro, al que se alegraría ante la tumba y gozaría al
recibir sepultura, al hombre que no encuentra camino porque Dios le cerró la
salida?»
Palabra de Dios
Salmo: 87
R/. Llegue hasta ti mi súplica, Señor.
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue
hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor. R/.
Porque mi alma
está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan
con los que bajan a la fosa, soy como un inválido. R/.
Tengo mi cama
entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya
no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano. R/.
Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu
cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (9,51-56):
Cuando se iba
cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a
Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de
Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a
Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos
suyos, le preguntaron:
«Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del
cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó y dijo:
«No sabéis de que espíritu sois. Porque el
Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos.»
Y se marcharon a otra aldea.
Palabra del Señor
1. Jesús, camino de Jerusalén,
sabía perfectamente que iba a morir pronto. Y que iba a
morir de muerte violenta. Jesús vivía con los pies en el suelo y era consciente
de cómo acababan los profetas en Israel.
Pues bien, en una situación tan
extremadamente peligrosa, fue el propio Jesús el que tomó la decisión de ir a
la capital, Jerusalén, donde estaba el Templo, donde residían los sumos
sacerdotes, donde, por tanto, el peligro era máximo. Pero donde también, por
eso mismo, él tenía que hacer la denuncia suprema de la corrupción de aquellos
dirigentes y de aquel sistema religioso, tal como lo tenían organizado los
funcionarios del Templo.
2. En este viaje hacia Jerusalén,
Jesús tenía que pasar por Samaria. Jesús había mantenido siempre la mejor
relación posible con los samaritanos. Así quedó patente en su encuentro con la
mujer samaritana (Jn 4), en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37), en
la curación de los diez leprosos (Lc 17, 11-19). Y sin embargo, en la aldea que
aquí se menciona no quisieron ni verlo, simplemente porque iba a Jerusalén.
Es evidente que las religiones, demasiadas
veces, dividen, enfrentan, alejan a las personas. Aquí se ve de forma patente.
3. Los discípulos de Jesús
reaccionaron, ante semejante desprecio, intentando responder con la mayor
violencia. Con violencia "del cielo".
Ellos, sin duda, creían en un cielo violento,
en una religión de venganza, de agresión y muerte.
Pero Jesús pensaba -y piensa- de manera
radicalmente opuesta a todo lo que sea
violencia o venganza. Jesús no tolera eso.
Para Jesús, es inconcebible cualquier forma
de enfrentamiento por motivos religiosos. Una religión que produce violencia
sea de la forma que sea, es la "anti-religión". Y, por supuesto, el
"anticristianismo". Por esto hay que decir con firmeza que el
cristianismo, si quiere ser fiel al Evangelio, tiene que asumir una presencia
laica. Es el mensaje del Evangelio, presente en el mundo, para humanizar
nuestra convivencia y nuestra vida en general.
Santa
Teresita del Niño Jesús
Memoria de santa Teresa del Niño Jesús, virgen
y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las
Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo
por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por
medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las
almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años,
el día treinta de septiembre.
Vida de Santa Teresita del Niño Jesús
Santa Teresa del Niño Jesús nació en la
ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran
Luis Martin y Acelia María Guerin, ambos venerables. Murió en 1897, y en 1925
el Papa Pío XI la canonizó, y la proclamaría después patrona universal de las
misiones. La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán
de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta
joven carmelita. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan
Pablo II el 19 de Octubre de 1997 (Día de las misiones).
«Siempre he deseado, afirmó en su
autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he
constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la
misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y
el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de
desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables,
por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más
grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis
imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un
camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera
yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy
demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Teresa era la última de cinco hermanas -
había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido - Tuvo una infancia
muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho
que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración».
Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió,
y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría
sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar
siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas,
especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una
ternura materna y paterna a la vez.
Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar
y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana, que era
para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la
ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la
certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo.
Durante su infancia siempre destacó por su
gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o
afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por
ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque
si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá
muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se
preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba
con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de
él».
Cuando sólo tenía quince años, estaba
convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no
se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa.
Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; él le dijo: «Entraréis,
si Dios lo quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y
convincente que se me grabó en el corazón».
En el Carmelo vivió dos misterios: la
infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño
Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de
renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie
de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino
del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».
A los 23 años enfermó de tuberculosis;
murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos
tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos
enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus
oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier
como patrona de las misiones.
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