5 - DE SEPTIEMBRE
– JUEVES –
22ª – SEMANA DEL T.O. – B
Santa Madre Teresa de
Calcuta
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,18-23):
Que nadie se
engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio
para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante
Dios, como está escrito:
«Él caza a
los sabios en su astucia.»
Y también:
«El Señor penetra los pensamientos de los
sabios y conoce que son vanos.»
Así, pues, que nadie se gloríe en los
hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la
muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo
de Dios.
Palabra de Dios
Salmo: 23,1-2.3-4ab.5-6
R/. Del Señor es
la tierra y cuanto la llena
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y
todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará
justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a
tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (5,1-11):
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra
de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban
junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las
redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un
poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó
de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar
adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón
contestó:
«Maestro, nos
hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra,
echaré las redes.»
Y, puestos a
la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron
señas a lo socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se
acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto,
Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
«Apártate
de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el
asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada
de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de
Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón:
«No temas;
desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron
las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor
1. Lo
que menos interesa, al pensar en este relato de pesca milagrosa, es si se trata
del mismo que cuenta el IV evangelio (Jn 21, 1-14) (así piensa J. P. Meier).
Lo que
importa aquí es la enseñanza evangélica que nos da el relato. Y esa enseñanza
consiste en que, hablando de la pesca, de la comida o la bebida y de la salud,
los evangelios relacionan siempre a Jesús con la abundancia.
Ante la presencia de Jesús, las redes
revientan por la cantidad de peces, los hambrientos se sacian por la cantidad
de panes hasta sobrar en exceso (Mc 8, 8; Mt 15, 39), los enfermos se curan
todos solo con tocarlo (Mc 6, 56; Mt 14, 34-36; Lc 6, 17-19). Y hasta en la
boda de Caná, de pronto, se encontraron con seiscientos litros del mejor vino
imaginable (Jn 2, 6-10).
2. En
tiempos de crisis y escasez, como los que vivimos, ¿no será que no hacemos
presente a Jesús en nuestras vidas y en nuestra sociedad?
No se trata
de que hagan falta milagros. De lo que se trata es que nos gastemos menos
dinero en armamentos militares, en lujos y formas de vida escandalosa, en
palacios y diversiones, en vanidades y caprichos... Y se trata, sobre todo, de
que tomemos en serio la lucha por la justicia, por la mayor igualdad posible
entre todos los ciudadanos del mundo y todos los pueblos.
3. Los
discípulos vieron en Jesús un ser humano que trascendía lo humano.
En lo humano de Jesús sintieron el
estremecimiento de lo divino. Pero lo sintieron como algo completamente nuevo:
no era ya el miedo ante lo sagrado que exige respeto (Ex 3; Is 1), sino ante la
abundancia que satisface la necesidad (Lc 5) o que libera del mal y de la
enfermedad (Mc 1, 27 par; Hech 3, 10 s).
En el hombre Jesús, lo divino se revela
rebosante de humanidad. En Jesús, la idea y la experiencia de Dios cambia
radicalmente. Dios se ha humanizado.
Santa Madre Teresa de
Calcuta
Macedonia, 1910 -
Calcuta, 1997
(Agnes Gonxha Bojaxhiu; Skopje, actual Macedonia, 1910 - Calcuta, 1997) Religiosa
albanesa nacionalizada india, premio Nobel de la Paz en 1979. Cuando en 1997
falleció la Madre Teresa de Calcuta, la congregación de las Misioneras de la
Caridad contaba ya con más de quinientos centros en un centenar de países. Pero
quizá la orden que fundó, cuyo objetivo es ayudar a "los más pobres de los
pobres", es la parte menor de su legado; la mayor fue erigirse en un
ejemplo inspirador reciente, en la prueba palpable y viva de cómo la
generosidad, la abnegación y la entrega a los demás también tienen sentido en
tiempos modernos.
Nacida en el seno de una familia católica
albanesa, la profunda religiosidad de su madre despertó en Agnes la vocación de
misionera a los doce años. Siendo aún una niña ingresó en la Congregación
Mariana de las Hijas de María, donde inició su actividad de asistencia a los
necesitados. Conmovida por las crónicas de un misionero cristiano en Bengala, a
los dieciocho años abandonó para siempre su ciudad natal y viajó hasta Dublín
para profesar en la Congregación de Nuestra Señora de Loreto. Como quería ser misionera
en la India, embarcó hacia Bengala, donde cursó estudios de magisterio y eligió
el nombre de Teresa para profesar.
Apenas hechos los votos pasó a Calcuta, la
ciudad con la que habría de identificar su vida y su vocación de entrega a los
más necesitados. Durante casi veinte años ejerció como maestra en la St. Mary's
High School de Calcuta. Sin embargo, la profunda impresión que le causó la
miseria que observaba en las calles de la ciudad la movió a solicitar a Pío XII
la licencia para abandonar la orden y entregarse por completo a la causa de los
menesterosos. Enérgica y decidida en sus propósitos, Santa Teresa de Calcuta
pronunció por entonces el que sería el principio fundamental de su mensaje y de
su acción: "Quiero llevar el amor de Dios a los pobres más pobres; quiero
demostrarles que Dios ama el mundo y que les ama a ellos".
En 1947, como culminación de aquella dilatada
lucha liderada por Gandhi, la India alcanzó la independencia. Un año después,
Teresa de Calcuta obtuvo la autorización de Roma para dedicarse al apostolado
en favor de los pobres. Mientras estudiaba enfermería con las Hermanas
Misioneras Médicas de Patna, Teresa de Calcuta abrió su primer centro de
acogida de niños. En 1950, año en que adoptó también la nacionalidad india,
fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad, cuyo pleno
reconocimiento encontraría numerosos obstáculos antes de que Pablo VI lo
hiciera efectivo en 1965.
Al tiempo que su congregación, cuyas
integrantes debían sumar a los votos tradicionales el de dedicarse totalmente a
los necesitados, abría centros en diversas ciudades del mundo, ella atendía a
miles de desheredados y moribundos sin importarle si profesaban el cristianismo
u otra religión: "Para nosotras no tiene la menor importancia la fe que
profesan las personas a las que prestamos asistencia. Nuestro criterio de ayuda
no son las creencias, sino la necesidad. Jamás permitimos que alguien se aleje
de nosotras sin sentirse mejor y más feliz, pues hay en el mundo otra pobreza
peor que la material: el desprecio que los marginados reciben de la sociedad,
que es la más insoportable de las pobrezas."
En concordancia con estas palabras, Santa
Teresa de Calcuta convirtió en el premio de una rifa un coche descapotable que
le dio el papa Pablo VI durante su visita a la India en 1964 (regalo a su vez
de la comunidad católica) y destinó los fondos recaudados a la creación de una
leprosería en Bengala; posteriormente convencería al papa Juan Pablo II de
abrir un albergue para indigentes en el mismo Vaticano.
El enorme prestigio moral que la Madre Teresa
de Calcuta supo acreditar con su labor en favor de "los pobres más
pobres" llevó a la Santa Sede a designarla representante ante la
Conferencia Mundial de las Naciones Unidas celebrada en México en 1975 con
ocasión del Año Internacional de la Mujer, donde formuló su ideario basado en
la acción por encima de las organizaciones. Cuatro años más tarde, santificada
no sólo por aquellos a quienes ayudaba sino también por gobiernos,
instituciones internacionales y poderosos personajes, recibió el premio Nobel
de la Paz.
Teresa de Calcuta: "El trabajo que
hacemos no tiene nada de heroico. Cualquiera que tenga la gracia de Dios puede
hacerlo."
Consciente del respeto que inspiraba, el papa
Juan Pablo II la designó en 1982 para mediar en el conflicto del Líbano, si
bien su intervención se vio dificultada por la complejidad de los intereses
políticos y geoestratégicos del área. Desde posiciones que algunos sectores de
opinión consideraron excesivamente conservadoras, participó vivamente en el
debate sobre las cuestiones más cruciales de su tiempo, a las que no fue nunca
ajena. Así, en mayo de 1983, durante el Primer Encuentro Internacional de Defensa
de la Vida, defendió con vehemencia la doctrina de la Iglesia, conceptiva,
antiabortista y contraria al divorcio.
En 1986 recibió la visita de Juan Pablo II en
la Nirmal Hidray o Casa del Corazón Puro, fundada por ella y más conocida en
Calcuta como la Casa del Moribundo. En el curso de los años siguientes, aunque
mantuvo su mismo dinamismo en la lucha para paliar el dolor ajeno, su salud
comenzó a declinar y su corazón a debilitarse. En 1989 fue intervenida
quirúrgicamente para implantarle un marcapasos, y en 1993, tras ser objeto de
otras intervenciones, contrajo la malaria en Nueva Delhi, enfermedad que se
complicó con sus dolencias cardíacas y pulmonares.
Finalmente, tras superar varias crisis, cedió
su puesto de superiora a sor Nirmala, una hindú convertida al cristianismo.
Pocos días después de celebrar sus 87 años ingresó en la unidad de cuidados
intensivos del asilo de Woodlands, en Calcuta, donde falleció. Miles de
personas de todo el mundo se congregaron en la India para despedir a la Santa
de las Cloacas. Seis años después de su muerte, en octubre de 2003, y
coincidiendo con la celebración del 25º aniversario del pontificado de Juan
Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta fue beatificada en una multitudinaria misa
a la que acudieron fieles de todas partes del mundo. A finales de 2015, el
Vaticano aprobó su canonización; el 4 de septiembre de 2016, ante más de cien
mil fieles congregados en la plaza de San Pedro, el papa Francisco ofició la
ceremonia que elevaba a los altares a Santa Teresa de Calcuta, cuya festividad
(5 de septiembre), incorporada al santoral católico, se celebró por primera vez
al día siguiente.
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