11 - DE
NOVIEMBRE – LUNES –
32ª – SEMANA DEL T.O. – B –
SAN MARTIN DE TOUR
Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a Tito (1,1-9):
Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, para promover la fe de los
elegidos de Dios, y el conocimiento de la verdad, según la piedad apoyada en la
esperanza de la vida eterna.
Dios, que no miente, había prometido
esa vida desde tiempos inmemoriales; al llegar el momento, la ha manifestado
abiertamente con la predicación que se me ha confiado, según lo dispuso Dios,
nuestro salvador.
Querido Tito, verdadero hijo mío en la fe
que compartimos; te deseo la gracia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús,
salvador nuestro. Mi intención al dejarte en Creta era que pusieras en regla lo
que faltaba y establecieses presbíteros en cada ciudad, siguiendo las
instrucciones que te di.
El candidato, que sea un hombre sin tacha, fiel a su
única mujer, con hijos creyentes, que no sean indóciles ni acusados de mala
conducta. Porque el obispo, siendo administrador de Dios, tiene que ser
intachable, no arrogante ni colérico, no dado al vino ni pendenciero, ni
tampoco ávido de ganancias. Al contrario, ha de ser hospitalario, amigo de lo
bueno, prudente, justo, fiel, dueño de sí. Debe mostrar adhesión a la doctrina
cierta, para ser capaz de predicar una enseñanza sana y de rebatir a los adversarios.
Palabra de Dios
Salmo: 23,1-2.3-4ab.5-6
Éste es el grupo que viene a tu
presencia, Señor. R/.
Del Señor es la tierra
y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al
monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto
sacro?
El hombre de manos inocentes y
puro corazón, que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la
bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al
Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,1-6):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos:
«Es inevitable que sucedan
escándalos; pero ¡ay del que los provoca!
Al que escandaliza a uno de estos pequeños,
más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo
arrojasen al mar.
Tened cuidado.
Si tu hermano te ofende,
repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y
siete veces vuelve a decirte: "Lo siento", lo perdonarás.»
Los apóstoles le pidieron al Señor:
«Auméntanos la fe.»
El Señor contestó:
«Si tuvierais fe como un granito de
mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el
mar." Y os obedecería.»
Palabra del Señor
1.- Durante los tres primeros días de esta semana
vamos a leer parte de la Carta de San Pablo a su discípulo Tito. Este, fue
convertido a la fe por Pablo. Es una carta breve, en cuyo primer capítulo,
además del saludo inicial, se dan una serie de recomendaciones prácticas en
torno a la fe y el conocimiento de la verdad. Todas esas realidades
fundamentadas en la esperanza, que, junto con la caridad, forman el entramado
clave de la vida cristiana con vistas a la vida eterna. Una vida eterna que
comienza ya en esta vida, porque las actitudes de ahora se prolongan en la vida
futura que esperamos.
Tito es el continuador de la
predicación de Pablo. Toma el relevo para que ponga en orden la vida de la
pequeña comunidad cretense y le dio el encargo de nombrar presbíteros, pero no
a cualquiera, ni, de cualquier forma, sino que supiese elegir los más idóneos
con una serie de características: irreprochable en su conducta, casado una sola
vez, con hijos creyentes.
Igualmente le da normas
claras para la elección de los obispos, elegidos de entre los presbíteros: que
sean buenos administradores de la casa de Dios, que no sean arrogantes, ni
coléricos, sino hospitalarios, justos, prudentes, amigos del bien. Ello los ha
de llevar a animar a la comunidad, sabiendo refutar cuando fuere necesario.
Fieles a la doctrina recibida.
2.-
De este texto se deduce un marcado sentido práctico y organizativo, tal
y como Pablo ha venido haciendo en su predicación y en sus cartas., No se sube
a altas teologías, que a nada conducirían en ese momento para la pequeña
comunidad de Creta. Quiere que su discípulo Tito sea quien ponga orden,
preserve a la comunidad de cualquier desvío que pudiera darse. Ello es
indicativo del afecto de Pablo a Tito, a pesar de su juventud; lo cual nos
indica que era un muchacho sensato y bueno, en quien se podía confiar.
Esta actitud de Pablo, a través de
Tito, nos da la pista clara de cómo deben ser nuestras comunidades y la predicación
de la verdad que en ellas se desarrolle, para así mantener la fe y la esperanza
a la que hemos sido llamados. Nosotros somos los continuadores de aquella
comunidad de Creta y de muchas otras posteriores.
Sí, es claro que vamos reduciéndonos.
Ello no debe ser motivo de desaliento, sino de poner más empeño y cuidado en la
fe recibida, en la esperanza presente y futura, en la vivencia de la
fraternidad siempre frágil. La predicación animosa es una parte, pero no lo es
todo, son las actitudes concretas las que nos definirán como creyentes en
Cristo Jesús.
3.-
El poeta alemán Henrich Heine decía: “Todo delito que no se convierte en
escándalo, no existe para la sociedad.” Lo comprobamos a cada instante en
nuestra sociedad. Si no se produce escándalo, la sociedad, cada uno de
nosotros, tiende a no considerarlo delito. Craso error.
Terminamos diciendo: “Bueno, total, qué
más da…”. Y, así, se va creando una cultura de permisividad, del relativismo
moral, del “todo está permitido”, del “todo vale”, del “mientras a mí no me
toque…”, sobre todo el bolsillo. Y miramos hacia otra parte. Eso destruye, más
a la corta que a la larga, sociedades, comunidades, familias, personas, porque
la integridad y honradez brillan por su ausencia.
Jesús, llevado también del sentido común
y práctico, advierte a sus discípulos que el escándalo es inevitable. Lo
sabemos bien. Tantos siglos de vida eclesial nos dan a conocer los escándalos
producidos, pero ellos no han de ser motivo para abandonar la vida de la
Iglesia, la casa común. “Tened cuidado”, advierte Jesús. Por eso, el
perdón es fundamental, aunque cueste. Y todos sabemos bien cuánto cuesta
perdonar y actuar como si nada hubiera pasado.
La tan traída y llevada frase: “Perdono,
pero no olvido”, en cristiano, no tiene cabida alguna; pero también sabemos
bien lo difícil que es olvidar las ofensas, las actitudes negativas. Uno es
capaz de comprenderlo y aceptarlo cuando le han perdonado deudas, ofensas,
dislates, malos entendidos. Y ha de tener suma delicadeza en no “avivar la
memoria de la ofensa” para que el olvido, en la medida de lo posible, crezca en
nuestro interior.
Tenemos como ayuda la vida compartida,
la vida de una comunidad de creyentes, la acción salvífica y restauradora,
perdonadora, de la Eucaristía, de las acciones sacramentales, portadoras de la
gracia y signo de reconciliación. Por eso, cada Acción de Gracias comienza con
el reconocimiento sincero de nuestra vida deficiente. Y decimos: “Yo confieso…”
y “Señor, ten piedad” y en la consagración Jesús nos dice: “Esta es mi sangre,
derramada por vuestros pecados…” Si así lo creemos, y nos adherimos con sinceridad
de corazón, estamos no solo perdonados, sino salvados.
4.-
Hoy la iglesia celebra a S. Martín de Tours, soldado romano, quien, una
vez convertido a la fe de Jesucristo, fue monje y obispo. Es todo un símbolo
del “compartir”. Es lo que él practicó a las puertas de Amiens compartiendo su
manto con un pobre, durante la noche; ese fue solo un detalle de los muchos que
vendrían después. Hizo reales las palabras de Jesús: “Estuve desnudo y me
vestisteis…”. Hijo de un tribuno romano, renunció a la carrera militar para
seguir a las órdenes de Jesucristo. A él se debe en gran parte la
evangelización de Francia.
Teniendo en cuenta estas lecturas
planteémonos cómo vivimos el perdón.
Nuestra presencia en la
comunidad cristiana ¿es de responsabilidad o vivimos pasivamente?
Nació en
Panonia, hacia el año 316, de padres paganos. Habiendo recibido el bautismo y
renunciado a la milicia, fundó un monasterio en Ligugé (Francia), donde
practicó la vida monástica bajo la dirección de san Hilario.
Más tarde, fue ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours. Fue un modelo
de buen pastor y fundó otros monasterios, trabajó en la formación del clero y
evangelizó a los pobres.
Murió en el año 397.
San Martín nació
en Panonia, Hungría, el 316. Sus padres eran paganos. Estudia en Pavía, donde
conoce el Cristianismo. Su padre, que era tribuno militar, para desviarle del
cristianismo, le obliga a ingresar en el ejército. Martín concilia sus deberes
militares con sus aspiraciones cristianas. Vida ejemplar de monje y soldado:
valentía y vida santa y caritativa.
Siendo militar
sucedió el hecho tan tratado en la iconografía. Era invierno, y al entrar en
Amiens, encuentra un mendigo casi helado, sin ropa. Divide su clámide en dos
partes y entrega una al pobre. Cristo se le aparece vestido con la media capa:
"Martín, catecúmeno, me ha cubierto con este vestido".
Pronto recibe el
bautismo. Deja la milicia para seguir a Cristo. San Hilario de Poitiers quiere
ordenarle de diácono. Él se queda de exorcista. Vuelve a su patria, convierte a
su madre. De nuevo en Poitiers, funda Ligugé, auténtico monasterio misional. Allí
pasa once años, feliz en su ambiente. Preguntado más adelante por qué
profesiones había ejercido respondía: "fui soldado por obligación y por
deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma". Por eso hay quien
resume la vida de Martín así: "soldado por fuera, obispo a la fuerza,
monje por gusto".
Sulpicio Severo
escribió Cartas y Diálogos y sobre todo la Vida de San Martin. Pocos libros
habrán sido más leídos que éste, que ha servido de fuente para llevar por todas
partes a través de cantares y poemas, representaciones teatrales, la pintura y
la escultura la imagen de este Santo "el más popular y conocido de toda
Europa".
Un historiador ha
contado en Francia 3.667 parroquias dedicadas a él y 487 pueblos que llevan su
nombre. Un buen número hay también en Alemania, Italia y España. Es simpático
el párrafo en que Don Quijote enseña a Sancho la imagen de San Martín y le
explica el caso de la capa.
Martín vivía feliz
en Ligugé. Pero Tours se había quedado sin obispo. Un día del año 371, fue
invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero
era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la
multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno
de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar. Establece cerca, para su humilde
residencia, el monasterio de Marmoutiers, centro misionero de donde saldrán San
Patricio y San Paulino de Nola. Desde allí parte para sus agotadoras correrías
apostólicas, durante 35 años, por toda la Galia. Nada le retiene. Acusa a
emperadores, reprime a los herejes, defiende a los débiles y a los condenados a
muerte, realiza innumerables milagros, y entre ellos se le atribuye la
resurrección de varios muertos. Su fama es indescriptible. Es llamado "el
apóstol de las Galias" nadie hizo tanto como él por Francia católica y San
Gregorio de Tours le invoca como "Patrón especial del mundo entero".
Tan intensos
viajes apostólicos, tanta obra de caridad, hasta vaciarse totalmente, agotaron
sus fuerzas físicas. Se veía morir. Sus discípulos le piden que no les deje
huérfanos. Martín contestó: "Señor, si aún soy necesario, no rehúso el
trabajo. Sólo quiero tu voluntad". La liturgia comenta: "¡Oh feliz
varón, que ni temió morir, ni recusó la vida”!
Los discípulos
querían colocarle más cómodo. "Dejadme así, les dijo, mirando al cielo,
para dirigir mi alma en dirección hacia Dios". El demonio no dejaba de
importunarle. "¿Qué haces ahí, gritó Martín, bestia sanguinaria? No hay
nada en mí que te pertenezca, maldito. El seno de Abrahán me espera". Y
entregó su alma a Dios. Era el 8 de noviembre del año 397.
Martín fue un
asceta, un apóstol, un hombre de oración, muy influyente en toda la
espiritualidad medieval. Su faceta principal, la caridad. El gesto de Amiens,
dar media capa, fue superado, cuando siendo obispo, entregó su túnica entera a
un mendigo gesto menos conocido. Sus mismos milagros, como los de Cristo,
fueron milagros de caridad. Pasó haciendo el bien.
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