lunes, 25 de noviembre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 27- DE NOVIEMBRE – MIERCOLES – 34ª – SEMANA DEL T.O. – B – San Virgilio de Salzburgo

 


 

27- DE NOVIEMBRE – MIERCOLES

 34ª – SEMANA DEL T.O. – B –

San Virgilio de Salzburgo

 

  Lectura del libro del Apocalipsis (15,1-4):

  Yo, Juan, vi en el cielo otro signo, grande y maravilloso: Siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, pues con ellas se consuma la ira de Dios.

  Vi una especie de mar de vidrio mezclado con fuego; los vencedores de la bestia, de su imagen y del número de su nombre estaban de pie sobre el mar cristalino; tenían en la mano las cítaras de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:

  «Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios omnipotente; justos y verdaderos tus caminos, rey de los pueblos. ¿Quién no temerá y no dará gloria a tu nombre? Porque vendrán todas las naciones y se postrarán ante ti, porque tú solo eres santo y tus justas sentencias han quedado manifiestas».

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 97,1.2-3ab.7-8.9

  R/. Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

        Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

       Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R/.

   El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.

  Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes. R/.

  Al Señor, que llega para regir la tierra.

       Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud. R/.

 

   Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,12-19):

  En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

  «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.

  Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

  Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

 

Palabra del Señor

 

       1.-  Terminando el año litúrgico, la Palabra del Dios nos invita a la alabanza y la acción de gracias. Han pasado doce meses y es posible que apenas nada de lo que imaginamos que iba a ser este año se haya cumplido. Que los proyectos que teníamos y las expectativas sobre Dios se hayan visto frustradas, en mayor o menor medida. Pero sería muy injusto, además de triste, terminar este Ciclo sin unirnos a la admiración por las obras de Dios en nuestras vidas. ¿De verdad no somos capaces de identificar nada bueno que el Señor haya obrado durante este año en nosotros y con nosotros? Paremos un momento y hagamos memoria agradecida. Sin duda estará marcada con el signo de la cruz, pero de eso se trata precisamente.   Mirar con los ojos de Dios nuestra historia y los acontecimientos, y descubrir trenzada entre los hilos oscuros de nuestra existencia, la Providencia amorosa de Dios sosteniendo nuestras personas.

      

     2.-  Grandes y admirables han sido tus obras, Señor, y quizá por eso no las he entendido, porque me sobrepasan. Justos y verdaderos han sido tus caminos, a pesar de mis continuos engaños. Hoy me postro ante ti, porque tú eres el único santo –aunque yo me creía que era perfecto y podía con todo. Tu Providencia ha quedado manifiesta, incluso en medio de las oscuridades que todavía me rodean y me quieren hacer perder la esperanza.

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

 

      3.-  Jesús es realista. No ignora las dificultades ni intenta ocultar el fracaso y la muerte en que en ocasiones nos encierra el seguimiento de Cristo. Tampoco promete que a partir de ahora será más fácil, ni nos vende un mañana mejor. Exhorta a la perseverancia sin dar demasiadas explicaciones. Porque hay momentos en la vida de fe en los que se trata de permanecer. Esperar en Dios, con la humildad del amigo que confía, y la fidelidad del que no se ha guardado un plan b, por si esto no funcionaba. Puede que nos estemos preguntando si tiene sentido seguir intentándolo un año más, pero, como los discípulos, sin entender demasiado, ¿A dónde vamos a acudir?

       Una actitud –la perseverancia que solo es posible desde el agradecimiento y la alabanza a los que nos invitaba la primera lectura. Nuestra memoria retiene sus beneficios y nuestra fe confía en que llegará un día en que su Amor ahora velado por el dolor quedará al descubierto también en este presente desconcertante. Hoy podemos permanecer si conservamos y nos agarramos al el recuerdo y la experiencia del paso de Dios por nuestras vidas.

       Una decisión –perseverar que solo es posible y evangélica cuando se vive desde la conciencia de la presencia de Dios con nosotros, dándonos la fuerza, el consuelo y el sentido para permanecer. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio, y el primer ejemplo, como siempre, lo encontramos en él.   Verdaderamente este era Hijo de Dios, exclama el soldado pagano ante aquel que no había desertado del suplicio; y este es el primer fruto de la negativa de Jesús a bajarse de la Cruz. El centurión no vio en aquel condenado a muerte una actitud masoquista o cabezota, sino una perseverancia en el amor y el perdón que solo podía ser de Dios.

 

San Virgilio de Salzburgo

 




  En Salzburgo, de la región de Baviera, san Virgilio, obispo, hombre doctísimo, nacido en Irlanda, al cual, con el apoyo del rey Pipino, se le puso al frente de la Iglesia de Salzburgo, donde construyó la catedral en honor de san Ruperto y se dedicó gozosa y felizmente a propagar la fe entre los carintios.

 

   San Virgilio era irlandés (llamado Feargal o Ferghil). En los «Anales de los Cuatro Maestros» y en los «Anales de Ulster» se dice que fue abad de Auhaboe. Hacia el año 743, emprendió una peregrinación a Tierra Santa, pero se detuvo dos años en Francia y no llegó más allá de Baviera. Allí, el duque Odilón de Baviera le nombró abad de San Pedro de Salzburgo y administrador de la diócesis. El obispo del lugar, que era también irlandés, se encargaba de los ministerios propiamente episcopales, en tanto que san Virgilio se reservaba la predicación y la administración. Así lo hizo hasta que sus colegas le obligaron a aceptar la consagración episcopal. En cierta ocasión, encontró a un sacerdote que sabía tan poco latín, que ni siquiera pronunciaba correctamente la fórmula del bautismo. San Virgilio, basándose en que el error era accidental y no de fe, decidió que no era necesario repetir los bautismos administrados por dicho sacerdote. San Bonifacio, quien era entonces arzobispo de Mainz, desaprobó el veredicto de san Virgilio. Entonces, ambos santos apelaron al papa san Zacarías, el cual confirmó la opinión de Virgilio y se mostró sorprendido de que Bonifacio la hubiese combatido.

  Algún tiempo después de este incidente, san Bonifacio acusó nuevamente a san Virgilio ante la Santa Sede, por haber enseñado que debajo de la tierra había otro mundo y otros hombres y otro sol y otra luna. San Zacarías respondió que era ésa una «doctrina perversa y malvada, que ofende a Dios y a nuestras almas» y añadió que, si llegaba a probarse que Virgilio la había enseñado, debía ser excomulgado por un sínodo. Algunos han aprovechado este incidente como materia de controversia, pero sin razón, porque no se sabe exactamente cuál era la doctrina de san Virgilio sobre la tierra y otros tipos de hombres. Por otra parte, lo que era evidentemente peligroso en su enseñanza, radicaba en la implicación de una negación de la unidad de la raza humana, de la universalidad del pecado original y de la Redención. Debemos reconocer que es muy explicable que la doctrina de san Virgilio haya provocado sospechas en el siglo VIII, si acaso enseñó realmente que la tierra era redonda y que había hombres en las antípodas. No existe el menor indicio de que san Virgilio haya sido juzgado, condenado y obligado a retractarse, pero sin duda que demostró a quienes le criticaban que no creía nada que ofendiese «a Dios y a su alma», ya que fue consagrado obispo hacia el año 767 o antes.

    San Virgilio reconstruyó en grande la catedral de Salzburgo, a la que trasladó el cuerpo de san Ruperto, fundador de la sede. El santo bautizó en Salzburgo a dos duques eslavos de Carintia y, a petición de ellos, envió allá al obispo san Modesto y a otros cuatro predicadores, a los que siguieron más tarde otros misioneros. El propio San Virgilio predicó en Carintia hasta las fronteras de Hungría, en la región en que el Drave se une al Danubio. Poco después de regresar a su diócesis, cayó enfermo y murió apaciblemente en el Señor el 27 de noviembre de 784. Fue canonizado en 1233. Su fiesta se celebra en Irlanda y en ciertas regiones de Europa Central, donde se le venera como el apóstol de los eslovacos. 

 

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 

 

 

 

 

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