29 - DE
NOVIEMBRE – VIERNES –
34ª – SEMANA DEL T.O. – B –
San Saturnino de
Tolosa
Lectura del libro del Apocalipsis (20,1-4.11-15):
Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del
cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Sujetó al dragón, la antigua serpiente, o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil
años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no
extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que
ser desatado por un poco de tiempo.
Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar;
vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra
de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían
recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y
reinaron con Cristo mil años.
Vi
un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. De su presencia
huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro. Vi a los muertos, pequeños y
grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el
de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los
libros. El mar devolvió a sus muertos, Muerte y Abismo devolvieron a sus
muertos, y todos fueron juzgados según sus obras. Después, Muerte y Abismo
fueron arrojados al lago de fuego —el lago de fuego es la muerte segunda—. Y si
alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.
Y
vi un cielo y una tierra nuevos, pues el primer cielo y la primera tierra
desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén
que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha
adornado para su esposo.
Palabra de Dios
Salmo 83
R/. He aquí la morada de Dios entre los hombres.
V/. Mi alma se
consume y anhela
los atrios
del Señor,
mi corazón y
mi carne
retozan por
el Dios vivo. R/.
V/. Hasta el
gorrión ha encontrado una casa;
la
golondrina, un nido
donde colocar
sus polluelos:
tus altares,
Señor del universo,
Rey mío y
Dios mío. R/.
V/. Dichosos los
que viven en tu casa,
alabándote
siempre.
Dichoso el
que encuentra en ti su fuerza.
Caminan de
baluarte en baluarte. R/.
Evangelio según
san Lucas 21, 29-33
En aquel tiempo, expuso Jesús una
parábola a sus discípulos:
"Fijaos
en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para
saber que el verano está cerca.
Pues, cuando
veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios.
Os aseguro
que antes que pase esta generación todo esto se cumplirá. El cielo y la tierra
pasarán, mis palabras no pasarán".
Palabra del Señor
1.- Cuando todo parece estar
perdido, es como si nos encerraran en una habitación sin nada de claridad y nos
parece que mejor no movernos por si nos caemos, por si tropezamos y creemos que
lo mejor es sentarnos donde pisamos firmes y gritar lo más fuerte posible a ver
si alguien nos escucha y nos puede ayudar.
Puede que esta imagen sea conocida
porque en algún momento pasamos por esta situación de desesperación, en la que
no vemos salida, en la que estamos tan perdidos que preferimos quedarnos
inmóviles por miedo a lo que nos pueda suceder, pero, si no somos capaces de
concentrar nuestras fuerzas en buscar una solución a esta situación, nos
quedaremos sin fuerzas con las que poder luchar, le daremos el poder al miedo y
dejaremos que gaste todas nuestras energías.
2.- Si, en cambio, damos el tiempo
a dejar que el miedo gaste sus energías y aprovechamos esa situación para
convertirla en oportunidad de dejar atrás todo aquello que nos paraliza y
buscamos una posible vía o cambiamos de estrategia si esta no nos funciona, o
volvemos a parar, dejar tiempo para pensar, mirar a nuestro alrededor, que
siempre hay alguna rendija por la que se cuela la luz, y fijamos en ella
nuestra vista para encontrar la salida, entonces veremos que hemos sido capaces
de mantener la esperanza, frente a toda desesperanza, y esto es lo que nos ha
dado el impulso para seguir adelante, sabiendo que siempre podemos caer, pero
que tendremos nuevas oportunidades de volver a levantarnos.
¿Qué haces para encontrar la luz?
¿Te rindes con facilidad? ¿Te das tiempo para pensar?
3.- Cuando compramos cualquier
dispositivo, o nos lo regalan, tenemos tantas ganas de ponerlo a funcionar que
la paciencia no nos da para leer el libro de instrucciones y preferimos
utilizar el método de ensayo-error, aunque, probablemente, tardemos más en manejarlo
por completo, pero seguro que aprenderemos más que si nos leemos unas
instrucciones, que básicamente sólo las entiende quien las ha escrito.
Cuando nos cuentan cómo va a ser
la meteorología en los próximos días, si miramos el cielo y vemos que no van
bien en las indicaciones, puede que por lo menos esté bien que demos un voto de
confianza a lo que nos dicen, porque ya hemos comprobado que todo puede cambiar
en un momento y perdamos el control de la situación.
Llegamos al final del año
litúrgico, nos aproximamos al final del año, hacemos balance y probablemente
seamos conscientes de lo que nos ha hecho frenar, lo que nos ha ayudado a
avanzar, lo que nos ha hecho caer y las manos que estuvieron para acogernos y
ayudarnos a levantar. No podemos quedarnos únicamente con lo que nos ha hecho
daño, porque nos estancaríamos y no seríamos capaces de disfrutar de todo lo
que nos rodea; tampoco con todo lo positivo, ya que nos nubla la capacidad de
estar alerta ante las posibles dificultades que se nos presentan. Hay que saber
prestar atención a lo que vivimos, aprender de los errores y de los aciertos,
mejorar la que no nos ha salido bien y lo que nos ha dado seguridad, dando
gracias por todo lo que hemos aprendido durante el camino.
¿Tienes los ojos bien abiertos?
¿Mantienes viva la esperanza? ¿Miramos al cielo buscando respuestas?
En Toulouse, de la
Galia Narbonense, conmemoración de san Saturnino de Tolosa (Sanserenín), obispo
y mártir que, según la tradición, en tiempo del mismo Decio fue detenido por
los paganos en el Capitolio de esta ciudad y arrastrando por las escaleras
desde lo alto del edificio, hasta que, destrozados la cabeza y el cuerpo,
entregó su alma a Cristo hacia el año 250.
Saturnino, obispo
de Tolosa, es uno de los santos más populares en Francia y en España. La Passio
Saturnini es ante todo un documento muy importante para el conocimiento de la
antigua Iglesia de la Galia. Según el autor de la Pasión, escrita entre el 430 y
el 450, Saturnino fijó su residencia en Tolosa en el 250, bajo el consulado de
Decio y Grato. En ese tiempo, refiere el autor, en Galia había pocas
comunidades cristianas, con escaso número de fieles, mientras los templos
paganos se llenaban de fieles que sacrificaban a los ídolos.
Saturnino, que
había llegado desde hacía poco a Tolosa, probablemente de Africa (el nombre es
efectivamente africano) o de Oriente, como se lee en el Missale Gothicum, había
ya reunido los primeros frutos de su predicación, atrayendo a la fe en Cristo a
un buen número de ciudadanos. El santo obispo, para llegar a un pequeño
oratorio de su propiedad, pasaba todas las mañanas frente al Capitolio, es
decir, el principal templo pagano, dedicado a Júpiter Capitolino, en donde los
sacerdotes paganos ofrecían en sacrificio al dios pagano un toro para obtener
las gracias que pedían los fieles.
Parece que la
presencia de Saturnino volvía mudos a los dioses y de esto los sacerdotes
paganos acusaron al obispo cristiano, cuya irreverencia habría irritado la
susceptibilidad de las divinidades paganas. Un día la multitud rodeó
amenazadora a Saturnino y le impuso que sacrificara un toro sobre el altar de
Júpiter. Ante el rechazo del obispo de sacrificar el animal, que poco después
se convertiría en el instrumento inconsciente de su martirio, y sobre todo por
lo que consideraban los paganos un ultraje a la divinidad, pues Saturnino dijo
que no les tenía miedo a los rayos de Júpiter, ya que era impotente porque no
existía, lo agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del toro, al que
picaron para que corriera escaleras abajo del Capitolio arrastrando al obispo.
Saturnino, con el cuerpo despedazado, murió poco después y su cuerpo quedó
abandonado en la calle, de donde lo recogieron dos piadosas mujeres y le dieron
sepultura «en una fosa muy profunda». Sobre esta tumba, un siglo después, San
Hilario construyó una capilla de madera que pronto fue destruida y se perdió
por algún tiempo su recuerdo, hasta cuando en el siglo VI el duque Leunebaldo,
volviendo a encontrar las reliquias del mártir, hizo edificar en ese lugar la
iglesia dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el
Trescientos tomó el actual nombre de Notre-Dame du Taur.
Fuente: Spider Martirologio + Aciprensa
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