18 - DE
NOVIEMBRE – LUNES –
33ª – SEMANA DEL T.O. – B –
DEDICACIÓN DE
LA BASÍLICA DE
SAN PEDRO Y SAN PABLO
Comienzo del libro del Apocalipsis
(1,1-4;2,1-5a):
Revelación de Jesucristo, que Dios le encargó mostrar a sus siervos acerca
de lo que tiene que suceder pronto. La dio a conocer enviando su ángel a su
siervo Juan, el cual fue testigo de la palabra de Dios y del testimonio de
Jesucristo de todo cuanto vio.
Bienaventurado el que lee, y los
que escuchan las palabras de esta profecía, y guardan lo que en ella está
escrito, porque el tiempo está cerca.
Juan a las siete iglesias de Asia:
«Gracia y paz a vosotros de parte
del que es, el que era y ha de venir; de parte de los siete Espíritus que están
ante su Trono».
Escuché al Señor que me decía:
Escribe al ángel de la Iglesia en
Éfeso:
«Esto dice el que tiene las siete
estrellas en su derecha, el que camina en medio de los siete candelabros de
oro. Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a
los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no
lo son, y has descubierto que son mentirosos. Tienes perseverancia y has
sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has
abandonado tu amor primero. Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y
haz las obras primeras».
Palabra de Dios
Salmo: 1,1-2.3.4.6
Al vencedor le daré a comer del
árbol de la vida. R/.
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta
en la reunión de los cínicos; sino que su
gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol, plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así; serán paja
que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de
los justos, pero el camino de los impíos acaba
mal. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (18,35-43):
Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del
camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y
le informaron:
«Pasa Jesús el Nazareno».
Entonces empezó a gritar:
«¡Jesús, hijo de David, ten
compasión de mí!».
Los que iban delante lo regañaban
para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«¡Hijo de David, ten compasión de
mí!».
Jesús se paró y mandó que se lo
trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?».
Él dijo:
«Señor, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Recobra la vista, tu fe te ha
salvado».
Y enseguida recobró la vista y lo
seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.
Palabra del Señor
1. Jesús
se acerca ya a Jerusalén. Y antes de llegar, en Jericó, le devuelve la vista a
un ciego. Esta curación se relata también en los otros sinópticos (Mc 10,
46-52; Mt 9, 27-31 y 20, 29-34). Estamos ante un hecho que interesó vivamente a
la Iglesia primitiva. Sin duda porque indica que Jesús hizo todo su camino,
hacia el conflicto y la muerte, aliviando sufrimientos, dando luz y vida a
quienes van por la vida sin posibilidad de ver la realidad que les rodea.
2. Además
el relato termina diciendo que el mendigo que recobró la vista y "todo el
pueblo", al ver lo que Jesús había hecho, glorificaba y alababa a Dios.
Como
es bien sabido, la glorificación y la alabanza a Dios son dos experiencias y
dos manifestaciones fundamentales de la religiosidad en casi todas las
tradiciones religiosas de la humanidad. Pero lo notable, en este
caso, es que la gloria y la alabanza no se expresan en el culto sagrado del
templo, sino cuando la gente ve la alegría de quien se siente liberado de sus
limitaciones y sufrimientos.
3. ¿No tendríamos que pensar la
religión de otra manera y practicarla de forma distinta?
Cada día que pasa, la gente es más
insensible al culto sagrado y a las ceremonias rituales de los templos. Y esto
ocurre de forma que, a medida que decrece el interés por lo sagrado, en esa
misma medida se acentúa y aumenta el interés por lo humano.
Pues bien, si algo nos dejó claro Jesús,
es que él vio que la gente (la de entonces y la de ahora) alaba a Dios en
experiencias que representan el desplazamiento de lo sagrado a lo humano.
DEDICACIÓN DE
LA BASÍLICA DE
SAN PEDRO Y SAN PABLO
Ya en el siglo XII se
celebraba en la basílica vaticana de San Pedro y en la basílica de San Pablo,
en la vía Ostiense, el aniversario de las respectivas dedicaciones, hechas por
los santos papas Silvestre y Siricio en el siglo IV.
Esta conmemoración se extendió posteriormente a todo el rito romano. Del
mismo modo que en el aniversario de la basílica de Santa María la Mayor (el día
5 de agosto) se celebra la maternidad de la Santísima Virgen, así hoy son
honorados los dos principales apóstoles de Cristo.
La actual Basílica de San Pedro en Roma fue
consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de
la consagración de la Basílica antigua.
La construcción de este grandioso templo duró
170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la
colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.
Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro
(crucificándolo cabeza abajo) y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo
construir el emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica
iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina
llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los
Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica.
Cuando los Sumos Pontífices volvieron del
destierro de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica
de San Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto
a la Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido
siempre el templo más famoso del mundo.
La Basílica de San Pedro mide 212 metros de
largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros
cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión.
Su construcción la empezó el Papa Nicolás V
en 1454, y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años
construyéndola). Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante,
Rafael, Miguel Ángel y Bernini. Su hermosura es impresionante.
Hoy recordamos también la consagración de la
Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San
Pedro, en un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición
cuenta que allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó
al suelo y dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí
están las tales tres fontantas).
La antigua Basílica de San Pablo la habían
construido el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue
destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron
desde todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la
antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío
Nono en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro
sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San
Pablo, Apóstol y Mártir".
Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos
que han sido los católicos de todos los tiempos para que nuestros templos sean
lo más hermoso posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para
mantener bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia.
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