miércoles, 13 de noviembre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 15 - DE NOVIEMBRE – VIERNES – 32ª – SEMANA DEL T.O. – B – San Alberto Magno

 

 



15 - DE NOVIEMBRE – VIERNES –

32ª – SEMANA DEL T.O. – B –

San Alberto Magno

 

Lectura de la segunda carta del apóstol san Juan (4-9):

Señora elegida:

Me alegré mucho al enterarme de que tus hijos caminan en la verdad, según el mandamiento que el Padre nos dio. Ahora tengo algo que pedirte, señora. No pienses que escribo para mandar algo nuevo, sino sólo para recordaros el mandamiento que tenemos desde el principio, amarnos unos a otros. Y amar significa seguir los mandamientos de Dios. Como oísteis desde el principio, éste es el mandamiento que debe regir vuestra conducta.

Es que han salido en el mundo muchos embusteros, que no reconocen que Jesucristo vino en la carne. El que diga eso es el embustero y el anticristo. Estad en guardia, para que recibáis el pleno salario y no perdáis vuestro trabajo. Todo el que se propasa y no permanece en la doctrina de Cristo no posee a Dios; quien permanece en la doctrina posee al Padre y al Hijo.

 

Palabra de Dios

 

Salmo:118,1.2.10.11.17.18

R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor

Dichoso el que, con vida intachable,

camina en la voluntad del Señor. R/.

Dichoso el que, guardando sus preceptos,

lo busca de todo corazón. R/.

Te busco de todo corazón,

no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R/.

En mi corazón escondo tus consignas,

así no pecaré contra ti. R/.

Haz bien a tu siervo: viviré

y cumpliré tus palabras. R/.

Ábreme los ojos, y contemplaré

las maravillas de tu voluntad. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,26-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará.

Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»

Ellos le preguntaron:

«¿Dónde, Señor?»

Él contestó:

«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»

 

Palabra del Señor

 

      1.-  La liturgia de la Palabra nos invita hoy a continuar mirando la propia vida en perspectiva de coherencia evangélica. La fe es una opción personal que compromete la vida. Hoy nuestra mirada es desde la perspectiva de la responsabilidad y la verdad. Ambas son elementos constitutivos de una vida de fe, de amor y discipulado.

       Así destaca Juan la vida coherente de los destinatarios de la Carta: “Me alegré mucho al enterarme de que tus hijos caminan en la verdad, según el mandamiento que el Padre nos dio”. E insiste en la verdad del Evangelio y alerta de la existencia de falsos maestros.

 

      2.-  Alegría, verdad y amor. Estos tres puntos se encuentran confrontados con algunas realidades que tanto han sido de ayer como son de hoy.

       El mandamiento del Padre es el mismo de siempre: el amor, que nos amemos unos a otros. Sin embargo, el autor de la carta hace una llamada muy fuerte a estar atentos ante el engaño y la mentira. Y no se queda ahí, sino que insiste que “han salido en el mundo muchos embusteros”. Se trata de estar atentos y tener cuidado con todo lo que debilita la vida de la comunidad de fe. Vivir el amor no significa vivir en la ingenuidad de que todo es bonito y maravilloso. Vivir el amor exige vivir en discernimiento. Juan quiere ofrecer pistas de cómo reaccionar cuando algunas personas, en nombre de la fe, contradicen la Palabra de Dios y seducen a los miembros de la comunidad, alejándolos del Evangelio.

       La vida de fe, bien personalmente como comunitariamente, nos compromete en la búsqueda asidua de la verdad de Dios y a la coherencia evangélica.

       Probablemente tanto ayer como hoy la distinción entre la verdad y la mentira es inmensamente desafiante. San Juan insiste en sus escritos la necesidad e importancia de la verdad, de discernir dónde estar, de no dejarse embaucar y mucho menos facilitar la difusión de la mentira.

      Esta carta resuena en nosotros con una gran fuerza, pues hacemos parte de una sociedad donde las falsas difusiones, la facilidad con la que se comparten informaciones sobre lo que no tenemos certezas, el radical posicionamiento ante situaciones de las cuales desconocemos las diversas perspectivas, hacen parte de las relaciones cotidianas.

       La radicalización y la polarización provocan división. Lo que realmente une e integra es el amor y la verdad… y cuantas veces no se sabe donde realmente está la verdad. Por eso, una actitud atenta y la búsqueda de discernimiento son instrumentos para acercarnos unos y otros. El amor sabe de integrar y de confiar, sabe que la verdad vive muchas veces escondida. Por eso hacemos nuestras las palabras del salmo: “Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe”, porque es muy fácil encaminarse por sendas ajenas al discipulado…

 

       3.-  Como sucedió… así sucederá.

El texto de hoy se encuentra al final del capítulo 17 del evangelio de Lucas. Es necesario retomar los temas abordados anteriormente para comprender este pasaje. Primero Jesús alerta “que es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay! de quien los provoca” (17,1) y después hace una llamada a la corrección fraterna y al perdón, tantas veces como sea necesario (17, 3-4). Claro que los apóstoles, como también nosotros, ante esta propuesta de vida proclamamos: “aumenta nuestra fe” (17, 5). Jesús es inmensamente realista, conoce el corazón humano y nos ayuda a percibir que la vida está cimentada sobre el compromiso y la responsabilidad de lo pequeño de cada día con la conciencia de que “hemos hecho lo que debíamos hacer” (17, 10). El texto nos continúa narrando con qué naturalidad Jesús hace el bien, aunque generalmente no sea ni tan siquiera reconocido y/o agradecido (17, 12-19). Jesús siempre responde a nuestras inquietudes y preguntas, respuestas verdaderas que alertan a no aferrarnos a ideas ni a buscar a Dios en lo grandilocuente, sino a percibir la presencia de Dios y su reino dentro de nosotros (17, 20-24). Jesús es realista y sincero, no engaña a nadie: “antes es preciso que sufra mucho…” (17, 25). Y sólo después de este largo recorrido, vienen los versículos del Evangelio de hoy.

       Una vez más Jesús nos resitúa en la vida de cada día: como sucedió ayer, así sucederá… Y lo que pase con cada uno de nosotros no es premio o castigo de Dios, sino fruto de las opciones, de la autenticidad de la vida de fe, de la verdad vivida, proclamada y promovida. Lo que sucederá sabe de sencillez por hacer lo que hay que hacer, sabe de poco reconocimiento y agradecimiento, sabe de naturalidad y del amor que se fortalece en el proceso del perdón, sabe de recomenzar, de acoger e integrar, sabe de discernir el querer de Dios desde la realidad y sinceridad, sabe que “quien pierda su vida, la ganará” no ante las muchedumbres y sí ante el Padre.

 

San Alberto Magno

 


 

      San Alberto, apellidado “Magno”, obispo y doctor en Iglesia, que ingresó en la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, esforzándose asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, pero al cabo de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores y murió santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica.

 

  San Alberto nace en el seno de la noble familia de los Ingollstad en Lauingen, Diócesis de Augsburgo en la Baviera Alemana en 1.206.

  Desea cursar la carrera de Leyes por lo que sus padres le envían primero a Bolonia, que más tarde será cumbre de los estudios juristas; pasa más adelante a Venecia, para terminar en Padua. En 1.223 conoce a su compatriota el Beato Jordán de Sajonia que sucederá a Santo Domingo de Guzmán en el gobierno de la Orden Dominicana. Queda prendado por la predicación y las cualidades de este hombre; recibe la llamada de Dios y decide ingresar en la Orden de Predicadores en 1.224. La oposición de su familia es frontal, pero él permanece fiel a su decisión.

  En 1.228 es enviado a su patria como profesor y enseña, primero en Colonia, con posterioridad en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo y en la Sorbona de París, donde tendrá como discípulo predilecto a Santo Tomás de Aquino.

  Patrono de los científicos: es un místico que descubre a Dios en el encanto de la creación

      En 1.248 le encontramos, de nuevo, en Colonia dirigiendo el Estudio General de la Orden en esta ciudad. En los años 1.254 a 1.257 es elegido Provincial de la Provincia de Teutonia. En 1.256 está en Roma y allí, con San Buenaventura, franciscano, defiende los derechos de las Ordenes Mendicantes, frente a Guillermo de San Amor y otros profesores, el derecho de enseñar en las Universidades de entonces. San Alberto Magno es profesor en la Curia Pontificia.

  Cuatro años más tarde el Papa Alejandro IV le nombra Obispo y, a pesar de su oposición, es consagrado Obispo de Ratisbona; organizó la Diócesis. A los dos años, con nostalgia de su vida conventual dominicana, el Papa Urbano IV le acepta la renuncia. De 1.261 al 1.263 es nombrado Predicador de la Cruzada y profesor de la Curia Pontificia.

  Destaca San Alberto Magno por su capacidad, sagacidad y equilibrio en solucionar casos conflictivos como el del Obispo de Wurzburgo con sus fieles. Su misión y su campo es la enseñanza, la investigación por la que sigue dictando su sabiduría en las Cátedras Wurzburgo, Estrasburgo y Lyon. Participa en el II Concilio de Lyon, donde media para que sea reconocido como Rey de Alemania Rodolfo de Augsburgo.

   En 1.279 se debilita física y mentalmente. Ese mismo año redacta su testamento y muere, con serenidad y paz, sobre su mesa de trabajo. Era el 15 de noviembre de 1.280.

  El Maestro General de la Orden Dominicana, Humberto de Romans, nos ha dejado estas pinceladas: "Era de buena talla y bien dotado de formas físicas. Poseía un cuerpo formado con bellas proporciones y perfectamente moldeado para todas las fatigas del servicio de Dios".

  San Alberto es Magno por la grandeza de su espíritu. Era un hombre abierto a lo universal; escritor y profesor incansable. Como naturalista era un hombre de vocación analítica y observador nato. En sus obras destacan afirmaciones tales como: "Yo lo observé" "Yo hice el experimento" "Esto me lo han referido pescadores o cazadores expertos".

  Pero es preciso destacar que San Alberto estudia, investiga, analiza todo en función de la Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales, Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la Teología.

 

Semblanza espiritual

  San Alberto es un científico, pero ante todo es un teólogo, observante y mortificado, hombre de oración ininterrumpida. Pasa muchas noches en la oración, amante de la Eucaristía: "Celebraba los Misterios Divinos con la más grande pureza y el más ardiente amor".

  Pero San Alberto Magno es un místico que descubre a Dios en el encanto de la creación. Y un místico mariano, con una sencilla y profunda devoción a la Virgen María. Su amor a la Virgen es ingenuo y profundo a la vez.

  Fue canonizado por Pio XI el 16 de diciembre de 1.931. Pio XII, en 1.941, lo declara Patrono de los científicos. La gran gloria de San Alberto es sin duda su discípulo Santo Tomás de Aquino

 

 

 

 

 

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