15 - DE
NOVIEMBRE – VIERNES –
32ª – SEMANA DEL T.O. – B –
San Alberto Magno
Lectura de la segunda carta del apóstol san Juan (4-9):
Señora elegida:
Me alegré mucho al enterarme de que tus hijos caminan en la verdad, según
el mandamiento que el Padre nos dio. Ahora tengo algo que pedirte, señora. No
pienses que escribo para mandar algo nuevo, sino sólo para recordaros el
mandamiento que tenemos desde el principio, amarnos unos a otros. Y amar
significa seguir los mandamientos de Dios. Como oísteis desde el principio,
éste es el mandamiento que debe regir vuestra conducta.
Es que han salido en el mundo muchos embusteros, que no reconocen que
Jesucristo vino en la carne. El que diga eso es el embustero y el anticristo.
Estad en guardia, para que recibáis el pleno salario y no perdáis vuestro
trabajo. Todo el que se propasa y no permanece en la doctrina de Cristo no
posee a Dios; quien permanece en la doctrina posee al Padre y al Hijo.
Palabra de Dios
Salmo:118,1.2.10.11.17.18
R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor
Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la
voluntad del Señor. R/.
Dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de
todo corazón. R/.
Te busco de todo corazón,
no consientas
que me desvíe de tus mandamientos. R/.
En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré
contra ti. R/.
Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré
tus palabras. R/.
Ábreme los ojos, y contemplaré
las
maravillas de tu voluntad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,26-37):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del
hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca;
entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de
Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que
Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así
sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en
la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el
campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su
vida la perderá; y el que la pierda la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y
al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la
otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron:
«¿Dónde, Señor?»
Él contestó:
«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»
Palabra del Señor
1.- La liturgia de la Palabra nos invita hoy a
continuar mirando la propia vida en perspectiva de coherencia evangélica. La fe
es una opción personal que compromete la vida. Hoy nuestra mirada es desde la
perspectiva de la responsabilidad y la verdad. Ambas son elementos
constitutivos de una vida de fe, de amor y discipulado.
Así destaca Juan la vida
coherente de los destinatarios de la Carta: “Me alegré mucho al enterarme de
que tus hijos caminan en la verdad, según el mandamiento que el Padre nos dio”.
E insiste en la verdad del Evangelio y alerta de la existencia de falsos
maestros.
2.- Alegría, verdad y amor. Estos tres puntos se
encuentran confrontados con algunas realidades que tanto han sido de ayer como
son de hoy.
El mandamiento del Padre es
el mismo de siempre: el amor, que nos amemos unos a otros. Sin embargo,
el autor de la carta hace una llamada muy fuerte a estar atentos ante el engaño
y la mentira. Y no se queda ahí, sino que insiste que “han salido en el mundo
muchos embusteros”. Se trata de estar atentos y tener cuidado con todo lo que
debilita la vida de la comunidad de fe. Vivir el amor no significa vivir en la
ingenuidad de que todo es bonito y maravilloso. Vivir el amor exige vivir en
discernimiento. Juan quiere ofrecer pistas de cómo reaccionar cuando algunas
personas, en nombre de la fe, contradicen la Palabra de Dios y seducen a los
miembros de la comunidad, alejándolos del Evangelio.
La vida de fe, bien
personalmente como comunitariamente, nos compromete en la búsqueda asidua de la
verdad de Dios y a la coherencia evangélica.
Probablemente tanto ayer
como hoy la distinción entre la verdad y la mentira es inmensamente desafiante.
San Juan insiste en sus escritos la necesidad e importancia de la verdad, de
discernir dónde estar, de no dejarse embaucar y mucho menos facilitar la
difusión de la mentira.
Esta carta resuena en
nosotros con una gran fuerza, pues hacemos parte de una sociedad donde las
falsas difusiones, la facilidad con la que se comparten informaciones sobre lo
que no tenemos certezas, el radical posicionamiento ante situaciones de las cuales
desconocemos las diversas perspectivas, hacen parte de las relaciones
cotidianas.
La radicalización y la
polarización provocan división. Lo que realmente une e integra es el amor y la
verdad… y cuantas veces no se sabe donde realmente está la verdad. Por eso, una
actitud atenta y la búsqueda de discernimiento son instrumentos para acercarnos
unos y otros. El amor sabe de integrar y de confiar, sabe que la verdad vive
muchas veces escondida. Por eso hacemos nuestras las palabras del salmo: “Te
busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe”, porque es muy fácil encaminarse por sendas ajenas
al discipulado…
3.- Como sucedió… así sucederá.
El texto de hoy se encuentra al final del capítulo 17 del evangelio de
Lucas. Es necesario retomar los temas abordados anteriormente para comprender
este pasaje. Primero Jesús alerta “que es inevitable que haya escándalos, pero
¡ay! de quien los provoca” (17,1) y después hace una llamada a la corrección
fraterna y al perdón, tantas veces como sea necesario (17, 3-4). Claro que los
apóstoles, como también nosotros, ante esta propuesta de vida proclamamos:
“aumenta nuestra fe” (17, 5). Jesús es inmensamente realista, conoce el corazón
humano y nos ayuda a percibir que la vida está cimentada sobre el compromiso y
la responsabilidad de lo pequeño de cada día con la conciencia de que “hemos
hecho lo que debíamos hacer” (17, 10). El texto nos continúa narrando con qué
naturalidad Jesús hace el bien, aunque generalmente no sea ni tan siquiera
reconocido y/o agradecido (17, 12-19). Jesús siempre responde a nuestras
inquietudes y preguntas, respuestas verdaderas que alertan a no aferrarnos a
ideas ni a buscar a Dios en lo grandilocuente, sino a percibir la presencia de
Dios y su reino dentro de nosotros (17, 20-24). Jesús es realista y sincero, no
engaña a nadie: “antes es preciso que sufra mucho…” (17, 25). Y sólo después de
este largo recorrido, vienen los versículos del Evangelio de hoy.
Una vez más Jesús nos
resitúa en la vida de cada día: como sucedió ayer, así sucederá… Y lo que pase
con cada uno de nosotros no es premio o castigo de Dios, sino fruto de las
opciones, de la autenticidad de la vida de fe, de la verdad vivida, proclamada
y promovida. Lo que sucederá sabe de sencillez por hacer lo que hay que hacer,
sabe de poco reconocimiento y agradecimiento, sabe de naturalidad y del amor
que se fortalece en el proceso del perdón, sabe de recomenzar, de acoger e
integrar, sabe de discernir el querer de Dios desde la realidad y sinceridad,
sabe que “quien pierda su vida, la ganará” no ante las muchedumbres y sí ante
el Padre.
San Alberto Magno
San Alberto,
apellidado “Magno”, obispo y doctor en Iglesia, que ingresó en la Orden de
Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas
filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo
maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y
naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona,
esforzándose asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, pero al cabo
de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores y murió
santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica.
San Alberto nace
en el seno de la noble familia de los Ingollstad en Lauingen, Diócesis de
Augsburgo en la Baviera Alemana en 1.206.
Desea cursar la
carrera de Leyes por lo que sus padres le envían primero a Bolonia, que más
tarde será cumbre de los estudios juristas; pasa más adelante a Venecia, para
terminar en Padua. En 1.223 conoce a su compatriota el Beato Jordán de Sajonia
que sucederá a Santo Domingo de Guzmán en el gobierno de la Orden Dominicana.
Queda prendado por la predicación y las cualidades de este hombre; recibe la
llamada de Dios y decide ingresar en la Orden de Predicadores en 1.224. La
oposición de su familia es frontal, pero él permanece fiel a su decisión.
En 1.228 es
enviado a su patria como profesor y enseña, primero en Colonia, con
posterioridad en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo y en la Sorbona
de París, donde tendrá como discípulo predilecto a Santo Tomás de Aquino.
Patrono de los científicos: es un
místico que descubre a Dios en el encanto de la creación
En 1.248 le encontramos, de nuevo, en Colonia
dirigiendo el Estudio General de la Orden en esta ciudad. En los años 1.254 a
1.257 es elegido Provincial de la Provincia de Teutonia. En 1.256 está en Roma
y allí, con San Buenaventura, franciscano, defiende los derechos de las Ordenes
Mendicantes, frente a Guillermo de San Amor y otros profesores, el derecho de
enseñar en las Universidades de entonces. San Alberto Magno es profesor en la
Curia Pontificia.
Cuatro años más
tarde el Papa Alejandro IV le nombra Obispo y, a pesar de su oposición, es
consagrado Obispo de Ratisbona; organizó la Diócesis. A los dos años, con
nostalgia de su vida conventual dominicana, el Papa Urbano IV le acepta la
renuncia. De 1.261 al 1.263 es nombrado Predicador de la Cruzada y profesor de
la Curia Pontificia.
Destaca San
Alberto Magno por su capacidad, sagacidad y equilibrio en solucionar casos
conflictivos como el del Obispo de Wurzburgo con sus fieles. Su misión y su
campo es la enseñanza, la investigación por la que sigue dictando su sabiduría
en las Cátedras Wurzburgo, Estrasburgo y Lyon. Participa en el II Concilio de
Lyon, donde media para que sea reconocido como Rey de Alemania Rodolfo de
Augsburgo.
En 1.279 se
debilita física y mentalmente. Ese mismo año redacta su testamento y muere, con
serenidad y paz, sobre su mesa de trabajo. Era el 15 de noviembre de 1.280.
El Maestro General
de la Orden Dominicana, Humberto de Romans, nos ha dejado estas pinceladas:
"Era de buena talla y bien dotado de formas físicas. Poseía un cuerpo
formado con bellas proporciones y perfectamente moldeado para todas las fatigas
del servicio de Dios".
San Alberto es
Magno por la grandeza de su espíritu. Era un hombre abierto a lo universal;
escritor y profesor incansable. Como naturalista era un hombre de vocación
analítica y observador nato. En sus obras destacan afirmaciones tales como:
"Yo lo observé" "Yo hice el experimento" "Esto me lo
han referido pescadores o cazadores expertos".
Pero es preciso
destacar que San Alberto estudia, investiga, analiza todo en función de la
Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales, Biología,
Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la Teología.
Semblanza espiritual
San Alberto es un
científico, pero ante todo es un teólogo, observante y mortificado, hombre de
oración ininterrumpida. Pasa muchas noches en la oración, amante de la
Eucaristía: "Celebraba los Misterios Divinos con la más grande pureza y el
más ardiente amor".
Pero San Alberto
Magno es un místico que descubre a Dios en el encanto de la creación. Y un
místico mariano, con una sencilla y profunda devoción a la Virgen María. Su
amor a la Virgen es ingenuo y profundo a la vez.
Fue canonizado por
Pio XI el 16 de diciembre de 1.931. Pio XII, en 1.941, lo declara Patrono de
los científicos. La gran gloria de San Alberto es sin duda su discípulo Santo
Tomás de Aquino
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