8 - DE NOVIEMBRE
– VIERNES –
31ª – SEMANA DEL T.O. – B –
SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a
los Filipenses (3,17–4,1):
Seguid mi
ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en
nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en
los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero
es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a
cosas terrenas.
Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos
del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él
transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con
esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos
y añorados, mi alegría y mí corona, manteneos así, en el Señor, queridos.
Palabra de Dios
Salmo:121,1-2.4-5
R/. Vamos alegres a la casa del Señor
¡Qué alegría
cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. R/.
Allá suben las tribus, las tribus del
Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están
los tribunales de justicia, en el palacio de David. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
16, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Un hombre rico tenía un administrador y
le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo:
"¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión,
porque quedas despedido".
El administrador se puso a echar sus
cuentas: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar
no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que
cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su
casa".
Fue llamando uno a uno a los deudores de su
amo, y dijo al primero:
"¿Cuánto debes a mi
amo?"
Este respondió:
"Cien barriles de aceite".
Él le dijo:
"Aquí está tu recibo: aprisa, siéntate y escribe cincuenta".
Luego dijo a otro:
"Y tú, ¿cuánto debes?"
Él contestó:
"Cien fanegas de trigo".
Le dijo:
"Aquí está tu recibo: Escribe
ochenta".
Y el amo felicitó al administrador injusto,
por la astucia con que había procedido.
Ciertamente, los hijos de este mundo son más
astutos con su gente que los hijos de la luz".
Palabra del Señor
1.- En la primera lectura de la misa de hoy,
Pablo comienza presentándose a sí mismo, “sed imitadores míos” y mirad, fijaos
en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros, aquello que yo os he
enseñado.
¡Qué gran confianza y
humildad la de Pablo, para presentarse como ejemplo a imitar!, qué bien se
conoce. “No soy yo, es Cristo quién vive en mí” (Gal 2,20). Él vivía de
tal manera que su única prioridad fue hacer la voluntad de Dios. Y dado que,
hacia la voluntad de Dios, esto, le fortalece para poder exhortar a sus
hermanos. Esta vez el ruego no es como otras veces, es de una forma especial,
podemos decir; dramática, –“ahora lo repito con lágrimas en los ojos”– hay
quienes se comportan en su vivir “como enemigos de la cruz de Cristo”. No
quiere ni imaginar, que algunos de sus hermanos se contagien de esta corriente.
Podemos preguntarnos: ¿y
quiénes son esos enemigos? El mismo Pablo nos lo dice: son aquellos que
“solo aspiran a cosas terrenas”, que han cambiado a Dios, bien infinito, por la
perdición. Pervierten el evangelio de Cristo, niegan la salvación que nos trajo
Jesucristo y que con fe esperaron y esperamos.
Realmente es dramático, es
para echarse a llorar, como nos dice San Pablo: nosotros, que estamos hechos
para la eternidad, para gozar del infinito amor que no acaba nunca, llegamos a
remplazarlo. Es lo peor que puede
suceder en la vida de un ser humano, de un cristiano: quien habiendo conocido y
vivido la fe, la haya abandonado o se haya relajado de tal modo que haga
imposible reconocerlo como cristiano.
San Pablo se lo dejo dicho
a las comunidades que iba formando, hoy nos lo dice a nosotros: “hermanos míos
manteneos así, esperando la venida gloriosa de nuestro Salvador.”
2.- El evangelio de hoy nos presenta una parábola
que trata de la administración de los bienes, sólo está en el evangelio de
Lucas. Se la conoce como la parábola del administrador deshonesto. El final o
conclusión de la parábola es desconcertante. Lucas dice: “El Señor alabó al
administrador infiel porque había obrado con sagacidad”. ¿Cómo es posible que
Jesús puede elogiar a un empleado corrupto? No, no puede ser, debemos buscar el
verdadero sentido evangélico, y no quedarnos fácilmente con actitudes mundanas
que hoy siguen repitiéndose ampliamente en nuestra sociedad.
“El Señor alabó al
administrador injusto porque había obrado con sagacidad, pues los hijos de este
mundo son más sagaces con los de su clase que los hijos de la luz.” Jesús no
alaba el robo, ni el soborno sino la presencia de espíritu del administrador. Sabe
calcular bien las cosas y sabe encontrar una salida, cuando de repente se ve
sin trabajo. La historia nos muestra la importancia de la astucia y la
previsión. El administrador, aunque deshonesto, fue capaz de anticipar su
futuro y actuar en consecuencia. Esta habilidad para prever y actuar es crucial
en nuestra vida diaria.
3.- Dejemos claro que la costumbre del soborno es
una costumbre de “pecado”, se comienza quizá con algo pequeño, ¡pero es como la
droga! Pronto ese soborno se convierte en dependencia, y no puede venir de
Dios. Esa “costumbre” en nuestra vida nos resta libertad, hace que perdamos la
dignidad de seres humanos.
Pidamos a nuestros
hermanos difuntos que intercedan por todos nosotros ante el Dios de la
misericordia. Amén.
Martirologio Romano: En Dijon, en Francia, Santa Isabel de la Santísima Trinidad Catez, virgen,
de la Orden de las Carmelitas Descalzas, que desde niña anheló buscar en lo
profundo de su corazón el conocimiento y la contemplación de la Trinidad, y
afligida por muchos sufrimientos, todavía joven continuó caminando, como
siempre había soñado, «hacia el amor, hacia la luz y hacia la vida». († 1906)
Etimológicamente: Isabel = "juramento de Dios". Viene de la lengua hebrea.
Fecha de beatificación: 25 de noviembre de 1984, por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de octubre de 2016, por S.S. Francisco
Breve Biografía
Una mañana del 18 de Julio de 1880 nace en un campo militar de Avor, cerca
de Bourges (Francia). Su familia está inquieta porque los médicos han dicho que
el bebé no podrá salvar su vida. María Rolland, su mamá, espera su primera
hija. Todos rezan y se ofrecen misas por la nueva criatura. En contra de todos
los pronósticos la niña llega a este mundo “muy hermosa y vivaracha”. Cuatro
días después, el 22 de julio, es bautizada con el nombre de Isabel Josefina.
La señora Catez se ha dado cuenta del talento musical de su hija. La
inscribe en el Conservatorio a los siete años. Isabel pasa muchas horas en el
piano. No va a la escuela porque las instituciones del estado son demasiado
laicas, en cambio recibirá la formación más elemental en casa.
El 19 de abril de 1891 es la Primera Comunión. Sus cartas nos revelan la
experiencia de ser amada y darse. “Este gran día nos hemos dado por completo el
uno al otro” (C 178). Gozo, alegría, saciedad, plenitud, belleza, música
interior…son las realidades que siente en su corazón.
También los santos tienen vacaciones. Estamos en el verano de 1894, las
Catez marchan a Carlipa, allí visitan a sus tías. Isabel siempre recodará el
espectáculo cósmico de los Pirineos:” ¿Te acuerdas de nuestros paseos por la
sierra durante la noche, a la luz de la luna, mientras escuchábamos las alegres
campanadas? “¡Oh, tía, qué bello estaba el valle a la luz de las estrellas, esa
inmensidad, ese infinito, todo me hablaba de Dios” (C 139)!
Así era Isabel
humana y divina, centrada en el interior y viviendo las alegrías de la vida.
Con frecuencia participaba en veladas y bailes que organizaban las familias
militares. En estos lugares la joven Isabel quiere ser como el sol que irradia
su luz.
El 2 de agosto de
1901 entra en el Carmelo. Una vida dedicada por entero a la oración. Una
comunidad de hermanas que viven el ideal de santa Teresa. Una sencillez en el
uso de las cosas y en el trato con las personas. Un ideal apostólico que amplía
sus horizontes al mundo entero. El Epistolario refleja de una forma maravillosa
sus primeras impresiones. “No encuentro palabras para expresar mi dicha”, “aquí
ya no hay nada, sólo Él…Se le encuentra en todas partes, lo mismo en la colada
que en la oración” (C 91).
El 11 de enero de
1903, domingo y fiesta de la Epifanía, ante la comunidad carmelitana de Dijon,
Isabel pronuncia sus votos religiosos. Se siente invadida por Dios, por su
abundante gracia, un derroche.
Sus experiencias
religiosas son alimentadas por sus lecturas. El Nuevo Testamento tiene un lugar
privilegiado en su mundo espiritual, muy especialmente las cartas de san Pablo,
a quien llamará “padre de su alma”. Las páginas de san Juan de la Cruz han ejercido
una influencia considerable en el camino de la unión con Dios.
El año 1904 es muy
significativo. El 21 de noviembre Isabel lo pasa ante el Santísimo. Por la
noche redacta una oración, que es expresión de su entrega al Dios Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice así:
“¡Oh, Dios mío,
Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme enteramente para establecerme en
Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que
nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de vos, ¡mi Inmutable!, sino que
cada minuto me haga penetrar más en profundidad de vuestro misterio. Pacificad
mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada amada y el lugar de
vuestro reposo. Que no os deje allí jamás solo, sino que esté allí toda entera,
completamente despierta en mi fe, en adoración total, completamente entregada a
vuestra acción creadora”.
Ella ha
descubierto su vocación en la Iglesia: ser para Dios “una alabanza de gloria”
(Ef 1,6). Hasta tal punto que esta mística francesa lo toma como un nombre
simbólico, laudem gloriae, “alabanza de gloria”.
Los días 7 y 8 de
noviembre está en silencio. Las últimas palabras que le oyeron sus hermanas de
comunidad fueron: “Voy a la Luz, al Amor, a la Vida”. En el amanecer del 9 de
noviembre de 1906, deja de respirar, la ciudad de Dijon está tranquila. Las que
estaban allí presentes se dan cuenta que Isabel ha emprendido el viaje a la
Trinidad que tanto amó en la tierra y como un profeta nos llama a cada uno a
disfrutar de su Presencia en lo cotidiano de la vida.
Un primer milagro
obtenido por intercesión de Sor Isabel se verificó el 17 de febrero de 1984.
Fue la curación milagrosa de Fray Jean Chanut, un monje de la abadía
cisterciense, por entonces maestro de novicios. Tenía 31 años en 1938 y sufría
de tuberculosis renal. A pesar de la extracción de un riñón, la enfermedad se
extendió por todo el tracto urogenital. Fray Jean sufría mucho, estaba
incapacitado para continuar con sus oficios dentro de la comunidad y todo
parecía indicar que el único desenlace sería la muerte. Sin embargo, en enero
de 1943, siguiendo el consejo de un padre predicador, la comunidad cisterciense
comenzó una novena de oración, confiando en la intercesión de Sor Isabel.
Concluida la novena el Fray Chanut recuperó las fuerzas y pudo reanudar
rápidamente la plena observancia de la Regla, las vigilias y los ayunos severos
propios del estilo de vida cisterciense. Las pruebas de laboratorio que se le
realizaron demostraron la milagrosa desaparición de la enfermedad. Fray Chanut
más tarde fue abad del monasterio y murió en África en 1980. Este milagro
permitió la beatificación de Sor Isabel el 25 de noviembre de 1984.
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