martes, 12 de noviembre de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 - DE NOVIEMBRE – JUEVES – 32ª – SEMANA DEL T.O. – B – San José Pignatelli

 

 


14 - DE NOVIEMBRE – JUEVES – 32ª – SEMANA DEL T.O. – B –

San José Pignatelli

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón (7-20):

Me alegró y animó mucho tu caridad, hermano, porque tú has aliviado los sufrimientos de los santos. Por eso, aunque tengo plena libertad en Cristo para mandarte lo que conviene hacer, prefiero rogártelo apelando a tu caridad, yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús. Te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión, que antes era tan inútil para ti, y ahora, en cambio, es tan útil para ti y para mí; te lo envío como algo de mis entrañas. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad. Quizá se apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido. Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo. Si en algo te ha perjudicado y te debe algo, ponlo en mi cuenta; yo, Pablo, te firmo el pagaré de mi puño y letra, para no hablar de que tú me debes tu propia persona. Por Dios, hermano, a ver si me das esta satisfacción en el Señor; alivia mi ansiedad, por amor a Cristo.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 145,7.8-9a.9bc-10

R/. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,

que hace justicia a los oprimidos,

que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan,

el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos. R/.

Sustenta al huérfano y a la viuda

y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,

tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,20-25):

En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó:

«El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.»

Dijo a sus discípulos:

«Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.»

 

Palabra del Señor

1.-  San Pablo, ya mayor y en prisión, envía una carta a Filemón en la que le da cuenta de que le envía a un antiguo esclavo al que ha convertido. Asistimos a un episodio de la vida de aquella primera Iglesia perseguida y martirizada, de cómo se organizaban para servir al Evangelio aún en las condiciones más duras. Y hay un detalle que llama la atención: San Pablo le pide a su amigo que reciba a Onésimo apelando a su caridad, dejando de lado la autoridad que pudiera tener como Apóstol destacado.

2.-  La Caridad es una de las tres Virtudes Teologales, que todo cristiano debemos practicar y repartir. Y la Caridad solo podemos entenderla si llevamos a Jesús en nuestro corazón. Y a ella apela San Pablo dando a entender su importancia en nuestras vidas. Si tuviéramos Caridad muchos conflictos no se producirían, seríamos más generosos con los demás, el perdón de las faltas del prójimo vendría de su mano. La Caridad nos hace grandes y humildes a la misma vez, que es precisamente lo que nos enseña San Pablo en este pasaje: él está por encima de Filemón y podría ordenarle ejecutar sus órdenes, pero se lo pide “por Caridad”.

Si hasta el mismo Cristo tuvo Caridad con sus verdugos (“Padre perdónalos que no saben lo que hacen”) ¿no deberemos nosotros tener Caridad en todo lo que hagamos?

 

3.-  Una vez más los fariseos interrogan a Jesús, en este caso sobre la venida del Reino de Dios. Como muchos judíos de la época esperaban un mesías victorioso, más guerrero que otra cosa. Y la respuesta que reciben no puede ser más contundente: El Reino está dentro de vosotros, porque no es un reino terrenal, algo que no todos entendían. Incluso tuvo que explicárselo a sus discípulos en varias ocasiones.

La importancia de interiorizar el mensaje de Cristo es fundamental. Nuestro corazón debe ser receptivo, abierto a las cosas de Dios, solo así podremos sentir que el Reino está aquí, con nosotros. Solo desde dentro podemos colaborar en la misión de implantar el Reino de Dios en la tierra. Para eso tenemos que aprender a descubrirlo mediante la oración y la contemplación, mirando a nuestro interior para darnos cuenta de que verdaderamente somos templos del Espíritu Santo. Y el Reino irá acampando en las almas de todos y cada uno de nosotros, sin necesidad de grandes manifestaciones, íntimamente y sin ruido. Luego nosotros debemos darlo a conocer a los demás como hicieron los primeros cristianos: mediante la palabra, las obras y el ejemplo.

Una vez más anuncia Jesús a los Discípulos que el Hijo del Hombre habrá de padecer, dando a entender que la vendida del Reino no es fácil. Y también les avisa de las falsas llamadas. Hoy se nos acercan muchos falsos profetas prometiendo un mundo feliz (dinero, sexo, placeres mundanos…) pero si llevamos interiorizado el mensaje de Cristo, si nos hemos abierto a la fuerza del Espíritu Santo, sabremos que el Reino está en nosotros y nadie nos podrá engañar con cantos de sirenas. Una Fe enraizada en el alma es la mejor garantía de que algún día estaremos con el Maestro y viviremos la plenitud del Reino de Dios.

 

San José Pignatelli

 


 

   Nació en Zaragoza, el 27 de Diciembre del año 1737. Su padre D. Antonio, de la familia de los duques de Monteleón, y su madre Doña María Francisca Moncayo Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pasa la niñez en Nápoles y su hermana María Francisca es, a la vez que hermana, madre, puesto que perdió la suya cuando tenía José cuatro años.

  Se forma entre Zaragoza, Tarragona, Calatayud y Manresa, primero en el colegio de los jesuitas y luego haciendo el noviciado, estudiando filosofía y cursando humanidades. Reside en Zaragoza, ejerciendo el ministerio sacerdotal entre enseñanza y visitas a pobres y encarcelados, todo el tiempo hasta que los jesuitas son expulsados por decreto de Carlos III, en 1767.

  Civitacecchia, Córcega, Génova, los veinticuatro años transcurridos en Bolonia (1773-1797) dan testimonio del hombre que les pisó, sabiendo adoptar actitudes de altura humana con los hombres, y de confianza sobrenatural con Dios.

  La Orden de San Ignacio ha sido abolida en 1773, sus miembros condenados al destierro y sus bienes confiscados. El último General, Lorenzo Ricci, consume su vida en la prisión del castillo de Sant’Angelo. Sólo quedan jesuitas con reconocimiento en Prusia y Rusia. Allí tanto Federico como Catalina han soportado las maniobras exteriores y no han publicado los edictos papales, aunque la resistencia de Federico no se prolongará más allá del año 1776. Queda como último reducto la Compañía de Rusia con un reconocimiento verbal primero por parte del Papa Pío VI y oficial después con documento del Papa Pío VII. José de Pignatelli comprende que la restauración legal de la Compañía de Jesús ha de pasar por la adhesión a la Compañía de Rusia. Renueva su profesión religiosa en su capilla privada de Bolonia.

  No verá el día en que el Papa Pío VII restaure nuevamente la Compañía de Jesús en toda la Iglesia, el día 7 de Agosto de 1814, pero preparará bien el terreno para que esto sea posible en Roma, en Nápoles, en Sicilia. Formará a nuevos candidatos, reorganizará a antiguos jesuitas españoles e italianos dispersos y buscará nuevas vocaciones que forzosamente han de adherirse, como él mismo, a la Compañía de Rusia. Esta labor la realizará mientras es consejero del duque de Parma, don Fernando de Borbón nieto de Felipe V, y como provincial de Italia por nombramiento del vicario general de Rusia Blanca.

  En este esfuerzo colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, en el alfoz del Coliseo.

  Estuvo convencido el santo aragonés de que, si el restablecimiento de su Orden era cosa de Dios, tenía que pasar por el camino de la tribulación, del fracaso, de la humillación, de la cruz, de la vida interior que no se presupone sin humildad, sin confianza.

Fuente: http://www.archimadrid.es/princi/princip/otros/santoral/santora

 

 

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