14 - DE
NOVIEMBRE – JUEVES – 32ª – SEMANA DEL T.O. – B –
San José Pignatelli
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón (7-20):
Me alegró y animó mucho tu caridad,
hermano, porque tú has aliviado los sufrimientos de los santos. Por eso, aunque
tengo plena libertad en Cristo para mandarte lo que conviene hacer, prefiero
rogártelo apelando a tu caridad, yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo
Jesús. Te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión,
que antes era tan inútil para ti, y ahora, en cambio, es tan útil para ti y
para mí; te lo envío como algo de mis entrañas. Me hubiera gustado retenerlo
junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el
Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo; así me harás este
favor, no a la fuerza, sino con libertad. Quizá se apartó de ti para que lo
recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano
querido. Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y
como cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo.
Si en algo te ha perjudicado y te debe algo, ponlo en mi cuenta; yo, Pablo, te
firmo el pagaré de mi puño y letra, para no hablar de que tú me debes tu propia
persona. Por Dios, hermano, a ver si me das esta satisfacción en el Señor;
alivia mi ansiedad, por amor a Cristo.
Palabra de Dios
Salmo: 145,7.8-9a.9bc-10
R/. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace
justicia a los oprimidos,
que da pan a
los hambrientos.
El Señor
liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor
endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama
a los justos.
El Señor
guarda a los peregrinos. R/.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna
el camino de los malvados.
El Señor
reina eternamente,
tu Dios,
Sión, de edad en edad. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,20-25):
En aquel tiempo, a unos fariseos que le
preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó:
«El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí
o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.»
Dijo a sus discípulos:
«Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y
no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el
fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre
en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta
generación.»
Palabra del Señor
1.- San Pablo, ya mayor y en prisión, envía una
carta a Filemón en la que le da cuenta de que le envía a un antiguo esclavo al
que ha convertido. Asistimos a un episodio de la vida de aquella primera
Iglesia perseguida y martirizada, de cómo se organizaban para servir al
Evangelio aún en las condiciones más duras. Y hay un detalle que llama la
atención: San Pablo le pide a su amigo que reciba a Onésimo apelando a su
caridad, dejando de lado la autoridad que pudiera tener como Apóstol destacado.
2.- La Caridad es una de las tres Virtudes
Teologales, que todo cristiano debemos practicar y repartir. Y la Caridad solo
podemos entenderla si llevamos a Jesús en nuestro corazón. Y a ella apela San
Pablo dando a entender su importancia en nuestras vidas. Si tuviéramos Caridad
muchos conflictos no se producirían, seríamos más generosos con los demás, el
perdón de las faltas del prójimo vendría de su mano. La Caridad nos hace
grandes y humildes a la misma vez, que es precisamente lo que nos enseña San
Pablo en este pasaje: él está por encima de Filemón y podría ordenarle ejecutar
sus órdenes, pero se lo pide “por Caridad”.
Si
hasta el mismo Cristo tuvo Caridad con sus verdugos (“Padre perdónalos que no
saben lo que hacen”) ¿no deberemos nosotros tener Caridad en todo lo que
hagamos?
3.- Una vez más los fariseos interrogan a Jesús,
en este caso sobre la venida del Reino de Dios. Como muchos judíos de la época
esperaban un mesías victorioso, más guerrero que otra cosa. Y la respuesta que
reciben no puede ser más contundente: El Reino está dentro de vosotros, porque
no es un reino terrenal, algo que no todos entendían. Incluso tuvo que
explicárselo a sus discípulos en varias ocasiones.
La
importancia de interiorizar el mensaje de Cristo es fundamental. Nuestro
corazón debe ser receptivo, abierto a las cosas de Dios, solo así podremos
sentir que el Reino está aquí, con nosotros. Solo desde dentro podemos
colaborar en la misión de implantar el Reino de Dios en la tierra. Para eso
tenemos que aprender a descubrirlo mediante la oración y la contemplación,
mirando a nuestro interior para darnos cuenta de que verdaderamente somos
templos del Espíritu Santo. Y el Reino irá acampando en las almas de todos y
cada uno de nosotros, sin necesidad de grandes manifestaciones, íntimamente y
sin ruido. Luego nosotros debemos darlo a conocer a los demás como hicieron los
primeros cristianos: mediante la palabra, las obras y el ejemplo.
Una
vez más anuncia Jesús a los Discípulos que el Hijo del Hombre habrá de padecer,
dando a entender que la vendida del Reino no es fácil. Y también les avisa de
las falsas llamadas. Hoy se nos acercan muchos falsos profetas prometiendo un
mundo feliz (dinero, sexo, placeres mundanos…) pero si llevamos interiorizado
el mensaje de Cristo, si nos hemos abierto a la fuerza del Espíritu Santo,
sabremos que el Reino está en nosotros y nadie nos podrá engañar con cantos de
sirenas. Una Fe enraizada en el alma es la mejor garantía de que algún día
estaremos con el Maestro y viviremos la plenitud del Reino de Dios.
San José Pignatelli
Nació en Zaragoza, el 27 de Diciembre del año 1737. Su padre D. Antonio, de
la familia de los duques de Monteleón, y su madre Doña María Francisca Moncayo
Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pasa la niñez
en Nápoles y su hermana María Francisca es, a la vez que hermana, madre, puesto
que perdió la suya cuando tenía José cuatro años.
Se forma entre
Zaragoza, Tarragona, Calatayud y Manresa, primero en el colegio de los jesuitas
y luego haciendo el noviciado, estudiando filosofía y cursando humanidades.
Reside en Zaragoza, ejerciendo el ministerio sacerdotal entre enseñanza y
visitas a pobres y encarcelados, todo el tiempo hasta que los jesuitas son
expulsados por decreto de Carlos III, en 1767.
Civitacecchia,
Córcega, Génova, los veinticuatro años transcurridos en Bolonia (1773-1797) dan
testimonio del hombre que les pisó, sabiendo adoptar actitudes de altura humana
con los hombres, y de confianza sobrenatural con Dios.
La Orden de San
Ignacio ha sido abolida en 1773, sus miembros condenados al destierro y sus
bienes confiscados. El último General, Lorenzo Ricci, consume su vida en la
prisión del castillo de Sant’Angelo. Sólo quedan jesuitas con reconocimiento en
Prusia y Rusia. Allí tanto Federico como Catalina han soportado las maniobras
exteriores y no han publicado los edictos papales, aunque la resistencia de
Federico no se prolongará más allá del año 1776. Queda como último reducto la
Compañía de Rusia con un reconocimiento verbal primero por parte del Papa Pío
VI y oficial después con documento del Papa Pío VII. José de Pignatelli
comprende que la restauración legal de la Compañía de Jesús ha de pasar por la
adhesión a la Compañía de Rusia. Renueva su profesión religiosa en su capilla
privada de Bolonia.
No verá el día en
que el Papa Pío VII restaure nuevamente la Compañía de Jesús en toda la
Iglesia, el día 7 de Agosto de 1814, pero preparará bien el terreno para que
esto sea posible en Roma, en Nápoles, en Sicilia. Formará a nuevos candidatos,
reorganizará a antiguos jesuitas españoles e italianos dispersos y buscará
nuevas vocaciones que forzosamente han de adherirse, como él mismo, a la
Compañía de Rusia. Esta labor la realizará mientras es consejero del duque de
Parma, don Fernando de Borbón nieto de Felipe V, y como provincial de Italia
por nombramiento del vicario general de Rusia Blanca.
En este esfuerzo
colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, en el alfoz del Coliseo.
Estuvo convencido
el santo aragonés de que, si el restablecimiento de su Orden era cosa de Dios,
tenía que pasar por el camino de la tribulación, del fracaso, de la
humillación, de la cruz, de la vida interior que no se presupone sin humildad,
sin confianza.
Fuente: http://www.archimadrid.es/princi/princip/otros/santoral/santora
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