29 - DE
ENERO – MIERCOLES –
3ª-
SEMANA DE T.O. – C
San Pedro Nolasco
Lectura de la carta a los Hebreos
10,11-18:
Hermanos:
Cualquier otro sacerdote ejerce su
ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque
de ningún modo pueden borrar los pecados.
Pero Cristo ofreció por los pecados,
para siempre jamás, un solo sacrificio; esta sentado a la derecha de Dios y
espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de
sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado
para siempre a los que van siendo consagrados.
Esto nos lo atestigua también el Espíritu
Santo. En efecto, después de decir: Así será la alianza que haré con ellos
después de aquellos días dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones y las
escribiré en su mente; añade: Y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus
crímenes.
Donde hay perdón, no hay ofrenda por los
pecados.
Palabra de Dios
Salmo 109,1.2.3.4:
R/. Tú eres sacerdote eterno, según el
rito de Melquisedec.
Oráculo del
Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies». R/.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a
tus enemigos. R/.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo
mismo te engendré,
como rocío, antes de la aurora». R/.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según
el rito de Melquisedec». R/.
Lectura del santo evangelio según san
Marcos 4,1-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un
gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó;
y el gentío se quedó en tierra junto al mar.
Les enseñaba muchas cosas con parábolas y
les decía instruyéndolos: «Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar,
algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso,
donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida;
pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó.
Otro parte cayó entre abrojos; los
abrojos crecieron, la ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena:
nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del
ciento por uno».
Y añadió:
«El que tenga oídos para oír, que
oiga».
Cuando se quedó solo, los que lo
rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Él les dijo:
«A vosotros se os han dado el
misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en
parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no
entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”».
Y añadió:
«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El
sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se
siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la
palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno
pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría,
pero no tienen raíces, son inconstantes y cuando viene una dificultad o
persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la
semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes
de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los
invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben
la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha
del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Palabra del Señor
1.- Tú eres sacerdote eterno. Ya no son
necesarios los sacrificios que apacigüen la ira de un dios vengativo porque
hemos conocido a Dios en la persona de Cristo. En la confrontación mantenida
con las autoridades religiosas encargadas de la vigilancia del templo y del
cumplimiento de la ley, hemos escuchado a Jesús desarrollar la crítica
profética del culto. El culto agradable a Dios es la entrega de la propia vida.
Somos piedras vivas del nuevo Templo (1Pe.
2). Los sacrificios realizados como ofrenda reparadora no ocultaban su poder
destructivo, las duras disciplinas nos impiden reconocer el perdón gratuito de
Dios. Destruimos la obra de Dios de la que no somos dueños y nos hacemos como
Dios al buscar innecesarios padecimientos que no salvan a nadie. El Señor no
quiere el dolor buscado, aunque nos mira con ternura cuando nuestra pequeñez va
en busca de algún protagonismo.
Nuestro dolor
redime porque Jesús lo asumió como propio, encuentra su sentido en el suyo. Sin
él, sería inútil. Jesús abrazó el dolor presente en las vidas de los hombres de
todos los tiempos entregándose a sí mismo voluntariamente; con mansedumbre y
sin deseos de venganza. Buscar innecesarios padecimientos es añadir inútilmente
peso a la pesada Cruz de Cristo.
2.- A vosotros se os ha dado el misterio del
reino de Dios.
Muchas veces
hemos leído la Parábola del Sembrador en alguno de los tres evangelios que la
recogen. Parece fácil comprender su primera parte, referida a los distintos
terrenos en los que caen las semillas esparcidas por el protagonista. No lo es
tanto cuando Jesús se refiere al misterio del Reino como de un don, dirigiendo
la parábola a los que no lo han acogido o a los que lo han enterrado,
asfixiándolo en su interior.
Para percibir las señales del Reino tenemos
que desaprender muchas cosas. Realizar una especie de borrado de imágenes
acumuladas a lo largo del tiempo, grabadas en nuestra memoria. Imágenes que
alteran el sentido de la vista perturbándolo. Así se lo hemos escuchado a Jesús
en el Evangelio de hoy: para que por más que miren no vean. Nos suena como a
una especie de acertijo que nos confunde.
Tenemos saturados los sentidos y nuestra
mente está repleta de imágenes, sonidos, ideas que se nos han ‘colado’ casi sin
darnos cuenta, sin ser muy conscientes o siéndolo, como resultado de nuestro
esfuerzo intelectual. Toda esta estructura mental altera nuestros sentidos y
nos impide captar lo que tenemos delante. No sé si nos atreveríamos a realizar
un borrado generalizado, incluso de aquel conocimiento que creemos poseer y del
que podemos sentirnos más satisfechos.
3.- La lógica del Reino, no es la nuestra.
Unos no entienden las parábolas: las oyen, aunque no las entienden; otros no
ven los milagros, aunque se realicen delante de sus ojos. Jesús nos dijo en el
capítulo 18 del evangelio de Mateo: si no os hacéis como niños, no entraréis en
el Reino. Algunos adultos piensan que los niños no saben mucho. Se equivocan
porque los niños están vivos, mucho más despiertos que nosotros. Cuando miran
ven y cuando escuchan oyen porque carecen de los filtros que distorsionan los
sentidos. No están contaminados por las modas culturales, sus mentes no han
sido colonizadas por sus categorías. Tampoco juzgan con sus etiquetas. Ellos
tienen la vida y la viven, sencillamente.
La dureza del corazón hace que la
comprensión de la palabra se transforme en un proceso de manipulación que nos
permite seguir en nuestro pecado -pensemos en lo parecidas que son nuestras
confesiones-; se trata de un sobresfuerzo intelectual realizado como
autojustificación, que no responde a la espontaneidad vivida en la llamada
infancia espiritual: ese estado de inocencia mantenido por el auténtico deseo
de permanecer en el don recibido, de disfrutarlo, seguros de no necesitar nada
más. A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios, nos dice hoy San
Marcos.
4 .- Jesús parece proponer la parábola como
un juego mental que solo confunde a los que creen entenderlo todo. La tierra
buena representa ese estado inocente, muy fértil, del que acoge porque confía
sin necesidad de hacer preguntas. Dios sabe bien dónde está la tierra buena,
aunque no solo esparce el grano en ella. Reparte abundantemente, generosamente,
incluso en el yermo más degradado y apartado, por si alguien, situado en las
fronteras, recibe la luz.
El Papa Francisco comenzó su pontificado
exhortándonos a ser cristianos en salida. Nosotros, como seguidores de Jesus llevamos
el anuncio de la salvación, esparciendo la semilla? ¿Entramos conversación con
los más alejados? ¿Somos nosotros mismos los alejados?
San Pedro Nolasco
Fundador de la Orden
de la Madre de Dios de la Merced (los Mercedarios) -1189-1258
Nace en Barcelona, España,
1189. A los 15 años sufre la muerte de su padre y se dispone a repartir
santamente sus muchos bienes a lo que su madre asiente.
Años más tarde, estando en
edad de casarse, peregrina a Monserrat. Allí, a los pies de la Virgen, pudo
comprender mejor el vacío de las vanidades mundanas y el tesoro que es la vida
eterna. Prometió entonces a la Virgen mantenerse puro y dedicarse a su
servicio.
Eran tiempos en que los
musulmanes saqueaban las costas y llevaban a los cristianos como esclavos al
África. La horrenda condición de estas víctimas era indescriptible. Muchos por
eso perdían la fe pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era
comerciante. Decidió dedicar su fortuna a la liberación del mayor número
posible de esclavos. Recordaba la frase del evangelio: "No almacenen su
fortuna en esta tierra donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el
moho la corroe. Almacenen su fortuna en el cielo, donde no hay ladrones que
roben, ni polilla que devore ni óxido que las dañe" Mt 6,20.
En 1203 el laico San Pedro
Nolasco iniciaba en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio
patrimonio a 300 cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes
y organiza expediciones para negociar redenciones. Su condición de comerciantes
les facilita la obra. Comerciaban para rescatar esclavos. Cuando se les acabó
el dinero forman grupos -cofradías- para recaudar la "limosna para los
cautivos". Pero llega un momento en que la ayuda se agota. Pedro Nolasco
se plantea entrar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Entra en
una etapa de reflexión y oración profunda.
Intervención de la
Virgen para la fundación
La noche del 1 al 2 de
agosto del año 1218, la Virgen se le apareció a Pedro Nolasco. Según una
tradición dudosa, también se apareció la Virgen a San Raimundo de Peñafort, y
al rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a los tres por separado su deseo de
fundar una orden para redimir cautivos.
El hecho es que la Virgen
María movió profundamente el corazón de Pedro Nolasco para fundar la orden de
la Merced y formalizar el trabajo que él y sus compañeros hacían ya por 15
años. El 10 de agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en
presencia del rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se crea la
nueva institución. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el
escudo con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la corona de
Aragón y la cruz blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona.
Pedro Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora
de la orden mercedaria. Su patrona es La Virgen de la Merced.
"Merced" significa "misericordia".
La nueva orden fue laica en
los primeros tiempos. Su primera ubicación fue el hospital de Santa Eulalia,
junto al palacio real. Allí recogían a indigentes y a cautivos que regresaban
de tierras de moros y no tenían donde ir. Seguían la labor que ya antes hacían
de crear conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos. Eran
acompañados con frecuencia de excautivos, ya que, cuando uno era rescatado,
tenía obligación de participar durante algún tiempo en este servicio.
Normalmente iban cada año en expediciones redentoras. San Pedro continuó sus
viajes personalmente en busca de esclavos cristianos. En Argelia, África, lo
hicieron prisionero, pero logró conseguir su libertad. Aprovechando sus dones
de comerciante, organizó con éxito por muchas ciudades colectas para los
esclavos.
Los frailes hacían, además
de los tres votos de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, un
cuarto: dedicar su vida a liberar esclavos. Al entrar en la orden los miembros
se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro
de perder la fe, en caso de que el dinero no alcanzara a pagar su redención.
Entre los que se quedaron como esclavos está San Pedro Ermengol, un noble que
entró en la orden tras una juventud disoluta. Este cuarto voto distinguió a la
nueva comunidad de mercedarios.
El Papa Gregorio Nono
aprobó la comunidad y San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General.
El rey Jaime decía que, si
había logrado conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones
de Pedro Nolasco. Cada vez que obtenía algún triunfo lo atribuía a las
oraciones de este santo.
Antes de morir, a los 77
años, pronunció el Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste
tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos
y esclavizados".
Su intercesión logró muchos
milagros y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1628.
La misión redentora la
continúa hoy la familia mercedaria a través de sus institutos religiosos y
asociaciones de laicos. Es también la misión de todo buen cristiano.
¿Cuándo te vimos enfermo o
en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En verdad
os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí
me lo hicisteis." Mateo 25:39-40
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