viernes, 17 de enero de 2025

Párate un momento: El Evangerelio del dia 19 - DE ENERO – DOMINGO – 2ª- SEMANA DE T.O. – C Beato Marcelo Spínola

 

 

19 - DE ENERO – DOMINGO –

2ª- SEMANA DE T.O. – C

Beato Marcelo Spínola

 

      Lectura del libro de Isaías (62,1-5):

 

  Por amor a Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha.

  Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor.

  Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.

   Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi predilecta», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá un esposo.

  Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus constructores.

  Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo.

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 95,1-2a.2b-3.7-8a.9-10a.c

 

       R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.

 

 Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

      Proclamad día tras día su victoria.

      Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R/.

      Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.

      Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda.

      Decid a los pueblos: «El Señor es rey: Él gobierna a los pueblos rectamente». R/.

 

      Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,4-11):

 

  Hermanos:

  Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.

  Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.

  Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste le ha concedido hacer milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas.

  El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

 

Palabra de Dios

 

  Lectura del santo evangelio según san Juan (2,1-11):

 

  EN aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.

      Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:

  «No tienen vino».

  Jesús le dice:

  «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».

  Su madre dice a los sirvientes:

  «Haced lo que él os diga».

  Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.

  Jesús les dice:

  «Llenad las tinajas de agua».

  Y las llenaron hasta arriba.

  Entonces les dice:

  «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».

  Ellos se lo llevaron.

  El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:

  «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».

  Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

 

Palabra de Dios

 

Tres lectores para una boda.

 


Giusto de Menabuoi (1376-1378)

 

      Para la mayoría de los católicos, sólo hay una fiesta de Epifanía, la del 6 de enero: la manifestación de Jesús a los paganos, representados por los magos de oriente. Sin embargo, desde antiguo se celebran otras dos: la manifestación de Jesús en el bautismo (que recordamos el domingo pasado) y su manifestación en las bodas de Caná.

Imaginemos tres posibles lectores de este relato.

            El cristiano sencillo y benévolo.

            El relato no le plantea problemas, le gusta. Le gusta que lo primero que hace Jesús en su vida pública no sea irse al desierto a ser tentado por Satanás (como cuentan Mateo, Marcos y Lucas) sino asistir a una boda, con los cinco discípulos que ya le acompañan. Le gusta que esté presente su madre y le divierte la pelea entre madre e hijo, porque él, por mucho que proteste, termina haciendo lo que ella quiere. Aunque hay que reconocer que exagera, porque seiscientos litros de vino son demasiados litros; además, de excelente calidad, como afirma asombrado el mayordomo. El lector sencillo está de acuerdo en que este milagro revela la gloria de Jesús y comprende que los discípulos creyesen en él. Lo único que no le gusta del todo es que al final no vuelva a mencionar a la madre de Jesús, que es, en realidad, quien lo obligó a hacer el milagro.

 

            El creyente crítico

            Está básicamente de acuerdo con el cristiano sencillo, pero le gustaría que el evangelista hubiera tratado con más detalle algunas cuestiones. ¿Por qué no llama a María por su nombre y se limita a hablar de “la madre de Jesús”?  ¿Quiénes son los que se casan y por qué han invitado a la boda a ella, a Jesús y a sus amigos? Caná está muy cerca de Nazaret, a doce kilómetros, pero los de Caná dicen que “de Nazaret no puede salir nada bueno”.  Debe de ser una familia especial, en buenas relaciones con los nazarenos, al menos con la familia de Jesús; y ser muy rica, porque en la casa hay seis tinajas de unos cien litros cada una (¿para qué querrán tanta agua?) y en la boda cuenta con un mayordomo y sirvientes. En cuanto a la falta de vino, le extraña que sea María quien se da cuenta, no el mayordomo; y que ella quiera que la gente siga bebiendo y fuerce a Jesús a resolver el problema. Una mujer sensata preferiría que bebiesen agua. Lo de la conversión del agua en vino prefiere no pensarlo demasiado. Algunos químicos dicen que eso es imposible, a pesar de que muchas bodegas los hacen continuamente. ¿Y cómo se enteran los discípulos de que Jesús ha hecho el milagro? ¿Lo ha contado el mayordomo? El evangelio termina diciendo que sus discípulos creyeron en él, pero no dice nada del mayordomo, ni del novio (la novia no tiene voz ni voto) ni de los invitados, que se bebieron el vino. ¿También ellos creyeron en Jesús? Al final, el creyente crítico se lía la manta a la cabeza, acepta el milagro y le pide a Dios que aumente su fe en Jesús, como hizo con los discípulos.

 

            El conocedor del Antiguo Testamento

            Comparte la fe del cristiano sencillo y comprende las preguntas del creyente crítico, a las que intenta ofrecer alguna respuesta.

            Empezando por el principio, los evangelios no son biografía de Jesús, no pretenden contar con detalle todo lo que hizo y dijo. Lo que consideran secundario lo omiten tranquilamente. ¿Qué más da que el novio se llamase Isaac o Zacarías, fuera sobrino de María o amigo de José, que ya habría muerto porque no asiste a la boda?

            A María no la llama por su nombre, sino por su título de “madre de Jesús”, igual que “la madre del rey” era el mayor título de una mujer en el reino de Judá. Y destaca, con cierto humor, su papel fundamental en este primer milagro de Jesús. A su petición, él responde de mala manera, poniendo una excusa de tipo teológico: “todavía no ha llegado mi hora”. Pero a María le traen sin cuidado los planes de Dios y la hora de Jesús cuando está en juego que unas personas lo pasen mal. Y está tan convencida de que Jesús terminará haciendo lo que ella quiere que así se lo dice a los criados.

           Juan es el único evangelista que pone a María al pie de la cruz, el único que menciona las palabras de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre”. De ese modo, abre y cierra la vida pública de Jesús con la figura de María. Cuando pensamos en lo que hace en la boda de Caná, debemos reconocer que Jesús nos dejó en buenas manos.

 

  Pero es también muy importante el simbolismo de la boda y del vino.

  Para los autores bíblicos, el matrimonio es la mejor imagen para simbolizar la relación de Dios con su pueblo. Precisamente porque no es perfecto, porque se pasa del entusiasmo al cansancio, se dan momentos buenos y malos, entrega total y mentiras, el matrimonio refleja muy bien la relación de Dios con Israel. Una relación tan plagada de traiciones por parte del pueblo que terminó con el divorcio y el repudio por parte de Dios (simbolizado por la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia). Pero el Dios del Antiguo Testamento podía permitirse el lujo, en contra de su propia ley, de volver a casarse con la repudiada. Es lo que promete en un texto de Isaías:

“Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;

como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–.

        La primera lectura, tomada también del libro de Isaías, recoge este tema en la segunda parte.

Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha...

           Para el evangelista, la presencia de Jesús en una boda simboliza la boda definitiva entre Dios e Israel, la que abre una nueva etapa de amor y fidelidad inquebrantables.

     En cuanto al simbolismo del vino, otro texto del libro de Isaías habría venido como anillo al dedo:

  “El Señor de los ejércitos prepara para todos los pueblos en este monte un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos”.

 

          Este es el vino bueno que trae Jesús, mucho mejor que el antiguo. Además, este banquete no se celebra en un pueblecito de Galilea, con pocos invitados. Es un banquete para todos los pueblos. Con ello se amplía la visión. Boda y banquete simbolizan lo que Jesús viene a traer e Israel y a la humanidad: una nueva relación con Dios, marcada por la alegría y la felicidad.

 

       Tercera epifanía

   El final del evangelio justifica por qué se habla de una tercera manifestación de Jesús. “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.” Ahora no es la estrella, ni la voz del cielo, sino Jesús mismo, quien manifiesta su gloria y hace que los discípulos crean en él. 

  Al final del cuarto evangelio se dice: “Todo esto ha sido escrito para que creáis que Jesús es el Hijo de Dios y creyendo en él tengáis la vida eterna”. En la boda de Caná se pone la primera piedra de esa fe que nos salva.

 

Beato Marcelo Spínola

 



En la ciudad de Sevilla, en España, beato Marcelo Spínola y Maestre, obispo, que fundó círculos de obreros para mejorar la sociedad humana, trabajó por la verdad y la equidad, y abrió su casa a los menesterosos.

 

    Marcelo Spínola y Maestre nació en San Fernando (Cádiz) el 14 de enero de 1835, hijo de un oficial de la Armada española y marqués de la corona. Se licenció en Derecho en la Universidad de Sevilla a los 21 años. Abrió un bufete de abogados en Huelva, donde defendería las causas de los obreros sin exigir honorarios, y por eso le llamaron «el abogado de los pobres». Aunque de una manera tardía, se sintió llamado al sacerdocio. En 1864 fue ordenado sacerdote y empezó su periplo por diversos destinos: capellán de la Iglesia de la Merced en Sanlúcar de Barrameda hasta que el Cardenal Lastra le nombra párroco de San Lorenzo de Sevilla integrándose en las hermandades del Gran Poder y la de la Soledad, ambas residentes en la misma parroquia. Del Gran Poder llegó a ser director espiritual y Mayordomo.

  El 30 de octubre de 1874 está en el confesionario. Una mujer joven enlutada acude a él buscando orientación. Es Celia Méndez, que ha quedado viuda hace dos meses y medio. En la cruz de la pérdida de su marido ha percibido un llamamiento de Dios hacia algo. Búsqueda, entrega generosa y esfuerzos por parte de Marcelo y Celia cuajarán en la fundación de la Congregación de Esclavas del Divino Corazón en Coria, el 26 de Julio de 1885. Nace así la congregación, con el mismo espíritu de sus fundadores: profunda vida de oración y vivo celo apostólico.

  El núcleo de esta espiritualidad que une contemplación y acción apostólica es el Corazón de Jesucristo. La misión concreta de la Congregación es «anunciar a todos los hombres el amor personal que Jesucristo nos tiene» a través de la educación. El estilo con el que las Esclavas realizan su vinculación con el Señor, es el de María, primera Esclava del Señor. Celia Méndez, guiada por D. Marcelo estará al frente de la Congregación durante 23 años. Don Marcelo dirige a las religiosas, las instruye y estimula a realizar la obra de la educación cristiana «formando el corazón de los jóvenes en la verdad evangélica, ilustrando el entendimiento por el conocimiento del saber y transformando así la sociedad».

  Se suceden las fundaciones: Coria, Málaga, Ronda, Corte Concepción, Moguer, Sevilla y Linares en vida de los fundadores. En Andalucía se fundan casas en Aracena, Sanlúcar la Mayor y Cazalla y se abre una casa en Madrid. En 1913 la expansión llega a América, Brasil, Rio de Janeiro y en Argentina, Rosario y San Carlos. Son momentos especialmente duros por el estallido de la Primera Guerra Mundial, que dificulta aún más las comunicaciones, de suyo lentas y difíciles en esta época.

  El 28 de Mayo de 1879, el Arzobispo Don Joaquín Lluch le nombra canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla.  Posteriormente es consagrado Obispo auxiliar de Sevilla. Preconizado por León XIII para la diócesis de Coria-Cáceres. Después, Obispo de Málaga y en 1896, tras la muerte del cardenal de Sevilla, es nombrado obispo de esta diócesis. Abandona Málaga, con gran pesadumbre de sus diocesanos. En su nuevo destino volvió a dar ejemplo de su visión de futuro y de la importancia de los medios de comunicación fundando un periódico «El Correo de Andalucía» «para defender la verdad y la justicia».

  En sus pastorales, sus homilías y sus intervenciones públicas, Spínola cuestionó los trabajos de los obreros, denunció los horarios y las malas condiciones en las que desempeñan su labor y reclamó el descanso dominical. Al mismo tiempo, también se muestra crítico con las posturas políticas emergentes que cuestionan a la burguesía y buscan su desaparición. «Él solía decir que la iglesia había abandonado a los más pobres» y Spínola «intenta abrir brecha en esta situación».

  Todo esto no fue impedimento para que él, desde su humildad, se planteara en más de una ocasión la posibilidad de renunciar al episcopado, considerándose indigno e incapaz de este ministerio. Y si no se retiró fue, entre otras cosas, por consejo de Della Chiesa, futuro Benedicto XV. Creado Cardenal por San Pío X. el rey de España, Alfonso XIII, le impuso la birreta cardenalicia. En enero de 1906, tras volver de la boda de Alfonso XIII moría en Sevilla. Juan Pablo II, en su visita a Sevilla el 5 de noviembre de 1982, oró ante su sepulcro, que visitó expresamente. En 1987, el mismo Juan Pablo II lo proclamó beato.

 

 

 

 

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