martes, 28 de enero de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 - DE ENERO – JUEVES – 3ª- SEMANA DE T.O. – C Santa Martina de Roma

  

 


30 - DE ENERO – JUEVES –

3ª- SEMANA DE T.O. – C

Santa Martina de Roma

 

        Lectura de la carta a los Hebreos 10,19-25:

 

        Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.

       Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa; fijémonos los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras.

        No desertéis de las asambleas, como algunos tienen por costumbre, sino animaos tanto más cuanto más cercano veis el Día.

 

Palabra de Dios

 

        Salmo 23,1-2.3-4ab.5-6:

        R/. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

 

        Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
R/.

 

         ¿Quién puede subir al monte del Señor?
         ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
         El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos.
R/.

 

         Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
           Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
R/.

 

          Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,21-25):

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre:

«¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero?

Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz.

El que tenga oídos para oír, que oiga.»

Les dijo también:

«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará con creces hasta lo que tiene.»

Palabra del Señor

 

    1.- La liturgia de la Palabra nos exhorta a mantenernos firmes en la esperanza que profesamos porque quien hizo la promesa no conoce la infidelidad, ni defrauda ni decepciona, ni tampoco abandona a quienes en Él confían.

     Este año 2025 está marcado por el Jubileo Ordinario de la Iglesia. Bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”, el Papa Francisco nos recuerda e insiste en que la esperanza cristiana no defrauda. Sin embargo, no podemos quedarnos sencillamente ahí, es necesario ponernos en actitud peregrina, en movimiento. Un movimiento que no es necesariamente geográfico, pero que ciertamente debe existir en nuestro corazón y en nuestro vivir cotidiano. Es el peregrinaje de quien sabe en Quien ha confiado, de quien lo arriesga todo por seguir a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios.

 

    2.- El autor de la carta a los hebreos nos invita a aproximarnos a Dios con un corazón sincero y lleno de fe porque por Jesucristo fuimos salvados. Claro está que lo primero que tenemos que percibir en nuestro interior es qué significa eso de que “he sido salvado”, si es una expresión a la que no le encuentro significado o si ya tiene un sentido que cala hondo en el propio ser.

La cuestión es que, teniendo la respuesta al tema de la salvación, nos encontramos con dos movimientos: el personal y el comunitario. Es imposible hacer el camino comunitario si no hay un proceso personal de crecimiento en la fe y de sinceramiento. Es encontrarse con la verdad de uno mismo en todas las dimensiones, también en el de la fe. Se trata de asumir en la propia vida la autenticidad del Evangelio que voy viviendo. Y este camino de crecimiento en el discipulado me compromete en la participación de los encuentros comunitarios, parroquiales, pastorales. El autor de la Carta insiste en no dejar de participar de estos encuentros porque necesitamos fortalecernos y estimularnos en la caridad y en las buenas obras. Vivir desde la fe es asumir un camino muy diferente al que se promueve en los días de hoy y necesitamos apoyarnos y sostenernos unos a otros en Cristo Jesús.

 

    3.- Todos sabemos de la importancia de la luz en un contexto de oscuridad. ¿Qué sería de nosotros si hoy, de forma colectiva, al llegar la noche nos encontrásemos sin energía eléctrica? Probablemente lo que el exceso de luz artificial esconde, se revelaría en su fuerza y esplendor: las estrellas del cielo, la luz de la luna...

     El Evangelio de hoy resalta la fuerza de la luz, su sentido y misión. La importancia de que lo oculto salga a la luz, se revele y se descubra toda la belleza que pueda estar escondida.

     La vida en la fe tiene mucha luz, por eso la tenemos que ofrecer para que ilumine lo cotidiano en la complejidad de tantas realidades que vivimos. Y así, lo que está oculto, puede salir y mostrar la autenticidad que lo caracteriza.

    Eso sí, sin olvidar que la vida cristiana tiene su propia fecundidad y la medida que usemos, también la usarán con nosotros, y será con creces.

 

Santa Martina de Roma

 


  Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Martina, a quien el papa Dono dedicó una basílica a su nombre en el foro romano (677).

Etimología: Martina = femenino de Martín = martillo, es de origen latino.

 

Breve Biografía

  La historia de esta joven santa comienza por su tumba, 1400 años después de su martirio; es decir, cuando en 1634 el activísimo Urbano VIII, empeñado en lo espiritual en la contrareforma católica, y en lo material en la restauración de famosas iglesias romanas, descubrió las reliquias de la mártir, les propuso a los romanos la devoción a Santa Martina y fijó la celebración para el 30 de enero. El mismo compuso el elogio con el himno: “Martinae celebri plaudite nomini, Cives Romulei, plandite gloriae”, que era una invitación a honrar a la santa en la vida inmaculada, en la caridad ejemplar y en el valiente testimonio que demostró a Cristo con su martirio.

  Son pocas las noticias históricas. La más antigua es del siglo VI, cuando el Papa Onorio le dedicó una iglesia en Roma. Quinientos años después, al hacer excavaciones en esta iglesia, se encontraron efectivamente las tumbas de tres mártires. En el siglo VIII ya se celebraba la fiesta de la santa. No se sabe nada más, y por eso es necesario buscar noticias en una Passio legendaria. Según esta narración, Santa Martina era una diaconisa, hija de un noble romano. Debido a su abierta profesión de fe, la arrestaron y la llevaron al tribunal del emperador Alejandro Severo (222-235). Este príncipe semioriental, abierto a todas las curiosidades, hasta el punto de incluir a Cristo entre los dioses venerados en la familia imperial, fue muy tolerante con los cristianos y su gobierno marcó un fructuoso paréntesis de calma respecto de la Iglesia, que en ese tiempo logró una gran expansión misionera.

  El autor de la Passio ignora todo esto, y hace más bien una lista de las atroces tortures con que el emperador martirizó a la santa. Cuenta que cuando Martina fue llevada ante la estatua de Apolo, la convirtió en pedazos y ocasionó un terremoto que destruyó el temple y mató a los sacerdotes del dios.

  El prodigio se repitió con la estatua y el templo de Artemidas. Todo esto hubiera debido hacer pensar a sus perseguidores; pero no, se obstinaron más y sometieron a la jovencita a crueles tormentos, de los que salió siempre ilesa. Entonces resolvieron cortarle la cabeza con una espada, y su sangre corrió a fertilizar el terreno de la Iglesia romana.

 

 

 

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