4 de Noviembre
- MIÉRCOLES –
XXXIª – Semana del Tiempo Ordinario
“San Carlos Borromeo”
Evangelio: Lc
14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a
Jesús; él se volvió y les dijo: “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su
padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos y a sus
hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi,
no
puede ser discípulo mío. Así, ¿quién
de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los
gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a
burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha
sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si
va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez
mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?. Y si no, cuando el otro está todavía
lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a
todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”.
1. Jesús pronunció estas palabras cuando iba de
camino hacia Jerusalén (Lc 14, 25). Jesús sabía que iba derecho al enfrentamiento
final que le llevaría a la cruz. Él sabía esto, no porque tuviera ciencia
divina (cosa que no consta en ninguna parte, ni nadie sabe, ni puede saber, lo
que es eso), sino porque tenía sensatez humana, con la que había aprendido que
quienes se enfrentan a un sistema religioso-político, como él lo venía
haciendo, terminaban sus días de la peor manera. Así aceptó Jesús “la función más baja que
una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado” (Gerd Theissen). Y
conste que lo que Jesús vio que era una constante en su tiempo, lo sigue siendo
hoy.
2. Jesús tomó esta decisión y echó por este
camino porque se dio cuenta de que solo quienes llegan a este radicalismo son
los que mantienen el ideal y la esperanza de que este mundo pueda ser distinto:
un mundo con menos egoísmo y ambiciones y con más humanidad y gente más honrada.
Con un ejemplo basta: desde hace un siglo, los que han logrado que este mundo
sea más soportable no han sido los que han organizado y ganado las guerras; ni
los que han acumulado enormes capitales, y menos aún los que han matado a todos
sus enemigos. Los que han hecho algo determinando y
definitivo por el bien de este mundo, algo que ha quedado como memoria de
esperanza, han sido los que tomaron decisiones que les han llevado a la muerte:
Gandhi, Martin L. King, Oscar Romero, Maximiliano Kolbe y tantos otros cuyos
nombres nadie conoce.
3. Jesús dice que para llegar a esto hay que
superar y pasar por encima de todos los lazos humanos que nos condicionan la
libertad y nos incapacitan para superar el miedo. Es
duro esto. Pero es posible. A partir de una mística que se traduce en
fuerza. La fuerza que solo entienden los
que la tienen. Se trata de la fuerza que tiene la BONDAD. La bondad de los débiles, de los
descalificados, de los que fracasan. Los que viven de forma que así se
“auto-estigmatizan”, esos son los que hacen este mundo más humano, más
habitable, más gozoso para vivir en él.
San Carlos Borromeo
San Carlos Borromeo (óleo de Orazio Borgianni)
(Arona, actual Italia, 1538-Milán, 1584) Cardenal y arzobispo de Milán. Nacido en el seno de una familia noble -su madre era Margarita de Médicis, hermana del papa Pío IV-, estudió latín en Milán y en 1522 pasó a la Universidad de Pavía, donde en 1559 obtuvo el grado de doctor en derecho civil y derecho canónico. Un año después, su tío, el papa Pío IV, le llamó a Roma para que fuera su secretario y administrador de los Estados Pontificios.
El mismo año, cuando sólo contaba veintidós, fue nombrado cardenal y protector de Portugal, los Países Bajos y los cantones católicos de Suiza, así como de varias órdenes religiosas. Desde su posición en la Iglesia combatió activamente la Reforma y promovió las ideas establecidas en el entonces reciente concilio de Trento (1545-1563).
Carlos Borromeo se había hecho cargo también de su familia tras la muerte de su padre, y cuando falleció su hermano (1562) dudó entre casarse para dar descendencia a su estirpe o proseguir la carrera religiosa.
Finalmente se decidió por la segunda opción y se dedicó plenamente a la tarea emprendida por la Contrarreforma: promovió cambios en los libros litúrgicos y la música religiosa (él mismo tocaba el laúd y el violoncelo como aficionado), y con este fin encargó la Misa del papa Marcelo. Además, envió a Milán a treinta jesuitas para consolidar la Contrarreforma y adoptó medidas encaminadas a reformar la actividad del clero: ordenó poner rejas en los locutorios de las religiosas y pidió más severidad y rigor en el cumplimiento de los deberes cristianos.
Estas iniciativas le costaron muchos ataques e incluso agresiones físicas: parece ser que fue atacado por un clérigo llamado Farina, miembro de la orden de los Humillados, que disparó contra él mientras estaba entregado a la oración. La Iglesia siempre lo tuvo, sin embargo, como una figura emblemática, y el papa Paulo V lo canonizó en 1610.
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