24 de
Noviembre – MARTES –
XXXIVª
– Semana del Tiempo Ordinario
Andrés Dung Lac y compañeros
Evangelio: Lc 21, 5-11
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad
de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: “Esto que contempláis, llegará un
día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le
preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo
eso está para suceder?” Él contestó: “Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos
vendrán usando mí nombre diciendo: “Yo soy”, o bien “El momento está cerca”, no
vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no
tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá
enseguida” Luego les dijo: “Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra
reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá
también espantos y grandes signos en el cielo”.
1. El anuncio que hace Jesús, sobre la
destrucción de la belleza y la calidad del templo, es el anuncio del fin del
esplendor y el boato como mediación para encontrar a Dios. La riqueza en oro y
la belleza consiguiente debió ser algo tan asombroso que, después de la
conquista de Jerusalén por parte de los romanos, la provincia de Siria se vio
inundada por una gigantesca oferta de oro; lo que trajo como consecuencia,
según el historiador F. Josefo, que “la libra de oro se vendiese a la mitad de
precio que antes. (J. Jeremías). El esplendor de nuestras basílicas y
catedrales, empezando por la de San Pedro en Roma, impresiona y admira. Pero
todo eso no lleva a la gente a ser más honrada, más justa y de mejor corazón.
Eso ya no es mediación para encontrar a Dios.
2. Cuando se dicen estas cosas, hay personas que
sienten lo que sintieron los apóstoles cuando Jesús les dijo que todo lo del
templo y sus grandezas estaba a punto de hundirse para siempre. Los discípulos
sintieron miedo. Por eso se comprende todo lo que Jesús añade sobre las
situaciones en las que mucha gente piensa que se nos viene encima el fin del mundo
o poco menos. En tales situaciones, aparecen los “salvadores”, lo
que
dicen que ellos son los “auténticos”, los que saben dónde y cómo hay que
aprovechan los momentos de crisis y desconcierto, para ofrecer soluciones seguras,
son gente peligrosa.
3. Desgracias, calamidades, guerras y crisis
económicas las habrá siempre. Hasta el fin de los tiempos. Pero no perdamos la
cabeza, ni nos dejemos invadir por la angustia y el miedo. La vida es más
fuerte que todo lo demás. Y la historia sigue adelante. La peor de todas las
calamidades es el miedo, la pérdida de nuestras mejores ilusiones y, sobretodo,
el hundimiento de la bondad que contagia felicidad a quienes conviven con nosotros.
Andrés Dung Lac y
compañeros
Memoria de santos Andrés Dung Lac,
presbítero, y de sus compañeros, mártires. En una común celebración se venera a
los ciento diecisiete mártires de las regiones asiáticas de Tonquín, Annam y de
la Cochinchina. Ocho de ellos eran obispos, otros muchos presbíteros, amén de
ingente número de fieles de ambos sexos y de toda condición y edad, todos los
cuales prefirieron el destierro, las cárceles, los tormentos y finalmente los
extremos suplicios, antes que pisotear la cruz y desviarse de la fe cristiana
(1839).
Durante
el siglo XVI y los siguientes, el pueblo del Vietnam escuchó el mensaje
evangélico, predicado, en primer lugar, por misioneros pertenecientes a
diferentes Ordenes religiosas. El pueblo vietnamita recibe la predicación de
los misioneros con gran piedad y alegría. Pero no tardó en sobrevenir la
persecución. Durante los siglos XVII, XVIII y XIX muchos vietnamitas fueron
martirizados, entre los cuales se cuentan obispos, presbíteros, religiosos y
religiosas, catequistas de uno y otro sexo y hombres y mujeres laicos de
distintas condiciones sociales.
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